lunes, 30 de mayo de 2016

BIENVENIDOS AL MISTERIOSO MUNDO DE MARWENCOL


¿A que parece una escena sacada de una película bélica? Son soldaditos articulados escala 1:6. Uno de los dioramas de Marwencol, que recrean escenas rocambolescas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial. Un mundo propio al estilo tarantiniano de Malditos bastardos.

Algunas escenas tienen un punto siniestro, como esta pareja de novios que posa ante unos cadáveres.
Los escenarios están recreados con increíble detalle, como en esta taberna donde soldados aliados son atendidos por camareras Barbie.

 La historia de su autor, Mark Hogancamp (1970) también es bastante peculiar: en el 2000 quedó amnésico a causa de una pelea en un bar y desde entonces se dedica a sus maquetas a modo de terapia. Escaramuzas, guerrilleras sexys, prisioneros torturados… es el mundo propio de Hogancamp.
El director Robert Zemeckis (¿Quién engañó a Roger Rabbit? 1988) se propone rodar una película basada en la vida de Hogancamp con Michael Madsen – de gran parecido físico con el artista- de protagonista. El recordado Señor Rubio de Reservoir Dogs sería uno de los actores rescatados por Tarantino tras Los odiosos ocho.
En youtube hay varios reportajes sobre el surrealista mundo de Hogancamp:

CUIDADO CON EL PERRO
César Baskerville estaba considerado el mejor entrenador de perros del país. Tenía su propio programa de TV, Uno más de la familia, y era autor de varios libros sobre psicología canina.
Un día recibió una imperiosa llamada telefónica:
-¿Señor Baskerville? Tenemos un problema con nuestro perro –la voz sonaba atemorizada, como si aquel hombre esperaba que del animal surgieran de pronto millones de garrapatas infectadas por la enfermedad de Lyme para picarle-. Es un pitbull muy agresivo. Estoy dispuesto a pagar lo que haga falta.
-Tranquilo, los perros agresivos son mi especialidad. Deme su dirección.
 Un caminito de grava entre macizos de flores conducía a la casa de los dueños del pitbull. Junto a la entrada, una placa, como una tarjeta de visita indicaba: “Atención. Perro peligroso”. César llamó al interfono sin conseguir respuesta y entonces reparó en que la puerta principal estaba abierta.
 Entró en un amplio recibidor “¿Hola?”, gritó y subió una escalera de barandilla dorada que llevaba a la segunda planta. En medio de aquel templo de lujo y gusto dudoso se encontraban dos cadáveres horriblemente mutilados, bañándose en su sangre como filetes en salsa.
Las paredes de la casa parecían estar hechas de carne. Carne cruda y carne a la plancha, indistintamente. Le parecía ver cosas en las paredes que se movían,  como en una película de David Cronemberg. “¡Ooooh, Dioooos…!” La voz de César sonó como un mugido de cámara lenta.
El entrenador corrió hacia la salida. En vano. El perro trazó un arco centelleante con un hacha y le rebanó limpiamente la garganta.
Aquel sí que era un perro muy, muy peligroso.
El inspector Duralex anda cada día más fino. Ahora resuelve los casos en sólo dos viñetas.
Ah, la presentación de mi libro en la vermuteria Jazzpetit el pasado día 21 estuvo muy bien y descubrí esta bebida que sienta muy bien ahora que empieza a hacerse notar el calorcito: el cóctel Butano.





jueves, 19 de mayo de 2016

MORDISCOS REALES Y MÁS COSAS

El explorador de lugares abandonados forcejea con la puerta del último pabellón que queda en pie de la Expo de Sevilla del 92. 
 Al entrar en el recinto el pelo y la ropa se le enredan con las telarañas. Enciende la linterna. En los lavabos hay un palmo de agua estancada donde flotan cadáveres de insectos. Plink-plink de agua goteando.  Hay un altavoz pero se solo se oye electricidad estática. Ruido blanco.
 Entonces percibe pasos que vienen de un pasillo oscuro. Un retumbar rítmico que desprende polvo del techo.
De las sombras sale Curro, o eso parece, la mascota de la Expo. En su rostro se dibuja una gran sonrisa, como un pedazo de sandía sobre la acera. Mide dos metros y del interior de su disfraz mugriento e infestado de ácaros surgen unas palabras: “¿Quieres ver cómo me arranco la cabeza?”  Lo hace. Como en destellos estroboscópicos el explorador ve sangre y fluidos salpicando en todas direcciones antes de desmayarse. 

 Ésta ha sido mi hispánica versión de la mítica historia Creepypasta sobre el explorador que penetra en un misterioso parque de lujo en las Bahamas abandonado por Disney y se encuentra con un Mickey Mouse  antropomórfico que se arranca la cabeza con sus propias manos. Se supone que se pueden encontrar unas imágenes en youtube de una cámara de videovigilancia, aunque yo no confiaría demasiado...

Y esta es otra de mis Chorradillas:
UN REAL MORDISCO (Relato)
  He encontrado en un cajón un billete de las antiguas –como dicen en los telediarios- pesetas. De diez mil, con la efigie del entonces rey Juan Carlos. Ahora me doy cuenta de que con los euros ya no aparecen caras en los billetes, sino mapas y fragmentos de arquitectura neoclásica en fibra multicolor.
Esto sí que no lo esperaba: la regia cara azulada mueve los ojos con parsimonia, gira la cabeza y me mira fijamente, mostrando una sonrisa cruel con afilados colmillos que parecen gritar impacientes.
 De repente el billete salta hacia mi cuello. Los ojos se me abren desmesuradamente mientras mi cerebro intenta procesar el ataque. Agarro el billete, lo aparto y una rociada caliente de sangre salpica la pared.
Salgo apresuradamente a la calle y entro en un bar de silencio marrón y brillo metálico; una franquicia de tabernas vascas. Pido un pincho, le saco el mondadientes de madera y traspaso el billete en el lugar del corazón. El papel hace un ruido como de rueda de bicicleta al pincharse -¡puf!- y desaparece por completo.
Me tomo un zurito, luego otro, y otro. La mesa parece un tablero de ajedrez hecho con vasos  que reflejan mis ojos rojos de venas que parecen estallar. La camarera y los clientes me miran aterrorizados, y yo digo:
-Una sangría, por favor.
LA RECETA: POLLO A LA SANGRÍA
En una jarra mezclar el vino tinto con trozos de naranja, manzana, melocotón y el zumo de un limón. Echar una parte en un bol o plato hondo y poner a macerar el pollo cortado en octavos al menos una hora.
Dejar secar los trozos de pollo sobre papel de cocina mientras el aceite se calienta en una cazuela. Freír el pollo y cuando tome color sazonar con sal y pimienta. Añadir a la cazuela las frutas y el vino, tapar y dejarlo cocer con el fuego al mínimo durante media hora.
Este pollo a la sangría queda muy bien con arroz blanco salteado y acompañado de una jarra de sangría bien fresca, naturalmente.
¿Recuerdan los caracoles de mi entrada anterior? Uno sobrevivió:

Y por si alguien quiere pasar por el JAZZPETIT de Barcelona -calle Provença, 181, esquina Aribau- el próximo sábado a las 19h. presentaré mi libro con música de jazz y un buen vermut casero.



martes, 10 de mayo de 2016

BORGO CUMPLE SIETE AÑOS

 Lo primero: disculpen el careto. Yo intentaba sonreír pero acababa de volver del dentista, lo que importa era que se viera el letrerito de GRACIAS. Muchísimas gracias a todos por todos estos años compartiendo mis dibujos y demás frikadas, por dar vida a este blog con vuestros comentarios siempre tan interesantes de leer. Gracias por opinar, comentar o simplemente echar un vistazo por aquí, el castillo de Borgo que es su casa.
¡Siete años! Un número que me encanta: los siete días de la semana, los siete mares, las siete vidas de los gatos, los siete enanitos... Ayer quise celebrar el evento con un plato que me gusta mucho: caracoles a la llauna. Por si alguien se anima lo cuento en un post con mucho dibujito.
 PRIMER PASO: comprar caracoles vivos (sí, han de ser vivos) en el mercado del tipo Bovés.
SEGUNDO PASO: ponerlos en la pica de la cocina con agua y sal para purgarlos. Cambiar el agua tres veces.
TERCER PASO: cubrir el fondo de una bandeja metálica para horno con sal gruesa. Colocar en la bandeja los caracoles escurridos, echarles un poco más de sal, aceite de oliva y pimienta.
CUARTO PASO: introducirlos en el horno (mejor si ya está caliente) a 250º. Esa parte no le gustaba nada a mi hijo Dani cuando era pequeño:
  Esta escena me provocaba cierto sueño recurrente pero con langostas:
 
Sacar los caracoles del horno a los diez minutos, rociarlos con un chorrito de coñac y dejarlos cocer 10 minutos más. Con allioli están buenísimos.
Termino con un microrrelato que es una versión del famoso cuento de Fredric Brown. Dedicado al amigo Mermoth el errabundo que me dio la idea:
""El último hombre sobre la Tierra estaba sentado solo en una habitación. Sonó una llamada a la puerta...
 -¡Correo comercial! ¿Me puede abrir?"
¡SALUDOS Y GRACIAS A TODOS Y TODAS!!!
Borgo.