Tra´-lá-rá-la-ri-ta… Escucho la voz de Caperucita. La
imagino deglutiendo hamburguesas, simulando los primeros periodos y esclava de
las redes sociales.
-¿Dónde vas tan sola, Caperucita?
No mostró sorpresa, sabía que ese momento llegaría. Se
acomodó su capa verde (yo la veo de ese color) y dijo:
-A casa de mi abuelita. Vive más allá del bosque, en la
ciudad, en un piso de renta antigua. Eres el lobo feroz, supongo. ¿Vas a
comerme?
-Sería fácil.
-Podrías devorar a los Tres Cerditos.
-No como cerdo.
-O al príncipe.
-Aquí no hay príncipes.
-No me interesa la realeza, parecen insulsos.
-Yo me comería una hamburguesa. Pero antes me gustaría
visitar a los Tres Cerditos ¿me acompañas?
Acepté. Nos adentramos en el bosque hasta la casita. Nos asomamos al cristal de una ventana. Había una cacerola hirviendo en el fuego y, sentados a la mesa, tres cerditos. Aunque si se les miraba bien uno se daba cuenta de que eran tres enanos disfrazados de cerditos, bajo la máscara porcina se veían sus bocas. Distinguimos junto a la puerta una cerdita semidesnuda, cubierta solo por una esclavina (una capa que no sirve para nada) las manos de los tres cerditos se perdían en la anatomía de la cerdita. A todo ello se unía el vapor de la cacerola hirviendo que concedía a la escena un aspecto de niebla londinense, presagio de un crimen.
-Son divertidos, los cerditos –dijo Caperucita sin despegar
la nariz del cristal-. Y añadió: tú deberías soplar la puerta.
Lo intenté pero era de plástico. El cuento hablaba de paja,
madera y leña, pero no mencionaba el plástico. Me di cuenta de que la cerdita
llevaba una capucha como la de Caperucita.
-Usurpa tu papel esa chica-cerdita –le dije.
-Es una Trans. Ya sabes, los cuentos actualizados… y las dos
vestimos en Desigual –dijo abriendo su caperuza verde y mostrándome la
etiqueta-: Desigual mola.
-¿Me acompañas a comer una hamburguesa? Hay un Burger King
cerca.
Nos alejamos de la casa de los tres cerditos. Era verdad,
había un Burger King en el bosque. La contemplaba mientras devoraba su
hamburguesa. El kétchup verde resbalaba por su barbilla como la sangre de una
víctima.
¿Qué llevas en la cestita? –me atreví a preguntar.
-Mi kit de maquillaje.
-¿Podrías… podrías pintarte los labios de rojo?
Caperucita sacó del cesto un pintalabios. Vi como el carmín
untaba su boca. Frunció los labios y luego los abrió mostrando una sonrisa
depredadora, de enormes colmillos feroces enmarcados por una aureola verde.
Creo que me estoy enamorando…
HEART DOG. Prosiguen las aventuras -o desventuras- de Edu Mastín.
LA RECETA: Espaguetis a la mantequilla de salvia.Mientras se cuecen los espaguetis en agua salada poner al fuego una sartén con 1 cucharada sopera de aceite, 1 diente de ajo cortado en láminas finas y 50gr. de mantequilla.Cuando la mantequilla se haya derretido añadir un puñadito de hojas de salvia y remover con cuchara de madera durante 5m.
Escurrir la pasta y servir con la mezcla de mantequilla, ajo y salvia.
Si no se encuentra salvia también se puede usar albahaca.