martes, 23 de junio de 2009

PROGRAMA DOBLE

En esta entrada no hay ningún dibujo mío pues me apetecía hablar de dos antológicas escenas cinematográficas.



EL PERRO ANDALUZ (1929): la famosa secuencia del ojo seccionado con el filo de una navaja es quizás el primer momento gore en la historia del cine. En 1943 Charles Chaplin reunió a varios invitados en su casa de Hollywood (entre ellos Salvador Dalí que había sido contratado por Walt Disney) para una proyección del cortometraje de Buñuel. En el momento de la escena del ojo oyeron un estrépito a sus espaldas: el mayordomo filipino de Chaplin que acudía con una bandeja cargada de bebidas había caído desmayado por la impresión.
El 23 de junio de 1944 –justamente hace hoy 65 años- ese mayordomo apareció en la primera plana de los periódicos estadounidenses con las manos esposadas y escoltado por dos agentes del FBI; habían descubierto que era un espía del servicio secreto japonés. Proporcionaba información destinada al desembarco en una playa californiana de un submarino con un grupo de saboteadores suicidas que atentarían contra los principales estudios de Hollywood por entonces consagrados a la propaganda aliada. Suena a plan descabellado, tanto que a Robert Zemeckis le ofreció la idea principal para el guión de la comedia 1941 dirigida por Spielberg.

UNO DOS TRES (1961): supongo que al compositor Kachaturian -autor de La danza del sable y de una ópera titulada Oda a Stalin además de diputado del Soviet Supremo- no le debió hacer mucha gracia que Billy Wilder empleara su famoso tema -con amago de streptease incluido- para esta escena de Uno, Dos, Tres; parodia del sistema soviético aunque Wilder aquí también sabe reírse del capitalismo y el militarismo alemán. Mi tío Paquito no era el alma de las fiestas pero cuando oía La danza del sable, los pies se le iban solos. En una boda alguien puso este disco y empezó a hacer el oso con el consiguiente sofoco de mi tía Magda. No me extraña, si hasta las piezas de ajedrez se ponen a bailar. Al menos no se subió a la mesa ni montó el numerito del cinturón que tan diestramente ejecuta André Previn.

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