En algunos pubs de Londres tienen un rincón llamado Wall of the Shame (Muro de la vergüenza) donde cuelgan fotos polaroid de clientes indeseables; eso me dio la idea para este relato:
Henry Jekyll abre la puerta del pub Treasure Island y saluda
de la manera acostumbrada:
-¡Hola, Burke! Media de Guinness.
-¡Jekyll! ¿Cómo te atreves a volver después de la que liaste
ayer? – brama el dueño y señala una foto colgada en el Muro de la vergüenza
detrás del mostrador, a la derecha de la estantería de botellas-. ¡Tienes
prohibido poner los pies en mi local!
Jekyll examina la foto y su cara se convierte en un signo de
interrogación con una ceja arqueada y la boca formando una “O”. Ve un hombre
pelirrojo, su rostro es un cruce entre brutalidad y humor y no consigue decidirse.
Tiene un ojo amoratado y la pechera de la camisa manchada de sangre.
-¡Pero Burke! –replica Jekyll-. ¡Ese de la foto no se me
parece en nada! Tengo el pelo oscuro y ayer no puse los pies en el Treasure…
-¡No te pases de listo! – Burke tiene la cara amoratada de
furia. Sisea -: Mírate, aún tienes las señales de la pelea en la cara. ¡Largo
de aquí!
-¿Estás loco? ¡Yo no soy el de la foto! Oye, si es una broma
-… Jekyll comprende que la discusión se ha acabado cuando Burke desliza una
mano bajo los grifos de los surtidores con asas de cerámica.
Jekyll sabe que allí guarda un mazo de
cricket, le ha visto usarlo más de una vez.
Un confuso Jekyll sale hacia Argyle Street, bajo el cielo
que pende pesado y oscuro como una tapa. Se detiene ante una fachada de ladrillo
rojo, las ventanas centellean y los marcos blancos relucen. Es el Ballantrae,
un pub escocés abierto recientemente.
Jekyll entra en un amplio local lleno de botellas color
ámbar y maderas nobles. Los camareros, con ondulantes faldas escocesas, se deslizan
de la barra a las mesas llevando bandejas llenas de copas que parecen flotar
por encima de los parroquianos que beben al estilo escocés, asomando la lengua
dentro del vaso de whisky. Jekyll escudriña el lado derecho del mostrador pero
no hay ninguna foto, sólo una pizarra con el plato del día: Empanada de
riñones. Se acomoda en la barra y se
fija en una cerveza escocesa que no conoce: Hangover Lager. Pide una jarra, un
camarero abre un grifo y un líquido marrón y turbio se precipita al interior del
vaso.
-Debe dejar que se pose –dice el camarero. Jekyll se queda
mirando el interior de la jarra donde parece nadar algo salido de un pantano,
como una capa profunda de células muertas. Entonces oye una voz a su derecha:
-¿Qué tal amigo?
Un pelirrojo, de cara magullada y nudillos despellejados, le
mira insolente acodado en la barra, la cabeza apoyada en un brazo formando una
“L” sobre el mostrador.
-¡Tú! –Jekyll deja la cerveza de golpe sobre el mostrador,
un turbio remolino se forma en la jarra-. ¿De dónde demonios sales? ¿Porque Burke te confunde conmigo?
-Es tu problema amigo –responde el pelirrojo y arroja su
cerveza a la cara de Jekyll que nota un ramalazo de sangre caliente que le sube
por la nuca y rodea sus orejas. Está furioso como nunca lo ha estado.
Lanza un directo que el pelirrojo esquiva fácilmente, parece
que se anticipe a los movimientos de Jekyll que recibe un fuerte derechazo en
la nariz. Estrépito de cristales rotos. El pelirrojo se gira un momento cuando
el dueño del pub grita: “¡Vosotros, parad ya!” El segundo de distracción que Jekyll
necesita. Lanza un croché de izquierda
al vientre y luego un gancho de derecha a la cara del pelirrojo. Se dispone a
cargar contra él con los dos puños, al puro estilo East End cuando tropieza con
la pata de una silla derribada y cae golpeándose la cabeza contra el suelo. La
taberna, las estrellas y la agonía se mezclan. Telón.
Jekyll nota una brecha en la cabeza, un corte en la
coronilla. Un hilo de sangre le resbala por la cara. Le han sentado en un taburete.
El fogonazo de un flash seguido de un zumbido. El dueño del Ballantrae agita
una foto para acelerar los reactivos químicos del revelado. Centellean chispas
en los ojos de Jekyll cuando el dueño le muestra la foto: un pelirrojo con la
cara ensangrentada.
-¡Y no vuelvas más por aquí! –advierte el dueño colgando la polaroid
junto a la pizarra.
HE PARTICIPADO EN UN CORTO
Soy el perrito piloto...
Esta semana he rodado para el ESCAC (Escola de cinema i audiovisuals de Catalunya) la película Caja negra, y digo película porque ya había rodado otros cortos pero en formato vídeo, esta es mi primera experiencia con cámara de 35 mm. Miren, ¡hasta teníamos raíles para los traveelings! La verdad es que entre el sonido de la cámara, las claquetas y la luz de los focos combinado con el escenario años 40 y el look del director con su bigotillo recortado casi me parecía estar en el Hollywood clásico. Interpreto a un médico que descubre una habitación cerrada que tiene un acceso a un mundo paralelo en donde soy un piloto de caza. Aquí estoy con Ivan Valencia, un gran director con un trato exquisito y muy paciente. Caja negra se estrenará en febrero -esperamos- en festivales. Intentaré colgarla en el blog.
ASÍ PREPARO EL POLLO DE NAVIDAD
¡Y además es muy fácil! Mientras el horno se calienta, untar las manos con aceite, sal y pimienta y frotar enérgicamente el pollo -entero y vaciado- para sazonar bien la carne. Sofreír ligeramente en una sartén salchichas cortadas a trozos, manzanas cortadas sin pelar y ciruelas antes escaldadas en coñac.
Introducir en el pollo una ramita de tomillo, 1/2 limón, las salchichas, manzanas y ciruelas cerrando la hendidura con palillos.
Rociar el pollo con el coñac de las ciruelas y dejarlo asar en el horno a 200º una hora. De vez en cuando conviene rociarlo con el jugo que va desprendiendo o con un poco de vino si queda seco.
¡Y muy feliz Navidad a todas y todos!!!