lunes, 17 de enero de 2022

SIGUE LAS BALDOSAS AMARILLAS

Todos los días desde que empezó el verano el hombre estatua,  maquillado y disfrazado como el Hombre de Hojalata de El Mago de Oz, se sitúa en el centro de Las Ramblas de Barcelona, frente al mercado de la Boquería. Es un tórrido día de agosto. No tardan en rodearle un grupo de bulliciosos turistas japoneses que le disparan fotos sin descanso.

El calor provoca emanaciones tóxicas en la pintura plateada que el hombre estatua ya lleva semanas inhalando. Esto- unido a su precario estado mental y los enervantes flashes de las cámaras- provoca lo irremediable: los cables se le cruzan del todo y se cree el auténtico Hombre de Hojalata. ¡Y el Hombre de Hojalata necesita un corazón!

 Se dirige a toda prisa hacia el mercado donde hurta un enorme cuchillo de un puesto de carnicería. Regresa a su improvisado escenario y con la destreza de un cirujano hunde el cuchillo en el pecho de uno de los turistas japoneses extrayéndole el corazón.

Minutos después, una pareja de policías se abre paso entre la barrera de curiosos y lo que ven les deja atónitos: el Hombre de Hojalata está sentado en el suelo con expresión de felicidad bovina y un ensangrentado corazón que sostiene a la altura del pecho. Él no ve a dos policías, sino al León y al Espantapájaros que han acudido en su búsqueda. Con firmeza pero sin brusquedad los agentes agarran al Hombre de Hojalata y lo conducen hacia un coche patrulla.

Es entonces cuando el grupo de curiosos que sigue contemplando la escena descubren con asombro que por donde ellos tres pasan las baldosas de La Rambla se van tiñendo de amarillo.

FIN

LA RECETA: BRÓCOLIS ORIENTALES CON SOJA Y JENGIBRE.

Necesitaremos:

Tostar semillas de sésamo en una sartén. Calentar el aceite de sésamo en un wok o sartén y sofreír 1 cucharada sopera de jengibre durante 1 minuto. Añadir el brócoli y saltear a fuego vivo 1 minuto. 
Para la salsa: mezclar en un bol 1 cucharada de aceite de sésamo, 2 cucharadas de salsa de soja y el caldo. Incorporar la salsa al wok o sartén y freír otros 5 minutos. Añadir las semillas de sésamo. No recomiendo sal, la salsa de soja ya tiene un sabor intenso.
¿A qué quedan bonitos? (Foto: Silvina?




 

viernes, 7 de enero de 2022

CUANDO ENGAÑÉ A LA MUERTE


 Vespucio Camper camina por un sendero de grava cuando advierte un nutrido grupo de personas en torno a un objeto tendido en el suelo. La grava cruje bajo sus pies como si anduviera a cámara lenta. Entonces ve que el objeto es un hombre, era un hombre, tendido sobre el asfalto. Mira de soslayo un coche destrozado con manchas de sangre que van desde el sillón del conductor hasta el cadáver envuelto en una especie de lona dorada brillante, como un regalo de Navidad.

Llega una ambulancia sin luces giratorias y con las sirenas apagadas. Claro, no hay prisa. Sacan una camilla con ruedas empujada por dos enfermeros. Un hombre trajeado habla con un agente de policía, sin duda el juez que viene a levantar el cadáver. A Vespucio siempre le ha hecho gracia esta expresión -levantamiento de cadáver-, como si el juez fuese un Lázaro que ordena al difunto: “Levántate y anda”.

 

Entonces Vespucio repara en los pies que asoman debajo de la lona; falta un zapato. Curioso. Recuerda haber visto en los noticieros imágenes de fiambres tendidos en el suelo  víctimas de colisiones, accidentes, atentados… siempre les falta UN zapato. Nunca pierden los dos zapatos, o conservan los dos. No, a esa clase de muertos siempre se les sale un único zapato. ¿Porqué?

Ensimismado en sus pensamientos Vespucio cruza la acera sin mirar. Unos potentes faros le deslumbran  como a uno de esos conejos que cruzan la carretera de noche. Vespucio salta hacia atrás justo a tiempo de no ser arrollado por un enorme camión alemán que transporta lavadoras suizas. El camión tiene los cristales ahumados lo que le da un aire siniestro, como aquel vehículo de la película El diablo sobre ruedas, y se aleja surcando un gran charco de agua que salpica a Vespucio dejándolo más empapado que un gato en una lavadora. Éste, aturdido, le cuesta levantarse del suelo a causa del temblor de sus piernas. “Uf, estoy entero de milagro” –piensa. Toma aire y cuando empieza a caminar se da cuenta de que a su pie derecho le falta un zapato. Avanza unos pasos, el pie enfundado en un calcetín blanco de algodón nota la aspereza de las baldosas de granito. Busca su zapato extraviado pero no lo encuentra. 

-Vaya, parece que la Parca se ha adelantado con su trabajo –dice, y luego -: espero que me devuelva el zapato.

FIN

¡HA VUELTO EL GRAN MELMOTH!

EL ESPANTAPÁJAROS.

Cuando era niño mi pueblo estaba rodeado de campos sembrados y de espantapájaros que los custodiaban. La mayoría de ellos estaban construidos de manera chapucera que se asemejaban a los mismos campesinos vistos de lejos. A veces veía a toda una familia construir uno como si se tratara de un muñeco de nieve. 

 Recuerdo que en mi pueblo se comentaba que una vez un joven perdidamente enamorado de la hija de un campesino déspota tenía prohibido acercarse a su hija y a su casa. El pobre hombre se le ocurrió suplantar al espantapájaros que custodiaba los campos de aquel cretino, para poder ver de cerca a su amada sin ser visto por ellos. 

 Lo desmontó una calurosa noche de verano y se puso los ajados retales y el penoso sombrero. Luego, se enfiló sobre la base de madera en forma de cruz y allí se quedó con los pies colgando. Le debió costar lo suyo. Sin embargo, no previó que le resultaría imposible volver a contactar con el suelo. Murió de inanición, crucificado y sin haber pedido ayuda para no incomodar a su amada ni alertar a su perverso padre que, por otro lado, se pasaba las horas mirando con orgullo a su espantapájaros, hasta que un día los gorriones, garzas y cuervos se pusieron a picotearlo frenéticamente. Se dice que el viejo hasta que no se dio cuenta del motivo, estuvo maldiciendo al espantapájaros por su ya inútil existencia.

FIN

LA RECETA: CAVIAR DE POBRES

Este dibujo lo hice para la revista estadounidense Options. Se trata de un artículo que Truman Capote escribió en los años sesenta para Harper´s Bazaar. El título alude a una tapita, un snack que Gio, un camarero siciliano del Harry´s Bar servía sobre una tostada con mantequilla y que por entonces causaba furor entre la clientela del famoso local neoyorquino. Por su aspecto lo bautizaron como Caviar de Pobres. El caso es que, según la descripción que el autor de A Sangre Fría nos ofrece en este artículo está claro que el caviar de Gio era exactamente lo que en Catalunya conocemos como l´olivada, un delicioso puré de aceitunas negras que se prepara en toda la zona mediterránea y que además es sencillísimo de hacer:
Para conseguir un sabor más intenso aconsejo dejar aceitunas negras deshuesadas macerándose toda una noche con una cucharadita de orégano, una pizca de sal, un buen chorro de aceite de oliva y un diente de ajo. Al día siguiente trituramos todo con la batidora (para acentuar el sabor se puede añadir un filete de anchoa) y ya está. Es un entrante delicioso sobre tostadas, acompañado de un vino blanco seco y bien frío. También es muy apropiada como salsa para espaguetis alargándola con un poco de aceite.