jueves, 27 de noviembre de 2014

¡CULITO, CULITO...! Y MOMIAS

La empresaria, actriz, modelo y no sé qué más Kim Kardashian ha revolucionado las redes sociales con sus fotos en las que muestra unas nalgas que no parecen de este mundo. Kardashian asegura que lo consigue inyectando en su trasero la grasa sobrante de sus liposucciones; esto sí que es reciclar y lo demás mandangas. En esta portada de la revista Paper recrea una conocida foto de Jean Paul Goude del célebre clip de Grace Jones Slave to the Rhythm.
El tema me ha recordado a la historia de la infortunada Sara Baartman, más conocida como…
LA VENUS HOTENTOTE

Nacida esclava en 1789 en Ciudad del Cabo, Sara fue llevada a Europa a principios del siglo XIX para ser mostrada como atracción de feria, su nombre artístico era La Venus Hotentote. La figura de Sara era desorbitante a causa de la esteatopigia o excesiva acumulación de grasa en los glúteos. Una sociedad benéfica parisina acusó, con justicia,  de degradante el espectáculo donde exhibían a Sara y clausuraron el circo. La Venus Negra, como se la conocía entonces, atrajo la atención de la comunidad científica de París que la describió como una mujer inteligente que hablaba inglés y holandés.
 Sara sucumbió a una epidemia de fiebres en 1815, su cuerpo fue embalsamado por el famoso naturalista Georges Couvier y exhibido en el Museo del Hombre en París durante 160 años hasta que Nelson Mandela envió una petición al presidente Mitterand para que sus restos volvieran a Sudáfrica.  Francia accedió y Sara fue enterrada en El Cabo con honores oficiales.  
Existe una película La vénus noire (2009) basada en la vida de Sara. No fue estrenada en España pero se encuentra en DVD.
La repatriación del cuerpo momificado me ha traído a la memoria un caso más cercano:
EL NEGRO DE BANYOLES

Alphonse Arcelin, un médico haitiano residente en Cambrils (Tarragona) exigió en 1991 al Ayuntamiento de Banyoles  la retirada del cadáver de un bosquimano expuesto en el Museu Darder; de lo contrario, pediría el boicot de los países africanos a las pruebas olímpicas de remo que se celebraban el siguiente año en esta localidad. El caso provocó una inusitada atención de los medios llegando a oídos de Kofi Anan, el Secretario General de la ONU. Arcelín prosiguió durante años una auténtica cruzada personal que le llevó a la ruina económica pues tenía que pagar de su bolsillo los viajes para entrevistarse con diversos jefes de estado africanos. Los restos del momificado bosquimano fueron finalmente enterrados en octubre del 2007 en Botsuana como un héroe nacional.
En el 2008 la pequeña editorial de Girona El Call encargó a mi amigo el periodista Marc Ribot, que anteriormente había entrevistado al doctor Arcelin, un libro sobre aquel suceso que se iba a titular: De Banyoles a Botsuana . 
 Al principio yo solo tenía que dibujar la portada pero me fui involucrando cada vez más en el libro. Me convertí en coautor y entrevisté, entre otros, a  un miembro del Patronato Darder que me contó una curiosa anécdota: al llegar la momia del bosquimano a España tuvieron problemas para catalogarla en la aduana. Al final el funcionario aduanero de turno optó por encasillarla como "bacalao seco".

 Reunimos un material muy jugoso a base de cartas a los periódicos y artículos y es que se escribieron muchas tonterías sobre el Negro de Banyoles (desde la agresividad racista hasta la corrección política más papanatas) Marc y yo acordamos reducir al máximo nuestra intervención y dejar que el lector sacara sus propias conclusiones. Estábamos a punto de entregar el texto cuando la modesta editorial El Call tuvo que cerrar por motivos económicos y De Banyoles a Botsuana pasó al limbo de los libros inéditos.
Dos de mis contribuciones al tema: Lote 249 de Conan Doyle y Breve conversación con una momia, de Poe. El único relato humorístico de ese autor.
Y este es el vídeo que he mencionado antes: Slave to the Rhythm; causó furor entre los moderniquis en el lejano 1985.

martes, 18 de noviembre de 2014

VECINOS MOLESTOS (RELATO)

Roman Castevet acaba de mudarse al primer piso del número 26 de la calle Polansky. Aún conserva ese improvisado ambiente  de campamento a punto de ser levantado, con  cajas de embalaje y maletas, cuando empieza a ser asaltado por ruidos que provienen de arriba. Rumor de tacones afilados sobre el parquet que le taladran los oídos, golpes,  el exasperante sonido de muebles que se arrastran…  Esto se repite a diario y Roman decide ir a quejarse.
 Una tarde, Roman llama al timbre del segundo piso. Le abre una señora con bata de boatiné color rosa peladilla. Le dedica una mirada glacial que marca la frontera rellano-recibidor.
-Buenos días. Soy el vecino de abajo. Quería hablarle de unos ruidos insoportables que…
-No somos nosotros, son los de arriba –y señala al techo con el índice extendido.
-Disculpe, los golpes suenan tan fuerte que pensé que procedían de este piso.
- Es la acústica, en este lado de la casa hay la pared maestra y todo resuena. Qué me va a contar… los hemos denunciado y no hemos conseguido nada a pesar de que mi hijo es policía- Aparece un joven vestido de uniforme ajustándose la gorra-. Que tengas un buen día, hijo. No te olvides la pistola.
-Lamento haberla molestado, señora -… Roman se ha quedado solo. El policía ya ha salido y la señora se interna con paso ágil por el pasillo. Roman sale al rellano y se dispone a cerrar la puerta entornada pero el policía se lo impide apoyando una mano brusca sobre el panel.
-Me he dejado la pistola.
 Roman sube las escaleras y se sorprende al ver la tan distinta decoración del rellano del segundo piso; como si hubiera entrado en otro edificio. Las paredes están pintadas de un lúgubre color ala de mosca y una lámpara vela en la pared del fondo como un ojo vigilante. Mientras pulsa el timbre lee la placa de la puerta: D. Holuskins. Traductor. Le recibe un hombre de aspecto afable con bigote gris recortado y un jersey del mismo color. Lleva un periódico en la mano. Roman se presenta y cuando le expone el motivo de su visita el vecino le sonríe:
-Se equivoca, joven. Eso viene de más arriba – Roman mira en dirección a su mano que se mueve acentuando el arriba-. Un auténtico incordio…  Ah, ella es mi esposa, Carmen.
Aparece Carmen. A cuatro patas. Abre desmesuradamente su boca de labios sin maquillar, repleta de dientes,  con amígdalas visibles y muerde a Roman en una pierna. Holuskins  golpea a su mujer con el periódico enrollado sin brusquedad  pero con firmeza.
-¡No, Carmen! ¡Suéltalo! Disculpe, joven, está algo alterada. Me temo que es un mal momento… ¿Qué tal si viene un día a cenar?
-Sí, sí… me encantaría -Roman se precipita escaleras arriba murmurando frases de despedida.
 El rellano del tercer piso, el ático,  le desconcierta aún más. De siniestro ha pasado a sórdido. Una mortecina bombilla ilumina las telarañas que cuelgan del techo como jirones putrefactos. Roman llama a la puerta que se abre de repente. En la penumbra le recibe una anciana con aspecto de bruja, de piel tiznada y grumosa,  y detrás lo que parece un hombre barbudo y altísimo. Cuando los ojos de Roman se habitúan a la escasa luz distingue que el hombre barbudo es en realidad un retrato de Jesucristo que en lugar de la típica expresión beatífica muestra un rostro confuso, aturdido, como si le acabasen de comunicar que le han conmutado la pena de cruz por la de servicios a la comunidad.
 Desde el umbral la anciana señala hacia arriba con un dedo huesudo y, agarrando la muñeca de Roman con manos frías y duras como el bronce, le entrega un pequeño crucifijo. “Porque ellos caminan deprisa”, dice y se apresura a cerrar la puerta.
El siguiente piso es el sobreático. El último. Ese rellano huele a pantano, a piedra rezumante de filtraciones. Extraños bichos arrancan susurros de las paredes. Las tinieblas se acumulan en rincones que la luz eléctrica no logra disipar. “Más que una bajada, esto parece una subida a los infiernos”, piensa Roman. Se detiene ante la puerta y escucha con nitidez el ruido, ese estridente repicar  de tacones que conoce bien. “Es aquí”, se dice y golpea con los nudillos pues no hay timbre.
Roman tiene la incómoda sensación de que le observan por la mirilla. El chirriar de cerrojos le sacude como un látigo. Se abre la puerta. Por el espacio que deja abierto una cadena se ven unos ojos febriles que en la oscuridad parecen arder como brasas relucientes.
 -Hola, soy Roman, el vecino del primero –y extiende una mano.
La puerta se cierra un instante. Roman oye retirar la cadena y la puerta se abre del todo. El interior está oscuro como alquitrán. De repente surge un tentáculo púrpura y viscoso que rodea la mano tendida de  Roman y tira de él engulléndolo en las tinieblas.  La puerta se cierra bruscamente.
El primer piso del 26 de la calle Polansky vuelve a estar libre. Es de renta antigua, sólo hay que llamar a este número de la izquierda; aunque yo me lo pensaría dos veces antes de vivir allí.
FIN

Dedicado a mi vecina del piso de arriba que tiene la bonita costumbre de levantarse hacia las seis de la mañana y taconear por el piso. Supongo que se mete en la cama con tacones, como las actrices porno.

Y hablando de porno, este es para todos los públicos, que no tengo ganas de que me cierren la parada:

lunes, 10 de noviembre de 2014

CUANDO QUISE SER DETECTIVE

 Pasaba por un momento que no sabía cómo encarrilar mi vida. Apenas conseguía encargos de dibujante y acababa de dejar mi trabajo temporal en una escuela canina de Llagostera (Girona) cuando un dálmata - sin motivo ni aviso- me saltó al cuello  y tuve que rociarle con la paprika (spray de pimienta defensivo) Esa raza se había puesto de moda por la nueva versión de la película 101 Dálmatas con Glenn Close en el papel de Cruella de Vil. Para atender la gran demanda algunos cuidadores  hicieron cruces consanguíneos y hubo dálmatas que salieron tarados. Vamos, como pasa con las personas.
Entretanto devoraba todas las novelas de serie negra que pillaba: Chandler, Hammet, Spillane… y una idea me cosquilleó la cabeza: ¿Y si me hiciera detective privado? Recordé a un compañero del instituto cuyo padre trabajaba en la agencia Vélez-Troya, le llamé por teléfono y concerté una cita con él, un tal Rius.
 Quedamos en una coctelería, la primera vez que ponía los pies en uno de esos locales. Rius tendría más o menos la edad que yo tengo ahora (53) pero su aspecto fatigado le hacía parecer mayor. El blanco de sus ojos era amarillento y debajo tenía bolsas. “Falta de sueño”, pensé. Tenía un perfil peculiar: frente abombada y barbilla saliente; recordaba a las medialunas con ojos y boca de los dibujos animados. “Nunca nos llamamos detectives, somos investigadores privados”, fue lo primero que me dijo. Y lo segundo:
-Chico, olvida todo lo que has visto en las películas y leído en las novelas. ¿Has visto alguna vez en el cine un detective aporreando una máquina de escribir? Pues los informes y el papeleo nos llevan un montón de horas –. Prosiguió:
- Las leyes españolas no nos permiten llevar armas de fuego. Nos dedicamos más que nada a casos de divorcios, infidelidades  matrimoniales… por eso los polis nos llaman huelebraguetas. Es muy duro, horas y horas aguardando en un coche con una máquina de fotos con teleobjetivo. Estás solo, y si en ese momento tienes problemas personales y le das al tarro acabas fatal. A mí me han dado dos veces la baja por motivos psicológicos. Es de las profesiones con mayor número de divorcios…
 Pidió al camarero un par de Manhattan y criticó la película El corazón del ángel,  con Mickey Rourke en el papel de un detective que habían emitido por televisión la noche anterior.
-El tío descubre un asesinato y sigue trabajando como si nada. Paparruchas. Si un investigador descubre un crimen tiene que informar inmediatamente a la policía y abandonar el caso o acabas en la cárcel y sin licencia. Dasniell Hammet, el de El halcón maltés, sí es creíble. Se nota que él trabajó de detective en la Pinkerton.
Trajeron los Manhattan. Rius me miró fijamente, su nariz curva le daba a su rostro un aire interrogativo:
-Y no te hagas ilusiones de ligarte a una bella cliente. En este país las mujeres casi nunca solicitan los servicios de un investigador, a saber porque…
No me quedaron ganas de intentar lo de detective, Rius me lo pintó mucho menos glamuroso de lo que suponía. Ya me está bien ilustrar algunas portadas de ese género. Al menos tomamos Manhattan, un combinado urbano que sabe a Broadway; a Balas sobre Broadway:
MANHATTAN: (Preparar en vaso grande o jarra) Hielo, 2/3 de whisky, 1/3 de vermut rojo.
Mezclar y servir en copa de cóctel adornada con una guinda roja.
PATATAS BRAVAS Y CAFÉ DE CACA DE GATO

Acabo de llegar de Moriles donde he visitado a mi ex compañero de mili El Córdoba, el de mi entrada anterior (RISA LOCA) Yo soy el de la izquierda (estaba tan flaco que no se me sostenía el correaje) Héctor, así se llama, prepara unas patatas bravas sublimes:
 PATATAS BRAVAS AL ESTILO MORILES: pelar las patatas, cortarlas en trozos y sofreír lentamente en abundante aceite de oliva con 2 dientes de ajo. Cuando las patatas tomen color, escurrirlas y reservar. Preparar la salsa salando ligeramente 300 gr de tomate pelado y sin semillas y cocerlo en aceite hasta que haya perdido el agua y se vea concentrado. Añadir una cucharada de pimentón picante y un chorrito de vinagre de vino blanco. Dejar cocer y agregar unas gotas de tabasco. Pasar la salsa por la batidora y dejarla enfriar.
Antes de servir, dorar bien las patatas en aceite muy caliente. Escurrirlas sobre papel de cocina y regarlas con la salsa.
 Héctor se dedica a la importación de café y me invitó a probar el café más caro del mundo: el Kopi Luwak, de Indonesia. Para conseguirlo el proceso es diferente al habitual de otros cafés. En este caso los frutos de la planta de café son ingeridos por las civetas, unos pequeños felinos del sudeste de Asia. Las civetas defecan unos granos que han sido químicamente tostados por las enzimas digestivas del animal obteniendo un grano caramelizado y muy aromático. Es muy bueno. Cada mañana Héctor me gastaba la misma broma: “¿Un cafelito de caca de gato, Miquel?” Casi me atraganto cuando me dice que se venderá en un Starbuck de Sevilla a 40 euros la taza.
Pero no será así: después de ver un informe de grupos contra el maltrato animal que muestran esas civetas hacinadas en jaulas diminutas ha anulado el pedido de este café y prepara una campaña de boicot contra el Kopi Luwak. Bravo.