Quién me lo iba a decir... Ha llovido desde el día que
decidí dejar de dar la brasa a mis por entonces compañeros de piso y buscar un
rincón donde contar mis historias y publicar algunos dibujos; pensé que sería
un capricho de cuatro días...
Muchas gracias, de corazón, por haber dado vida al blog con
vuestros comentarios, opiniones, simplemente pasando por aquí... y muy
especialmente por tantas experiencias que me habéis dejado compartir. Gracias a
todas y todos.
Me voy a poner nostálgico; ésta es la primera entrada que publiqué, el 18 de abril del 2009:
SOLDATEN OHNER
Cuando era niño y los periódicos en verano acusaban la falta
de noticias recuerdo que solía aparecer el hallazgo de un soldado japonés
perdido en una remota isla del Pacífico ignorante de que la guerra había
terminado en el 45. Mira por donde me he sentido transportado a mi infancia
cuando leí el verano pasado que en el pueblo de Ogden Drift, Arizona, el
sheriff local encontró cerca de una reserva navajo, en una cabaña de difícil
acceso, al ex soldado alemán Reinhard Öhner que allí vivía desde que se fugó de
un cercano campo de prisioneros en 1943.
¿Y qué pintaba en Arizona el soldado Öhner? Todo se debe a
una ley de la Convención de Ginebra bastante marciana: todo soldado prisionero
ha de ser llevado a un lugar lo más parecido posible al entorno en que fue
capturado. Öhner se rindió a los americanos en el desierto de Libia en el 42,
así que pensaron que el paisaje de Arizona sería lo más adecuado.
Al leer esta noticia se deduce que Öhner –que durante estos
años solo tuvo visitas de los navajos y de algún excursionista al que vendía
artesanía india- no era muy conversador o le traía al fresco la historia
reciente pues ¡no sabía que la Segunda Guerra Mundial había terminado! O, al
menos, eso decía el periódico.
Me gusta imaginármelo así: como un despistado Mr. Magoo.
CHUPANDO CÁMARA (Mi primer relato. 7 de mayo, 2009)
En el otoño de 1934 Bela Lugosi ya tenía claro que rechazar
el papel de monstruo de Frankenstein había sido el mayor error de su vida, por
eso cuando leyó en Variety que se había iniciado el rodaje de La novia de
Frankenstein su rostro se iluminó repentinamente.
-Miért ne? (¿Porque no?) -Se dijo en húngaro. -
Agitó su capa negra para quitarle el polvo, la tela fría y
pesada quedó suspendida sobre los hombros de Lugosi. Se contempló satisfecho en
el espejo aunque el olor a moho y humedad procedente de la tela invadía sus
fosas nasales. Sus dedos rozaron su cuello en una caricia mientras ceñía la
capa alrededor de su garganta.
En el set número cinco Karloff, de espaldas al equipo de
rodaje, sonreía tímidamente a pesar de la dentadura postiza que acentuaba sus
pómulos y le daba una apariencia cadavérica.
-¡Luces! ¡Cámara! ¡Rodando!!! –ordenó James Whale.
Lentamente –con treinta kilos de andamiaje no podía ser de
otra manera- Karloff giró hacia su derecha enfrentándose a la cámara. Su rostro
quedó bañado por la potente luz blanca de los focos mitigada por la cera
derretida que Karloff llevaba en los párpados. Tambaleándose empezó a descender
penosamente la escalera sobre sus zapatos con alzas.
Desde su silla de director Whale alzó incrédulo la mirada.
Bela Lugosi había aparecido desde un rincón en penumbra del decorado y se
acercaba a Karloff entrando en el ángulo izquierdo de la cámara. El negro
esplendor de su capa aún relucía más bajo los focos. Lugosi se felicitaba por
su idea: “Cuando me vean no dudarán en incluir a Drácula en el guión. Será una
gran pelíc…”
-¡Corten! –Whale, impávido, se dirigió a Lugosi en tono
severo pero a la vez cortés-: Señor Lugosi, ya le dije a su agente que
desgraciadamente no tenemos ningún papel para usted. Sea bueno, no me obligue a
llamar a seguridad.
-Está bien, ya me voy.
Lugosi lo dijo con aparente calma pero se fue arrastrando
los pies. Visto de espaldas parecía un murciélago cabizbajo.
Colin Clive, que se disponía a entrar en escena, aprovechó
la pausa para beber de su termo ante la mirada reprobatoria de Elsa Lanchester
que sabía que era coñac y no café lo que había en ese termo.
FIN
Y MI PRIMERA RECETA EN EL BLOG: GOULASH HÚNGARO (No podía ser otra)
Sofreír en una cazuela carne de ternera cortada en dados. Cuando
empiece a dorarse pasarla a un plato y sazonar con sal, pimienta y paprika
(pimentón rojo picante)
En el mismo aceite sofreír la cebolla picada, un pimiento
rojo grande cortado en tiras y una guindilla a la que antes quitaremos las
semillas para que no se suelten durante la cocción.
Cuando el sofrito esté listo añadir crema de leche, remover bien y
triturarlo todo en la batidora. Quedará una salsa espesa de un atractivo color
rojizo. Volver a poner la carne en la cazuela, echar la salsa por encima y
cocer todo con el fuego al mínimo unos 30 minutos.
En Hungría lo tradicional es
acompañar el goulash con tallarines.