Nunca juegues al Póker Montana. Es jugar con fuego, como paso a demostrar.
Vinieron a mi pequeño piso a jugar una timba dos viejos
conocidos míos del mercadillo de cómics: Edy el Sucio (o Edy Hondo) llamado así
por su falta de higiene, y su novia Luz la viperina, llamada así por su lengua
ponzoñosa.
-¿Pero en qué pocilga vives tú? –me saludó Luz. Qué encanto. Hay que reconocer que Luz tiene una belleza de una época antigua; lástima
que esa época sea el cromagnon.
Éstas son las reglas del Póker Montana: se reparten dos
naipes a cada jugador. Luego, boca arriba sobre el tapete, cinco naipes más
sobre cada uno de los cuales apostarán los jugadores según la combinación que
puedan formar con los dos naipes primeros.
-¡He visto una botella de Jack Daniels! –rugió Edy Hondo-.
¡Ahí! ¡Detrás del Anís del Mono!
-¿Cómo? –le lancé una mirada vitriólica-. ¡Ay, pues es
verdad!
Bebimos. Jugamos. Luz propuso cerrar la partida con una
última baza de Póker Montana.
Apostamos, igualamos, volvimos a pujar… al ver el cuarto
naipe me sonrió un full de ases y dieces y esperando un póker en la quinta
carta aposté:
-¡Me juego mis tebeos de El
Capitán Dioptrías!
-¡Igualo con mi colección de El conde Rúcula, el vampiro vegano! –replicó Edy.
-¡Igualo con los cincuenta primeros números de El Caballero de la Plume, el espadachín
gay! –apostó Luz.
Mi full superaba al de Edy, pero no al póker de nueves de Luz.
-Enhorabuena, Lucecita –dijo Edy-… ya te traeré esos tebeos
un día de estos…
-¡Hoy! ¡Ahora mismo! ¿Las deudas de juego son sagradas!–apremió Luz y sacó del bolso un
pistolón de su abuelo de cuando la guerra civil-. ¡Vamos, cariñito! A tu casa a
por esos tebeos para tu Lucecita.
¡Muévete kilo de mierda! –como el sagaz lector habrá deducido eso iba
dirigido a mí, y no a Edy-. ¡Pon sobre la mesa la colección de El Capitán
Dioptrías.
-¡Lucecita, amorcito! ¡Lo que quieras pero deja de apuntarme
con eso!
Sonó un disparo. La pistola explotó en manos de Luz y el
proyectil arrastró a Edy por los aires hasta desplomarse sobre la alfombra.
Moribundo, espantoso, tripas al aire.
-¡Estoy ciega, mamarracho! –ladraba Luz-. ¡Ayúdame!
Miré fríamente a Luz. Luego, a Edy el Sucio, que
precisamente me estaba ensuciando la alfombra. Una fea situación, pero a pesar
de todo mis amados tebeos seguían en las estanterías. Me serví otro Jack
Daniels, mientras Luz, que había sacado
un cuchillo enorme de su bolso, lanzaba estocadas al aire.
-¡Cómo te pille te hago morcillas, escoria inmunda!
(*) La ginebra Fockink existe de verdad.
FIN
¡Ha vuelto Melmoth!: OLVIDO
FIN
SIBELIUS
FRODO Y SU HUMOR ARGENTINO
LA RECETA: POLLO A LOS VEINTE DIENTES DE AJO
Se prepara con un pollo entero, vaciado y listo para asar.
Frotar enérgicamente el pollo con aceite y sal gruesa.
Rellenar con veinte dientes de ajo (¡Ni uno más ni menos! o ya
no sería esa receta y tendría que llamarse de otra manera) medio limón y una
hoja de laurel.
Rociar con cava o vino blanco y dejar en el horno a 250º.
Estará listo en 45 minutos esparciendo un delicioso olor por la cocina.
Conviene rociar el pollo con su jugo durante la cocción. En fin, más fácil
imposible.