El atento oído del profesor Dinamo –especialista en lenguas
eslavas ya jubilado- capta ruido de tallos y hojas cortadas, un golpe seco de
pico golpeando la tierra y voces. Dinamo reconoce el idioma: “Es polaco, sin
duda”. Por la ventana ve a dos hombres excavando frente a su casa. Uno pica, el
otro cava. Sale al jardín y les saluda.
-Czesc! (Hola) –Los
dos hombres agitan los hombros como despertándose de un sueño, se les ve contentos al oír su lengua en
tierra extraña. Dinamo prosigue en polaco -: ¿Están haciendo una piscina? ¿Un
parterre?
Los cavadores sonríen, parecen buscar una respuesta. “Ya
verá, es una sorpresa”, dice uno apartando un grueso terrón erizado de raíces.
Le guiña un ojo cómplice al profesor y éste piensa: “Son simpáticos”.
Dinamo entra en casa. Es un día de calor feroz, el sol
parece golpear la tierra levantando ondas de líneas negras. Dinamo compadece a
los sudorosos cavadores. Abre la nevera y comprueba que hay botellines de
cerveza.
Una hora después el
profesor supone que los polacos han terminado su trabajo. Han clavado sus
azadas en vertical sobre el suelo y echan atrás sus brazos para desentumecerlos
mientras contemplan el agujero. Dinamo asoma por la puerta y los invita a tomar
unas cervezas. Los cavadores aceptan encantados. Cuando entran, el olor a sudor y tierra removida toma una
presencia casi sólida.
Salen al jardín y se dirigen hacia la fosa. Andrzej mira con
curiosidad al profesor.
-¿De verdad no sabía
usted que estaba usted muerto, señor?
Dinamo medita un momento y sonríe con suavidad.
-A mi edad se le
olvidan a uno las cosas -… responde con un poso de ironía y se acomoda en el
foso.
Roman llena su pala y la balancea hacia atrás, ésta se
adelanta curvada como un péndulo, cuando la tierra cae hace: ¡plaf!
Roman y Andrzej
terminan de dar sepultura al profesor. Lo despiden a la manera polaca, toman un
trago de vodka a su salud, derraman un poco de licor sobre la tumba y rezan una
breve plegaria.
Por este orden.
LA RECETA: CALAMARES ENCEBOLLADOS CON GUISANTES (Arvejas)
Pelar y picar en dados los ajos y la cebolleta. Poner a sofreír
en un sartén junto con los guisantes y un chorrito de aceite. Rehogar bien.
Vierte el vino y dale un hervor.
Añadir a la cazuela los calamares cortados en tiras,
separadas las cabezas de las patas, salpimentar y saltearlos brevemente a fuego
fuerte en una sartén con aceite. Agrégalos a la sartén de los guisantes y
espolvorear todo con un poco de perejil picado. Servir inmediatamente pues no
conviene que se enfríe.