Basado en un relato inconcluso de Boris Vian.
He conseguido convertirme en el cronista oficial de la
macrogira por Europa de Succubus, el grupo liderado por la cantante Elisa
Bathory. No ha sido fácil formar parte de su séquito, durante su gira anterior
me convertí en un solícito servidor que les conseguía todo lo que querían a
horas imposibles, desde alcohol hasta sustancias ilegales pasando por los más
insólitos pedidos.
Viajamos durante el día en una enorme caravana con cristales
ahumados. Esta noche actúan en París, la primera etapa. El grupo parece poseído
por una vitalidad sobrehumana que les lleva a tocar sin descanso hasta el alba.
Al día siguiente nos alojamos en un hotel de Glasgow. Poco
antes del concierto nos reunimos en la habitación de Elisa que se pasa horas
golpeando los bongos dejándose guiar por una salmodia obsesiva mientras apura
un gran vaso de jugo de tomate. Mañana nos espera Berlín.
En su actuación de Berlín el grupo consigue un éxito
apoteósico a pesar de que mucha gente no sale de sus casas. Los periódicos
hablan de un misterioso asesino que desangra a sus víctimas. En sórdidos
callejones han aparecido cadáveres blancos como el mármol. Durante una tarde
lluviosa, mientras los músicos duermen en sus habitaciones, cotejo en el
ordenador las reseñas de la prensa sobre la gira y las páginas de sucesos. Hay
un rosario de muertes entre París y Berlín. Cadáveres que aparecen al alba,
cuando la caravana de los Succubus enfila la ruta hacia la siguiente ciudad.
La última actuación ha sido en Praga. Cenamos copiosamente y
me siento mareado por el vino cuando subo a la caravana. El sol se pone por el
oeste tras una gran nube rojiza. Siempre es de noche con los Succubus. Recuerdo
ahora un pasaje de Macbeth:
Los buenos seres diurnos languidecen mientras los
negros agentes de la noche despiertan buscando sus presas. El africano Zel, uno
de los músicos, toca un extraño instrumento aborigen. Elisa aporrea sus bongos
ahora cantando en un incomprensible idioma gutural. El vehículo se está
llenando de humo y todo tiene un extraño aspecto delicioso y letal. Seguimos
avanzando por una carretera envuelta en niebla hasta que Elisa dice: “Hay una
avería, tenemos que bajar”. Comprendo. Camino hacia la oscuridad dispuesto para
el sacrificio. Mientras me rodean intento calcular cuantas horas de gloriosa
música producirán los litros de sangre que alberga mi bien alimentado cuerpo.
Lo último que veo es la boca golosa de Elisa y la lengua que recorre sus rojos
y gruesos labios.
El resto de los músicos aguardan su turno.
FIN
FRODO SE DISCULPA
Y como receta he pensado en algo apropiado para el próximo lunes, Día de San Valentín.
TE QUIERO MUCHO... COMO LA TRUCHA AL TRUCHO
Mientras el horno se calienta a 200º poner las truchas
abiertas y sin espina en una fuente.
Sazonar con sal y pimienta, rociar con
aceite de oliva y unas gotas de limón y colocar una loncha de bacon o jamón
sobre cada trucha e introducirlas en el horno.
Diez minutos después añadir un vasito
de vino blanco y almendra rallada por encima. Poco después ya estará
lista.