jueves, 22 de septiembre de 2016

LA ANTI-FIESTA, Y MÁS COSAS...

LA ANTI-FIESTA (Relato)
29 de septiembre.
Goyo y Gaga está viendo un DVD por la televisión. Les gustan los clásicos de terror en espectral blanco y negro. Un doctor loco, acompañado por un jorobado gesticulante, renquea bajo la tormenta mientras transporta cadáveres hurtados en un depósito. De repente, Gaga le pregunta:
-Oye, Goyo, dentro de poco es tu cumpleaños, ¿verdad?
-Sí, ¿por qué?
-Ah, por nada –le sonríe Gaga.
30 de septiembre. 
 Por la mañana, Goyo está sacando unas rebanadas de la tostadora cuando oye sonar el móvil de Gaga. “Qué extraño, nunca llaman tan temprano”. Avanzando por el pasillo le parece oír “tarta” en mitad de una apresurada conversación. Cuando se sienta a la mesa, Gaga ya había colgado.
-¿Quién ha llamado?
-Ah, uuuh… nadie –Ella remueve obstinadamente la cuchara en su taza vacía.
-¿No decías algo sobre una tarta?
-¡No, harta! Decía que estaba harta de esas llamadas que intentan convencerte de que cambies de compañía telefónica.
Goyo empieza a ver claro: Gaga está tejiendo una conspiración telefónica con los amigos para hacerle una fiesta sorpresa de cumpleaños. No de forma muy obvia, pero sí dejando pequeñas pistas como parte del juego. 
 Por la tarde, en el bar donde suelen reunirse con los amigos, se produce un desliz. Germán, sentado a su lado bebiendo cerveza, sonriendo pero sin dirigirse a nadie en concreto dice:
-Por cierto, ¿a qué hora es la fiesta este sábado?
-¡No hay ninguna fiesta, idiota! –le dice bruscamente Gerda, la amiga alemana de Gaga, que tiene el pelo pajizo del color de las patas traseras meadas de los osos polares del zoo.
Gaga y los demás amigos están a la altura, ni guiños insistentes ni discreción exagerada. Y eso que Goyo provoca a Gus –que no sabe guardar secretos- acompañándole al lavabo, charlando y mirándose de soslayo como suelen hacer los tíos cuando mean a medio metro de distancia.
1 de octubre.
Es el día del cumpleaños de Goyo y le extraña que nadie le felicite, ni por WhatsApp ni Facebook. “Seguro que lo harán esta noche en la fiesta sorpresa”, se dice Goyo. “Hacen todo lo posible por disimular, pero no cuela.” 
  A Goyo le cuesta contener la risa cuando por la tarde Gaga le pide algo que no hace nunca: que la acompañe en su coche al centro comercial. Sabe que él odia ir de compras. Al volver anochece y aún hace calor, extraños bichos verdes chocan contra el parabrisas.
Gaga gira dos veces la llave del piso y enciende la luz del recibidor, luego la del salón. Nada. Ni un alma. Goyo recorre el piso con ojos desorbitados. La risa de Gaga le saca del estupor:
-¡No hay nadie, Goyo! Esta es la sorpresa: que NO hay fiesta sorpresa. ¿A que es genial? Ni felicitaciones, ni fotos en Instagram, ni velas… ¡Una contrafiesta sorpresa! Cariño, hay que reinventarse, y no me digas que no ha sido una sorpresa. Bueno,vamos a la cama, muchachote. ¡Qué hoy es tu cumpleaños1
Mientras Gaga desaparece en el cuarto de baño, un confuso Goyo saca una botella de vodka del congelador y se sirve un buen vaso. Oye el frú-frú de las prendas de Gaga al deslizarse. Cuando Goyo se sienta en el sofá, Gaga aparece en el salón, desnuda. Goyo la mira con avidez. Ella le hace un mohín:
-Me ha venido la regla, cielo… 
Goyo menea la cabeza y se sirve otra ración de vodka.
FIN
Con las despedidas de soltero sí que no hay sorpresas, son tan predecibles...


RECUERDOS DEL VERANO
¿A qué parece un fotograma de una película de John Ford? Es Tenerife, estuve allí en agosto con mi hijo Dani. A la derecha, oteando por si se acercan Gerónimo y sus bravos. 

El bosque de Goarajonay en la Gomera parece sacado de El Señor de los Anillos... 

En un bar de San Sebastián de La Gomera, tomando Gomerón (agüardiente con miel) un parroquiano me hizo una demostración de el silbo gomero, el lenguaje silbado con el que se comunican en los barrancos.
Lo probé todo: papas arrugadas con mojo, cabra estofada... el chicharro con gofio estaba tan bueno que le recité un texto de Poe:

Y ya que se ha hablado de vodka, esta receta seguro que le gusta mucho a la chica del dibujo:
MACARRONES CON VODKA 
 En una sartén con aceite sofreímos cebolla y 3 dientes de ajo picados, añadir 1 cucharada de pimentón picante y el vodka (1 vaso) dejar reducir un poco y agregar 2 cucharadas de tomate triturado y 200 ml (1 brick pequeño) de nata para cocinar y un poco de queso rallado. Cocer 5 minutos con el fuego al mínimo.
Cocer en agua salada los macarrones, escurrir y mezclarlos con la salsa removiendo bien. Espolvorear con un poco de pimienta y servir inmediatamente.

¡Buen provecho!

miércoles, 14 de septiembre de 2016

POTI-POTI DE SEPTIEMBRE

Otra de esas entradas con un poco de esto y aquello...
PIDO AYUDA A LAS MUSAS


En mi entrada anterior contaba que me había quedado atascado con un cuento, así que contacté con una Agencia de Musas y pedí que viniera una a mi casa. Le daría de cenar, pues eso facilita la charla y ayuda a la inspiración. 
 Las musas comen letras. En una tienda de material de dibujo conseguí una lámina Letraset con letra Itálic Bold, luego despegué las letras y las puse en un plato con salsa tatsiki (yogur griego, pepino, ajo, menta y aceite de oliva; todo triturado).
La musa llegó puntual. Llevaba un vestido de Zara, su única aportación griega eran sus cejas negras, de perfil era como un guión en negrita, austero y mediterráneo.
Comió con deleite las letras acompañadas de un vino resinoso griego. Me dijo: “Te agradezco lo de la Itálica, la Helvética es indigesta y estoy cansada de la Ariel Greek.” Después de un chupito de ouzo consultó su reloj: “¡Huy, se me ha hecho muy tarde!” La acompañé hasta la puerta esperando que me demostrara sus dotes de divinidad inspiradora. De repente, se giró hacia mí y me dijo:
-“Cuantas cosas perdemos por miedo a perder” – y se fue.
Es de Paulo Cohelo. Una de esas frases que los cursis cuelgan en Facebook. Me temo que esa musa no me será de gran ayuda.
SEPTEMBER O MIS 8 SEGUNDOS CON WOODY ALLEN 

El actor británico Denholm Elliot (1920-1990) es recordado sobre todo por su papel de Marcus, el arqueólogo amigo de Harrison Ford en la saga de Indiana Jones. 
 Parte del verano del 86 trabajé en el bar Sargantana (Lagartija) en los alrededores de Sant Antoni,  en Ibiza. Muy cerca de allí Denholm Elliot había adquirido una casita rural sin electricidad ni teléfono. No es que Elliot fuera un habitual del Sargantana, es que prácticamente vivía en el bar pues le había dado a su agente el teléfono del local para que pudieran localizarle.
Una tarde de julio, Denholm Elliot estaba en su mesa preferida de la terraza del Sargantana bajo una gran higuera bebiendo ginebra mientras yo lavaba vasos detrás de la barra. Sonó el teléfono. Sin duda era una conferencia pues se oía una voz lejana hablando muy deprisa en inglés.
-Can you repeat, please? – le rogué.
Deduje que la persona al otro lado del hilo no andaba sobrada de paciencia pues soltó un bufido y dijo con tono áspero: “Llamo desde New York. Me han dicho que aquí puedo encontrar a Denholm Elliot”.
Con una seña indiqué a Elliot que se acercara y le tendí el auricular, aún no sabía que acababa de hablar con Woody Allen.
 Conversaron durante unos minutos, pensé que Elliot estaba bajo los efectos de la ginebra cuando en mitad de la charla se puso a cantar: “Hickory, Dickory, Dock. The mouse ran up the clock” (Hickory, DIckory, Dock, el ratoncito se subió al reloj).
Elliot colgó el teléfono y me pidió más ginebra. Se le veía satisfecho y comunicativo. Me dijo que era Woody Allen quien le había llamado y que quería contar con él para el reparto del drama September. El director le había preguntado si podría imitar el acento estadounidense y por eso Elliot le cantó Hickory, Dickory; una tonada que los norteamericanos cantan con un peculiar acento. Allen pareció convencido.
Yo volví a casa poco después y desde entonces ya casi no había vuelto a recordar mis ocho segundos con Woody Allen hasta que hace poco volví a ver September en un soñoliento canal de televisión. No me pareció su mejor película, pero Elliot estaba formidable.
MICRORRELATO: LA BUENA RUEDA


De las cuatro ruedas del coche, una giraba en sentido contrario. Pero era la buena, pues intentaba alejarme de una curva que me iba a resultar muy cara.
...Y UN CHISTE. Dedicado a los mosquitos que me han alegrado el verano.



sábado, 3 de septiembre de 2016

BLANCO, NEGRO Y UN FANTASMA EN EL BAR (Verídico)

El 8 de agosto recibo esta nota:
Fiesta con motivo de la exposición Blanco y Negro de Hugo Vilana el jueves, 25 de agosto a las 19 h.  Se ruega venir vestido de blanco o negro. 
 Es lo último entre los modernikis sofisticados de Barcelona: celebrar exposiciones en agosto. Se supone que ahora solo la gente vulgar abandona la ciudad en estas fechas.
Hugo y yo nos conocimos en la Escuela Massana (Sí, fui a una escuela de arte, tengo un turbio pasado) Él es ahora un pintor prestigioso y yo… bueno, voy vestido de blanco. Las paredes de la galería han sido recubiertas de muselina blanqueada y hasta han puesto una pecera con ondulantes peces albinos. Está prohibido hacer fotos, pero nos toman un retrato –en blanco y negro- que enviarán por mail. Como visto de blanco me ponen ante una pared negra al lado de un glamuroso contador de luz.
Encuentro a mi condiscípulo ante un enorme lienzo en blanco con la negra silueta de un hombre tendido con el pene marcando los 32º Latitud Norte. 
 Hugo me abraza. Está resplandeciente con su traje de lino blanco y su perilla que le hacen parecer el coronel Sanders del KFC. Lleva chanclas y  se ha pintado las uñas de los pies de blanco. Me dice: “He colgado una tela en blanco sólo con mi firma. Minimalismo total.”
-Hugo, ¿no crees que un auténtico minimalista habría dejado el cuadro en blanco y sin firmar?
-Pues no lo había pensado –inclina la cabeza en un ángulo oblicuo y sonríe-: Miquel, te presento a mi agente y amante Marvin Hyde. Sólo habla inglés.
Con ese apellido espero encontrarme con un hombrecillo siniestro con chistera, pero el tal Hyde es un corpulento samoano vestido completamente de negro. Lleva un tatuaje en el pómulo izquierdo, dos líneas paralelas con tres puntos encima: el símbolo azteca del número trece. Algo cruje cuando me aprieta la mano con firmeza.
-Nice to meet you – lo digo al aire porque Hyde y Hugo se han escamoteado para recibir a otros invitados en el revuelo blanco y negro.
Los que vamos de blanco somos mayoría. La blancura llena la sala como un baño de vapor y yo me siento fuera de lugar cuando estoy en una fiesta en la que no conozco a nadie. 
 Decido irme a tomar un pastis en el bar de Agus, el de mi entrada La bruja del bar del 21 de julio. Cuando llego la única cliente es María, una vecina que siempre lleva un batín, como una ama de casa que ha bajado un momento al colmado porque se ha olvidado algo. Entra en silencio, susurra “Un café”, paga y se va como una sonámbula Lady Macbeth, una presencia fantasmal. Agus me sirve un pastis y hablamos de fantasmas.
-Pues yo tengo un fantasma que deambula por el bar cuando cierro por las noches –me dice Agus en tono confidencial-. Lava los vasos. Lo malo es que usa un jabón fantasmal y al día siguiente siguen estando sucios.
Estoy perplejo, entonces Agus se ríe a carcajadas, arrugas como colas de cometa surgen del rabillo de sus ojos:
-¡Que te estoy tomando el pelo, Miquel! ¡Já, já, já! Mira que eres pardillo… 

Pero la historia del fantasma friega vasos me sugiere un relato: El fantasma del bar As de copas. Ya he escrito el inicio y tengo un dibujo pero me he atascado, no encuentro un final… ¿Alguien me echa una mano? Me he quedado totalmente EN BLANCO.