lunes, 25 de mayo de 2009

PIZZA PAVLOV


Bruno Fisuras no sabe ni freír un huevo; así que en previsión de la semana en que se quedaría en la ciudad mientras su familia estaba de veraneo sujetó con un imán en la puerta de la nevera la tarjeta de Pizza Speed. “Pizzas a domicilio. Servicio rápido.”
El lunes por la tarde Bruno llega a casa después del trabajo. Como no le gustan las anchoas, ni los champiñones ni el salami se decide por una pizza Margarita.
-El chico llegará en 20 minutos –le dice un empleado de voz nasal-. Hará sonar tres veces el timbre.
A los 20 minutos el repartidor aparca su moto delante de la casa de Bruno. Hace la señal convenida y le entrega la pizza en una caja de cartón humeante.
El martes Bruno encarga otra pizza Margarita; y lo mismo el miércoles y el jueves.
El viernes decide que ya está harto de pizza. Al salir del trabajo compra en un Todo a 100 un libro de bolsillo : Cocina fácil. 1000 Recetas, y una cacerola de barro. Después se dirige al supermercado.
Ese día el calor ha sido agobiante. Lo primero que Bruno hace al llegar a casa es ducharse y ponerse un pijama. Luego, en la cocina, desenvuelve lo que ha comprado.
En la cacerola sofríe un redondo de ternera, luego añade cebollas, zanahorias y un diente de ajo picados. Cuando la carne empieza a dorarse vierte un generoso chorro de coñac. Un delicioso aroma invade la cocina aumentando el apetito de Bruno.
Mientras se reduce el coñac Bruno toma una cerveza y se sienta ante el televisor. Él es uno de esos raros especímenes que no solo afirma que lo que más le gusta de la tele son los documentales sino que además es cierto. En el Discovery Channel aparece un científico en una pequeña sala con un perrito explicando la famosa teoría del reflejo condicionado de Pavlov. Bruno sonríe al recordar una ilustración de su libro de texto: un perro con expresión bobalicona babeando al lado de un timbre y una mano que le alarga un plato de comida.
Bruno se levanta de un salto al percibir un inquietante olor a quemado. La cazuela está envuelta en llamas que Bruno apaga con la tapadera de la sartén. El inexperto cocinero ha dejado el fuego demasiado alto, el calor ha rajado el fondo de la cacerola de barro y el coñac ha prendido. La carne está quemada por un lado y apenas cocida por el resto.
Aunque Bruno había decidido no comer hoy pizza la perspectiva de vestirse para comer fuera le provoca una inmensa pereza.
El empleado de voz nasal ya le reconoce la voz: “El Sr. Fisuras ¿verdad? El del número 29 de la calle Discordia… ¿Una Margarita? Llegará en 20 minutos.”
Bruno se sirve otra cerveza y decide esperar al repartidor frente el televisor. El documental recién ha terminado y los créditos pasan por encima del dibujo de un perrito babeando parecido al de su libro escolar.
-Al menos –piensa Bruno- los de Pizza Speed son rápidos. Tengo muchísima hambre.
Como todos los días el repartidor llega puntual. Suenan tres timbrazos. Unas gotas resbalan por la chaqueta del pijama de Bruno que está babeando copiosamente.

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