lunes, 29 de julio de 2019

TÚ NO LOS OYES... YO SÍ

Post dedicado a mi hijo Dani que ha cumplido los dieciocho años.

 Este soy yo con mi hijo Dani –sí, Dani, como el niño clarividente de El Resplandor- cuando tenía un año de edad. Por supuesto yo le leía cuentos a la hora de acostarse pero esa etapa duró poco porque acabó siendo Dani quien los improvisaba y me los contaba. La desbordante  imaginación de este niño era sorprendente pero un día, a los siete años,  se superó a sí mismo.
Una mañana me hizo una sorprendente revelación: su madre y yo no fuimos sus primeros padres. Según me dijo Dani, él vino al mundo en un lóbrego caserón con dos padres a los que describe muy tontos y muy feos. “…y también muy malos –añadió Dani-. El día de mi cumpleaños  me ponían delante una gran tarta y cuando iba a probarla me atizaban un coscorrón y se la llevaban. Al final puse un anuncio en un periódico para encontrar unos nuevos papás y me fui contigo y con mamá porque erais los que más me gustaban”. Vaya, así que nos eligió en un casting.
Esa noche le preparé su plato favorito, espaguetis a la carbonara. Estalló una súbita tormenta veraniega con mucha electricidad. Dani enrolló un espagueti en el tenedor y detuvo la mano a medio camino con una expresión de alarma en sus ojos.
-Están aquí –susurró. La lluvia caía con estrépito-. Han vuelto. Son los padres tontos y feos que vienen para llevarme con ellos. Ahora están pulsando el timbre. Tú no los puedes oír pero yo sí…
Me los imaginé como una familia así:
 La luz de un relámpago se filtró por la persiana pintando rayas en la cara de Dani.
-Ya han dejado de pulsar el timbre y están arañando la puerta de casa. Tienen una enormes garras, grandes y afiladas…
-Termina los espaguetis, cariño -.Pero lo que quería decir en realidad era: “¡Dani, para ya que me estás asustando! ¡Pero qué canguelo me ha entrado!” Al llevarme los platos a la cocina pasé por delante de la puerta y miré por la mirilla. Si en ese momento veo una cara al otro lado me da un infarto.
Y aún sigue escribiendo. ¿Habré traído al mundo otro Stephen King? pues espero que me encargue los dibujos de sus portadas.
Aquí a punto de soplar las dieciocho velas de la tarta (no le dimos un coscorrón ni nos la llevamos) Las llamas y la barba le dan un aspecto mefistofélico.
Y ahora paso el timón a mis ilustres colaboradores:
RIBOT
MELMOTH
 A veces viene alguien a informarte de que fulano ha muerto. De momento cuesta creerlo hasta que al fin lo asimilas y lo aceptas. Después, de súbito, te lo encuentras paseando por el centro comercial. En esos primeros segundos entras en contacto con una experiencia terrible y tan irreal que llegas incluso a cuestionarte tu propia existencia hasta que te das cuenta de que el informador andaba errado, quizá por bocas de otros. Buscas al informador y le dices que acabas de ver a fulano saliendo tan pancho del “Pull and Bear”. El informador se sorprende de tus palabras, pero de inmediato, y algo aturdido, acepta su error. Como todos sabemos, estos casos suelen ocurrir, pero ya empiezo a tener mis sospechas. Creo que los muertos, los muertos de verdad, se están aprovechando de estos malentendidos y se cuelan para seguir viviendo unas vidas que ya no les tocan. Ellos también sospechan que yo lo sé. Lo dicen sus consternadas expresiones cuando me ven.

FIN
Bueno, pues yo también pongo una chorradilla:
LA RECETA. Como antes se ha hablado de carbonara... pero esta receta de mi amigo el chef Vittorio se supone que es la auténtica carbonara, sin leche y con el huevo crudo.
Freír la panceta o bacon ahumado. Cocer los espaguetis en abundante agua salada y escurrir. Volcar los espaguetis en la sartén donde hemos frito las tiras de tocino y remover. Añadir el huevo -sólo la yema, una por persona- y mezclar bien. Apagar el fuego antes de que empiece a cuajar, sazonar con pimienta recién molida y servir. Recomiendo mucho queso.






miércoles, 17 de julio de 2019

UN POST MUY RÁPIDO

Ideal para los que vayan con prisa: micros, gags, y una receta rapidita.
El Fantasma de la Ópera estaba triste porque ya no conseguía atraer la atención del público. Una noche se encontró por los pasillos a Marcel, el tramoyista. El Fantasma le preguntó:
-¿Qué ocurre, Marcel? ¿Porqué el público se muestra indiferente conmigo?
-¡Vamos a ver! –le espetó Marcel-. Eres un fantasma ¿no? ¡Pues eso es lo que pasa, que no te ven!
Y dicho esto el tramoyista se fue atravesando la pared.
FIN
RIBOT
MELMOTH
Un matrimonio está discutiendo en el interior de un piso algo oscuro. La hija mira a sus padres sin expresión alguna. Se levanta del sofá y se dirige a la mesa donde hay una jaula con un hámster. La niña contempla con la misma expresión al ratoncito que corre en el interior de un tambor de alambre.
FÁCIL Y RÁPIDO: HUMMUS DE GARBANZOS
Necesitaremos:
He utilizado un bote de garbanzos cocidos para esta preparación. Ponerlos en un escurridor y pasarlos por abundante agua.
En el vaso de la batidora poner los garbanzos junto con los dientes de ajo pelados y la sal. 
Triturar con la batidora. Añadir el zumo de limón y el aceite de sésamo (o de oliva, aunque queda mejor con el de sésamo). Triturar con la batidora hasta tener una mezcla que se asemeja a un puré de consistencia cremosa.
Servir en cuencos con un poco de pimentón por encima.



martes, 9 de julio de 2019

AHÍ VIENE LA PLAGA. Historia real.


La combinación de calor, falta de higiene y soldados portadores de plagas por transmisión sexual convirtieron mi cuartel en un caldo de cultivo de sarna, piojos y ladillas. El contagio no cesaba de aumentar. En la formación los soldados no paraban quietos al no poder contener las  ganas de rascarse. La farmacia militar trajo pomadas, lociones y todo tipo de mata-parásitos. También  destinaron una sala para el despiojamiento.
 Esa sala era un cuartucho donde los soldados pasaban la liendrera, un peine metálico, por la cabeza de sus compañeros infectados y me ofrecí voluntario. Para que no nos saltaran los piojos a la cabeza llevábamos un casco de acero, el modelo Z, exacto al casco alemán de la Segunda Guerra Mundial, parecía una barbería del Afrika Korps. Por comodidad íbamos sin camisa, y como yo había contraído la sarna tenía desde el cuello para abajo el cuerpo pintado de amarillo por la pomada de azufre. Parecía un personaje de Los Simpson.
Una tarde vino un compañero de mi unidad, Fonseca. Tenía piojos y ladillas. Se le veía abatido, nada más sentarse me dijo:
-Esta noche he tenido una pesadilla horrible por culpa de esos malditos bichos. Me puse a gritar como un loco.
Recordé que en el dormitorio me sobresaltó un grito, luego escuché un ruido sordo, un plof.
-Desperté cuando alguien me tiró una bota en la cabeza.
Eso explicaba  lo del plof. Fonseca prosiguió mientras yo rastreaba su cabeza con la liendrera:
-Soñé que los piojos y las ladillas se comunicaban entre ellos por telepatía o algo así. Se pusieron de acuerdo. Los piojos bajaron desde mi cabeza, y las ladillas subieron desde mi pelo público...
-Querrás decir púbico.
-Vale. Se encontraron en el centro de mi cuerpo, en el abdomen, y entonces empezaron a devorarme.
-¡Ostras!
Fonseca lo contó tan bien que me dejó sobrecogido. Fue como abrir un libro de Stephen King. Me parecía ver a todos aquellos voraces hematófagos atacando a Fonseca sobre el jergón oxidado (igual los chinches de los muelles de debajo del somier se habían aliado con los demás ácaros) agitando sus cientos de patas, succionando su sangre, perforando su piel y luego abriéndose paso por las entrañas…  Aggg. Al terminar mi turno dejé las liendreras y las pinzas en un caldero con agua sobre un fogón y me fui a la cantina para tomarme un reconfortante segoviano o carajillo de whisky Dyc, mejunje muy popular allí. Quería apartar de mi mente aquel maligno ejército de  bichos henchidos de sangre ajena  profiriendo  diabólicas carcajadas, aunque no sé cómo debe sonar eso pues nunca he oído reír a un piojo.

Pero esta noche esa turba de alimañas se ha abierto paso desde algún recoveco de la mente y me ha provocado una terrible pesadilla. El ejército piojo avanzando hacia el Sur. Hordas de ladillas dirigiéndose al Norte, se reúnen  y… me he despertado dando alaridos.
Habría quedado bien terminar el relato diciendo: “Cuando desperté tenía una bota sobre la almohada, alguien me la habrá lanzado, lo extraño es que duermo solo.”
Pero ya he avisado antes que es una historia real; así que esto es lo que hay. Lo siento.
FIN

UN PLATO DE PESADILLA
Welsh Rarebit (fondue galesa) es un plato que arrastra la leyenda de que suele provocar pesadillas si se come por la noche.
Ilustración de Pesadillas de cenas indigestas de Windsor McCay, libro dedicado al Welsh Rarebit y sus oníricas consecuencias: 
La verdad es que el Welsh Rarebit (que en algunos libros he visto traducido erróneamente como “conejo a la galesa”) es un entrante delicioso y fácil de hacer. Así es como yo lo preparo, aunque por si acaso nunca lo tomo para cenar…

Derretir una cucharada de mantequilla en una cazuela al fuego. Añadir 200gr. De queso Cheddar (o bien otro cremoso y de sabor suave) rallado o en trozos pequeños, salpimentar y remover bien. Rociar con un botellín de cerveza negra y seguir removiendo hasta que el queso se derrita completamente. Extender la mezcla sobre unas rebanadas grandes de pan, gratinarlas unos instantes en el horno y servir.
El Hombre gratinado de McCay:
Curioso: mis dos queridos colaboradores han elegido personajes perrunos:
RIBOT
MELMOTH
¡TRÁELO! 
El amo del perro decidió llevárselo todos los días a un parque para que hiciera sus necesidades. El amo encontró una rama de árbol y se la tiró al perro que se fue corriendo a por ella. El amo se distrajo mirando a unas chicas que iban en minifaldas cuando el perro volvió y dejó caer a sus pies una mano cercenada. El amo quedó aterrorizado. Miró en derredor y toda parecía estar tranquilo. Extrajo de su bolsillo una de esas bolsas negras que sirven para recoger la mierda del perro que, por otra parte, nunca utilizaba. La recogió con asco y la tiró a una papelera. Cogió de nuevo la rama y se la lanzó al perro para olvidar lo ocurrido. El perro corrió alegremente tras la rama. El amo estaba totalmente aterrorizado por lo sucedido cuando vino el perro a sacarle de su estado de shock dejándole a sus pies otra mano cercenada. Tuvo que utilizar otra bolsa y tirarla a la papelera con disimulo. Dio una vuelta por el parque en busca del cuerpo, pero no halló nada. Volvió a lanzar la rama al perro. Estaba muy aturdido. Vio al perro cómo volvía corriendo felizmente hacia él. Sus colmillos sujetaban la larga cabellera de la cabeza cercenada de una mujer. En esos momentos solo pudo pensar que ahora tendría que utilizar una bolsa más grande, y que ya no volvería nunca más al parque.
FIN





lunes, 1 de julio de 2019

EL TIEMPO ES ORO. Relato, y más cosas.


 Citizen se despierta bruscamente con la intuición de que algo no va bien. El despertador está detenido en las tres y media. Salta de la cama y se viste apresuradamente, recuerda cómo se puso su jefa la última vez que llegó tarde al trabajo y no quiere repetir la experiencia.
Sale a la calle y Citizen se palpa los bolsillos: llaves, cartera… el móvil y el reloj de pulsera se han quedado en la mesilla. Sólo están abiertos los negocios más madrugadores –kiosco, panadería-… y no se ve a nadie por la calle. Buena señal pero ya se oyen algunas persianas metálicas. Recuerda que no tiene reloj. ¿Qué hora será? Citizen ve acercarse un transeúnte de aspecto distinguido.
-¿Tiene hora, por favor?
-¿Qué le dé la hora? Ay, joven… hoy no se da nada por nada, sería mendicidad pública. ¡Y la hora que yo tengo, nada menos! Me presento: soy Cronos, el dios del tiempo, pero me cae usted bien, Citizen. ¿Qué cómo sé su nombre? Ya le he dicho que soy un dios. Le daré la hora por un euro.
Citizen se ha dejado también el monedero, pero hurgando en los bolsillos encuentra unas monedas.
-Sólo tengo sesenta céntimos.
-Bueno, pues hagamos una rebajita… -Cronos coge las monedas de Citizen y consulta su reloj-:
 Son las ocho y cuarenta -. Y dicho esto se desvanece en un santiamén.
“Ah, pues es temprano”, se dice Citizen. Ahora camina tranquilo, dejando que pase el tiempo. Da un rodeo por el parque, la mañana es soleada y agradable.
 Cuando Citizen llega al sex-shop donde trabaja, la jefa lo está esperando con mirada furiosa. Su  aspecto es imponente. Las anchísimas caderas luchan contra las costuras de su falda. Tiene unos pechos enormes y el cuello muy corto por lo que parece que lleve la cabeza en bandeja. Grita:
-¡Citi! ¡Has llegado casi una hora tarde!!! –y señala un reloj de pared digital.
Citizen comprende lo de la rebajita: 40 céntimos menos = 40 minutos menos. Menudo, ese Cronos. Balbucea: “Eeer… Cronos. El dios. La hora…”
-¡Déjate de historias! –la jefa se dirige a la sección de sado-maso y agarra un látigo de cuero que hace restallar-. ¡Tira hacia el Dark Room! ¡Y vete quitando la ropa!
Mientras se desnuda, Citizen recuerda lo que suele decir su padre: “Nadie da duros por cuatro pesetas, chaval.”
FIN
CURIOSO CARTEL 
Cartel del metro parisino advirtiendo a los pasajeros que es peligroso entrar en el vagón cuando suena la señal acústica. Vale, pero... ¿qué pinta un conejo aquí?
De momento he acabado mis decorados para la obra "No te bebas el agua". Éste es el último, un suburbio neoyorquino. Ahora estamos buscando local.
Y pasamos a mis dos geniales colaboradores:
RIBOT
MELMOTH
LA GRUA IMPLACABLE
1-Un hombre estaciona su automóvil en un parking. Se dirige a la máquina para extraer el ticket, y cuando vuelve a su coche para depositarlo en el parabrisas le da un infarto y cae, justamente en el centro de un aparcamiento vacío. El ticket se le queda justamente en el pecho. El vigilante del parking mira el cadáver como un coche más, y comprueba que el ticket sea válido. Sigue haciendo la ronda controlando la larga fila de coches estacionados. Cuando vuelve a pasar delante del fiambre, comprueba que el ticket ya ha caducado. Le pone una multa sobre el pecho y sigue su ronda. Unos individuos ya han robado el coche del muerto por encontrarlo con las puertas abiertas. El guardia vuelve a pasar. Se detiene delante del cuerpo y llama por teléfono a una grúa. Aparece al instante. Enganchan el cuerpo con unas correas y se lo llevan arrastras.