martes, 19 de junio de 2018

CUANDO BLOQUEAS A ALGUIEN


Verano 2076. Como siempre que vengo a las fiestas de mi pueblo aparco lejos de la calle principal. Me arrastro sudoroso hacia el bar y allí veo a Ray acodado en la barra.
-¡Isaac! ¿Cómo te va? –Ray me da una palmada en el hombro, pide dos cervezas y dice intrigante-: Vamos a sentarnos allá.
 Nos trasladamos a un rincón. Me entra hambre al notar olor a hamburguesa pero resulta ser una mosca culiazulada que acaba de freírse en la lámpara ultravioleta. Huelen a carne asada cuando se espachurran en esas trampas.
-Ya me enteré de que Vera y tú habéis roto –Ray bebe un trago de cerveza-. Bueno, no solo yo, ya sabes que esas noticias vuelan en los pueblos.
-Las fiestas me vendrán bien para olvidarla –siento crecer en mi interior una bolita de resentimiento. Ray  me lanza una mordaz sonrisa.
-Vera está aquí.
-¡Pero si siempre se iba fuera estos días! No soportaba las fiestas del pueblo.
-Vera siempre tan imprevisible. Vaya, hablando de la Reina de Saba…
Ray se vuelve en dirección a la barra. No veo a nadie. Bueno, sí, un vaso de cerveza flotando en el vacío y que se dirige hacia nosotros. La silla de enfrente se retira, el asiento de skay se hunde por el peso de alguien que no veo y entonces recuerdo...  Mister Blocker.
 En el 2072 Samsung  presentó una nueva aplicación, cuando bloqueas el teléfono y además borras a alguien de las redes sociales se activa el servicio Mister Blocker que altera tu campo sensorial y esa persona desaparece literalmente de tu vida. No puedes ver ni oír a quien has bloqueado.
-Pero ella puede verme –le digo a Ray que se vuelve hacia Vera y me transmite el mensaje.
-Vera dice: “Porque yo no te he bloqueado, soplapollas.”
¡Bzzz!!! Otra mosca electrocutada y de nuevo el olor a hamburguesa.
El vaso golpea dos veces la mesa. Ray pone cara de circunstancias. Imagino que Vera me está poniendo verde y decido intervenir en esta conversación demencial.
 -¡Y aún se hace la victima! Vera se había vuelto agobiante. Me miraba los WhatsApp mientras estaba en la ducha, ella misma me lo confesó. Ah, y un día la sorprendí fisgando en mi armario, ¡me estaba contando los condones que habían en la caja!!!
-Vera dice que…
-¡Por dios, Ray, deja de hacer de intérprete de esa Sue Storm! Esto es muy violento, creo que no debería haber ven…
Vera me arroja la cerveza a la cara. Sacudo la cabeza como un perro mojado. Por suerte nadie en el bar se ha dado cuenta pues están pendientes de la tele y de la final de Miss Universo que en el 2076 es literalmente Universo. La ganadora es una venusiana de brillante cutis color zafiro.
-Ya se ha ido –me informa Ray y sugiere-: ¿Otra cerveza, amigo?
FIN
ADIÓS, BOURDAIN
Deprimido por sus penas de amor con la actriz Asia Argento (o eso dice la prensa) se ha suicidado uno de mis ídolos: Anthony Bourdain, el primer Chef-Estrella. Sin él no existirían Gordon Ramsay ni Chicote con sus cocinas del infierno.
Recomiendo su libro Memorias de un chef . Los fogones de su restaurante de Nueva York tal como los describe eran una locura: los cocineros, muy pasados de vueltas después de una noche de excesos, cocinaban con música de Wagner a todo volumen y calmaban el dolor de los tremendos cortes que se producían con los cuchillos a base de alcohol y sustancias psicotrópicas. Bourdain me caía bien por su ironía y su tendencia al exceso. Para las personas que tienen prisa me he permitido dibujar una versión resumida del libro Memorias de un chef:
Y esto me recuerda que ya toca una receta:
SOLOMILLO STROGONOFF
 Sofreír en  un solomillo de vaca o cerdo. Cuando esté dorado sazonar con sal y pimienta, reservarlo en un plato y freír en el mismo aceite cebolla cortada fina, luego añadir champiñones cortados a láminas. Cuando todo tome color añadir una copa de coñac, dejarlo reducir un poco e incorporar el solomillo cortado en rodajas, nata para cocinar y una cucharada sopera de mostaza en polvo, yo uso la Colman´s, la que viene en lata.
Tapar la sartén o la cazuela y dejar cocer a fuego lento unos 20 minutos.
Ayer me lo hice así, acompañado de puré de patata que queda muy bien con la salsa.


miércoles, 6 de junio de 2018

CARNÍVOROS


Primavera 2076. Quintero, León y Quiroga se dirigen en el coche del primero al Chuletón Vanguardista. Tienen reserva gracias a que León conoce al maître, pues ese asador es uno de los locales más extraordinarios de la historia de la hostelería.
-Usan animales diseñados genéticamente –les informa Quintero-.¡Algunos incluso sirven en las mesas!
 Cuando llegan el restaurante ya está lleno de gente, conversaciones y olores a especias exóticas. Las mesas están distribuidas en un amplio círculo alrededor de una gran estatua de una vaca a tamaño natural. Se les acerca un camarero.
-¿Quieren ver la carta? ¿O desean el plato del día de carne?
-¡Excelente! – dice León-, queremos carne.
Los tres comensales se quedan mudos de asombro al ver que un cordero se acerca a su mesa con apacible sonrisa rumiante.
-Bienvenidos –saluda con voz aguda-. Soy el cordero Gabriel y vengo a endulzar su mantel.
“Ningún cordero en su sano juicio diría eso”, piensa Quiroga.
-Permitan sugerirles mi costillar –gorjea el cordero-, tierno y jugoso. También recomiendo mi paleta, asada al punto con ajo y romero. O los riñones al jerez con guarnición de…
-¡Pero esto es horrible! –exclama Quintero-. Este animal pide que nos lo comamos.
-Al menos parece que la idea no le desagrada –dice León.
 Los tres se quedan fijamente mirando al cuadrúpedo que espera sus respuestas con ojos acuosos mientras empieza a rumiar y se traga el bolo alimenticio. En la mesa se está creando mucha tensión. “No puedo”, piensa León y dice:
-Tomaré una ensalada con espárragos.
-Yo los crudités –dice Quintero.
-Para mí, ravioles de espinacas –pide Quiroga.
El cordero les dedica una reverencia  y se aleja contoneándose hacia la cocina. El maître ha distinguido a León y se acerca a los tres amigos con gesto ceremonioso. Al ver sus expresiones confusas decide aclararles la situación.
-¡Bienvenidos al Chuletón Vanguardista, el asador del futuro! – el maître baja el tono de voz y continúa-: León, señores… este local forma parte de una cadena vegana camuflada. Los clientes se sienten incómodos al ver un inocente animalito pidiendo que lo devoren y cambian sus hábitos alimenticios.  
 -Lo entiendo –dice León-. Después de esta experiencia creo que me volveré vegetariano.
-Y yo, vegano –añade Quintero.
-Y yo me paso al crudivorismo –tercia Quiroga.
Un conejo salta entre las mesas y al entrar en la cocina ordena: “¡Una de coliflor con sésamo para la mesa ocho!”
-¿Y causa el mismo efecto con todos los clientes? –pregunta León.
-Con todos, no –suspira el maître mirando a la mesa de enfrente donde una vaca, con graciosos movimientos de grupa, ejecuta unos pasos de tango ante una pareja.
-¡Qué relinda la vaquita, che!!! –aplaude entusiasmado el hombre y pide-: Vacío, con papas fritas a caballo.
-Para mí, milanesa –dice la mujer-, y chinchulines.
-Con los argentinos no hay manera –murmura el maître.
FIN
¡ESTOY DE MUDANZA!
 Intentaré que la periocidad de Borgo no se vea alterada, aunque mi piso va cobrando un aire de campamento a punto de ser levantado con sus cajas y embalajes. Una cosa tengo clara en cuanto me traslade: quiero volver a pintar. Lo decidí al ver este cuadro de hace 25 años que me sugirió un sueño que tuve con un local mitad coctelería mitad matadero, de ahí la res colgando.
 He ido a una tienda de  de artículos de dibujo para comprar un tubo de un color que siempre me ha gustado, Amarillo Índico. La dependienta me ha informado: "Este color se hace con pipí de vacas de la India alimentadas con mangos". Me he puesto a pensar en las muchas veces que he dado forma a las cerdas del pincel con la lengua...
La de cosas curiosas que uno encuentra vaciando cajones. Me encontré con esta foto que le hice a un kabileño en su puesto de fruta en la frontera con Marruecos dutante mi servicio militar. Me dijo: "En mi pueblo creemos que las fotos roban el alma, jay (amigo) Tienes que darme 100 pesetas." 
No era un precio muy elevado pero me pregunté si era a cambio de toda su alma o solo 100 gramos. Ahora me da por soñar que suena el timbre de madrugada, es el kabileño que viene a recuperar su alma. Le digo: "100 euros. La tarifa ha subido, jay."