jueves, 27 de febrero de 2014

PERO... ¿QUÉ PORQUERÍAS COME LA GENTE EN EL FUTURO?

The Big Bang Theory. Leonard y Sheldon comen costillas con salsa barbacoa:
-(Leonard): ¿Crees que en el futuro habrá chuletas de vaca?
-(Sheldon): En el futuro la comida será gelatina. Las vacas estarán muertas o… serán nuestros líderes.

 En Blade Runner vemos a Deckard (Harrison Ford) el caza-replicantes refugiándose de la lluvia ácida en un mugriento puesto callejero.  Bajo la enfermiza luz de neón levanta cuatro dedos y dice: “¡Cuatro, con tallarines!” (Noodles, en la versión original) pero cuatro… ¿qué? ¿Ternera, pollo, rata de cloaca? Deckard agarra unos palillos de dudosa limpieza (los frota entre si antes de empezar a comer) y engulle sus tallarines acompañados de sus cuatro “no se sabe qué”, seguro que no debe faltar el glutamato. A juzgar por su expresión la comida sabe a rayos.  Estamos en el año 2019; de aquí a cuatro días.
 En la cinta de Kubrick 2001: Odisea del espacio vemos a los astronautas  Bowman (Keir Dullea) y Poole (Gary Lockwood) disponiéndose a comer un menú supuestamente preparado por la computadora HAL9000. Cada uno tiene enfrente una bandeja con algo parecido a adoquines de colores vivos: naranja, verde intenso y un cubo de color sangre (supongo que la proteína cárnica que se menciona en el libro de Clarke) Todo tiene un aspecto liofilizado, aséptico, nada apetitoso. En el espacio no hay lugar para un sofrito a fuego lento.
 Alien, el octavo pasajero (1978) La tripulación del Nostromo se sienta a la mesa para celebrar con un banquete el despertar de Kane (John Hurt).  En la mesa sólo se distingue algo parecido a corn flakes y una ensalada de algas. Los comensales no tienen muy buena opinión de la comida pues Parker (Yaphet Kotto) anuncia: “Lo primero que haga cuando vuelva será comer, pero comida de verdad”. ¿Cómo qué? ¿Un MacDonalds? ¿Un Soylent Green, la galleta que come Charlton Heston en Cuando el destino nos alcance (1973) cuyo ingrediente secreto son cadáveres?  No es extraño que cuando a Kane le da el telele todos crean que se trata de indigestión. “¿Qué te pasa muchacho? –dice Parker-. La comida es mala pero no hay para tanto.”
Esta famosa escena la parodió con mucha gracia Mel Brooks en Spaceballs. (La loca historia de las galaxias) John Hurt vuelve con el mismo personaje, y el bicho también:
   En el siglo XXXIII habrá MacDonalds; así lo demuestra esta foto de El quinto elemento (1997) un futuro con Bruce Willis en una trama inspirada en los cómics de Moebius.

 Lo que sí dudo es que en esa época se preparen platos como este:
GAMBAS EN GABARDINA
 Para 4 personas: 24 gambas, 1 huevo, 6 cucharadas de harina, 1 vaso de cerveza, aceite, 1 limón, perejil.
Pelar las gambas y sacar la cabeza pero dejando la parte final de la cola.
Batir el huevo ligeramente en un cuenco, añadir la harina y  la cerveza removiendo sin parar para que todo se mezcle bien (la cerveza es el toque secreto de los rebozados, así quedan  esponjosos) Sazonar con un poco de sal y una cucharada de perejil picado.
Sujetando las gambas por la cola se van sumergiendo una por una en esta mezcla. En una sartén echar una buena cantidad de aceite y cuando esté muy caliente freír las gambas hasta que se vean bien doradas.  Al retirarlas del aceite dejarlas encima de papel de cocina para absorber el exceso de grasa.
Servir con rodajas de limón.
 Nada mejor que una ensalada verde para acompañar este plato.




jueves, 20 de febrero de 2014

OTRA ENTRADA POTI-POTI

ME OCURRIÓ EN LONDRES
PRUEBA DE DOBLAJE
Para un anuncio de bombones que triunfan mucho en las embajadas. El director me dijo: "Cuando leas tu texto (00:22) hazlo de la forma más susurrante y calentona posible." Bueno... uno hace lo que puede.
HIBERNATUS
 En la sala de espera del dentista repaso el revistero sin muchas esperanzas y entre prensa rosa atrasada y revistas profesionales con impactantes fotos de una endodoncia descubro un ejemplar de Año Cero; una publicación sobre temas paranormales que hacía tiempo que no hojeaba. Ahora se ha vuelto algo más seria y seudocientífica. Me gustaba más cuando publicaba aquellos artículos sobre el chupacabras o el hombre-coyote de Pensacola. Artículos que vale, nadie se los creía, pero que tenían su gracia.
Aprovechando el reciente estreno de Al encuentro de Mr. Banks publican un artículo sobre el cuerpo hibernado de Walt Disney y pronostican que dentro de diez años ... los avances científicos permitirán revivir a las personas que fueron hibernadas y hasta realizar una vida normal. Ya me lo imagino: Barcelona, Salón del Cómic año 2029. ¿Veremos a Walt Disney firmando y dibujando rodeado de un público expectante? El tiempo nos lo dirá.
PORTADA´S FEVER
Baudelaire escribía bien cargado de absenta y Escher dibujó bajo los efectos del LSD. Yo, en cambio, he hecho esta portada con un monumental trancazo griposo. Creo que se nota. El autor es el polifacético Peter Ustinov, el inolvidable Nerón de ¿Quo Vadis?

jueves, 13 de febrero de 2014

¿DIGA...?

 Se nos acabó a los dibujantes lo de representar un teléfono sonando con el auricular encabritado encima del aparato. De hecho, ya ni siquiera hacen ¡Riiinng!!!
Viendo series y películas de hace al menos veinte años atrás nos encontramos con situaciones anacrónicas que nos recuerdan aquellos tiempos anteriores a los móviles. Estoy revisando la setentera serie "Shaft" con Richard Rountree. En un episodio al compañero de Shaft, el agente Martinelli (un por entonces desconocido Joe Pesci ¿Qué se habrá hecho de él?) lo acribillan a balazos. Shaft se inclina sobre el cuerpo ensangrentado y dice: "¡Aguanta, Martinelli, voy a pedir ayuda!" y corre hacia una cabina para pedir una ambulancia y refuerzos. Por suerte es una cabina de las películas americanas que siempre funcionan, donde no se producían aquellos percances que a todos nos han pasado: cuando se tragaban las monedas y no daban línea o que la tapa del auricular había sido arrancada y quedaban los cables colgando... etc.  
 En Barcelona ya sólo quedan siete cabinas con cubículo que funcionan y el Ayuntamiento piensa aprovecharlas para recargar smartphones entre otros usos ¿Llegaremos a ver Cabinas para suicidas como en la serie Futurama? Quizás se lo planteen como solución radical contra el paro.
Aunque años atrás, la policía de Estados Unidos e Inglaterra disponían de unos teléfonos callejeros para emergencias. En Londres aún se ven. Los aparatos estaban dentro de una caja metálica que se abría con una llave que portaban los agentes aunque el pillastre de Don Gato descubría la manera de abrir la caja para llamar de gorra con el consiguiente berrinche del oficial Matute.

  Me lo preguntaba de niño cuando veía esa serie y me lo sigo preguntando ahora: ¿Ese agente patrullero no tenía nada más que hacer que vigilar a los gatos de un callejón? La criminalidad de ese barrio debía estar bajo mínimos.
¿Y cuando en las películas del cine negro solía llamar  un misterioso confidente? Solía decir cosas como "Acuda esta noche al muelle número doce" o "Nos vemos en la esquina de Michigan con la cuarenta y tres. Venga solo." Hoy en día el anonimato de esa llamada se iría al garete pues con los móviles y los nuevos modelos de teléfono fijo ya casi no hay números ocultos.
Y Ghostface, el asesino de Scream -película que en España se titula por cierto: Scream, vigila quien llama-  tendría que aterrorizar a sus futuras victimas usando el Whatsapp. Seguro, porque a partir de ciertas horas muchos, yo entre ellos, ya no nos molestamos en descolgar el teléfono fijo en casa pues suele ser alguien que se equivoca de número o alguna latosa compañía que te quiere vender sus ofertas:" Hola, me llamo Doralys ¿Hablo con el titular de esta línea...?"
LA GUÍA DE TELÉFONOS
En la guía telefónica de Nueva York había, antes de la II Guerra Mundial, veintitrés abonados cuyo nombre era Hitler. Después, hubo veinticuatro.”
(Microrrelato de Fernando Marías)

En 1940 residían en Berlín 73.000 judíos que iban perdiendo prácticamente todos sus derechos. En julio se les retiraron sus contratos telefónicos y solo pudieron conservar su teléfono los médicos y los abogados. La guía telefónica de Berlín de ese año aún contaba con 5000 judíos en sus páginas. En su última edición durante la guerra, la guía de 1941, únicamente aparecían 520 judíos.
El 18 de abril de 1941 a las 17.52 horas suena el teléfono en el apartamento berlinés de Menahem Saltzman. Un minuto después ya ha agotado todo su repertorio de maldiciones.
Sólo 520 judíos en la guía y tenían que llamarlo cuando estaba en la ducha, enjabonado hasta las cejas.
Y encima querían hacerle una encuesta para una conocida marca de cigarrillos.

jueves, 6 de febrero de 2014

LA VOZ DE CHRISTOPHER LEE (RELATO)

Inspirado en un cuento de Jaume Fuster
 El bar de los Estudios Romero se encontraba repleto de dobladores y técnicos que desayunaban entre takes. Si uno cerraba los ojos y escuchaba le parecía estar en la Cantina de Hollywood rodeado de las voces de John Wayne, Jodie Foster o Paul Newman.
Sara, una escritora, había conseguido el permiso del director de los estudios para asistir a unas grabaciones que le servirían para documentarse con una novela en la que el protagonista era un actor de doblaje. En ese momento compartía mesa con Gil y Zabala, las voces de James Stewart y Richard Widmark respectivamente en una película que se estaba grabando en catalán para TV-3.
-Lo bueno es cuando oyes tu voz en la pantalla grande –le decía Zabala a Sara-, te da un subidón tremendo.
-Hola, Gil, Zabala… ¿Qué tal estáis?
Era una voz profunda, gutural. Sara se volvió para ver a un hombre de unos cuarenta años, alto y delgado vestido enteramente de negro.  Su cabello oscuro enmarcaba un rostro pálido y altivo y labios de un rojo intenso.
-Ah, hola, Radu –saludó Gil-. ¿Cómo te va?
-Oh, bien… Estoy haciendo un anuncio. Bueno, he de irme, me esperan en el locutorio.
Sara intentaba recordar qué rostro ponerle a esa voz grave, de vocales nítidas y consonantes rotundas. Zabala se lo aclaró:
-Es Radu, un doblador excelente. Muy bueno sincronizando, nunca había que repetir un take. Era la voz de Christopher Lee cuando la televisión compró un lote de viejas películas de la Hammer.
-Pero ahora nadie quiere trabajar con él –apuntó Gil
-¿Y eso porque? –preguntó Sara.
-No lo sé muy bien. Se volvió extraño… de eso sabrá algo Raúl, el técnico de sonido, trabajó muchas veces con él.
La conversación se interrumpió. El locutorio estaba preparado y había que seguir grabando.
 Después del trabajo en el estudio Sara solía ir a un bar cercano típico del barrio de Gràcia con cromados, cuero rojo y luces cálidas. Estaba sentada en una mesa apartada revisando sus notas cuando oyó una voz a su espalda:
-Hola. Nos hemos visto antes en el bar del estudio.
Era la misma voz cordial del conde Drácula que recibía a Jonathan Harker invitándole a entrar en su castillo.
Sara le saludó sonriente y le invitó a sentarse. Radu le atraía, pues era del tipo guapo-grotesco que le gustaba, como Willem Dafoe. La pálida cara de Radu reflejaba los colores del local y se veía ligeramente fosforescente.
No hubo ningún insulso intercambio de frases habitual en estos casos. La conversación fluía animadamente. Sara, a cada momento más fascinada, entrecerraba los ojos  imaginando que  tomaba una copa con el mismísimo Christopher – Drácula –Lee.  Radu acercó su rostro al de ella cubriendo su mano con la boca, como si quisiera disimular un problema de aliento.
-Sara, es tarde. Tengo el coche muy cerca. Si quieres, te llevo a casa.
Radu había aparcado en una calle oscura y desierta. Aquel instante se llenaba de un estremecimiento invisible y viviente, como de sutiles alientos. Todas las sombras, todos los bellos y dulces fantasmas.
El interior del coche le pareció a Sara sorprendentemente gélido.  Miró a Radu. Ahora sus ojos eran un abismo oscuro y pudo ver los colmillos que asomaban por su cálida boca curvada en una roja invitación. 
 Sara sintió una fétida y cálida oleada. Los labios de la chica eludieron los de Radu, su corazón se aceleró dominando todo aquel horror y un segundo más tarde corría calle abajo a toda velocidad.
-¡Lo siento, Sara! –gritaba Radu desde la ventanilla-. He ido demasiado rápido… ¡Vuelve!
La luz de un fanal devolvió a Sara a la realidad como un ardiente rayo luminoso. Se encontraba en la concurrida Travessera con sus escaparates iluminados. Paró un taxi que la dejó en casa.
Después de una noche de profundos sueños negros sin rostro Sara bajó más tarde de lo habitual a la cafetería donde solía desayunar. Marcó en el móvil el número de los Estudios Romero y preguntó por Rubén, el técnico. Aguardó mirando distraídamente las noticias del televisor mientras hervía en su cabeza un huracán de pensamientos.
-¿Rubén? Mira, me han hablado de ese Radu y, bueno… me ha parecido que podría ser una historia interesante para mi libro. ¿Sabes porque nadie ahora quiere trabajar con él?
-Halitosis –dijo Rubén.
-¿Cómo…?
-Ya sabes, mal aliento. Tan horrible que nadie soportaba estar a su lado en el atril, por eso sólo hace anuncios y documentales en los que únicamente habla él.
-Gracias, Rubén –respondió Sara con mucha más calma.
Sara meneó la cabeza. “Pobre Radu, su problema era el mal aliento… Me he dejado llevar por la imaginación.”
La locutora de noticias anunció:
“Extraño crimen en el barcelonés barrio de Gràcia. Ayer por la noche se encontró el cadáver desangrado de Rosa Picó. Presentaba unas extrañas heridas en la yugular. Se cree que pudo haber sido atacada por una fiera salvaje pero el Zoo de Barcelona no ha informado de la desaparición de ningún animal de sus…”
Sara miraba como hipnotizada al vacío, pálida y completamente inmóvil.
-¡Eh, Sara! –le dijo un camarero al ver su expresión desencajada-. ¿Te ocurre algo?
En el rostro de Sara apareció un trémulo deseo de hablar. Balbuceó:
-Chris… ¡Christopher Lee!