viernes, 28 de octubre de 2022

A OSCURAS

 

Se cortó bruscamente la luz eléctrica en un rascacielos de la calle Bilenio.

Alfa y Romeo, una joven pareja residentes en el nivel 21, volvían de la compra la mañana siguiente alumbrándose con una linterna. Era una dura subida pues el ascensor –sembrado de vidrios rotos y latas de cerveza vacías- no funcionaba. Igual que el aparato de aire acondicionado y el aire inmóvil del cálido verano se hacía notar en la escalera. Al llegar al rellano 14º encontraron a un vecino que había encendido un fuego con hojas de correo comercial y asaba en un espetón el perro caniche de un vecino del nivel 16. Lo había rellenado con ajo y hierbas. Les guiñó un ojo:

-Si puedes oler a ajo, todo va bien-. Les dijo abanicando las llamas.

-¿No te parece que los vecinos se están comportando de una manera extraña? –dijo Alba mientras Romeo abría la puerta de su apartamento.

 Al día siguiente Alfa y Romeo bajaron por la escalera sintiendo el crujir de botellas rotas bajo los zapatos, los rellanos tenían un aspecto lamentable con bolsas de basura apiladas como si el síndrome de Diógenes se hubiera adueñado de los residentes. Grafitis, muchos, las paredes estaban plagadas de penes pintados y solo una vagina.

-Las vaginas son mucho más difíciles de pintar que los penes- comentó Romeo que era profesor de arte en un instituto mientras se quitaba los pedazos de cristal clavados en las suelas.

Al tercer día de oscuridad los suelos de los rellanos estaban cubiertos de desechos y sobras de comida… además, Alfa y Romeo empezaron a percibir miradas hostiles desde algunas puertas entornadas.  Decidieron no volver a bajar por las escaleras y pedir comida a domicilio. Cenaron frente  a la ventana del salón a la luz de las velas. Aquel intento de cena romántica se vio perturbado por la visión de dos vecinos que se arrojaron al vacío desde balcones superiores.

-Eso tiene que ver con el apagón –dijo Alfa que era profesora de antropología-. En las tinieblas la gente se siente impune y descubre su lado más oscuro y atávico.

-¿Pero porque a nosotros no nos afecta? –preguntó Romeo mojando el sushi en salsa de soja y wasabi.

-Ni idea, cariño.

Al día siguiente pareció flotar en el ambiente una tensión aún más espesa que el hedor de las bolsas de basura amontonadas.  Alfa y Romeo observaron por la ventanilla de la cocina un grupo de residentes de aspecto andrajoso que los miraban beligerantes y hostiles desde el rellano del piso inferior. Como obedeciendo una silenciosa señal se abalanzaron sobre los peldaños cubiertos de deshechos en dirección a la pareja.

Alfa y Romeo cerraron apresuradamente la puerta y la apuntalaron con una improvisada barricada de muebles. “Esto parece La noche de los muertos vivientes” –pensó Romeo.

 La turba descargó sobre la puerta todo el peso de sus cuerpos y derribó la barricada. Alfa los iluminó con una linterna, Los vecinos tenían el rostro ceniciento, del color de las setas de sótano, como si hubieran pasado años a oscuras en lugar de cuatro días. Abrían y cerraban la boca en silencio como los peces exhibiendo un brillo de dientes blancos. Muchos presentaban extrañas heridas: mordiscos, arañazos. La pareja se abrazó y… volvió la luz.

La pantalla de televisión se iluminó –Alfa y Romeo habían olvidado desconectarla- y repentinamente los rostros de los invasores se iluminaron:

-¡La luz…! –jadeó el veterinario del nivel 8.

-¡Televisión! Es una serie sobre los viajes de Cristóbal Colón –exclamó una informática del 19º nivel-. Mirad, el papel de Colón lo hace un actor negro. Claro, como es de Netflix…

Ahora el salón parecía una réplica tridimensional de un cuadro de Hopper con los rostros de los vecinos  iluminados por la pantalla. Entre ellos está el presidente de la comunidad que conservaba algo de influjo a pesar de sus harapos hediondos y algunas heridas de arma blanca.

-Queridos vecinos –dijo-: ahora que estamos cierto número aquí reunidos podríamos hablar sobre la derrama de la azotea.

FRODO Y SUS REFLEXIONES ARGENTINAS

LA RECETA: Pollo a la chilindrón (Foto: Silvina)

Sofreír los trozos de pollo en aceite y retirarlos.

En la misma cazuela freír pimiento verde y rojo cortado fino, cebolla picada y unos taquitos de jamón. Cuando se vean las verduras trasparentes añadir 1 bote pequeño de salsa de tomate.

Reducir un poco y verter 1 vaso de vino blanco.

Tapar la cazuela y dejar cocer a fuego lento media hora.

¡Buen provecho!




 


viernes, 14 de octubre de 2022

EL HUEVO Y TÚ

 Cada segundo viernes de octubre se celebra el Día Mundial del Huevo, vamos allá:

Sentado en la terraza del bar la miraba fascinado desde una distancia de cuatro mesas. Ella metía la nariz en su taza de café con helado y volvía a reaparecer con una temblorosa burbuja de nata en la punta. Llevaba el cabello castaño recogido como si se lo hubiera sujetado por primera vez. Los labios parejos, carnosos y muy rosados. Sin maquillaje, quizás una sombra negra en los ojos que los hacía más grandes y claros. Al sentarse, la ligera falda de su vestido se había subido dejando a la vista una deliciosa extensión de su piel morena.

Tenía que reclamar su atención, decirle algo ¿pero qué? Apuró el coñac de un trago para infundirse valor y aún sentía el fuego en sus entrañas cuando ella se levantó y decidió seguirla desde una prudente distancia.

Caminaba entre los puestos del mercado con una sensualidad que a él le parecía asombrosa, como un gato cauteloso,  deambulando entre un abismo de cajas, vallas y carretillas. Ella se detuvo frente a un mostrador donde una campesina vendía huevos, compró media docena y cuando los guardó en su bolso él observó que no cerraba bien. Se le iluminó el rostro; ya tenía una idea.

-¿Una docena o media, joven? – La campesina le miró perpleja cuando le pidió un único huevo.

Él corría jadeante por una cuesta. La vio subiendo los empinados escalones que conducían a la puerta de su casa. Sacaba unas llaves del bolso cuando él gritó:

-¡Eeeh! Perdona…

Ella se giró, sus ojos parecían aún más grandes y claros. Él sostenía un huevo entre el pulgar y el índice.

-Se te ha caído esto.

También esta semana se ha conmemorado el 12 de octubre.
LA RECETA: HUEVOS HUMPTY DUMPTY

sobre el muro no pudieron reponer al orondo patriarca.

Cascar en un cazo cuatro huevos, añadir una pizca de sal, pimienta, perejil picado, un chorrito de agua con gas y una cucharada sopera de coñac.

Cocer el cazo al baño maría –tardan más que en la sartén pero quedan más buenos y esponjosos- removiendo con la espátula o unas varillas para que no se peguen.

Añadir unas tiras de salmón ahumado y servir,  pues los huevos terminarán de cuajarse en el plato.






lunes, 3 de octubre de 2022

LAS VISITAS DEL CALAMAR

 

Gregorio Halibut se removió para colocarse en una posición más cómoda y entonces percibió ese olor a marea baja propio de la actividad sexual. Nada de eso había ocurrido en la cama de Halibut desde hacía mucho tiempo y se estremeció ligeramente cuando su mano tropezó con algo húmedo y cartilaginoso. Apartó las sabanas de un tirón y descubrió un calamar.

Aquello era tan insólito que Halibut se sintió más desconcertado que inquieto. Sosteniendo uno de los tentáculos entre dos dedos fue hacia el lavabo y arrojó el cefalópodo al inodoro.

Por la mañana Halibut tomaba café observando distraído el juego de los rayos del sol filtrándose por las rendijas de la persiana. Frunció los ojos y unos globos acuosos y distantes le devolvieron la mirada. Un calamar estaba recostado sobre la jarrita de leche con sus tentáculos colgando indolentes en un ángulo de la mesa. Mientras Halibut observaba el calamar siendo tragado por el inodoro decidió pedir hora al doctor Fletán, su médico de cabecera.

 El médico lo miraba ceñudo y profesional cuando le pidió a Halibut que le hablara de su infancia. Halibut relató su niñez solitaria, con un padre distante que prefería dejarlo al cuidado del tío Lucio –el rarito de la familia- que le colmaba de atenciones y regalos. Fue entonces cuando el doctor le preguntó:

-¿Cuál era el trabajo de su tío Lucio? –y cuando Halibut respondió que tenía una pescadería la voz del doctor adoptó un tono severo: -Ahí está el quid. Su estado emocional, necesitado de afecto, quiere emular la presencia y los regalos de su tío Lucio, el pescadero. Esos mensajes que le lanza el subconsciente como una bengala de socorro los representa ese calamar que usted imagina ver…

-No son imaginaciones, doctor – le interrumpió Halibut-. Percibo incluso el olor a pescado rancio de ese bicho.

-¿Cómo?! –el médico se alteró-. Eso es alarmante, las alucinaciones olfativas suelen ser síntoma de lesión cerebral – escribió una dirección en un papel y se lo entregó a Halibut-: Se dirigirá lo antes posible a este centro donde le harán unas pruebas, tendrá que permanecer allí una semana. Es un sitio agradable, como un balneario.

Este lugar estaba en la costa. Halibut se dispuso a preparar su equipaje. Al abrir la maleta apareció un calamar que parecía saludarle con un tentáculo alzado y recostado sobre una hebilla.

 Halibut conducía por la curvilínea carretera de Garraf. Desde su ventanilla veía las playas blancas y las olas chocando imponentes. Un túnel lo ingirió y la radio se animó súbitamente al sonar un viejo tema de Flash and the Pan: Squid Dance. Halibut movió apresuradamente el dial convirtiendo la melodía en una sucesión de medias palabras atropelladas. Cuando descubrió que había dejado atrás el túnel y que se dirigía hacia un abismo intentó girar con un chirrido atroz de los neumáticos. Perdió el control del vehículo, se precipitó al vacío y en perfecta parábola aterrizó en un mar que lo saludó con siniestra calma.

El coche se hundía con rapidez. Halibut abrió la ventanilla para poder salir cuando el vehículo al llenarse de agua se posara sobre el fondo, pero cometió el fatal error de no desabrochar antes el cinturón de seguridad. Forcejeó inútilmente con el cierre hasta que dejó escapar su vida con un burbujeante estertor.

Minutos después una sombra blanca, pequeña y fantasmal penetró por la ventanilla. Un calamar se acercó al inerte cuerpo y le rodeó afectuoso el cuello con sus tentáculos. Permaneció en esta posición dejándose mecer por la corriente, agitando perezosamente las branquias y con la cabeza recostada sobre la mejilla de Halibut.

HANNIBAL LECTOR.

FRODO Y SU HUMOR ARGENTINO:

LA RECETA. CALAMARES ENCEBOLLADOS
Seguimos con esos cefalópodos. Foto: Silvina.
Con la mejor de tus sonrisas pide en la pescadería que te preparen los calamares separando la cabeza de las patas y cortándolo en aros. 
Pela la cebolla y córtala en tiritas finas. En una sartén añade un poquito de aceite, ponla a fuego lento y echa la cebolla. Hazla así, muy poco a poco, pochándola, para que se caramelice con sus propios azúcares durante 15 minutos  hasta que empiece a dorarse ligeramente.

Transcurrido ese tiempo, añade los calamares a la sartén, echa un poquito de sal y sube el fuego al máximo. Remueve y dale vueltas durante 5 minutos y agrega el vino blanco. Déjalo otros 5 minutos a fuego fuerte para que se evapore el alcohol pero con cuidado de que no se pegue ni la cebolla ni los calamares a la sartén.

Retirar del fuego, y probar y rectificar de sal si es necesario. Recomiendo acompañarlo con arroz blanco del alargado, tipo basmati.