-Esta debe ser la casa de la fiesta –dijo Mario señalando al
frente.
Aparcó el coche junto a un arcén de hierba. Los otros tres
ocupantes levantaron la vista de sus smartphones examinando la casa parduzca y
sus ventanas iluminadas.
-¿Seguro que es aquí la fiesta? –Iván tomó a Paula por el
hombro notando que su mano aún temblaba. Se habían llevado un buen susto cuando
Mario, con un brusco giro de volante, evitó chocar contra un árbol al tomar una
curva con demasiada velocidad.
Vaya decoración –advirtió Sandra arrugando su nariz. No
esperaban aquel entorno de objetos absurdos, surtidores de imitación y
querubines color turquesa. Parecía la mansión de un mafioso ruso.
Mauro acercó su mano al timbre y en ese momento se abrió la
puerta como si alguien que estuviera dentro los hubiera visto llegar.
-¡Hola! Adelante - Tras la puerta había un hombre de treinta
años estilizado y atractivo, a pesar de su chándal de mercadillo y el peinado
mullet. Rezumaba confianza y cordialidad. Se presentó -: me llamo Hugo.
El tumulto en el
interior era increíble. Se hallaban en una enorme sala abarrotada de gente. Los
cuatro amigos lanzaron críticas miradas a la imposible ornamentación:
candeleros, flores de cera, cuadros con escenas de caza del zorro en una
campiña inglesa... Toda una parafernalia del mal gusto, desconcertante y sin
armonía. Había una chimenea color rosa pastel donde ardía un fuego sobre una
plataforma a pesar de que hacía calor.
Nadie parecía reparar en los recién llegados. Mario tomó la
iniciativa y los Influencers le siguieron entre compactos grupos de personas.
Todo parecía irreal, como si la gente se disolviera ante ellos. La brillante
melena de Mario les orientó hacia un buffet frío rebosante de embutidos y
lonchas de queso. Iván se sirvió un vaso de un gigantesco tazón de vidrio.
-Vino rosado – informó a Paula con una mueca-, y muy malo.
Se introdujo en la boca una alita de pollo que tenía un sabor indefinido.
Paula no le escuchaba, se había quedado absorta contemplando
un rostro amarillento que atisbaba el interior desde una vidriera, estaba
royendo algo que parecía una ardilla… o una rata. Paula supuso que era una
ilusión óptica causada por los reflejos del fuego de la chimenea.
La multitud aumentaba. La atmósfera se volvía húmeda y
cargada. Los Influencers se sentían como flotando en gelatina caliente. Sonaba
un disco de Melody.
-Vaya gente rara –observó Mauro.
- ¿Pero conocéis a alguien de aquí? – intervino Sandra-. Yo
creo que nos hemos equivocado de sitio… y de fiesta. No es nada de nuestro
estilo, en absoluto.
-Lo que me faltaba después del susto en la carretera –dijo
Iván-. Esto es horrible, vámonos de aquí.
Se dirigieron apresuradamente hacia la puerta. Hugo, el
hombre del chándal y el peinado mullet, les cortó el paso incrementando su
confusión. Le acompañaba un hombre gigantesco con media cara hundida, una
visión desagradable e increíble acentuada por la estridente camisa hawaiana adornada con piñas
y palmeras que vestía.
-No podéis salir –la voz de Hugo tenía ahora un extraño
carácter metálico-. Muchos actúan así, os acostumbraréis, todos lo hacen.
Se acercó a un balcón
y los cuatro Influencers miraron en la dirección que señalaba su brazo. Había
una imponente vista de la carretera y las colinas que la rodeaban.
-¡Mi coche! –exclamó Mauro.
Lo que quedaba de él, más bien. El vehículo estaba
comprimido contra un árbol en una curva desagradablemente cerrada. Por una
ventanilla asomaba un brazo ensangrentado. Paula reconoció su llamativa
pulsera.
-Bienvenidos al Purgatorio de los Influencers –los labios de
Hugo se retiraron sobre los dientes amarillos; se suponía que era una sonrisa-.
Os espera una larga temporada en esta sala con mala comida y música espantosa.
Algunos necesitan su tiempo para habituarse pero aquí hay mucho, mucho tiempo.
Después de todo, los cuatro estáis muertos, ¿sabéis?
Por un instante, el salón pareció quedar lleno de ecos hasta
que sonó un estallido de música enlatada: La Mandanga, de El Fary.
LA RECETA: POLLO AL CAVA
¿Qué hacer con el cava que ha sobrado por Navidad? El gas de las botellas abiertas ha desaparecido pero queda el sabor para preparar un plato como este:
Pasar los trozos de pollo por harina y freírlos en la sartén.
Añadir cebolla picada y champiñones lavados y cortados en láminas. Salpimentar, añadir el cava y tapar la sartén o la cazuela con el fuego al mínimo.
Dejar cocer unos 45 m. Rectificar de sal si es necesario.