miércoles, 30 de junio de 2021

EL BAR DE LAS BOTELLAS MUSICALES

 

Un misterioso argentino llamado Haffner abrió en Barcelona una sucursal del Bar Infinito. 

Idéntico en sus confines ilimitados, clientes atrapados, músicos, prostitutas… pero un día, repentinamente cerró. 

 Años después, los vecinos se despertaron alarmados al oír de madrugada un ensordecedor entrechocar de vasos y risas estridentes. El local estaba abandonado, aunque el actual propietario sabía que el sótano estaba lleno de botellas.  

Una dotación de policía entró en el bar, se precipitaron escaleras abajo y se encontraron en el sótano con un espectáculo extraordinario. 

Todas las botellas se entregaban a una juerga desenfrenada. En los estantes se había formado una orquesta. Las botellas vacías resonaban como instrumentos de viento, las rotas como palillos y las rajadas imitaban el rasgar de una guitarra. 

 Un agente exclamó “¡Esto es brujería!” y retrocedió tumbando una botella que cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos. Súbitamente la música se detuvo.  

-¡Vamos, vamos! ¡No estamos en la Edad Media! – vociferó el sargento-. Llevemos algunas botellas a comisaría para que las analicen los expertos. 

En comisaría, en las dependencias donde se guardan las pruebas, los agentes miraban ansiosos las botellas. Había sido un día tenso y un trago no vendría mal. El sargento apartó una botella al azar y leyó la etiqueta: “Licor Legui, el licor argentino de caña… 

 Al abrir la botella salió música. Algo hizo clic y todos quedaron atrapados en su mecanismo. Compás de cuatro por cuatro; un tango. Aquel ritmo embriagador se había introducido en los oídos de los agentes que empezaron a doblarse lentamente y a retorcer las puntas de los pies. 

Los policías bailaban unos con otros, como fundidos en uno, en uno que se movía muy deprisa con inclinaciones muy marcadas y pasos de tuerca. Parejas uniformadas de azul revoloteaban por la severa sala ejecutando cortes, quebradas y firuletes.

De repente cesó el tango y los bailarines cayeron en un estado de desazón vergonzante. Los agentes se dispersaron evitando mirarse entre ellos, pero echando furtivas miradas a las botellas. 

Ahora los vecinos están intrigados por otro extraño suceso. Por la noche se oye desde la comisaría música de tango a máximo volumen y el edificio entero parece latir al ritmo de la música. 

FIN

DON COMPOST, EL LABRADOR POETA

LA RECETA: JOROÑA KE JOROÑA (Cordero a la griega) Foto: Silvina

Necesitaremos: carne de cordero cortada a tacos. Yogurt griego. Cebollas. Berenjenas. Zanahorias. Laurel. Vino blanco.
Sofreír la carne en aceite, retirar cuando se vea dorada y sazonar con sal y pimienta.
Picar 1 cebolla grande, 1 zanahoria y cortar a taquitos 2 berenjenas con su piel. Freír en el mismo aceite.
Añadir el cordero, la hoja de laurel y 1/4 de litro de vino blanco o caldo. Tapar la cazuela y dejarlo cocer con el fuego al mínimo durante 1 hora.
Servir con unas cucharadas de yogurt griego en cada plato. 




lunes, 14 de junio de 2021

EL BAR INFINITO. Y más cosas

 

Relato compartido con El bar del infierno, de Alejandro Dolina.

 La taberna del Enano Saltarín es un local muy especial. Un bar con un rótulo en el que aparece un enano con un gorrito de mono de organillero y el ajedrezado vestido de polichinela.

El bar es ilimitado. Imposible alcanzar sus confines. Salones, mostradores y pasillos se suceden de un modo interminable y caprichoso.

Nadie ha sabido nunca dónde está la puerta del bar. La mayoría opinan que no hay forma de salir de él; aunque muchos parroquianos buscan la salida. Eligen una dirección y avanzan buscando la puerta de salida pero casi nadie vuelve a verlos. Algunos regresan tiempo después, siempre por el lado contrario que eligieron para irse.

Se cree que no se puede salir del bar porque no hay otra cosa que el bar. El exterior no existe. El camarero, los músicos, los borrachos y las prostitutas están aquí desde el comienzo de los tiempos y aquí permanecerán.

 Pero hoy Lemniscata, un parroquiano, está decidido a intentar salir. Acodado en la barra pide un butano mientras contempla la mesa donde Leonardo, Perenne y Jacinto juegan a un olvidado juego de cartas: El Gato Viejo. Perenne lleva un loro posado sobre su hombro. En un extremo de la mesa Gudrun, una prostituta,  se ensortija con el dedo un mechón rubio de bote.

 -Cuantas veces habéis entrado en un bar y estaba lleno de gente –dice Perenne el farmacéutico mientras reparte cartas- … pues he desarrollado una teoría para resolver este problema: La Teoría del Hueco. Entras a un bar y está lleno de gente, pues sacas un hueco del bolsillo y asunto arreglado. Ya tienes tu hueco en el bar. Eso sí: recordad que debajo de un hueco queda la nada y la nada es peligrosa…

-…porque en la nada no hay nada, ni siquiera un hueco - Prosigue el loro de Perenne dando a entender que aquella historia ya la había contado muchas veces.

 En ese momento entra en el bar un hombre gigantesco vestido de tirolés con prendas que le quedan apretadas. Sostiene un hacha entre sus poderosas manos y en dos zancadas se planta a la derecha de Perenne. Su gesto es tan rápido que sólo se ve brillar un instante el filo del hacha antes de cortar de un certero tajo las dos manos del farmacéutico.

-¡Nueve, diez, jota, reina y rey! – Grita el loro al ver la jugada que sostienen las manos amputadas sobre la mesa- ¡Eso hace un Gato Viejo! Hacía años que nadie lo conseguía .Es mucho más difícil que una escalera de color.

Aún con los codos sobre el mostrador, Lemniscata se dirige al barman:

-Es un lugar interesante, este. Creo que me quedaré  -y asiente cuando el barman le pregunta:

-¿Otro butano, Lemniscata?

FIN

CÓCTEL BUTANO, BUENO Y REFRESCANTE

En mi anterior entrada el cuento La venganza de las palomas a muchos les recordó "Los pájaros" de Hitchcock. ¿Sabían que tiene una precuela? 


¡QUÉ COSAS LE PASAN AL PROFESOR SIBELIUS!!

LA RECETA: TAMAGOKAKE, EL TÍPICO DESAYUNO JAPONÉS 
Facilísimo de preparar. Arroz hervido en un bol, se echa encima un huevo crudo cuando el arroz está aún bien caliente, cuando el huevo empieza a cuajar se remueve ¡y a comer! Yo le añado unas gotas de salsa de soja. Recomiendo acompañarlo con té verde. 






martes, 1 de junio de 2021

LA VENGANZA DE LAS PALOMAS

 

Mi amigo Colombo, compañero de redacción en mi periódico digital, me telefonea para rogarme que me pase por su casa. Parece muy inquieto.  Nada más entrar me pregunta: “¿Has visto palomas en el portal?” Entonces recuerdo su último artículo “Ratas con alas” acerca de las palomas, de la manera como están invadiendo las calles portando enfermedades y empezando a acosar a los transeúntes. “Hay que exterminarlas, como periódicamente se desratiza”; escribió.

 Todo empezó al día siguiente de la aparición del artículo. Colombo estaba sentado en una mesa en la terraza de una plaza cercana tomando una cerveza. De repente, reparó en una paloma que, parada junto a sus pies, lo miraba fijamente de perfil,  con un solo ojo. Se sintió extrañamente inquieto, así que  apuró apresuradamente su cerveza y decidió volver a su casa mientras las palomas –doce, veinte, treinta, cada vez más- avanzaban con rapidez y se situaban a su altura, crac, zlu, zlu, crac.

De golpe, los pájaros se convirtieron en un tupido remolino ascendente y luego en una veloz formación punta de lanza que se abalanzó sobre él, atacándolo furiosamente a aletazos y cagadas. Echó a correr hacia su casa llegando cubierto de excrementos y con un picotazo sangrante en el cuello.

-¡Son ellas! –grita Colombo de repente señalando la ventana.

Al girarme veo a un numeroso grupo de palomas que parecen gigantes con las sombras que el sol de la tarde proyecta sobre las cortinas picoteando  furiosamente los cristales de la ventana.

 Al día siguiente, en la misma plaza, Colombo sufre un ataque de las palomas mucho más cruento. Cuando los transeúntes consiguen ahuyentar a los bichos Colombo apare tirado en el suelo cubierto de cagadas y acribillado a picotazos. Poco después mi amigo fallecía en un hospital a causa de una infección desconocida.

Decido acercarme por el bar de la plaza donde tantas veces coincidía con Colombo. Uno de los habituales de la terraza es un vecino con silla de ruedas que pasa muchas horas allí. Al quedarse inválido, se había convertido en un observador empecinado de la plaza y las palomas. Conversamos, me dice que había presenciado algunos ataques de palomas contra gente que las maltrataba. “Se diría que las palomas los advertían primero humillándoles con sus excrementos; luego venían los picotazos.” Cuando le cuento lo de mi amigo me responde tajante: “Las palomas no leen diarios digitales”. 

Poco después celebramos un acto de recuerdo por Colombo en la sede del periódico.  Es como un velatorio, pero con cerveza y picoteo. Tórtolo, el redactor, me dice: “Nos quedamos su ordenador, ya sabes que andamos cortos de presupuesto. Quizá quieras quedarte esto”-y me entrega el disco duro.

 Cuando salgo a la calle aparece sobrevolando una multitud de furiosas palomas. Quedan un momento suspendidas en el cielo y se lanzan hacia mí en picado. Sus alas producen un terrorífico ruido silbante al rasgar el aire. Entonces reacciono: “¡El artículo! ¡Debe estar en el disco duro!”

Arrojo el disco duro a un contenedor. Cientos de palomas se lanzan histéricas contra el verde recipiente profiriendo chillidos que más parecen de gaviotas picoteando furiosamente la tapa.

Me refugio en un bar, saco el móvil y telefoneo a la policía. Me identifico como director de un diario y les ruego que saquen un objeto peligroso, un disco duro, de un contenedor.

-Las palomas pueden resultarles  un peligro. Vengan con equipo antidisturbios. ¿Cómo? No, ni estoy drogado ni es una broma.

FIN

MELMOTH: EL PISAPAPELES DE NIEVE

Conocí de niño a un viejo que llevaba coleccionando pisapapeles de nieve  desde hacía muchísimos años. Su bola más querida era, precisamente, la que más le había costado conseguir, pagando por ella una fortuna. Fue construida por su inventor el austriaco Erwin Perzy III a principios del siglo XX. Se trataba simplemente de una montaña nevada con una especie de alce en medio de ella. Agitabas la bola y se ponía a nevar. Nada más. Recuerdo que cuando murió el anciano su hijo mayor puso en el ataúd un pisapapeles para que su padre se lo llevara al más allá y lo agitara cuando estuviera aburrido. Una vez la hija menor, mi amiga de la infancia, estaba fregando la habitación de sus padres y cuando introdujo el mocho por debajo de la cama salió rodando una bola cubierta de pelusilla gris. La cogió, sopló y vio en su interior una montañita cubierta de nieve y en medio un reno con las dos patas delanteras levantadas. Subido en él estaba su abuelo a modo de cowboy agitando un sombrero texano y sonriéndole. Se asustó y agitó la bola, nevó haciendo desaparecer a su abuelo. Cuando se aposentó la nieve solo estaba el reno mirándola estúpidamente. La chica agitó la cabeza como queriendo desprenderse de una tonta alucinación y, a petición de su madre, esa bola fue a parar a la basura junto con las demás bolas de nieve.

 Todo esto me lo contó esa chica que ahora ya tiene cincuenta años. Me dijo que cree que su abuelo la estaba saludando a través de la bola de nieve y que hoy se siente culpable por haber hecho caso a su madre tirando todas las bolas a la basura.

FIN 

¡AQUÍ ESTÁ FRODO!

LA RECETA: POLLO CON SALSA DE CEREZAS
¡Vamos a aprovechar la fruta de la temporada! (Foto: Silvina)
Sofreír los trozos de pollo en aceite, retirarlos cuando se vean dorados y sazonar con sal y pimienta.
En el mismo aceite freír 1 cebolla y 1 zanahoria cortadas finas.
Deshuesar 1/4 de kilo de cerezas. 
En el bol de la batidora poner la cebolla, la zanahoria cocidas, las cerezas, 1 cucharada sopera de piel de limón rallada y 1 vaso de vino blanco o jerez.
Triturar todo con la batidora. Volver a poner el pollo en la sartén o cazuela, añadir las cerezas que se habrán convertido en una masa cremosa, tapar y cocer todo junto a fuego mínimo 20m.