miércoles, 24 de agosto de 2022

LOS PEORES BARES NO CIERRAN EN AGOSTO

 

 Malta Lúpulo tiene mucha sed y ninguna cerveza en la nevera así que sale al aire sofocante de ciudad, lleno de olores desagradables y música tribal.

Su local favorito –el Bar Bitúrico- cierra en agosto, y el único que encuentra abierto por los alrededores es uno que hasta ahora había evitado por su nombre de payaso de un circo cutre: Bar Kokó, el nombre de los bares es importante para Lúpulo.

 Entra en el bar desierto. El dueño apoyado sobre el mostrador con un brazo formando una L tiene el aspecto enfermizo de alguien que acaba de viajar 100.000 años luz por el espacio en clase turista.

 -Hola. Una cerveza, por favor – dice Lúpulo. Despacio, muy despacio, el dueño alza la cabeza y emite un gruñido poco alentador.

“Qué sed”, piensa Lúpulo sentándose en un taburete frente a la barra sintiendo el cosquilleo de las cansadas piernas.

  El dueño coge una jarra, le pasa un trapito con parsimonia y la coloca bajo el surtidor, al bajar el pedal se oye un quejumbroso sonido.

 -Se ha terminado el barril. Voy a buscar otro al almacén.

 -Da igual –se apresura Lúpulo-, tomaré una mediana.

 -No están frías, la nevera no funciona bien.

El dueño desaparece por una puerta. La sed sume a Lúpulo en un estado de ánimo apagado y somnoliento. El dueño tarda. Lúpulo pasea la mirada por el local, por cada ladrillo, cada trozo de pintura descascarillada, los apliques de hierro, la barra pegajosa de cerveza en la que apoya los codos. Al fin reaparece el dueño resoplando con un barril de 20 litros. Agarra el manguito del surtidor y lo ajusta a la válvula del barril. Echa unas tiradas de espuma en un gran vaso hasta que empieza a salir cerveza. En ese momento entra en el bar una estampida de rubicundos y colorados turistas gritando ¡Sangría, Please!!! Arrasan con las sillas, se suben a las mesas, se zarandean, se pegan entre ellos y se van dejando a uno muerto; se ha desnucado al caer de la mesa.

El dueño del bar, que ha contemplado toda la escena con la mano apoyada en el tirador deja escapar un suspiro, empuña una escoba y barre el cadáver hacia la calle. Luego se queda pensativo como intentando recordar qué se proponía hacer.

 -La cerveza –…  susurra Lúpulo.

  El dueño vuelve a ponerse tras la barra. Llena con eficacia una jarra, la deja sobre un charco de cerveza  y como en una película a cámara lenta la jarra se vuelca sobre el fregadero.

“Esto ya es demasiado”, piensa Lúpulo. “Tendría que irme o decir algo pero cuando topo con la mirada amorfa del dueño me quedo mudo, a saber porque.”

¡Por fin! El dueño le sirve su cerveza. Lúpulo se la bebe en dos tragos. Cuando deposita la jarra sobre la madera un espasmo de aire turbio le cosquillea la garganta. Deja suspendida la mirada sobre una bandeja de salchichas, cilindros cartilaginosos que nadan en un mar caliente y triste. Le viene una arcada y el dueño le dice:

 -Son tres con cincuenta – y Lúpulo estalla.

 - ¡Para cobrar sí que te das prisa, cabr… Broaajjsss…!!!

Lúpulo no termina su frase. Vomita ruidosamente sobre la camisa del dueño del Bar Kokó.

HEARTDOG Prosiguen las peripecias de Edu -Heartdog- Mastín.

¡Marchando uno de mis chistes malos!
LA RECETA: Mejillones fritos.
Silvina y yo hemos pasado unos días en el Sur de Francia, de allí me he traído esta receta de moules frites que están buenísimos. Necesitaremos:
Raspar el caparazón de los mejillones. Pelar y cortar en láminas los dientes de ajo y sofreír en una cazuela o sartén junto con la cebolla bien picada.
Añadir los mejillones, remover mientras se abren con el vapor y regar con el vino blanco.
Dejar reducir el vino. Recoger un poco del fondo de cebolla, vino y ajo y triturar en la batidora.
Juntarlo todo y añadir crema de leche. Remover para ligar bien la salsa y servir. Si gusta un toque picante se puede sofreír 1 guindilla.




viernes, 5 de agosto de 2022

ASCENSO A LOS INFIERNOS

 

Román Castevet acaba de mudarse al primer piso del número 26 de la calle Polanski. Aún conserva ese improvisado ambiente  de campamento a punto de ser levantado, con  cajas de embalaje y maletas, cuando empieza a ser asaltado por ruidos que provienen de arriba. Rumor de tacones afilados sobre el parquet que le taladran los oídos, golpes,  el exasperante sonido de muebles que se arrastran…  Esto se repite a diario y Román decide ir a quejarse.

 Una tarde, Román llama al timbre del segundo piso. Le abre una señora con bata de boatiné color rosa peladilla. Le dedica una mirada glacial que marca la frontera rellano-recibidor.

 -Buenos días. Soy el vecino de abajo. Quería hablarle de unos ruidos insoportables que…

-No somos nosotros, son los de arriba –y señala al techo con el índice extendido.

-Disculpe, los golpes suenan tan fuerte que pensé que procedían de este piso.

- Es la acústica, en este lado de la casa hay la pared maestra y todo resuena. Qué me va a contar… los hemos denunciado y no hemos conseguido nada a pesar de que mi hijo es policía- Aparece un joven vestido de uniforme ajustándose la gorra-. Que tengas un buen día, hijo. No te olvides la pistola.

-Lamento haberla molestado, señora -… El policía ya ha salido, Román sale al rellano y se dispone a cerrar la puerta entornada pero el policía se lo impide apoyando una mano brusca sobre el panel.

-Me he dejado la pistola.

 Roman sube las escaleras y se sorprende al ver la tan distinta decoración del rellano del segundo piso; como si hubiera entrado en otro edificio. Las paredes están pintadas de un lúgubre color ala de mosca y una lámpara vela en la pared del fondo como un ojo vigilante. Mientras pulsa el timbre lee la placa de la puerta: D. Holuskins. Traductor. Le recibe un hombre de aspecto afable con bigote gris recortado y un jersey del mismo color. Lleva un periódico en la mano. Román se presenta y cuando le expone el motivo de su visita el vecino le sonríe:

-Se equivoca, joven. Eso viene de más arriba – Román mira en dirección a su mano que se mueve acentuando el arriba-. Un auténtico incordio…  Ah, ella es mi esposa, Carmen.

Aparece Carmen. A cuatro patas. Abre desmesuradamente su boca de labios sin maquillar, repleta de dientes,  con amígdalas visibles y muerde a Román en una pierna. Holuskins  golpea a su mujer con el periódico enrollado sin brusquedad  pero con firmeza.

-¡No, Carmen! ¡Suéltalo! Disculpe, joven, está algo alterada. Me temo que es un mal momento… ¿Qué tal si viene un día a cenar?

-Sí, sí… me encantaría -Román se precipita escaleras arriba murmurando frases de despedida.

 El rellano del tercer piso, el ático,  le desconcierta aún más. De siniestro ha pasado a sórdido. Una mortecina bombilla ilumina las telarañas que cuelgan del techo como jirones putrefactos. Román llama a la puerta que se abre de repente. En la penumbra le recibe una anciana con aspecto de bruja, de piel tiznada y grumosa,  y detrás lo que parece un hombre barbudo y altísimo. Cuando los ojos de Román se habitúan a la escasa luz distingue que el hombre barbudo es en realidad un retrato de Jesucristo que en lugar de la típica expresión beatífica muestra un rostro confuso, como si le acabasen de comunicar que le han conmutado la pena de cruz por la de servicios a la comunidad.

 Desde el umbral la anciana señala hacia arriba con un dedo huesudo y, se apresura a cerrar la puerta.

 El siguiente piso es el sobreático. El último. Ese rellano huele a pantano, a piedra rezumante de filtraciones. Extraños bichos arrancan susurros de las paredes. Las tinieblas se acumulan en rincones que la luz eléctrica no logra disipar. Román se detiene ante la puerta y escucha con nitidez el ruido, ese estridente repicar  de tacones que conoce bien. “Es aquí”, se dice y golpea con los nudillos pues no hay timbre.

Román tiene la incómoda sensación de que le observan por la mirilla. El chirriar de cerrojos le sacude como un látigo. Se abre la puerta. Por el espacio que deja abierto una cadena se ven unos ojos febriles que en la oscuridad parecen arder como brasas relucientes.

 -Hola, soy Román, el vecino del primero –y extiende una mano.

La puerta se cierra un instante. Román oye retirar la cadena y la puerta se abre del todo. El interior está oscuro como alquitrán. De repente surge un tentáculo púrpura y viscoso que rodea la mano tendida de  Román y tira de él engulléndolo en las tinieblas.  La puerta se cierra bruscamente.

El primer piso del 26 de la calle Polanski vuelve a estar libre. Es de renta antigua, aunque yo me lo pensaría dos veces antes de vivir allí.

HEART DOG

¡VUELVE FRODO CON SU HUMOR ARGENTINO!

LA RECETA: TABOULE
Una refrescante ensalada libanesa. Foto: Silvina. 

Necesitaremos:

Sémola de cus cús, zumo de tomate, pepino, pimiento rojo y verde, tomates, cebolla, 1 limón, perejil , aceitunas y hojas de menta.

Poner la sémola en una ensaladera o un cuenco grande y echar el zumo de tomate con un chorro de zumo de limón. Dejarlo reposar todo durante media hora para que la sémola se vaya hinchando e impregnando bien con el zumo.

Pasado este tiempo ir cogiendo bolas de sémola y desmenuzar con las manos para que no queden grumos. Picar las cebollas muy finas así como el perejil (mejor que el perejil sea abundante) y las hojas de menta. Cortar los tomates y el pepino lavado pero sin pelar. Añadir todo este picadillo al tabulé junto con un buen chorro de aceite, sal al gusto, las aceitunas y remover todo el conjunto antes de guardarlo en la nevera. Aconsejo dejarlo reposar una hora. Queda muy bien para acompañar carne a la brasa.