Estaba muy interesado por Anna y cuando me dijo que no sabía
cocinar me dije: ésta es la mía. Quedamos en que iría el día siguiente a su
casa para preparar la cena.
Nada más abrirme la puerta noté que Anna estaba alterada, la
mano que apoyaba en el quicio le temblaba ligeramente.
-Me alegra mucho verte -dijo. Pensé que aquello pintaba bien
pero añadió-: Creo que se ha metido una rata en el armario del dormitorio.
Me agarró de un brazo guiándome hacia su cuarto. Continuó
diciendo:
-Han hecho obras en el alcantarillado de enfrente y desde
entonces se han visto ratas por aquí. Ayer un vecino se encontró una enorme en
la escalera.
Entramos. Del interior del armario se oía un ruido
chirriante como de algo que estuviera royendo o escarbando en el primer cajón,
debajo de la cómoda. Un ruido hostil e inquietante. Estaba claro que Anna
esperaba que hiciera de exterminador.
-Supongo que no tendrás un bate de béisbol.
-Tengo un palo de fregona.
Mientras Anna me observaba desde un rincón del cuarto agarré
el palo con fuerza y con la mano libre abrí el cajón lo más rápido que pude.
Algo se agitaba ahí dentro... un dildo.
Sí, un dildo, un vibrador como el de la izquierda. La pila
del interior había hecho contacto y el aparato vibraba dentro del cajón
produciendo esos sonidos. Lo puse en OFF.
-Bueno, al menos no era una rata. Esto tiene cinco
velocidades, si quieres hago una mayonesa. ¡Já, já! -le dije a Anna sonriendo
para quitar hierro al asunto, pero ella me miraba con expresión de Tierra
trágame quiero fundirme.
Durante la cena Anna estuvo tensa y yo acabé sintiéndome
incómodo. Nos despedimos con dos fugaces besos en las mejillas. Una velada
prometedora arruinada por un cachivache que se puso en marcha cuando no debía.
MELMOTH
Melmoth ha escrito un excelente relato sobre un romántico empedernido. Dice que se basó en el hombre de la foto, y la verdad es que se me parece un poco...
WHODUNIT, MON AMOUR
Esta es la historia de Bertrand Morane, un hombre maduro y
triste que no tenía suerte con las mujeres. A decir verdad, Morane nunca llegó
a reflexionar lo suficiente respecto a su vida intensamente azarosa y amorosa.
Era un hombre atractivo y lleno de recursos artísticos. Dibujante, doblador de
películas y actor circunstancial. Su vida lo había llevado a acumular un sinfín
de divertidas y delirantes anécdotas que contaba con gracia cambiando de voces
según el personaje aludido. Pero vamos a adentrarnos en lo que nos concierne: Morane era un hombre que había estado con muchas mujeres sin llegar jamás
a consolidar una relación estable. Llegaba a desear con todas sus fuerzas vivir para siempre
con una mujer. Bertrand Morane empezó a volverse loco o al menos es lo que él
creía. ¿Por qué Morane creía que se estaba volviendo loco? Porque hubo un
momento que las relaciones que tenía con las mujeres empezaron a cambiar de
manera alarmante. Todo empezó con aquella loca que tenía una tienda donde
reparaba tostadoras -primer síntoma de locura- ¿quién lleva a reparar una
tostadora hoy en día?. Cuando llevaban dos semanas ella, por la mañana, estaba en la cocina de la casa de Morane con la bata puesta y una
taza humeante de poleo menta. Cuando Morane entró en la cocina ella
le hizo esta pregunta:
- ¿Qué clase de contrato tienes donde trabajas?
De repente, ella desapareció. Se esfumó literalmente dejando
la bata caída y arrugada sobre la silla. Morane se quedó absorto. Solo había
visto una cosa similar cuando moría un Jedi en la saga de La guerra de las
galaxias. Fue en ese momento cuando Morane se dijo que se estaba volviendo
majara. A la semana siguiente volvió a enamorarse de una mujer divorciada
cuatro veces. Tenía una peluquería para perros. Lo mismo. Por una parte,a
Morane le salía esa vena romántica que no podía controlar. Pero, por la otra,
deseaba una mujer fija en su vida, ver series televisivas en zapatillas con
forma de perro y una manta de cuadros cubriéndoles las piernas. Pues bien, la
mujer que se pasaba toda su puta vida peinando y haciendo permanentes a perros
de cuya raza parecía una broma de la naturaleza, acabó sentada en la silla de
la cocina de Morane junto a una taza humeante de poleo menta. Morane entró en
la cocina y vio lo mismo que en la mujer que tenía el negocio de reparaciones de
tostadoras. Ella le dijo con tono autoritario:
- Quiero que me hagas un hijo.
Y desapareció como un efecto especial de una película de
ciencia ficción de serie B de los años cincuenta. A Morane ya no le asombró
tanto aquella alucinación, pero pensaba: ¿Cómo voy a tener una mujer
para siempre si cuando se presenta la oportunidad desaparece?
No pasó ni dos días cuando el enamoramiento atacó a Morane.
Las redes sociales es un no parar. Una mujer que decía tener un pequeño
negocio. Él le preguntó de qué. Pero ella (siempre a través del móvil) no
acababa de describir con claridad qué tipo de empresa tenía. Entre un montón de
emoticonos, ja jás, y más emoticonos tocando las palmas,
no había manera de averiguar a lo que se dedicaba. Pero daba igual. Nos
saltamos descaradamente lo que ya sabemos y volvemos a estar en la cocina de
Morane. Ella desaparece en un corte mal sincronizado por el montador de una película
cargado de coca hasta el culo después de decirle ella:
- Quiero presentarte a mis padres.
Hoy, Bertrand Morane sigue deambulando por ahí, cansado de
enamorarse y de los malditos impulsos que ocasiona. Se acabó de tanta tontería.
Como Morane estaba desconectado de todo no pudo enterarse de
algunas noticias que acaparaban el panorama nacional e internacional. Se había
encontrado en un descampado el cadáver descuartizado de una pobre mujer que
tenía un pequeño y modesto taller de reparaciones de tostadoras. Unas semanas
después se encontró otro cadáver de una mujer descuartizada flotando en el río.
Tenía una peluquería para perros. Y, lo más inquietante; pocos días después se
volvió a encontrar otro cadáver de una mujer que todavía no había sido identificada.
Por lo visto tenía un rostro muy extraño. Según la policía, cuando la
encontraron tirada en un callejón de un suburbio de París, tenía la cabeza
afeitada y el rostro muy redondo y amarillo con una sonrisa siniestra, “como un
emoticono”, según las palabras
FIN
LA RECETA: POLLO RELLENO DE ESPINACAS Y RICOTA. Foto: Silvina
Usaremos pechuga de pollo cortada en filetes delgados. En una sartén saltear espinacas (mejor si son frescas) con ajo fileteado y ricota u otro queso fresco.
Rellenar los filetes de pollo con esta mezcla, envolver con una loncha de jamón serrano y poner en una fuente de horno.
Hornear 15m. a 200º y ya está. ¿A que es fácil esta receta?