ESO DEL FURRY
Estreno el año con una entrada sobre una noticia curiosa. La
nueva tendencia que viene de los USA: el Furry (Ursusagalamatofilia, es su
nombre científico) fiestas donde la gente da rienda suelta a su libido
disfrazados de peluches. A la izquierda vemos a dos furrys dándole al tema.
Los furrys tienen sus
propias publicaciones, foros en internet, todo un género de comics y, por
supuesto, convenciones internacionales. Si mal no recuerdo, creo que apareció
una Furry Party en un episodio de CSI
Las Vegas.
Un peludo e
intrincado caso para el inspector Duralex al que hacía tiempo que no sacaba de
su retiro:
Duralex detiene su Studebaker en una de las veredas de
cemento de la piscina, a un lado de la casa de los Opossum. Apaga la radio
dejando al locutor gimiendo algo sobre el reciente lanzamiento de algo llamado
Sputnik y se dirige hacia la puerta. Cuando llama al timbre oye un ruido
metálico. La puerta se abre hasta donde una cadena lo permite y unos ojos negros se asoman, verdaderos
pozos de sombra, es alguien disfrazado de oso panda.
-Inspector Duralex –y enseña su credencial. La puerta se
abre totalmente y sigue al oso panda hasta el salón donde un cadáver vestido de
roedor está tendido sobre la alfombra. A su alrededor, gente disfrazada de
animales peludos, nerviosos y vagamente alarmados. Al inspector le parece
entrar en una extravagante selva.
-¿Han estado
practicando alguna orgía con sustancias ile…?
-La palabra orgía no nos gusta –le interrumpe una mujer
vestida de jirafa-. Somos un grupo selecto que celebramos encuentros muy
especiales. Los disfraces nos hacen ser más desenvueltos.
-¿Y ese fiambre vestido de rata?
-Es un ratón almizclero –interviene un hombre. Duralex deduce que es el anfitrión por la
soltura con que se mueve por la casa-. Cuando empezó la… fiesta se volvió como
loco. Se dedicó a copular como un poseso con todas las invitadas. Al final se
tumbó exhausto y allí se quedó.
Duralex mira fijamente a su interlocutor. Rostro simiesco,
boca protuberante, gruesas patillas que
le cuelgan como estribos a ambos lados de la cara y que cubren de pelo
anaranjado las mejillas casi hasta los ojos.
-Magnífica máscara de orangután –dice el inspector.
-No llevo máscara. Soy el señor Opossum.
Duralex decide cambiar apresuradamente de tema.
-Voy a examinar el cuerpo –dice, y retira la máscara del
cadáver-. Eeeh… Esa cara me suena…
-Es Stanislas Butaca –declara un invitado vestido de
mapache-. El mejor actor del método. Lo daba todo en escena, vivía sus
personajes hasta el límite.
-Bueno, creo que ya tengo algo -… Duralex se rasca la cabeza
pensativo- ¿Tienen una enciclopedia?
-Tenemos internet –dice Opossum.
-Este relato está ambientado en 1957 –replica Duralex- ¿No
ha leído antes que he venido en un Studebaker y que en la radio hablaban del
Sputnik?
-Oh, perdón…
Duralex resuelve el
misterio.
-Caso resuelto –anuncia Duralex ante un corro de expectantes
peluches señalando una página de la enciclopedia-. Los ratones almizcleros,
cuando están en celo, copulan con todas las hembras que se les ponen a tiro
hasta morir de agotamiento. Butaca era un actor del método y se metió tanto en
su personaje que cruzó la raya del simulacro a la realidad. Llevó su papel de
almizclero hasta el final. Bueno, el juez aún tardará una hora en levantar el
cadáver, sigan con lo suyo.
A las palabras de Duralex les sigue un eco de fiesta
desenfrenada. Los peluches se abrazan en un galvanizado destello de sexualidad.
El inspector corre hacia la puerta, tropieza con la pata de una silla y cae en
brazos de un enorme conejo que lo mira con lascivia.
-¿Qué hay de nuevo,
viejo?
CINCO AÑOS SIN TABACO
Este mes, el día 2, se cumplieron cinco años desde que entró
en vigor la ley antitabaco, que prohibía fumar en bares y espacios públicos.
Recuerdo que la noche del día uno se celebró en mi bar de la esquina la Fiesta
del Último Cigarrillo para pasar juntos los últimos momentos en que estaba
permitido fumar en los bares. Ardieron los cigarrillos, los puros y alguna cachimba.
Atrás quedaba la disputa entre los partidarios de la libertad individual y los
de la salud colectiva; dos bandos irreconciliables.
La noche avanzaba y, la verdad, es que poco antes de las
doce apenas podíamos vernos porque el bar parecía un ahumadero de arenques
suecos. El dueño del bar, señalando el reloj, advirtió:
-A partir de las doce el que quiera fumar que se vaya al
Smoking Room.
-O sea –dijo un cliente-: a la puta calle.
-Equilicuá.
AÚN NOS QUEDA EL SMIRTING
El Smirting (de los
verbos en inglés smoking yflirting: fumar y ligar) se consolida. En los locales
nocturnos, hacia las dos, surgen las ganas de fumar y la gente sale a la calle
convertida en nuevo espacio social. Se pide fuego, se pregunta: "¿Qué
opinas de la Ley Antitabaco?", se flirtea, y con la cosa de la prohibición
los fumadores se sienten cómplices. Poca broma, según la revista de ocio Time
Out el 25% de las parejas que se formaron el pasado año en Barcelona se
conocieron practicando el Smirting a la puerta de algún local nocturno. Los
días de lluvia son los más apropiados, pues los fumadores tienden a apretujarse
bajo las cornisas.
Ya lo saben, singles: a partir de ahora procuren pedir
lumbre con su mirada más seductora, como la chica de aquí al lado, más o menos.