miércoles, 23 de noviembre de 2022

EL QUE MUEVE LOS HILOS

 Basado en el cómic de Alfredo Pons "El manipulador".

Llovía. Cuando el hombre atractivo entró en la sala fue toda una conmoción. El pianista dejó de tocar, los dos borrachos que estaban cantando callaron y toda la gente con cócteles en sus manos le recibieron con entusiasmo.

-¡Hola, Pedro!

-¡Es Pedro!

-¡Pedro!

-¡Hola a todos! -gritó Pedro-. ¡Esta es una gran noche!

 La gente se arremolinó en torno a Pedro. Su vitalidad parecía tener presencia física en la sala haciendo más alegre el ambiente. Abrió los brazos y exclamo:

-¡Oídme todos, por favor! Hemos hecho un gran espectáculo. Al patrocinador le ha encantado y... ¡ha firmado por seis meses!!!

-¡Bien!

-¡Magnífico!

Después de aplausos y murmullos de satisfacción hombres y mujeres comenzaron a rodear a Pedro. Todos trataban de estrecharle la mano, abrazarle... la fiesta se disponía a su alrededor. Pedro gritó por encima de todas las voces:

 -Bueno, ahora un poco de silencio. Todo esto no hubiera podido hacerlo solo y como veo que hay por aquí algunos miembros de la prensa quiero presentarles a esta gente maravillosa... En primer lugar aquí está Alfredo -dijo rodeando con un brazo los hombros de un invitado con chaqueta de terciopelo-, el director de orquesta. Nadie es capaz de manejar un montón de músicos con resaca como él.

Pedro se dirigió a una rubia con un vestido rojo de noche que mostraba sus luminosos hombros desnudos.

-¡La protagonista! ¡Penélope! Has sido lo más grande, preciosa-. La rubia lo besó con su gran boca roja abierta.

Lentamente la sala se tranquilizó un poco con la gente enrojecida por la euforia. Entonces Pedro, el hombre atractivo, anunció:

-Y ahora quiero que conozcáis a mi Manipulador...

Un sobrecogedor silencio se produjo cuando Pedro dejó de moverse y respirar.

El smoking se abrió por la parte de atrás y del interior salió un hombrecillo. Tenía el rostro sudoroso bajo una mata de hirsuto pelo negro. Pedro quedó inmóvil e inerte en medio de la sala.

El hombrecillo era diminuto, casi un enano, iba vestido con una camiseta muy sudada y llevaba pantalones cortos. Algunos lo saludaron cortésmente: "Hola, Max... buenas noches."

 La gente que había en la parte más alejada de la multitud comenzó a darse la vuelta. El hombrecillo se acercó a la barra:

-¡Uf, qué calor hace ahí dentro! Me tomaría una cerveza...

Ahora había mucha gente sentada y algunos se dirigían hacia la puerta. El hombrecillo saludó a Penélope:

-¡Hola, preciosa!

Pero la rubia simuló no haberlo oído y pidió un Stinguer en la barra. El hombrecillo dejó el centro de la sala y se sentó. El director de orquesta y un músico eran los únicos sentados junto a él.

-Bueno, otro espectáculo más -suspiró el hombrecillo apurando la cerveza-. Creo, chicos, que deberíamos pensar en algo para la televisión o...

De pronto el director de orquesta inclinándose hacia delante para ponerle una mano sobre el hombro dijo con seriedad:

-Oye, Max... ¿Porqué no vuelves a meterte dentro?

 El hombrecillo bajó la cabeza y tragó saliva mientras se ponía en pie y dijo:

-Bueno... -acercó una silla al hombre atractivo y abrió cuidadosamente la espalda del smoking-. Sólo quería tomar el aire un rato.

Se oyó un chasquido. Pedro, el hombre atractivo, miró a su alrededor y empezó a sonreír.

-¡Eh, vosotros! ¿Qué pasa con esa fiesta? ¡Qué se oiga la música!

Los rostros se estaban iluminando a su alrededor. El director y el músico se dirigieron hacia la orquesta.

-No tengo nada en contra de Max -dijo el director-. Quiero decir que parece buena persona...

-Sí -respondió el músico-, entiendo que quieres decir.

-Pero lo peor de todo... es esa camiseta sudada.

La fiesta se prolongó hasta altas horas de la noche. Fuera, seguía lloviendo.

LA RECETA: BACALAO MARINADO. Foto: Silvina.

Hoy nos va a dar la receta un invitado excepcional: ¡El Doctor! Se trata de la esqueixada, un plato riquísimo y muy mediterráneo.

Necesitaremos 400 gr. de bacalao troceado sin piel. Se mantiene en remojo dos días y medio. El bacalao siempre ha de conservar el sabor con un punto de sal.
Al día siguiente se cambia el agua. Una vez terminado el tiempo de remojo se escurre bien para que quede lo menos posible de agua en el bacalao. 
Se trocea depositándolo en un plato hondo. Se rallan 4 tomates maduros y se mezclan bien con el bacalao. Se le añade un chorrito de aceite de oliva, unas cuantas aceitunas negras y, por último, un poco de orégano.



jueves, 10 de noviembre de 2022

UNA BARBERÍA DE 1944

 

Durante cuatro años todos los jueves entraba en mi barbería el mayor Stuermer, jefe de las fuerzas de ocupación de la zona, para recortarse el cabello. Ocho centímetros reglamentarios en la parte frontal y rasurado en las sienes y nuca. Una mañana de junio me indicó que se lo dejara más corto que de costumbre pues se iba con su unidad a Normandía. Le esperaba una larga temporada llevando casco de acero y el calor apretaba. Apliqué mi rigor profesional para disimular la incipiente alopecia de su coronilla. Desde ese día nunca más volví a ver a Stuermer.

Un día de finales de julio hacia la hora de comer –cuando no suele haber nadie en la barbería- entró Bouvet muy nervioso y cargado con dos maletas. Bouvet era un colaboracionista que hasta se había dejado crecer un bigotillo igual al de Hitler. Me pidió que se lo afeitara. Cuando terminé me pagó con un paquete de cigarrillos –ya casi no circulaban los Reichmarks- y se fue apresuradamente. Tampoco he vuelto a ver a Bouvet desde entonces.

 Una bochornosa tarde de mediados de agosto se presentaron tres hombres armados portando brazaletes con la Cruz de Lorena.

-Coge tus instrumentos –me dijo uno que, pese al calor, llevaba chaqueta de cuero- .Te esperan cuatro señoritas.

-No trabajo con mujeres –respondí-, esto es una barbería para caballeros…

Se rieron de buena gana y me dijeron que no importaba, que cogiera lo que necesitara y que les acompañara a la plaza mayor.

En un banco del centro de la plaza había cuatro jóvenes sentadas con las cabezas gachas. Una multitud a su alrededor las increpaba.

-Colaboracionismo horizontal -me dijo el hombre de la chaqueta de cuero-. Se han acostado con boches.

Dadas las circunstancias no realicé un mal trabajo. Primero las tijeras, luego la maquinilla. En plena tarea, un corresponsal americano me hizo una foto. Me fijé en el nombre que llevaba sobre el bolsillo derecho de su guerrera: R. Capa. Después juntaron todos los cabellos en un montón como quien barre hojas secas y les prendieron fuego. Un olor acre se extendió por el pueblo.

Por la noche me serví un rebosante vaso de calvados y me senté frente al gran espejo del comedor. Miré hacia mi reflejo y dije: “El Tribunal de Responsabilidades declara abierta la sesión”. Un juicio en el que yo era fiscal y defensor. Todo era confuso. Acababa de prestar mi único servicio a la Resistencia rapando a cuatro muchachas pero antes me había pasado cuatro años cortando con esmero el pelo a Stuermer y había ayudado a escapar a un colaboracionista. Dictaminé el fallo: era un caso de capilaridad consecuente.

A la mañana siguiente, cuando abrí la barbería, soplaba un fuerte mistral. El cabello se arremolinaba sobre el lado izquierdo de mi frente. La parte derecha de mi cabeza –y la zona correspondiente al bigote- estaba completamente afeitada.

LOS VIEJOS ROKEROS NUNCA MUEREN

LA RECETA: STEAK TÁRTARO. (Foto: Silvina)

Receta para muy carnívoros, aunque no creo que sea del agrado de mis amigos argentinos.

Necesitaremos: carne picada de ternera, 1 cebolla mediana, 1 huevo, perejil, mostaza, coñac, alcaparras (opcional) champiñones.

Mezclar bien la carne picada con una cebolla rallada, una yema de huevo, perejil, una cucharada de mostaza, un chorrito de coñac, sal y pimienta. Remover todo con las manos como hacen los buenos cocineros y... ya está. La rapidez es una de las principales ventajas de los platos que no necesitan cocerse. Para un sabor picante se le pueden añadir unas gotas de tabasco.

Presentar el Steak en forma de torta plana adornado con champiñones crudos cortados en láminas. Ese día le añadí la yema de un huevo crudo, para no desentonar.