miércoles, 3 de junio de 2009

DÉJAME ENTRAR


Me temo que no corren buenos tiempos para los amantes de las películas de vampiros. Por un lado, productos con estética de videoclip y una trama subordinada a los efectos especiales; esto va por Underworld, La reina de los condenados o el bodrio Van Helsing donde el venerable profesor cazavampiros aparece como un Indiana Jones para atraer al público palomitero.
El otro extremo sería Déjame entrar. El título de este largometraje sueco basado en un libro de gran éxito hace referencia a la leyenda de que un vampiro no puede entrar en una casa si no es invitado a ello. La película ha sido recibida con entusiasmo por la crítica acaparando todas las estrellas de los rankings.
Déjame entrar quiere dejar bien claro que “sí, es un film de vampiros pero, ojo, de qualité”. De ahí los largos silencios y planos- secuencia. No tengo nada en contra del ritmo lento en las películas (entre mis preferidas hay más de un ladrillo) pero es que Déjame… me ha parecido innecesariamente lenta. Insiste machaconamente en el acoso que Oskar, el niño protagonista, sufre en la escuela y quedan desdibujados personajes interesantes como los ciudadanos que se reúnen en el bar para hablar de los crímenes o el padre de Eli, la niña vampiro, encargado de conseguir la sangre que su hija necesita. El conjunto me pareció distante y frío.
Aunque Déjame… tiene sus buenos momentos, claro. Yo me quedo con dos: cuando Eli muestra a Oskar los devastadores efectos que provoca no respetar la norma de no entrar en una casa sin ser invitado y, sobre todo, la secuencia del asesinato en la piscina que es una de las más impactantes muertes en off vistas en el cine.

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