domingo, 28 de junio de 2009
UNA PORTADA PARA BORIS VIAN
Boris Vian se discutió con todo el mundo durante la adaptación al cine de una de sus obras: Escupiré sobre vuestra tumba. Prácticamente lo expulsaron del proyecto y por eso acudió de incognito al estreno. Nunca sabremos si la película le gustó pues lo encontraron muerto en su butaca; un ataque al corazón. Incluyo el tráiler que vale la pena por su fondo de jazz.
The Loup Garou (El hombre lobo) es una recopilación de cuentos que sugirió a La Unión su famoso tema Lobo-Hombre en París. He escogido este relato suyo sobre una niebla afrodisíaca que invade una ciudad. Hay una de esas escenas que solo se ven en las novelas y películas francesas: una pareja que hace el amor sin dejar de hablarse de usted.
EL AMOR ES CIEGO
El cinco de agosto, a las ocho, la niebla cubría la ciudad.
Orverd Lateja se despertó el trece de agosto al final de un sueño de trescientas horas. Se despejaba de una fuerte borrachera y al principio creyó que se había quedado ciego a causa del alcohol adulterado. Decidió actuar como si nada y se vistió sin dificultad pues había dejado su ropa en el lugar de siempre mientras pensaba: “¡Dios mío! Qué niebla tan extraña”.
Al salir percibió por primera vez en su vida el crujido del primer escalón.
-Bajaré a ver la portera –se dijo Orverd- con el chisme fuera de la bragueta. Así sabré si se trata de la niebla o son mis ojos.
Se cruzó con alguien que subía a tientas por la escalera.
-¿Quién es?
-¡Elgato! –contestó el Sr. Elgato, el vecino del segundo.
Orverd alargó la mano y topó con algo rígido. Se apartó sorprendido pensando que Elgato había tenido la misma idea de la bragueta.
-Perdone, pero no se ve nada y esta niebla es cálida como una sauna –Elgato río nerviosamente.
Se despidieron y cuando Orverd había descendido otro rellano notó que se le caían los pantalones. Si Elgato se paseaba con todo al aire él no podía ser menos, así que arrojó pantalones, camisa y chaqueta por el hueco de la escalera.
Al llegar a la portería golpeó suavemente el cristal.
-¿Tiene cartas para mí?
-¡Ah, Sr. Lateja! - rió la portera-. Usted siempre de broma. ¿Ya ha dormido bastante? Tenía que haber visto los primeros días con esta niebla. La gente iba cómo loca pero a todo se acostumbra uno.
Orverd notó la proximidad de la portera por el fuerte perfume a través de la barrera lechosa.
-No es muy cómoda para hacer la comida pero es extraña esta niebla… se diría que alimenta –volvió a reír la portera-, con un panecillo al día tengo suficiente. Toque, toque, Sr. Lateja… mire que firmes tengo ahora los melones…
-¡Sorprendente! –constató Orverd.
-Han dicho por la radio –continuó la portera poniendo las manos en el lugar preciso- que es una niebla afrodisíaca… ¡Espabile, Sr. Lateja! ¿Es qué tengo que hacerlo todo yo sola? Con el Sr. Elgato ha sido más fácil.
Orverd consiguió escabullirse aunque sintiéndose muy excitado. Al salir a la calle no escuchó el sonido de los coches pero sí risas y gemidos por todas partes.
Avanzando con precaución Orverd llegó hasta la panadería de la esquina y se sorprendió al comprobar que estaba abierta. Había cola, como siempre, pero esta aparente normalidad se esfumó al oír lo que la panadera exigía a cada cliente y el panadero a las clientas. El aprendiz se ocupaba de las niñas.
Orverd dejó atrás la orgía en la panadería y recordó la pastelería cercana con aquella dependienta de diecisiete años y labios carnosos. Quizás solo llevaba puesto aquel delantalito estampado…
Guiándose por el tacto reconoció la fachada de la pastelería por un cristal agrietado. Profirió un grito al topar con un cuerpo inmóvil que le daba la espalda.
-¡Sin empujar! - dijo una voz áspera- Y aparte eso de mi culo o tendremos problemas.
-¿Qué pasa? –preguntó otra voz masculina.
-¡A la cola, como todos! -gritó alguien y sonó una gran carcajada- Si viene a por Nelly póngase a la cola. Ya somos unos cincuenta.
Orverd, desolado, giró por la primera calle a la izquierda. Una mujer venía en sentido contrario y tropezaron. Los dos se encontraron frente a frente sentados en el suelo.
-Perdone –dijo Orverd.
-Ha sido culpa mía –dijo la mujer- usted iba por su derecha.
Se acercaron. Estaban ahora arrodillados uno frente al otro. Orverd sintió un mechón largo y sedoso acariciando su mejilla. La mujer dijo:
-Me llamo…
-Eso no importa –respondió Orverd-. No quiero saber nada más que lo que conocerán mis manos y el resto de mi cuerpo.
-No hay prisa –dijo ella- . Empiece por los pies y vaya subiendo…
Era una vida simple y dulce, que convertía a los hombres en la imagen del dios Pan.
La radio anunció que se había notado una regresión natural del fenómeno; la capa de niebla disminuía un poco más cada día.
Se convocó una gran asamblea: la amenaza era grave, pero pronto se encontró una solución. Cuando la niebla se disipó la vida pudo continuar feliz pues todos se habían sacado los ojos.
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2 comentarios:
Il semble que vous soyez un expert dans ce domaine, vos remarques sont tres interessantes, merci.
- Daniel
Hey, I am checking this blog using the phone and this appears to be kind of odd. Thought you'd wish to know. This is a great write-up nevertheless, did not mess that up.
- David
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