Silvina también se ha apuntado al evento.
Doce años, ya... gracias, muchísimas gracias a todas y todos
por dar vida a este blog con vuestros comentarios siempre tan interesantes de
leer. Gracias por opinar, comentar o simplemente echar un vistazo por aquí. Lo
que empezó como una ventana donde mostrar mis ilustraciones –esa era la idea-
también me ha ayudado para compartir con más gente mis anécdotas, relatos,
curiosidades y frikadas varias.
Un hombre conduce por una carretera desierta. Al cabo de un
rato, mira extrañado el reloj. Por la hora que es, debería haber llegado ya a
su destino. De repente, algo llama su atención. Mira por el espejo retrovisor y
no ve ningún coche. A su derecha aparece una valla publicitaria de neumáticos. Algo no va bien. Pone el cuentakilómetros a cero, mira la hora y
retoma la marcha con mil ojos por si aparece algún desvío que antes se le haya
pasado por alto. Cuando lleva recorridos 31 kilómetros vuelve a aparecer la
misma valla. ¿Qué demonios está pasando? Está asustado. Vuelve a poner el
cuentakilómetros a cero y acelera todo lo que puede, pero da igual porque a los
31 kilómetros vuelve a encontrarse con la valla.
Aquello le alteraba tanto que acababa enfadado con su padre.
En su cabeza no tenían cabida las historias sin final.
Cuando se lo comentó a un amigo éste le dijo que podría ser
un cuento de Cortázar. Compró una antología que incluía La autopista del Sur.
Gualdo lo leyó mientras fumaba su segundo paquete del día y sólo se parecía al
cuento de su padre en lo absurdo de la historia. Todo el libro le pareció un
sinsentido: un cuento en el que entraba más gente de la que salía en el
subterráneo de Buenos Aires, o ese otro en el que dos hermanos van perdiendo su
casa poco a poco porque una presencia extraña la va tomando… ¡y todos terminan
sin una explicación de lo que está ocurriendo! Un bucle… excusas de alguien que
no sabe cómo terminar un cuento.
Cada vez que abría la puerta no encontraba el portal –vivía
en una planta baja- sino el recibidor
que en aquel momento intentaba
abandonar. Volvió a intentarlo una vez más: abrió la puerta, todo estaba
oscuro, palpó la pared buscando el interruptor de la luz del porche. No
consiguió encontrarlo. En cambio encontró el perchero y el paragüero. Volvía a
estar en el recibidor del que acababa de salir y de espaldas a la puerta de
salida.
No, no podía salir de su casa.
Se dirigió al comedor y vio por la ventana a su vecina
Magenta que corría hacia casa llevando un carro de compra atestado con rollos
de papel higiénico. Gualdo intentó abrir la ventana para pedir auxilio pero
estaba herméticamente cerrada. La vecina, al verle, gritó para hacerse oír por
encima de la mascarilla:
-¡Vecino! ¿Se ha enterado? ¡Hay una pandemia, un virus
llamado Covid nosecuántos! ¡Estamos confinados sin poder salir de casa!
Un confuso Gualdo sólo acertó a murmurar:
-Vaya un bucle de cien pares de…
FIN
Melmoth nos ofrece su versión de dos conocidas leyendas urbanas:
SLENDERMAN, LA CANGURO Y UN GATO
La canguro le ha tocado esta noche quedarse con Luisito. Lleva por lo menos tres porros en su cuerpo y está medio dormida tumbada en el sofá mirando con ojos entrecerrados un aburrido reality show. Se levanta para hacerse un cola cao y coge a Simón, el gato de la casa, creyendo que es la jarra de leche, y lo introduce en el microondas. El Slenderman tiene previsto venir a esta casa para llevarse a Luisito. Entra en ella con facilidad y malos pensamientos. Se dirige a la habitación de Luisito, pero al oler a gato recién cocinado, cambia de dirección. No se había dado cuenta, hasta ahora, lo hambriento que está, a pesar de la creencia popular de que no tiene boca. Abre la tapa y coge el gato chamuscado. Se lo introduce en su enorme boca, salida de la nada y llena de dientes afilados y se lo come con dos mordiscos. Se chupa sus largos dedos. Cree que el gato ha sido cocinado para él y se siente tan agradecido que decide no llevarse a Luisito sino a la estupenda cocinera.FIN
Frodo y su inconfundible humor argentino.
PROFESOR SIBELIUS
Y aquí seguimos cocinando: TABULÉ. Foto: SilvinaPara esta ensalada libanesa necesitaremos:Poner la sémola en una ensaladera o un cuenco grande y echar
el zumo de tomate con un chorro de zumo de limón. Dejarlo reposar todo durante
media hora para que la sémola se vaya hinchando e impregnando bien con el zumo.
Pasado este tiempo ir cogiendo bolas de sémola y desmenuzar
con las manos para que no queden grumos. Picar las cebollas muy finas así como
el perejil (mejor que el perejil sea abundante) y las hojas de menta.
Cortar los tomates y el pepino lavado pero sin pelar. Añadir todo este
picadillo al tabulé junto con un buen chorro de aceite, sal al gusto y remover todo el conjunto antes de
guardarlo en la nevera. Aconsejo dejarlo reposar una hora. Queda muy bien para acompañar carne a la brasa.