El Espiritu del Terror de los 80 acaba de traspasar la puerta. Tiene aspecto de vampiro posmoderno y volátil al estilo del David Bowie de
El Ansia. Viste una horrible combinación ochentera: chaqueta con hombreras y pantalones de pinzas. Cuando pongo música -
Road to Nowhere de los Talking Heads- oscila sus caderas, supongo que baila.
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-¿Sabes, Borgo? Dicen que la música de tus 20 años es la que te gusta para siempre y esa es la edad que tenías en mi década. Entonces ibas de siniestro, enfundado en un maillot negro.
-Sí… me dejaba caer por el 666 –un local con mesas en forma de lápida-, casi al lado había un bar de punkies pero nunca hubo problemas. Nos mirábamos desde una prudente distancia riéndonos disimuladamente de sus pintas igual que ellos de las nuestras.
Por entonces vi
El Resplandor. ¡Qué susto la primera vez que vi la escena de la chica que sale de una bañera y se convierte en una repulsiva bruja! A Stephen King no le gustó la película, es buena señal.
-Casi te meas del susto cuando te encargaron una portada de King.
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-
Pet Sematary (El cementerio de animales) Claro que era una edición de bolsillo. El nombre tenía que ocupar más de la mitad de la portada, lógico, era lo que vendía.
A principios de los 80 coincidieron tres películas que renovaron el cine de licántropos:
Un hombre lobo americano en Londres,
Aullidos (estas con los increíbles efectos de Rick Backer) y
En compañía de lobos.
Venga, Borgo –dice el Espíritu sirviéndose un whisky-. Sigue recordando.
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-En esos años algunos de mis directores favoritos nos dieron sus obras maestras: Ridley Scott con
Blade Runner que es un pastiche de SF y cine negro, pero tan bueno… nunca estuvieron mejor Ford y Hauer. David Cronemberg con
Videodrome, una de las películas más fascinantes que he visto. David Lynch con
Terciopelo Azul… y John Carpenter del que me encantan dos de sus films menores:
El príncipe de las tinieblas, con aquellos mendigos satánicos liderados por Alice Cooper, y
Están vivos, la de las gafas que descubren extraterrestres; es quizás su obra más personal.
Apareció un subgénero: las películas de caníbales. Fui a ver la más famosa –
Holocausto Caníbal- con unos compañeros del instituto. Uno de ellos, en mitad de una escena gore, se asomó desde el anfiteatro y gritó “¡
Qué vomitooo!” y arrojó el contenido de una lata de fabada sobre los espectadores de platea. Qué caos. Los acomodadores le agarraron y vaya somanta que le dieron…
-¿Qué me dices de mis sagas?:
Viernes 13,
Elm Street…
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-Nunca me engancharon, me parecieron distraídas y punto. En cambio quisiera reivindicar
Lifeforce, con sus vampiros del espacio, Mathilda May… no entiendo porqué esa película fracasó en todas partes. Oye, Espíritu… tengo que confesarte algo.
-Soy todo oídos, Borgo.
-Debo ser la única persona de todo el planeta que no ha visto entera
E.T.
-¿¡Quéééé?! –el Espíritu pone unos ojos como platos de restaurante de lujo.
-No fui a verla cuando la estrenaron, y si la veo en video o por la tele siempre acabo dormido o haciendo otra cosa. Para mí es la versión en película de esos libros que se te caen de las manos…
Le estoy hablando a las paredes. El Espíritu del Terror de los 80 ya se ha esfumado dejando un rastro parecido a un ectoplasma púrpura. Quizás por el pasmo que le ha producido mi confesión. Intentaré ser más cauteloso cuando venga el Espíritu de los 90.