sábado, 30 de agosto de 2014

POTI-POTI VERANIEGO

JUNIO: TABACO AFRICANO DE MASCAR
 "La comida japonesa ya es historia, ahora se impone la cocina peruana, el ceviche y todo eso". Me cuenta mi amigo Ivo que acaba de volver de África con Médicos sin fronteras. Ha navegado por el río Gambia con un cargamento de citronella. Se nota que Ivo tiene ganas de desconectar después de una temporada comiendo carne de mono y cocodrilo. "El mono sabe a cerdo -me dice-, y el cocodrilo a pollo."
-¡Qué emocionante, Ivo! Has ido en plan El corazón de las tinieblas -. Me encuentro con Ivo en un local peruano con columnas de terracota y tuberías a la vista bebiendo pisco-sour. Cuando nos traen el ceviche,  Ivo pone sobre la mesa una lata metálica y circular, como las de betún.-Es Makla, tabaco de mascar africano –me informa Ivo-. Las embarcaciones eran de madera y velas de cáñamo, muy inflamables,  y todos mascaban ese tabaco. Naufragar allí es mal asunto.
-Claro; con todas aquellas serpientes y cocodrilos…
-Lo peor son los hipopótamos. Es el animal que causa más homicidios de África.
 Mientras tomamos mazamorra –un postre de maíz morado- Ivo me cuenta que los nativos Mandinka solían gastar una broma a los hombres blancos: cogían una lata vacía de Makla y la llenaban de excrementos de antílope. “No veas como se tronchaban cuando nos untábamos las encías con… bueno, eso.”
Ivo me da una lata de Makla. “No es fácil, pero si te acostumbras no está mal”. En casa recuerdo aquellas películas del Oeste con cowboys mascando tabaco y lanzándolo a la escupidera del saloon. Abro la lata y me asalta un olor acre y repulsivo. Paso un dedo por el tabaco que tiene consistencia de engrudo y me froto con él las encías siguiendo las instrucciones de Ivo. ¡Puaaajjj!!! Las encías me abrasan y el sabor es inmundo, indescriptible. Me froto enérgicamente con el cepillo y dentífrico, luego me empleo a fondo con el hilo dental y después, una buena dosis de antiséptico bucal. Termino con las encías hechas un Cristo pero al menos he eliminado ese horrible sabor. Aún dominado por las náuseas pienso: ¿Y si no era tabaco de verdad? ¿Habré sido víctima de una broma Mandinka? Creo que hay cosas que es mejor no saber.
JULIO: A VER QUÉ TAL LLORAS
En el ECAD, el estudio de doblaje, me están preparando un CD de casting y necesitaban una escena en la que me pusiera a llorar. Cuando llego, la directora comenta que buscan un par de voces para un porno y como ya tengo algo de experiencia en el tema me ofrezco. La directora se ríe: "No hay ningún papel para ti. Es una película de lesbianas. Dos obreras que le dan al asunto en una fábrica durante el turno de noche. " Reconozco que el título castellano tiene su gracia: Bollería industrial. Esta es mi prueba, una escena de Pequeñas mentiras sin importancia. Hay que ver lo difícil que es llorar cuando no tienes ganas.
 
 AGOSTO: EL INQUIETANTE CAMARERO CHINO
 Con Jaume, mi agente de ilustración, fuimos a comer a un local especializado en ollas de Sichuan, es una provincia china donde el picante es el ícono nacional a base de guindillas secadas al sol.  Unas ollas lovecraftianas , burbujeantes, con tentáculos y pinzas asomando. ¡El camarero hablaba como un esbirro de Fu- Manchú! Me intimidó tanto que me tragué una galleta de la suerte con papel y todo.

miércoles, 20 de agosto de 2014

LA MALDICIÓN DEL TERCER PITILLO

 Bélgica, madrugada del 13 de noviembre de 1916. En un cráter de obús se oyó gritar al sargento Héctor Munro: “¡Apagad ese maldito cigarrillo!”. Fueron sus últimas palabras justo antes de que una bala le atravesara el cráneo. El sargento Munro, alias Saki, era considerado el mayor humorista inglés del siglo XX. Me encargaron la portada de una recopilación de sus relatos.
Lo llamaban la maldición del tercer pitillo. El francotirador de la trinchera enemiga veía al primer fumador, apuntaba al segundo y mataba al tercero. Saki tuvo la mala suerte de cruzarse en el camino de esa bala.
Se han cumplido los 100 años de la Primera Guerra Mundial que nos trae imágenes de las casacas azules francesas y los cascos con pinchos –Pickelhaube- de los alemanes.
 Ahora es un buen momento para recordar a los Geules Casses (Caras rotas) una asociación formada por soldados franceses que habían sufrido terribles mutilaciones faciales a causa de la metralla. Tenían prohibido asistir a los desfiles, seguramente porque su visión no era la adecuada para fomentar el patriotismo. Fueron aproximadamente 15.000 que no se resignaron a ser tratados como leprosos. Finalmente consiguieron una pensión  -El estado francés no consideraba las heridas en el rostro como invalidez- y el derecho a desfilar con sus camaradas cada 11 de noviembre, aniversario del Armisticio.
Volviendo al casco alemán: su diseño, con dos remaches metálicos a los lados, inspiró al director James Whale (ex combatiente en este conflicto y además, un excelente pintor) el diseño del monstruo de Frankenstein. Whale convirtió esos remaches en unos electrodos que recibirían la corriente eléctrica con la que cobraría vida la criatura.
Abajo: otros bocetos preliminares para la caracterización de Frankenstein realizados por Whale.
Un documento de lo más curioso: un corto que el Ministerio de la Guerra encargó al genial dibujante Windsor McCay –creador de Little Nemo- sobre el hundimiento del Lusitania, el barco hundido por un submarino alemán en 1917 y que motivó la entrada de los USA en la guerra. McCay se entrevistó con muchos supervivientes para dar mayor realismo a las imágenes.
Y por último, unas escenas de la película definitiva de la Guerra del 14-18. ¿Senderos de gloria? ¿La gran ilusión? ¡Nooo! Operación Mata Hari, con Gracita Morales bailando la danza de los siete velos, José Luís López Vázquez de general prusiano y una impagable pareja de espías -Ozores y Coll- británico y zarista respectivamente. 
 

jueves, 7 de agosto de 2014

¿HOUSTON? ¿ME RECIBEN?

“-El hombre ha llegado a la Luna. ¿Y qué? El que sea un tontolaba en la Tierra seguirá siendo un tontolaba en la Luna.”
(Comentario de mi abuelo Joan, julio 1969)
La primera llegada del hombre a la Luna acaba de cumplir su 45º aniversario. Entonces yo tenía ocho años y lo recuerdo como el primer acontecimiento importante que presenciaba. El alunizaje, que en España esperaban hacia las 3 de la madrugada, se retransmitiría en directo con la voz de Jesús Hermida. Yo me empeñé en verlo pues –inocente de mí- esperaba ver a los astronautas agasajados por una multitud de selenitas. Mi madre se mostraba reacia pero mi padre la convenció:
-Es un momento histórico que recordará toda su vida. Imagina que hubiéramos podido ver la llegada de Colón a América por la tele ¡y en directo!
 Después de cenar, nos sentamos toda la familia alrededor de nuestro flamante Telefunken en blanco y negro con adaptador para UHF. Para mantenerme despierto me puse a dibujar en una caja de cartón con uno de aquellos lápices con una punta azul y otra roja. La caja se llenaba de dibujitos mientras la letanía de los astronautas -¿Houston? ¿Me reciben? Cambio- me provocaba un gran sopor. Yo estaba bien roque cuando mi padre me agitó suavemente; justo a tiempo para ver a Armstrong poner el pie en la superficie lunar. Hermida tradujo sus palabras: “Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad.” De los selenitas, ni rastro. Recuerdo que al día siguiente acompañé a mi madre al mercado y no se hablaba de otra cosa que del Apolo XI pero muchos opinaban que era un montaje, que en realidad nadie había llegado a la Luna.
 Los astronautas recogieron muestras y una de esas piedras lunares fue regalada por el presidente Nixon al General Franco “como ofrenda al pueblo español”. Es decir, que su destino tenía que ser un museo, pero Franco siempre la conservó sobre la mesa de su despacho. Como Lex Luthor, que usaba un fragmento de kriptonita como pisapapeles.
Luego, la historia de esa piedra selenita se vuelve rocambolesca pues desaparece misteriosamente. El nieto de Franco, Martínez Bordiú, fue preguntado sobre el tema en una entrevista para El Mundo e hizo algo tan feo como culpar a su madre de haberla perdido: "Como mi madre es una mujer con muchas cosas en muchas casas, en algún traslado o al redecorar alguna habitación, al final debió extraviarse".
La Luna ha resultado ser oscura, glacial y deshabitada. Francamente, prefiero como nos la ofrecía el gran Méliès. Puede que sean delirios de mi mente insalubre pero ¿no creen que el proyectil se desliza muy sensualmente por el cañón-lanzadera al inicio del cortometraje?
Un año después lanzaron el APOLO XIII -¿Houston? Tenemos un problema- Perdieron su rumbo y recuerdo que cuando iba al colegio miraba hacía el cielo, temeroso de que la nave me fuera a caer encima. Pero eso es otra historia.


viernes, 1 de agosto de 2014

BORGO SE HA IDO A ITALIA

Eeeh... el nombre de este sitio me suena.


 Cuando uno sale de Firenze Centrale (la típica estación de tren italiana de estilo mussoliniano) es asaltado por un calor sofocante y un tráfico caótico. Cruzando con el disco en verde por poco me atropellan dos monjas en un utilitario. Habría sido una escena muy de comedia italiana, con Alberto Sordi de guardia urbano.
 En la Plaza Sta. Maria del Fiore, mi hijo Dani tuvo el detalle de ponerse una camiseta con un dibujo de los míos.
Bolonia, con sus palacios color siena, le hace a uno sentirse un personaje de un relato de Lampedusa. Y pasear por plazas como la Dei Miracoli en Pisa es como estar en un sueño renacentista, con la famosa torre y sus palacios de mármol blanco. Pero al tomar algo en sus terrazas el sueño se desvanece y vuelves al mundo cruel: ¡16 euros me cobraron por una caña de cerveza, una Coca Cola y un chupito de grappa, los muy peperonis!


 Aunque quizá suene un poco gay, la verdad es que llama la atención lo atractivos que son en general los hombres italianos. Yo diría que son más coquetos que las mujeres, especialmente los maduros, con cierto aire a lo Rossano Brazzi o Vittorio Gassman de los años sesenta. Los jóvenes, en cambio, tienen un aspecto tirando a chulopiscinas. Y hablando de piscinas:
El viajar me agudiza el insomnio, por eso me pasaba una buena parte de la noche haciendo zapping en la habitación del hotel. Me encontré con una sorpresa: Peppone, il machio de la piscina; es decir: Pepito Piscinas con Fernando Esteso hablando la lengua de Dante. También vi un pase del Tiburón de Spielberg que allí se titula Lo Squalo.
El mejor sitio donde he comido: TOTO, en la calle Borgo Apostoli, 6. -apropiado, el nombre- de Florencia. Pizzas con la masa esponjosa por el centro y crujientes por los bordes y unos soberbios tagliatelle alla fiorentina (incluyo receta) Con aquellos manteles a cuadros y botellas de Chianti me dio por jugar a películas con mi hijo:


 ¿Quieren reir un rato? En mi bolsa de los documentos me encontré con mi pasaporte de cuando tenía 23 años y ésta es la foto que llevaba. La verdad, no entiendo como con esa pinta me dejaban subir a los aviones. En fin, eran otros tiempos.
Y ahora, la receta de los TALLARINES A LA FLORENTINA:
Necesitaremos: tallarines, salsa de tomate, crema de leche, cebolla, setas secas, jamón toscano (es igualito al jamón canario)
Mientras hierve el agua salada y se cuece el agua para las setas, dorar en una sartén la cebolla cortada bien fina, añadir salsa de tomate, escurrir las setas reservando un poco del agua de la cocción e incorporarlo al sofrito junto con el jamón cortado a tiras delgadas. Bajar el fuego al mínimo. Añadir la crema removiendo con una cuchara de madera. Sazonar con sal y pimienta. Cocer la pasta al dente, escurrir y  servirla con la salsa.
Buon appetito! Foto: Cortesía de Lorenzo Miró