jueves, 23 de enero de 2020

EL RUIDO MISTERIOSO DEL ARMARIO. Historia real.


Estaba muy interesado por Anna y cuando me dijo que no sabía cocinar me dije: ésta es la mía. Quedamos en que iría el día siguiente a su casa para preparar la cena.
Nada más abrirme la puerta noté que Anna estaba alterada, la mano que apoyaba en el quicio le temblaba ligeramente.
-Me alegra mucho verte -dijo. Pensé que aquello pintaba bien pero añadió-: Creo que se ha metido una rata en el armario del dormitorio.
Me agarró de un brazo guiándome hacia su cuarto. Continuó diciendo:
-Han hecho obras en el alcantarillado de enfrente y desde entonces se han visto ratas por aquí. Ayer un vecino se encontró una enorme en la escalera.
Entramos. Del interior del armario se oía un ruido chirriante como de algo que estuviera royendo o escarbando en el primer cajón, debajo de la cómoda. Un ruido hostil e inquietante. Estaba claro que Anna esperaba que hiciera de exterminador.
-Supongo que no tendrás un bate de béisbol.
-Tengo un palo de fregona.
 Mientras Anna me observaba desde un rincón del cuarto agarré el palo con fuerza y con la mano libre abrí el cajón lo más rápido que pude. Algo se agitaba ahí dentro... un dildo.
Sí, un dildo, un vibrador como el de la izquierda. La pila del interior había hecho contacto y el aparato vibraba dentro del cajón produciendo esos sonidos. Lo puse en OFF.
-Bueno, al menos no era una rata. Esto tiene cinco velocidades, si quieres hago una mayonesa. ¡Já, já! -le dije a Anna sonriendo para quitar hierro al asunto, pero ella me miraba con expresión de Tierra trágame quiero fundirme.
Durante la cena Anna estuvo tensa y yo acabé sintiéndome incómodo. Nos despedimos con dos fugaces besos en las mejillas. Una velada prometedora arruinada por un cachivache que se puso en marcha cuando no debía.
MELMOTH
Melmoth ha escrito un excelente relato sobre un romántico empedernido. Dice que se basó en el hombre de la foto, y la verdad es que se me parece un poco...
WHODUNIT, MON AMOUR
 Esta es la historia de Bertrand Morane, un hombre maduro y triste que no tenía suerte con las mujeres. A decir verdad, Morane nunca llegó a reflexionar lo suficiente respecto a su vida intensamente azarosa y amorosa. Era un hombre atractivo y lleno de recursos artísticos. Dibujante, doblador de películas y actor circunstancial. Su vida lo había llevado a acumular un sinfín de divertidas y delirantes anécdotas que contaba con gracia cambiando de voces según el personaje aludido. Pero vamos a adentrarnos en lo que nos concierne: Morane era un hombre que había estado con muchas mujeres sin llegar jamás a consolidar una relación estable. Llegaba a desear con todas sus fuerzas vivir para siempre con una mujer. Bertrand Morane empezó a volverse loco o al menos es lo que él creía. ¿Por qué Morane creía que se estaba volviendo loco? Porque hubo un momento que las relaciones que tenía con las mujeres empezaron a cambiar de manera alarmante. Todo empezó con aquella loca que tenía una tienda donde reparaba tostadoras -primer síntoma de locura- ¿quién lleva a reparar una tostadora hoy en día?. Cuando llevaban dos semanas ella, por la mañana, estaba en la cocina de la casa de Morane con la bata puesta y una taza humeante de poleo menta. Cuando Morane  entró en la cocina ella le hizo esta pregunta:

- ¿Qué clase de contrato tienes donde trabajas?
 De repente, ella desapareció. Se esfumó literalmente dejando la bata caída y arrugada sobre la silla. Morane se quedó absorto. Solo había visto una cosa similar cuando moría un Jedi en la saga de La guerra de las galaxias. Fue en ese momento cuando Morane se dijo que se estaba volviendo majara. A la semana siguiente volvió a enamorarse de una mujer divorciada cuatro veces. Tenía una peluquería para perros. Lo mismo. Por una parte,a Morane le salía esa vena romántica que no podía controlar. Pero, por la otra, deseaba una mujer fija en su vida, ver series televisivas en zapatillas con forma de perro y una manta de cuadros cubriéndoles las piernas. Pues bien, la mujer que se pasaba toda su puta vida peinando y haciendo permanentes a perros de cuya raza parecía una broma de la naturaleza, acabó sentada en la silla de la cocina de Morane junto a una taza humeante de poleo menta. Morane entró en la cocina y vio lo mismo que en la mujer que tenía el negocio de reparaciones de tostadoras. Ella le dijo con tono autoritario:
- Quiero que me hagas un hijo.
Y desapareció como un efecto especial de una película de ciencia ficción de serie B de los años cincuenta. A Morane ya no le asombró tanto aquella alucinación, pero pensaba: ¿Cómo voy a tener una mujer para siempre si cuando se presenta la oportunidad desaparece?
No pasó ni dos días cuando el enamoramiento atacó a Morane. Las redes sociales es un no parar. Una mujer que decía tener un pequeño negocio. Él le preguntó de qué. Pero ella (siempre a través del móvil) no acababa de describir con claridad qué tipo de empresa tenía. Entre un montón de emoticonos, ja jás, y más emoticonos tocando las palmas, no había manera de averiguar a lo que se dedicaba. Pero daba igual. Nos saltamos descaradamente lo que ya sabemos y volvemos a estar en la cocina de Morane. Ella desaparece en un corte mal sincronizado por el montador de una película cargado de coca hasta el culo después de decirle ella:
- Quiero presentarte a mis padres.
 Hoy, Bertrand Morane sigue deambulando por ahí, cansado de enamorarse y de los malditos impulsos que ocasiona. Se acabó de tanta tontería.
Como Morane estaba desconectado de todo no pudo enterarse de algunas noticias que acaparaban el panorama nacional e internacional. Se había encontrado en un descampado el cadáver descuartizado de una pobre mujer que tenía un pequeño y modesto taller de reparaciones de tostadoras. Unas semanas después se encontró otro cadáver de una mujer descuartizada flotando en el río. Tenía una peluquería para perros. Y, lo más inquietante; pocos días después se volvió a encontrar otro cadáver de una mujer que todavía no había sido identificada. Por lo visto tenía un rostro muy extraño. Según la policía, cuando la encontraron tirada en un callejón de un suburbio de París, tenía la cabeza afeitada y el rostro muy redondo y amarillo con una sonrisa siniestra, “como un emoticono”, según las palabras
FIN
LA RECETA: POLLO RELLENO DE ESPINACAS Y RICOTA. Foto: Silvina
Usaremos pechuga de pollo cortada en filetes delgados. En una sartén saltear espinacas (mejor si son frescas) con ajo fileteado y ricota u otro queso fresco.
Rellenar los filetes de pollo con esta mezcla, envolver con una loncha de jamón serrano y poner en una fuente de horno.
Hornear 15m. a 200º y ya está. ¿A que es fácil esta receta?

lunes, 13 de enero de 2020

EL PRIMER POTI-POTI DE 2020

1 DE ENERO. Echando un vistazo en mi bola de cristal. No pinta mal el 2020.
¿Creían que este año se libraban de mis chistes malos?
VOZ INTERIOR. Relato.
Estoy practicándome una brutal manicura con los dientes intentando aplacar mis nervios y es que en cualquier momento Carmen Mary aparecerá desnuda -o casi- saliendo del cuarto de baño.
Carmen Mary es la más famosa ventrilocua del escenario. Y la más hermosa. Cuello, manos y boca de bailarina. Podía haber sido bailarina o actriz pero ha triunfado como ventrilocua, la mejor.
Repertorio limitado, sólo dos muñecos: Ponzoñosa, una bruja chapucera y Rapunzela -mi preferida- una paródia de las ñoñas princesas de los cuentos infantiles. Carmen Mary alteraba el tono de voz sin el más imperceptible movimiento de sus labios. Sólo asomaban por un instante sus dientes y su lengua que llegaba hasta el borde de la boca y se retiraba rápida.
Reuniendo todo mi escaso valor la abordé al final de una de sus representaciones para invitarla a tomar algo. Ante mi aturdida sorpresa aceptó: "Sólo tomaré café, el alcohol altera mi voz".
 De cerca aún se veía más hermosa: el color amarillo aceite de sus ojos, el sonido bajo y acariciante de su voz. Reímos al sorber posos de café con aire pues ya habíamos vaciado las tazas, entonces me propuso acompañarla a su casa.
 En el cuarto de Carmen Mary, sentado en una silla, veo la muñeca de Rapunzela sobre la cama mirando fijamente el techo como una momia que resucitará cuando la ventrilocua la tome entre sus brazos. Podría parecer algo inquietante, al estilo de ¿Qué fue de Baby Jane? pero el muñeco no desentona entre aquella decoración damasquinada con un punto irreal.
La puerta del baño se abre y Carmen Mary aparece sonriente y desnuda. Se tumba sobre la cama mirándome fijamente. La estancia ha quedado silenciosa como si todo se hubiera detenido a nuestro alrededor.
-Ven aquí, cariño - susurra.
Sin embargo su boca de labios parejos y carnosos permanece cerrada con sonrisa de Gioconda. Ella abre las piernas de forma harto elocuente y entonces lo veo con claridad.
Los labios de su sexo son horizontales. Siguen pareciendo los de la Gioconda pero como si un bromista le hubiera pintado un bigote por el bozo oscuro que ribetea el labio superior. Carmen Mary sonríe, con todos los labios en graciosa sincronía. Luego vuelven a hablar los labios de abajo:
-Déjate llevar...
Lo dice con la afelpada voz de Rapunzela.
FIN
Curioso: Melmoth y yo hemos coincidido en la ventriloquía: 
EL VENTRÍLOCUO (Melmoth)
El ventrílocuo se preguntó por qué demonios tenía que decir las cosas que no se atrevía a decir por él mismo a través de Habby su grotesco muñeco. Sí, siempre fue muy cobarde para decir lo que sentía y pensaba, y por esta razón, se hizo ventrílocuo. Pero ya era hora de enfrentarse a ello. Salió decidido al escenario con el muñeco. No se había dado cuenta que lo llevaba, por la costumbre. Empezó a decir todo lo que tenía acumulado en su interior de toda una vida de mierda: ira, quejas, trastornos, frustraciones, desengaños amorosos, estupideces cometidas a raudales, miedos y toda la chatarra emocional que lleva el ser humano a cuestas como una ferretería ambulante de tercera. 
 El público empezó a abuchearlo, a silbarlo, a gritarle: "¡Fuera!" "¡Fuera!" "¡Farsante!" El ventrílocuo empezó a odiar al público tanto como a su siniestro muñeco semejante al famoso enano lascivo Hervé Villechaize, el que se parecía a Felipe González e interpretó al villano de la película “El hombre de la pistola de oro”. Al mujeriego. El que se hizo construir la piscina más grande de todo Hollywood y acabó con su vida de un disparo. En ese momento crítico, el muñeco le echó una mano. Introdujo su manita de madera fría por el interior del frac. El ventrílocuo sintió un leve placer en su espalda. Se apagaron los potentes focos del escenario y se encendieron las luces que dejaron ver el patio de butacas que estaba a rebosar de muñecos de ventrílocuos que se parecían a Hervé Villechaize. Todos empezaron a aplaudir con entusiasmo. Habby empezó a decir lo mismo que había dicho el ventrílocuo y la audiencia reía a carcajadas. El ventrílocuo volvió a sentirse bien, hasta que volviera a tener esos arrebatos tan frecuentes e infantiles.
FIN
EL CHUPACABRAS (Marc Ribot)
El chupacabras es una criatura cruel y sanguinaria, dotada de garras, colmillos y una pajita de plástico.
Ayer fui a pescar al muelle. Cuando lancé el sedal saltó del agua una dorada enorme con un lunar azulado que se apoderó de mi reloj y se zambulló de nuevo en el mar. Volví a casa triste pues ese reloj tenía para mí un gran valor sentimental. Frente a mi casa me esperaba un extraño hombre barbudo de dos metros de altura, con impermeable amarillo, y que sujetaba de la cola una gran dorada con una mancha azul. "Toma", me dijo y desapareció calle abajo. En la cocina abrí el pez. Febrilmente hurgué en sus entrañas buscando mi reloj y... Voilà! Nada. Sólo vísceras de pescado. 
-Bueno... al menos me lo haré a la sal. 
Y después de esta chorradilla, la receta:
DORADA A LA SAL 
Advertir en la prescadería que es para cocinar a la sal pues la abren de una manera distinta.
Cubrir el fondo de la bandeja de horno con una capa de sal gruesa y añadir un vaso de agua para que el vapor de la cocción impida que la dorada quede seca.
Cubrir el pescado con la sal dejando fuera la cabeza para saber cuando está cocido.
Cocer en el horno 30m. a 200º. Al sacarla del horno romperemos la costra de sal con un cuchillo y ¡a comer! No hay que dejar la dorada reposando con la sal pues quedaría fuerte de sabor.