Sí, que aún me quedan algunos platos navideños para preparar.
¿Ya saben qué regalar para Reyes? ¿Qué tal un Orgasmetron?
Y por si se zampan un chuletón...
Vuelve Marc Ribot con ambiente navideño.
Y el gran Melmoth no podía dejarnos colgados en fin de año.
A los veinte años, Aniceto se fue de su pueblo, donde nunca
pasaba nada, para irse a vivir a Australia. Allí vivió cuarenta años. A la edad
de sesenta, culminada su existencia, volvió a casa en tren. Mientras se
aproximaba a la estación, se preguntaba, no sin emoción, si iba a encontrarse
con sus amigos, si lo reconocerían, si le pedirían que les contara sus
aventuras. El tren se detuvo en la pequeña estación. Una vez en la calle,
Aniceto vio a cierta distancia, un carcamal. A pesar de su figura cheposa y su
rostro surcado de arrugas, Aniceto lo reconoció: ¡Pepe, su amigo compañero de
clase! Le hizo una seña con la mano, se acercó muy emocionado y con mano
temblorosa señaló su propio careto como para decirle: "¡Mira, soy
yo!". Pepe alzó sus ojos acuosos, lo miró un instante sin mostrar sorpresa
alguna y a continuación le devolvió el saludo con un ligero movimiento de
cabeza diciéndole:
-Vaya, Aniceto, ¿qué haces aquí? ¿Te marchas?
FIN
RECETA: POLLO RELLENO. (Foto: Silvina)
Necesitaremos un pollo entero y vaciado, para asar al horno.
Escaldar un puñado de ciruelas en un cazo con coñac.
Frotar la piel del pollo con aceite mezclado con sal gruesa. Rellenar con ciruelas, salchichas y 1/2 limón. Cerrar la abertura con palillos. Rociar con el coñac con el que hemos escaldado las ciruelas e introducirlo en el horno a 180º.
Cuando esté dorado verter 1 copa de cava o vino blanco y cocer durante 45m. Rociarlo de vez en cuando con el jugo que va soltando.
RECUERDO: el año pasado publiqué una entrada describiendo la accidentada comida de Navidad que preparamos mi madre y yo. Fue la última Navidad que pasamos juntos. Felices Fiestas, mamá. Te dedico este post con cariño.
¿Qué tal empezarlo con un cuento japonés de fantasmas?
LA MUJINA
Cerca de Tokio hay un camino conocido como Sendero de Kii
donde se alzan las imponentes murallas de un palacio imperial en ruinas. Ese
lugar es muy solitario por la noche y los caminantes prefieren evitarlo después
del crepúsculo pues una Mujina –una mujer fantasma sin rostro- merodeaba por
allí.
Una oscura noche sin luna caminaba presuroso por el Sendero
de Kii un comerciante llamado Kiobashi. Al llegar frente al abandonado palacio
vio una mujer que lloraba desconsoladamente. Se encontraba agachada muy cerca del foso y
Kiobashi temió que pensara arrojarse.
-O-Jochu! (Señorita) -dijo el comerciante mientras se
acercaba-. No lloréis así. Si puedo ayudaros lo haré de buen grado.
Pero ella no cesaba de llorar escondiendo el rostro entre
las largas mangas de su kimono.
-O-Jochu! -insistió Kiobashi-. Escuchádme, por favor, este
lugar no es adecuado para una joven a estas horas de la noche.
Entonces la O-Jochu se volvió apartándose las manos de la
cara. No tenía ojos, ni nariz ni boca. ¡La Mujina! El comerciante huyó gritando
aterrorizado.
Kiobashi corría como perseguido por los demonios cuando vio
la luz de una linterna que brillaba en la oscuridad. Un vendedor ambulante de
tallarines había instalado su puesto en un cruce del sendero.
-¡Aaaah! ¡Ayudadme! -gritó Kiobashi casi sin aliento.
-¿Qué os ocurre? -gruñó ásperamente el vendedor-. ¿Estáis
herido? ¿Han sido los ladrones que rondan por aquí?
-No, no eran ladrones -murmuró Kiobashi temblando como una
hoja-. He visto... he visto a una mujer al lado del foso y me ha mostrado...
¡Ay, es demasiado horrible!
-¿El qué? ¿Os ha mostrado algo como esto? -el vendedor echó
a un lado su capucha y descubrió su cara que era igual que un huevo.
Y al mismo tiempo la luz desapareció.
FIN
Las ilustraciones son las de el libro Proverbios japoneses que publicará la recién creada editorial mexicana Beleño.
Marc Ribot sigue de vacaciones, así que voy a publicar uno de esos chistes que me hacen reír media hora por lo menos:
Para que esto no degenere Melmoth sube la nota de calidad:
EL MÁS ALLÁ
Un tipo se muere, llega al más allá y se encuentra a un viejo amigo con una joven, que está buenísima, sobre sus rodillas.
-¡Qué sorpresa! -exclama el recién llegado- ¿Es tu premio?
-No, no. Soy su castigo.
LA RECETA: CALAMARES ENCEBOLLADOS. (Foto: Silvina)
Suso, un amigo que tiene una pescadería me dijo: "¡Ya toca poner una receta de pescado en tu blog!" Buena idea, y este plato está riquísimo:
En tu pescadería habitual te prepararán los calamares quitando el pico parecido al de un loro y el cartílago de dentro antes de cortarlos en rodajas.
Cortar 1 cebolla grande en anillos, freír en aceite a fuego medio y cuando tome color añadir los calamares (2 por persona) Remover, verter 1 copa de vino blanco o de jerez y rociar con 2 cucharadas soperas de crema de leche.
Con el fuego al mínimo añadir perejil cortado y remover para que los calamares se vayan cociendo en esta salsa. En 15m. el plato ya estará listo. Quedará muy bien con una guarnición de arroz blanco.
Hace unas semanas invité a cenar a mi casa a mis amigos
Joan, Anna y Sergio. Este último me llamó la noche anterior:
-Miquel, ¿te importa si traigo a mi prima Sara? Está pasando
una temporada conmigo. Es profesora de instituto y le han dado la baja
psiquiátrica.
-Pobre, no me extraña con lo que pasa en los institutos hoy
en día…
-Te advierto que es algo especial.
Al oír lo de especial, viniendo de Sergio, se me dispararon
varias alarmas.
-¿Cómo de especial?
-Dice que por las noches la visita un íncubo.
Nota aclaratoria: un íncubo
es un espectro masculino que tiene sexo con mujeres. Los fantasmas femeninos
que se lo hacen con hombres se llaman súcubos.
-Además, le gusta comentarlo –dijo Sergio antes de añadir-:
pero es… inofensiva.
-Eso me tranquiliza, Sergio.
Joan y Anna fueron los primeros en llegar y aproveché para
advertirles de lo peculiar de nuestra invitada. “Bueno –comentó Joan-, al menos
no nos faltará tema de conversación”. Luego llegó Sergio, me dijo que Sara
tenía hora con su médico. Poco después sonó el timbre de la puerta.
Eché un vistazo por la mirilla:una chica morena, atractiva
más que guapa, de unos treinta años. Todo aparentaba normal hasta que se puso a
hablar con su bolso: “Pórtate bien –le decía-, no me hagas quedar mal”.
-Ay, madre –murmuré y abrí la puerta.
La verdad es que durante la cena Sara resultó bastante
agradable. No hablaba mucho pero tenía una bonita risa musical (media octava) y
a los postres llegó el momento en el que nos habló de su incubo.
-Primero aparece con medio cuerpo fuera de la pared y me
mira mientras yo estoy tumbada en la cama como en una especie de trance –nos
contaba Sara. Joan y Anna intercambiaron una mirada cómplice-. Luego viene
hacia mí con una sonrisa de oreja a oreja.
Eso me inquietó bastante: imaginarme un fantasma que se le
acerca con una sonrisa radiante como un gato de Chesire. Sara prosiguió:
-Se acerca, se tumba a mi lado y sin dejar de mirarme
fijamente me, me…
-Se te folla –intervino Sergio con la mirada indulgente de
alguien que ya ha oído antes la historia.
-Me posee –le corrigió Sara un poco enojada.
Anna aventuró sutilmente:
-¿No has pensado en cambiarte de casa?
-¿Cambiarme? –Sara parecía realmente sorprendida. En la mesa
se estaba creando cierta tensión-… ¿Tú sabes lo a gusto que me deja?
Joan y Anna estaban envueltos en un estupor neblinoso, tan
aturdidos como sonámbulos que se resisten a despertarse. El aire pareció
detenerse en torno a nosotros y entonces dije:
-¿Alguien va a querer café?
Y el aire se largó a otra parte y se dedicó a sus asuntos.
No sé si los súcubos han sido llevados al cine, pero los
íncubos tienen una película: Incubus (1965) con William Shatner, el célebre
capitán Kirk de Star Treck, que además tiene la particularidad de ser el primer
largometraje rodado en esperanto:
Ribot se ha ido de puente, pero Melmoth nos ofrece un brillante relato sobre la invisibilidad:
INVISIBLE
De repente se dio cuenta que la gente lo ignoraba por
completo. La sensación era muy extraña. Parecía como si se hubiera hecho
invisible de repente. Hizo un esfuerzo para hacerse notar, tanto en la familia
como en el trabajo y amigos circunstanciales, pero no hubo manera. Se puso a
reflexionar profundamente sobre su nueva y lamentable situación. Quizá la gente
había cambiado, se dijo. Desde hacía algún tiempo venía notando un considerable
cambio en la aptitud de las personas. Se habían vuelto más frías, más
indiferentes al calor humano y solo reaccionaban a través de sus móviles para
decir mentiras, para contar unas vidas que no llevaban porque no se atrevían a
realizarlas. Sin embargo, entre ellas seguían interactuando por pura
hipocresía, no obstante, a él tampoco se le permitía entrar en eso. Recordó a
Griffin, el personaje de H. G. Wells de la novela El hombre invisible. No, él
no había estado jugando peligrosamente con probetas, alambiques, tubos de
ensayo, microscopios, pipetas, buretas, embudos, hornillos, termómetros, cuentagotas
y siniestras risas a través de vapores verde radiactivo. Él no tenía ni idea
que química. Tampoco había estado expuesto a altas radiaciones como los
superhéroes de la Marvel para convertirse en El hombre invisible, o al menos,
eso creía. La idea que su invisibilidad tuviera algo que ver con aquellas
gambas congeladas que ingirió en mal estado quedaba descartada. También pensó
en Bruce Willis en aquella película donde estaba muerto y no lo sabía. Creyó
que era demasiado tópico para ser verdad con respecto a su situación.
Ya no se encontraba bien en su casa, ignorado por su mujer y
sus hijos. Le deprimía, todavía más, asistir al trabajo donde nadie le miraba y
los pocos amigos que tenía ya no lo llamaban y, si era él el que llamaba, nadie
le cogía el teléfono. Y con estas cosas dentro de su cabeza, iba caminado con
el cuello del largo abrigo subido y tapándole el rostro hasta los ojos, y las
manos enfundadas hasta el fondo de los bolsillos. De repente vio a Susana
Estrada, no, no era la famosa actriz y vedette; se llamaba igual que ella.
Había sido su novia hacía ya mucho tiempo. Vio que Susana saludaba a un tipo, y
hombre, le devolvió el saludo con ojos alucinados. No me extraña, se dijo El
hombre invisible, todavía está de buen ver. La siguió como alma en pena, total,
tampoco se fijaría en él. Susana entró en el cementerio y se detuvo ante una
tumba sin flores. El hombre invisible se dijo que lo más tópico sería que en
aquella tumba se leyera su nombre y apellidos con la fecha de nacimiento y defunción.
Miró por encima del hombro de Susana para leer su propio nombre con letras
doradas sobre el mármol frío. Allí yacía Susana Estrada. Susana se puso a
llorar por ella. El hombre invisible le puso la mano sobre el hombro para
consolarla. Ella se giró bruscamente asustada. Miró a su alrededor sin ver a
nadie. El hombre invisible supo que también era invisible para los fantasmas.
Sintió envidia de aquel desconocido que asombrado de ver a una conocida muerta,
lo vio y le saludó.
FIN
RECETA: POLLO AL CHILINDRÓN
Sofreír los trozos de pollo en aceite y retirarlos.
En la misma cazuela freír pimiento verde y rojo cortado fino, cebolla picada y unos taquitos de jamón. Cuando se vean las verduras trasparentes añadir 1 bote pequeño de salsa de tomate.
Reducir un poco y verter 1 vaso de vino blanco.
Tapar la cazuela y dejar cocer a fuego lento media hora.