Venga, un relato con vampira seductora.
EL MÁS DÉBIL DE LA MANADA
Julius Nerd salió del after estrechando la cintura de Selene
y sintiéndose más afortunado de lo que había sido nunca hasta ahora.
Por supuesto que había reparado en ella cuando entró:
cabellos negro alazán, proporciones perfectas de estatua y labios tan rojos
como los de una herida recién abierta. La vio recorrer el local con una mirada
fugaz, como si buscara a un conocido hasta que clavó sus ojos en Julius que no
daba crédito al ver aquella belleza sonriente acercarse hacia él. Julius, con
sus gafas de pasta, acné persistente y camiseta negra demasiado ajustada que
ponía en evidencia su sobrepeso.
Se presentaron. “Selene, Julius” y compartieron
trivialidades durante unos minutos hasta que ella, abanicándose con una mano,
dijo:
-Aquí hace demasiado calor ¿Salimos a tomar el aire?
Julius se bajó –más bien saltó- del taburete y su alborozo
subió unos enteros cuando Selene le rodeó un hombro con su brazo. Mientras se
dirigían hacia la puerta Julius buscó con el rabillo del ojo a sus amigos para
saber si le observaban. Y sí, ahí estaban, inmóviles en la pista de baile con
una expresión atónita en sus caras. Julius sintió en su interior un cálido
cosquilleo.
Una tibia noche de
verano. El cielo aún estaba oscuro pero las estrellas ya se difuminaban y una
tenue luz amarillenta asomaba detrás de los edificios más altos. Se oyeron seis
campanadas desde una iglesia cercana.
El pálido y serpenteante brazo de Selene se volvió nervudo y
fuerte al guiar a Julius hacia el interior de un oscuro callejón. Julius se
estaba preguntando qué clase de juego exótico querría practicar Selene justo
antes de descubrir sus grandes colmillos hasta ahora ocultos tras el anillo
rojo de sus labios. Cuando ella le sumergió en la negrura del final del
callejón centellearon sus rojizos ojos, menos humanos que los ojos de un lobo.
Imposible escapar. Ni Houdini hubiera logrado zafarse de aquel brazo gélido.
Entonces Julius comprendió.
Era como aquellos documentales sobre la vida salvaje. Un
león acecha una manada de antílopes, éstos corren pero siempre queda uno
rezagado, el más débil de la manada, destinado a ser el alimento del león.
Faltaba poco para el amanecer, Selene tenía prisa y cuando reparó en Julius
supo que había encontrado a alguien que no se lo pensaría dos veces cuando le
propusiera salir juntos a la calle. El más débil de la manada.
Las gafas de Julius resbalaron y se estrellaron contra el
suelo cuando Selene se abalanzó sobre su garganta. Luego, un aguijonazo
extrañamente agradable. Justo antes de que la oscuridad engullera
definitivamente a Julius éste murmuró:
-No ha sido una mala experiencia después de todo.
FIN
FRODO SE TOMA EL EGO ARGENTINO CON HUMOR.
SIBELIUS DESCUBRE UN ESCÁNDALO POLÍTICOMELMOTH COMPARTE SUS RECUERDOS DEL FESTIVAL DE TERROR EN SITGES Nací y crecí a diez minutos de Sitges. Me he pasado toda mi vida yendo a ese pequeño
pueblo para emborracharme en sus bares y discotecas, pero también para asistir
al Festival de Cine Fantástico que se inauguró en 1968. No obstante, jamás
llegué a entrar en una sala de cine. Me explico. Siempre con intenciones buenas
y cinéfilas, iba a ese pueblecito, que antaño, fue de pescadores y brisas de
olas mediterráneas, para ver películas de género fantástico, pero las noches
locas, los amigos y las turistas sedientas de alcohol y sexo, los chapuzones en
la playa hacia la medianoche completamente desnudo , acababan imponiéndose
siempre.Sin embargo, he podido ver por las calles de Sitges
cosas más fantásticas que en el cine fantástico. He visto por sus entrañables
callejuelas a Spock (Leonard Nimoy), agobiado por la demanda de las masas a
realizar el difícil saludo abriendo los dedos corazón y anular. He visto a los
actores Warwick Davis (Willow, Ewoks en El retorno del Jedi, y algún capítulo
de Doctor Who) y Peter Dinklage (Tyrion Lannister en Juego de tronos), huyendo,
con sus patitas abiertas, de sus fans. Yo creía que no eran enanos, sino que
hacían tan bien sus papeles de enanos que se veían como enanos en la pantalla.
Recuerdo cuando vi a Warwick Davis. No podía creérmelo: Willow introduciéndose
en un portal, huyendo de sus fans acompañado de su esposa e hijos, también
enanos, en mi alucinación alcohólica. He visto a Schawarzenegger con un bebé en
brazos. Sentí envidia por ese bebé porque estaba protegido por un Terminator.
He visto a David Cronenberg con una chica
Bond zampándose una paella en una
terraza. He visto a Freddy Krueger bebiendo litronas de cervezas junto a unas
guiris . He visto a Peter Mayhew (Chewbacca) firmando autógrafos a un grupo de
subsaharianos muy bajitos. He visto a John Carpenter cuando todavía tenía pelo.
A Wes Craven después de muerto. He visto a George A. Romero con su larga coleta
blanca y sus gafas de culo de botella caminar sin inmutarse a través de los
zombis que atrae el Festival. He visto atacar naves en llamas más allá de
Orión… es decir, a Rutger Hauer en sus buenos tiempos tirando palomas al cielo
de una playa de nudistas. He visto a Dario Argento. Como buen italiano andaba
dando abrazos a todo el mundo. No olvidaré el que me dio a mí. He visto a Sam
Neill y todos creímos ver dinosaurios detrás de él. He visto a Nicolas Cage y
se veía peor que en sus películas. He visto a William Friedkin, el tipo que
filmó a aquella niña endemoniada que vomitaba puré de guisantes y se le giraba
la cabeza. He visto a Sigourney Weaver que es más impresionante que Alien, es
más, incluso es más alta que el bicho. He visto al canoso Tom
Holland en una
noche de miedo junto al gran Roddy McDowall, el cazavampiros más cobarde de la
historia del cine; Noche de miedo. También he visto a Richard Donner, el tipo
que triunfó con Superman, Los Goonies y todas las armas letales. He visto a Joe
Dante y parecía que tenía toda la cabeza llena de gremlins. He visto a John
Landis y todos esperaban ver a Michael Jackson con él, pero no pudo ser y nos
quedamos con sus películas tan guays como Un hombre lobo americano en Londres,
The Blues Brothers o Superdetective en Hollywood, que era la canción que más
sonaba en las discotecas de Sitges en aquella época dorada sin coronavirus. Ay,
qué recuerdos. Ahora me preguntan si sigo intentando entrar en los estrenos del
Festival de Sitges y respondo que no, que ya no es posible ver todas las cosas
que vi fuera de la pantalla porque ya no está toda esa gente maravillosa, y,
que mi edad ya no me permite según qué farras. Además, las películas ya no son
tan buenas. Pero ahora que recuerdo, sí entré unas cuantas veces a ver
películas, pero si lo hubiese admitido al principio de este texto, no habría
escrito lo que acabas de leer.
RECETA: CONEJO CON SALSA DE VINO TINTO, ALMENDRAS Y CHOCOLATE AMARGO
Foto: Silvina. Si no eres amante del conejo este plato queda bien con pollo o solomillo de cerdo.
Necesitaremos: conejo cortado a trozos pequeños. 1 puñado de almendras tostadas, 1 vaso de vino tinto, 1 pastilla de chocolate negro (70% cacao)
Sofreír el conejo en una cazuela y reservar cuando está dorado. Rociar con sal y pimienta.
En el mismo aceite pasar las almendras para que tomen sabor, dejarlas en un cuenco para batidora y triturar con el vaso de vino tinto.
Dejar el conejo en la cazuela, añadir el vino con las almendras y 1 pastilla de chocolate.
Tapar la cazuela y dejar cocer todo junto durante 20 m.
El chocolate amargo le da un sabor intenso y especiado.