jueves, 31 de marzo de 2022

MIEDO GARANTIZADO

 

Índigo empujó la puerta y entró. Sentado en una mesa le observaba un hombre de cabello y bigote grises con una extraña expresión de sosiego, como si la cara no encajara bien en los huesos.

 -Buenos días. Venía por el anuncio -dijo Índigo mostrando un recorte de periódico: "¿Quiere pasar realmente miedo? Calle Schreck, 28. Puerta 16".

 -¡Adelante, siéntese! -dijo el hombre gris con una meliflua sonrisa indicándole una butaca-. Me llamo Timor. He reconocido en usted a alguien que busca emociones fuertes. Un hombre de mandíbula firme, pensamientos rojos y dientes blancos.

 -¿Me asegura que pasaré miedo? -preguntó Índigo tomando asiento.

 -¡Garantizado! -afirmó Timor- cuando salga de esta oficina lo hará presa del pánico a cambio de una simple transacción.

 -Algo me dice que hablamos de dinero -dijo Índigo con una sonrisa amortiguadora.

 -No. A cambio de diez años de su vida.

"Está loco" -pensó Índigo. Pero había algo en Timor que inspiraba seguridad, quizás aquel bigote recortado como un cepillo de dientes. Timor aguardaba con la mirada del que espera una rápida respuesta.

 -De acuerdo.

  Timor le tendió solemnemente un impreso de aspecto rutinario y una pluma. Le señaló una línea punteada:

 -Firme aquí, por favor.

 -Pensé que tendría que firmar con sangre -dijo Índigo. Timor correspondió al comentario con una sonrisa cortés. En cuanto Índigo separó la pluma del papel Timor le arrebató el documento enrollándolo como un pergamino.

 -Bueno, señor Timor ¿Y cuándo empezará ese miedo?

 -¡Desde ahora mismo! -a Timor le centelleaban los ojos. Todo parecía irreal y desenfocado -¡Ya puede empezar a horrorizarse!

Aquellas inesperadas palabras provocaron una punzada en el estómago de índigo. Timor se levantó y salió rápidamente por una puerta a sus espaldas.

Índigo decidió seguirle. Rodeó el escritorio y abrió la puerta. Daba acceso a una sala grande y muy descuidada. Una mortecina bombilla iluminaba las telarañas que colgaban del techo como jirones putrefactos. Al fondo había otra puerta a considerable distancia, tendría que haber visto a Timor salir por allí. El suelo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo ¿y dónde estaban las pisadas?

 Índigo se precipitó hacia la calle. Echó a andar sorteando a los transeúntes que ahora le parecían sombras que le asustaban en las esquinas.

"Diez años de mi vida... ya no soy tan joven ¿Y si estaba destinado a morir mañana en un accidente absurdo?".

Tragó saliva. Índigo estaba demasiado aturdido para advertir que estaba cruzando la avenida con el semáforo en rojo. Un estruendoso bocinazo le hizo volverse. Lo último que vio fue un rótulo brillante: 78. Drassanes - Les Corts. Cuando el autobús dejó atrás el desmadejado cuerpo de Índigo ya no sentía ningún miedo. Ni sentía ni padecía, como suele decirse.

Timor dejó el impreso firmado por Índigo sobre un cenicero y le prendió fuego. Las llamas expulsaron un globo luminoso que ascendió lentamente.

 -Qué cosa tan fascinante es el alma -murmuró Timor.

La puerta se abrió.

 -Buenas tardes, venía por el anuncio.

FIN

PROFESOR SIBELIUS

FRODO Y SU HUMOR ARGENTINO
RECETA: MACARRONES A LA LEÑADORA Foto: Silvina.

Aunque aquí la primavera se ha presentado fría y lluviosa, ésta es la típica receta de pasta primaveral en Italia.

Sofreír bacon cortado a tiras. Añadir champiñones, guisantes (arvejas, para mis amigos del otro lado del charco) aceitunas negras deshuesadas y cortadas en rodajas y un tomate de lata, de los enteros y pelados. Dejar reducir un poco a fuego mediano y verter 1/2 brick de nata para cocinar. Remover y apagar el fuego.

Mientras tanto, los macarrones se habrán cocido en agua salada. Colar, mezclarlos con la salsa y servir con pimienta recién molida.

Esta receta también se puede hacer con espaguetis. Aprovecho para mostrar un truco que me enseñó un chef italiano: los espaguetis crudos que caben en un anillo equivalen a la ración de pasta para una persona.











viernes, 18 de marzo de 2022

POR UNA BALA McCORMICK

 

Mi cuñado me llamó ayer, quiere rodar unas escenas en mi casa para un cortometraje ambientado en la guerra civil, y es que vivo en un caserón casi intacto desde hace un siglo. No me explico como mi insufrible cuñado gana tantos festivales y dinero con sus películas insulsas y pedantes; como él mismo.

Todos los enchufes de la casa están ocupados por cargadores, de móviles y baterías para las cámaras. Los de atrezzo desalojan anacronismos del salón como mi televisor QLED de plasma. Su lugar lo ocupan lámparas estilo araña con tulipas, sillones de la época y hasta un calendario de 1936. El palurdo de mi cuñado cuida obsesivamente los detalles. Siempre dice: “Mis películas destilan realidad, lo mío es cinema verité.”  Soplapollas… Mientras escribe notas en el guion me dice:

-Este festival concede los premios mejor pagados de la industria cinematográfica. Lo primero que haré si gano será pagarle la operación de aumento de pechos a mi muj… a tu hermana.

-Gracias, ya que es mi hermana. ¿Pero no se había hecho ella antes esa operación?

-Sí, pero salió mal. Ahora tiene una teta la mitad de grande que la otra.

Aprovecho que a mi cuñado le suena el móvil para hacer mutis. Me desquicia que siempre me cuente cosas que preferiría no oír. En el lavabo abro el botiquín y me tomo una de mis píldoras de nitrato para el corazón, creo que hoy me harán falta.

Cuando vuelvo al salón mi cuñado casi se abalanza sobre mí.

-Acaba de llamar un actor para decirme que no podrá venir. Tú podrías hacer su papel. ¡Es muy fácil! Te disparan con una bala de fogueo, tú solo tienes que caerte de espaldas.

Antes de que pueda protestar mi cuñado abre un maletín y saca algo parecido a una pequeña cápsula.

-Esto lo llaman Bala McCormick. Está rellena de sangre falsa, lleva una pequeña carga explosiva que se activa con mando a distancia. Se fija a la piel con una pequeña ventosa y cuando el técnico pulsa el mando la sangre sale disparada al exterior simulando el impacto de un disparo. Queda muy realista, muy auténtico,  muy…

-Verité –mascullo entre dientes.

 Media hora después me han vestido de oficial del ejército republicano. Uniforme de verano con camisa blanca para destacar mejor la sangre. Un técnico me sujeta en el pecho la cápsula de látex y me hace un pequeño corte en la camisa, allí donde se quiere que la sangre aparezca al disparar. Mi cuñado me informa:

-Tu papel es el de un coronel republicano que está pasando información al bando enemigo. Un miliciano te ha descubierto. Entrará por ahí –señala una puerta-  te dispara y te caes hacia atrás. Ya ves que te hemos puesto detrás un futón para que no te lastimes al caer. 

Se vuelve hacia el equipo de rodaje batiendo palmas:

-¡Venga todos a sus puestos! Esta escena ha de salir en una sola toma que esas balas cuestan una fortuna -.Se acomoda en la silla de tijera y me pregunta-: ¡Cuñado! ¿Quieres que hagamos antes un ensayo?

-¡Dale ya, John Ford, que no tengo todo el día!

-¡Silencio! ¡Se rueda! ¡Acción!

La puerta se abre de golpe y entra un miliciano –mono azul con cartucheras, pañoleta roja y negra- empuñando un fusil máuser. Me apunta. Dispara. El técnico pulsa el mando a distancia. La bala McCormick expulsa su carga de sirope de maíz con zumo de remolacha. Surge un destello rojo y noto llamas en el pecho. Todo mi cuerpo se sacude envuelto en chispas. ¡Mierda, mi marcapasos! La explosión de la bala ha provocado una descarga de mil pares… 

Caigo hacia atrás. La caída ha quedado muy convincente pues estoy realmente muerto. Sí, lo noto por una vaga sensación de abandono astral, pero sigo percibiendo todo a mi alrededor. Debo estar en una especie de umbral o algo así. El miliciano se me acerca. Grita: “¡Quintacolumnista! ¡Traidor a la Repub…!” se calla de repente al notar que algo va mal. Se vuelve hacia el director, o sea, mi cuñado:

-¡Eh! ¡Ese tío está muerto de verdad!

Y oigo la imperiosa voz de mi cuñado:

-¡Sobre todo no pares de filmar! –grita al cámara- ¡Qué pasada! ¡Esto sí que es cinema verité!

-¡Cuñado! –le grito-. ¡Eres un verité cabronazo!!!

Pero como estoy muerto nadie me oye.

La cobertura en el más allá deja mucho que desear: FIN

PROFESOR SIBELIUS

¡Y... AQUÍ ESTÁ DE NUEVO FRODO!
RECETA: LANGOSTA DE POBRE. Foto: Silvina.
Venga, que hace tiempo que no pongo un plato de pescado. El nombre viene de que este plato de rape sabe muy parecido a la langosta. 
Sazonar un lomo de rape con pimentón y un poco de sal por los lados. 
Calentar el horno a 200º. Cubrir una bandeja para horno con aros de cebolla, poner encima el rape y hornear durante 20m. 
Se puede acompañar con salsa rosa: mezclar en un bol mahonesa, tomate concentrado, mostaza, 1 chorro de whisky y mezclar bien hasta formar una salsa. 



 

 

martes, 8 de marzo de 2022

SUICIDIOS S.A. Basado en un relato de Martin Page

 

Ayer intenté suicidarme pero no tuve éxito, de no ser así no lo estaría contando.

Estoy ingresado en urgencias y hoy han venido a visitarme dos amigos, Geno y Vera. Ésta última me ha contado de nuevo  sus repetidos intentos de quedarse embarazada.

-Después de inseminarme nos vamos al parque de atracciones y nos montamos en el Dragon Khan horas y horas.

-No veo la relación –le comento.

-Creemos que la fuerza centrífuga de la montaña rusa puede propulsar los espermatozoides hacia el lugar adecuado –me aclara Vera.

 Tengo un nuevo compañero de habitación del que sólo puedo precisar que es un ser humano. Está envuelto en vendas como una momia egipcia y hoy me ha hablado:

-¿Porqué estás aquí? –pregunta con voz femenina.

-Coma etílico.

-Ah, eso ya lo probé –asegura la mujer-. ¿Vodka? ¿Whisky? ¿Cuántos litros?

-Cerveza. Un botellín.

La mujer ríe. Entre las vendas solo se ven sus ojos verdes, como dos esmeraldas en un estuche blanco. Vuelve sus ojos hacia mí y dice:

-Voy así de empaquetada porque intenté suicidarme. Me tiré desde la cúpula del monumento a Colón y aterricé sobre un grupo de turistas japoneses. Claro, son mucha gente en un país pequeño y les gusta sentirse agrupados. Amortiguaron la caída y tengo rotos casi todos los huesos. ..

Entonces la mujer me comenta que ha visto en internet el anuncio de un club para suicidas donde imparten clases de suicidio. Me dicta la dirección y en ese momento aparece un médico que anuncia que puedo abandonar el hospital con el mismo tono de un mecánico que te informa de que tu coche está arreglado.

Llamo al día siguiente y una voz cantarina me informa:

-¡Aquí el Club de los Suicidas! Suicidios fáciles y rápidos. Clases todos los lunes y miércoles a las siete por la profesora Cruella Arsénica. Le digo la dirección…

 El club se encuentra en un edificio de oficinas. Entre placas de consultorios médicos, agencias de publicidad y todo tipo de empresas vislumbro una placa de bronce: Suicidios S.A. 7ª planta.

“Qué raro que el club tenga un nombre tan… mercantil” –pienso.

Recorro un largo pasillo guiándome por los letreros hasta que descubro una enorme puerta y encima “Suicidios S.A.” en un rótulo luminoso. Al otro lado aparece la tienda de la asociación, como en algunos museos y locales turísticos lo primero que se ve al entrar es la tienda de regalos. Es una sala iluminada con grandes ventanales que ofrece libros sobre suicidio, armas, venenos, amanitas faloides secas… y lo necesario para una grata muerte: vinos, manjares selectos y música. No podía faltar “Glommy Sunday” (*). En las paredes cuelgan posters a la venta de suicidas célebres: Hemingway, Virginia Wolf, Robin Williams, Kurt Cobain…

“Vaya negocio tienen aquí montado” –me digo decepcionado por todo este grosero merchandising que destruye la parte romántica del suicidio. ¿Qué pinta aquí el joven Werther y su suicidio por amor? ¿O Mishima, despidiéndose con el seppuku, al más puro estilo samurái?

Decido que ya no quiero morir, abandono el edificio y me precipito hacia el primer bar que encuentro.

-Un botellín de cerveza –pido en la barra-. Sin alcohol, por favor.

Ahora tengo que cuidarme.

(*) GLOOMY SUNDAY. La canción de los suicidas.

Gloomy Sunday, conocida popularmente como “La canción húngara del suicidio,” es posiblemente la primera leyenda urbana de la historia. Fue compuesta en 1933 por Rezso Seress y pasó bastante desapercibida hasta que en 1936 las autoridades húngaras decidieron prohibirla al ser relacionada con no menos de 17 muertes voluntarias. Se basaron en que habían encontrado referencias a la canción en las notas de los suicidas; algunos tenían además el disco de Gloomy Sunday (Domingo Triste) puesto en el gramófono en el lugar de los hechos. Esto proporcionó una gran publicidad a la canción que se vendió con gran éxito en Estados Unidos con el sobrenombre de “The Hungarian Suicide Song” aumentando a cien el número de suicidios relacionados con la canción. Hay varias versiones con cantantes tan dispares como Björk, Elvis Costello o Sinéad O´Connor pero sin duda la mejor es la de Billie Holiday. Es una bonita canción aunque bastante melancólica, eso sí. Por cierto que años más tarde, afligido por no poder componer una canción con un éxito similar, el autor Rezso Seress decidió poner fin a su vida saltando por la ventana. A eso yo le llamo ser consecuente.


ENVUELTOS DE POLLO, ESPINACAS Y JAMÓN. Foto: Silvina. 
Necesitaremos pechuga de pollo cortada en filetes finos.
Salteamos en una sartén queso fresco -o yogurt griego- con ajo picado, pimentón y espinacas.
Rellenamos los filetes de pollo con esta mezcla, los envolvemos con una loncha de jamón y sujetamos todo con mondadientes.
Poner los rollitos en una bandeja de horno y cocer a 200º unos 20 minutos.