

Peter Arno (izquierda) dibujante emblemático del semanario New Yorker tenía pinta de galán de cine. De familia aristocrática y dotado de un gran encanto no faltaba en ninguno de los saraos neoyorkinos. Dominaba como nadie el carboncillo y el entintado, aunque también muestra una envidiable obra en color:

Sus personajes suelen ser de la clase alta -smokings, sombreros de copa...- pero con una gran dosis de ironía y expresividad. Que nadie me diga: "Ah, era el Labanda de la época" que le encasquetó la plumilla en las narices.
En 1958 atraviesa una grave crisis personal. Deja su apartamento de Park Avenue y se traslada a vivir solo en una granja. El dibujo de la derecha es el último que publicó cuando tenía los días contados por el cáncer. Este curioso personaje -quizás el propio Arno- sale indemne de un avión estrellado diciendo: "Bueno, y ahora, de nuevo, a mi vieja mesa de dibujo".
