Mis amigos Full, Repoker y yo nos dejamos arrastrar hacia el barrio portuario por el juerguista Comodín. Éste nos guiaba hacia un local del que había oído hablar.
-Es una sala de baile que llaman Santa Compaña –nos
informó-. Como esa leyenda gallega, la de la procesión de difuntos. Si te
atrapan, has de bailar con ellos eternamente y solo puedes librarte si alguien
traza un circulo en el suelo, te tira del brazo y te devuelve al mundo de los
vivos.
-¿Habéis navegado mucho? –preguntó Full.
--Hemos visto las Islas Funestas –dijo el Marinero 1-.
Permanecimos allí una semana.
-¿Cómo son?
-Funestas –dijo el Marinero 2. Todos los miramos con
respeto. Les preguntamos si iban a entrar en la Santa Compaña.
-¡Sí! Pero antes vamos al puerto para encontrarnos con un
compañero que acaba de llegar de las Islas Cíes –dijo el Marinero 1-. ¡Nos
vemos!
Empujamos la puerta y los tres entramos. La música
ensordecía, centenares de personas se movían rítmicamente en la penumbra. El
olor a transpiración competía con la acritud de la música. El local parecía una
mezcla de hangar abandonado y tumba egipcia.
Algunos bailarines agotados se arrastraban por el suelo
entre charcos de cerveza y vómitos hasta la cabina blindada del DJ implorando
que pare la música. Más sorprendente aún: las botellas vacías, conscientes de
su inutilidad, se encogían hasta esfumarse. Con súbita alarma descubrí lo que
estaba ocurriendo.
No conseguí localizar a Comodín. Repoker estaba subido sobre
un taburete de la barra rompiendo botellas completamente integrado a la
concurrencia. Saltaba y gritaba como un loco. Siempre lo recordaré así, en
contrapicado, con su inmensa panza esférica en primer plano. Intenté acercarme
hacia él cuando de repente alguien me agarró del brazo y me alejó bruscamente.
Era Full, quien me sujetaba y a su vez era tironeado por el Marinero 1, éste jalado
por el 2, mientras un quinto comparsa fuera de mi visión nos remolcaba hacia
el otro lado de la puerta.
Cuando por fin salimos al exterior comprobé que nuestro
salvador era el recién llegado marinero.
Se hallaba dentro de un circulo que había trazado con tiza en el suelo.
-Conozco esa leyenda gallega –nos dijo-. Acabo de volver
de las Cíes.
FRODO HACE UN CHISTE SOBRE ÉL MISMO
Una receta dedicada a mis amigos argentinos ahora que empezará su primavera:Un cocinero milanés me dijo que boscaiola significa leñador
y que al probar este plato “te parece caminar por un bosque en primavera”.
Mientras cuece el agua salada para los macarrones poner
guisantes (arvejas) los congelados sirven perfectamente, a cocer durante 10
minutos en otra cazuela con agua. Escaldar un paquete de setas secas y reservar
un poco del agua en la que han hervido.
Sofreír un diente de ajo picado en una sartén con aceite a
fuego mediano y cuando el ajo tome color echar dos cucharadas soperas de
perejil picado. Saltear bacon cortado en tiras pequeñas. Remover y añadir las
setas escaldadas y escurridas con un poco del agua de su cocción.
Agregar crema de leche, sazonar con sal y pimienta, añadir
los guisantes y después de unas vueltas retirar la sartén del fuego.
Cuando los macarrones ya estén cocidos escurrir y mezclar
con la salsa y abundante queso rallado.