Índigo empujó la puerta y entró. Sentado en una mesa le
observaba un hombre de cabello y bigote grises con una extraña expresión de
sosiego, como si la cara no encajara bien en los huesos.
-Buenos días. Venía
por el anuncio -dijo Índigo mostrando un recorte de periódico: "¿Quiere
pasar realmente miedo? Calle Schreck, 28. Puerta 16".
-¡Adelante, siéntese! -dijo el
hombre gris con una meliflua sonrisa indicándole una butaca-. Me llamo Timor. He reconocido en usted a alguien que busca emociones
fuertes. Un hombre de mandíbula firme, pensamientos rojos y dientes blancos.
-¿Me asegura que
pasaré miedo? -preguntó Índigo tomando asiento.
-¡Garantizado!
-afirmó Timor- cuando salga de esta oficina lo hará presa del pánico a cambio
de una simple transacción.
-Algo me dice que
hablamos de dinero -dijo Índigo con una sonrisa amortiguadora.
-No. A cambio de diez
años de su vida.
"Está loco" -pensó Índigo. Pero había algo en
Timor que inspiraba seguridad, quizás aquel bigote recortado como un cepillo de
dientes. Timor aguardaba con la mirada del que espera una rápida respuesta.
-De acuerdo.
Timor le tendió solemnemente un impreso de aspecto rutinario y una pluma. Le señaló una línea punteada:
-Firme aquí, por
favor.
-Pensé que tendría
que firmar con sangre -dijo Índigo. Timor correspondió al
comentario con una sonrisa cortés. En cuanto Índigo separó la pluma del papel
Timor le arrebató el documento enrollándolo como un pergamino.
-Bueno, señor Timor
¿Y cuándo empezará ese miedo?
-¡Desde ahora mismo!
-a Timor le centelleaban los ojos. Todo parecía irreal y desenfocado -¡Ya puede
empezar a horrorizarse!
Aquellas inesperadas palabras provocaron una punzada en el
estómago de índigo. Timor se levantó y salió rápidamente por una puerta a sus
espaldas.
Índigo decidió seguirle. Rodeó el escritorio y abrió la
puerta. Daba acceso a una sala grande y muy descuidada. Una mortecina bombilla
iluminaba las telarañas que colgaban del techo como jirones putrefactos. Al
fondo había otra puerta a considerable distancia, tendría que haber visto a
Timor salir por allí. El suelo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo ¿y
dónde estaban las pisadas?
"Diez años de mi vida... ya no soy tan joven ¿Y si
estaba destinado a morir mañana en un accidente absurdo?".
Tragó saliva. Índigo estaba demasiado aturdido para advertir
que estaba cruzando la avenida con el semáforo en rojo. Un estruendoso bocinazo
le hizo volverse. Lo último que vio fue un rótulo brillante: 78. Drassanes -
Les Corts. Cuando el autobús dejó atrás el desmadejado cuerpo de Índigo ya no
sentía ningún miedo. Ni sentía ni padecía, como suele decirse.
Timor dejó el impreso firmado por Índigo sobre un cenicero y
le prendió fuego. Las llamas expulsaron un globo luminoso que ascendió
lentamente.
-Qué cosa tan
fascinante es el alma -murmuró Timor.
La puerta se abrió.
-Buenas tardes, venía
por el anuncio.
PROFESOR SIBELIUS
FRODO Y SU HUMOR ARGENTINORECETA: MACARRONES A LA LEÑADORA Foto: Silvina.Aunque aquí la primavera se ha presentado fría y lluviosa, ésta es la típica receta de pasta primaveral en Italia.
Sofreír bacon cortado a tiras. Añadir champiñones, guisantes
(arvejas, para mis amigos del otro lado del charco) aceitunas negras
deshuesadas y cortadas en rodajas y un tomate de lata, de los enteros y
pelados. Dejar reducir un poco a fuego mediano y verter 1/2 brick de nata para
cocinar. Remover y apagar el fuego.
Mientras tanto, los macarrones se habrán cocido en agua
salada. Colar, mezclarlos con la salsa y servir con pimienta recién molida.
Esta receta también se puede hacer con espaguetis. Aprovecho
para mostrar un truco que me enseñó un chef italiano: los espaguetis crudos que
caben en un anillo equivalen a la ración de pasta para una persona.