jueves, 29 de octubre de 2020

UNA HISTORIA DE HALLOWEEN... y más cosas

 Venga, un relato con vampira seductora.

EL MÁS DÉBIL DE LA MANADA

Julius Nerd salió del after estrechando la cintura de Selene y sintiéndose más afortunado de lo que había sido nunca hasta ahora.

Por supuesto que había reparado en ella cuando entró: cabellos negro alazán, proporciones perfectas de estatua y labios tan rojos como los de una herida recién abierta. La vio recorrer el local con una mirada fugaz, como si buscara a un conocido hasta que clavó sus ojos en Julius que no daba crédito al ver aquella belleza sonriente acercarse hacia él. Julius, con sus gafas de pasta, acné persistente y camiseta negra demasiado ajustada que ponía en evidencia su sobrepeso.

Se presentaron. “Selene, Julius” y compartieron trivialidades durante unos minutos hasta que ella, abanicándose con una mano, dijo:

-Aquí hace demasiado calor ¿Salimos a tomar el aire?

Julius se bajó –más bien saltó- del taburete y su alborozo subió unos enteros cuando Selene le rodeó un hombro con su brazo. Mientras se dirigían hacia la puerta Julius buscó con el rabillo del ojo a sus amigos para saber si le observaban. Y sí, ahí estaban, inmóviles en la pista de baile con una expresión atónita en sus caras. Julius sintió en su interior un cálido cosquilleo.

 Una tibia noche de verano. El cielo aún estaba oscuro pero las estrellas ya se difuminaban y una tenue luz amarillenta asomaba detrás de los edificios más altos. Se oyeron seis campanadas desde una iglesia cercana.

 El pálido y serpenteante brazo de Selene se volvió nervudo y fuerte al guiar a Julius hacia el interior de un oscuro callejón. Julius se estaba preguntando qué clase de juego exótico querría practicar Selene justo antes de descubrir sus grandes colmillos hasta ahora ocultos tras el anillo rojo de sus labios. Cuando ella le sumergió en la negrura del final del callejón centellearon sus rojizos ojos, menos humanos que los ojos de un lobo. Imposible escapar. Ni Houdini hubiera logrado zafarse de aquel brazo gélido. Entonces Julius comprendió.

Era como aquellos documentales sobre la vida salvaje. Un león acecha una manada de antílopes, éstos corren pero siempre queda uno rezagado, el más débil de la manada, destinado a ser el alimento del león. Faltaba poco para el amanecer, Selene tenía prisa y cuando reparó en Julius supo que había encontrado a alguien que no se lo pensaría dos veces cuando le propusiera salir juntos a la calle. El más débil de la manada.

Las gafas de Julius resbalaron y se estrellaron contra el suelo cuando Selene se abalanzó sobre su garganta. Luego, un aguijonazo extrañamente agradable. Justo antes de que la oscuridad engullera definitivamente a Julius éste murmuró:

-No ha sido una mala experiencia después de todo.

 FIN

FRODO SE TOMA EL EGO ARGENTINO CON HUMOR.


SIBELIUS DESCUBRE UN ESCÁNDALO POLÍTICO


MELMOTH COMPARTE SUS RECUERDOS DEL FESTIVAL DE TERROR EN SITGES

 Nací y crecí a diez minutos de Sitges.  Me he pasado toda mi vida yendo a ese pequeño pueblo para emborracharme en sus bares y discotecas, pero también para asistir al Festival de Cine Fantástico que se inauguró en 1968. No obstante, jamás llegué a entrar en una sala de cine. Me explico. Siempre con intenciones buenas y cinéfilas, iba a ese pueblecito, que antaño, fue de pescadores y brisas de olas mediterráneas, para ver películas de género fantástico, pero las noches locas, los amigos y las turistas sedientas de alcohol y sexo, los chapuzones en la playa hacia la medianoche completamente desnudo , acababan imponiéndose siempre.Sin embargo, he podido ver por las calles de Sitges cosas más fantásticas que en el cine fantástico. He visto por sus entrañables callejuelas a Spock (Leonard Nimoy), agobiado por la demanda de las masas a realizar el difícil saludo abriendo los dedos corazón y anular. He visto a los actores Warwick Davis (Willow, Ewoks en El retorno del Jedi, y algún capítulo de Doctor Who) y Peter Dinklage (Tyrion Lannister en Juego de tronos), huyendo, con sus patitas abiertas, de sus fans. Yo creía que no eran enanos, sino que hacían tan bien sus papeles de enanos que se veían como enanos en la pantalla. Recuerdo cuando vi a Warwick Davis. No podía creérmelo: Willow introduciéndose en un portal, huyendo de sus fans acompañado de su esposa e hijos, también enanos, en mi alucinación alcohólica. He visto a Schawarzenegger con un bebé en brazos. Sentí envidia por ese bebé porque estaba protegido por un Terminator. He visto a David Cronenberg con una chica 
 Bond zampándose una paella en una terraza. He visto a Freddy Krueger bebiendo litronas de cervezas junto a unas guiris . He visto a Peter Mayhew (Chewbacca) firmando autógrafos a un grupo de subsaharianos muy bajitos. He visto a John Carpenter cuando todavía tenía pelo. A Wes Craven después de muerto. He visto a George A. Romero con su larga coleta blanca y sus gafas de culo de botella caminar sin inmutarse a través de los zombis que atrae el Festival. He visto atacar naves en llamas más allá de Orión… es decir, a Rutger Hauer en sus buenos tiempos tirando palomas al cielo de una playa de nudistas. He visto a Dario Argento. Como buen italiano andaba dando abrazos a todo el mundo. No olvidaré el que me dio a mí. He visto a Sam Neill y todos creímos ver dinosaurios detrás de él. He visto a Nicolas Cage y se veía peor que en sus películas. He visto a William Friedkin, el tipo que filmó a aquella niña endemoniada que vomitaba puré de guisantes y se le giraba la cabeza. He visto a Sigourney Weaver que es más impresionante que Alien, es más, incluso es más alta que el bicho. He visto al canoso Tom 

 Holland en una noche de miedo junto al gran Roddy McDowall, el cazavampiros más cobarde de la historia del cine; Noche de miedo. También he visto a Richard Donner, el tipo que triunfó con Superman, Los Goonies y todas las armas letales. He visto a Joe Dante y parecía que tenía toda la cabeza llena de gremlins. He visto a John Landis y todos esperaban ver a Michael Jackson con él, pero no pudo ser y nos quedamos con sus películas tan guays como Un hombre lobo americano en Londres, The Blues Brothers o Superdetective en Hollywood, que era la canción que más sonaba en las discotecas de Sitges en aquella época dorada sin coronavirus. Ay, qué recuerdos. Ahora me preguntan si sigo intentando entrar en los estrenos del Festival de Sitges y respondo que no, que ya no es posible ver todas las cosas que vi fuera de la pantalla porque ya no está toda esa gente maravillosa, y, que mi edad ya no me permite según qué farras. Además, las películas ya no son tan buenas. Pero ahora que recuerdo, sí entré unas cuantas veces a ver películas, pero si lo hubiese admitido al principio de este texto, no habría escrito lo que acabas de leer. 

RECETA: CONEJO CON SALSA DE VINO TINTO, ALMENDRAS Y CHOCOLATE AMARGO

Foto: Silvina. Si no eres amante del conejo este plato queda bien con pollo o solomillo de cerdo.
Necesitaremos: conejo cortado a trozos pequeños. 1 puñado de almendras tostadas, 1 vaso de vino tinto, 1 pastilla de chocolate negro (70% cacao) 
Sofreír el conejo en una cazuela y reservar cuando está dorado. Rociar con sal y pimienta.
En el mismo aceite pasar las almendras para que tomen sabor, dejarlas en un cuenco para batidora y triturar con el vaso de vino tinto.
Dejar el conejo en la cazuela, añadir el vino con las almendras y 1 pastilla de chocolate.
Tapar la cazuela y dejar cocer todo junto durante 20 m. 
El chocolate amargo le da un sabor intenso y especiado.



 


lunes, 19 de octubre de 2020

LA COCTELERA DEL TITANIC

 ¡Por fin Melmoth y yo nos hemos puesto a hacer un relato a cuatro manos!!!

 En el interior de la lujosa casa de subastas Christie’s de Londres, un tipo con expresión avinagrada dio un fuerte martillazo sobre la mesa de caoba al grito de: ¡Adjudicada! Don Agustino Peyote había conseguido, por fin, realizar el sueño de su vida: tener una coctelera procedente del mismísimo RMS Titanic.

Volvió felizmente a su solitaria mansión de la Avenida del Tibidabo en Barcelona. Le faltaba tiempo para llegar y desembalar cuidadosamente su coctelera y agitar después en ella un sabroso cóctel surgido de su imaginación más calenturienta. Nada más llegar se puso detrás de la barra de bar que tenía colocada en su amplio comedor. Esta barra también la compró en una costosa subasta en Colorado, Estados Unidos. Había pertenecido al famoso Hotel Sand de Las Vegas, hoy desaparecido y de cuyo propietario fue el famoso millonario Howard Hughes. Allí actuaba cada noche el famoso Rat Pack. El señor Peyote estaba completamente convencido de que aquella barra estaba encantada, porque cuando se emborrachaba aparecía Frank Sinatra cantándole Strangers in the Night poniéndole muy melancólico. Daba gusto emborracharse sobre aquella barra del Sand y apoyarse en sus maravillosos fantasmas.

  El señor Peyote extrajo de la caja con mucho cuidado su preciada coctelera. Decidió hacerse el famoso cóctel Titanic, compuesto con güisqui, Cointreau, zumo de manzana y hielo. Luego, agitó con brío y salero la coctelera.  Escanció el sagrado líquido sobre la copa y bebió a sorbitos porque un cóctel nunca debe ser bebido de un trago.

No tardó en comunicarle a sus amigos que por fin había conseguido una coctelera del Titanic y para celebrarlo quedaban todos invitados el sábado por la tarde. Al día siguiente se presentaron cinco amigos. Los cinco sintieron envidia por aquella coctelera que había agitado más de una bebida en el interior del maravilloso Titanic. El señor Peyote puso como hilo musical Alexander’s Ragatime Band, otro de los temas que tocaron la orquesta del Titanic, poco antes de que se sumergiera en las frías aguas. Inmediatamente se puso a agitar la coctelera con movimientos sensuales de cadera y brazos. Ahora sí que había gente que lo veía y lo admiraba. Escanció el líquido a cada uno de sus amigos y todos bebieron a la vez.

 De repente, un fuerte golpe arremetió contra la casa y un frío extraño se apoderó del comedor. Todo el mundo admiró el efecto que causaba el cóctel Titanic. El señor Peyote quitó hierro al asunto aludiendo que era por la especial coctelera. Volvió a preparar más cócteles. Volvieron a beber. Por cada trago la casa parecía que se iba a venir abajo. Cuando vaciaron sus copas un golpe brutal impactó contra las paredes del comedor. Las botellas cayeron de sus baldas, las paredes se agrietaron saliendo agua a presión a través de ellas. Hacía mucho frío y el agua estaba helada además de ser salada. Los cinco, aterrados y medio borrachos, salieron corriendo hacia la puerta de la calle.  El agua avanzaba como una ola gigante hacia ellos. El señor Peyote miró a la grieta más grande y vio la imponente proa de hierro negra de un enorme transatlántico. En un costado del barco leyó el nombre del pecio: Titanic. Sus amigos ya habían ahuecado el ala, y pocos segundos antes de morir el señor Peyote, le vino a la cabeza una tontería, porque en el fondo, nadie sabe el pensamiento que te puede venir en momentos como estos: ¿Por qué no puse en la entrada unos ganchos para colgar unos cuantos flotadores?

FIN

LOS DESCUBRIMIENTOS DEL PROFESOR SIBELIUS

FRODO Y SU HUMOR ARGENTINO
LA RECETA: DORADA AL HORNO. Foto: Silvina.

¿A que impresiona un poco? Parece una piraña.

 En una fuente para horno disponer la dorada con cebolla cortada fina, patatas en rodajas, sal gruesa (1 puñado) y una rodaja de limón. Rociar con un poco de aceite e introducir en el horno a 200º.

Unos 10 minutos después, cuando tome color, añadir 1 vaso de vino blanco.

 Dejar cocer el pescado durante 20 minutos y servir. Una ensalada verde es ideal para acompañar.

 



jueves, 8 de octubre de 2020

AL PIE DE LA LETRA

 

Simón Rajatabla se lo toma todo en el sentido más estrictamente literal.

Esta mañana su novia, que es una convencida ecologista, le ha afeado que tirase un envase de plástico en el cubo que no debía.

-Se te tendría que caer la cara de vergüenza ahora mismo.

Y se ha puesto a ello.

Primero ha notado como si las mejillas le tensaran la piel. De repente, la cara se le queda entre las manos, blanda y viscosa. Deja caer esa mascara que se esparce por el suelo, como una pizza de plastilina. Una pizza con ojos, nariz y labios.

Tal que así…


Esto sí que es ser literal.
SIBELIUS DA LA NOTA
FRODO Y SU HUMOR ARGENTINO

MELMOTH y su homenaje a las Greguerías: EL SOLAR

 Cada vez que pasa por delante del solar se detiene un momento para contemplarlo. Le parece inconcebible que aquella pequeña y estrecha parcela con un raquítico tilo y asfixiada por dos enormes, feos y grises edificios modernos, no se haya construido otro en ese lugar de cuyo suelo de tierra y malas hierbas fuera el verdadero terreno antes de haber sido construida la ciudad. Cada día se dice lo mismo cuando pasa por allí, hasta que un día decide saltar la vieja y oxidada verja para ver el solar desde su interior y sentirlo bajo sus pies. Mira hacia ambos lados de la calle y en esos momentos no pasa nadie. Trepa con agilidad hasta caer en su interior. El suelo está cubierto de latas de sardinas oxidadas de marcas ya extintas, botellas de plástico y algunas bolsas de basura. Se siente un tanto oprimido por las dos medianeras de los edificios colindantes. Tiene la sensación de que se están cerrando como una prensa para exprimir el poco jugo de aquel estrecho solar. Desde este ángulo todo parece más pequeño, comprimido. La calle parece otra, se dice, como si estuviera más alejada de lo normal y los apresurados transeúntes que pasan por delante de la verja parecen estar borrosos. Se siente exhausto. Decide tumbarse un rato bajo el tilo. Le viene a la memoria una greguería de Gómez de la 
 Serna: “Los solares están soñando altas ventanas”. Se queda dormido. Suena el despertador. Abre los ojos y se levanta de la cama con la mirada perdida, apenándose de recobrar sus pensamientos. Está en su habitación junto a su esposa. No recuerda lo que ha soñado. Le gusta recordar sus sueños porque es como una alternativa al infierno conyugal y doméstico de la pareja procreadora suburbana e hipotecada. Hace lo que tiene que hacer y sale en busca de la fábrica donde trabajaba. Baja por las escaleras. Aquel edificio era tan estrecho que no pudieron siquiera colocar un ascensor. Recuerda una greguería de Gómez de la Serna: “Los pasos mueren en las escaleras. Cada paso tiene su féretro en cada peldaño”. Ya en la calle contempla el estrecho bloque de pisos donde habita e imagina aquel lugar cuando todavía era un solar que él nunca ha visto. Se despierta y no recuerda lo que ha soñado. Tiene que salir de aquel solar antes de que lo tomen por loco.

FIN

RECETA: TERNERA CON SETAS

Un plato muy otoñal. 

Sofreír carne de ternera cortada en dados para estofar. Retirar del fuego y sazonar con sal y pimienta.

En el mismo aceite freír zanahorias, cebolla y patatas cortadas a taquitos.

Limpiar las setas (yo he usado níscalos, pero también se puede hacer este plato con setas en conserva) y añadirlas al sofrito. Incorporar la carne, 1 hoja de laurel, perejil picado y 1/4 de litro de vino tinto.

Tapar la cazuela y dejar cocer media hora con el fuego al mínimo.