miércoles, 22 de julio de 2009

NOVELA MEXICANA


Trago amargo, del escritor mexicano F. G. Haghenbeck, es uno de los libros que más me han gustado últimamente. Su protagonista es el detective Sunny Pascal, encargado de la seguridad de las estrellas durante el rodaje de la película La noche de la iguana en Puerto Vallarta. En esta novela se bebe y mucho; casi tanto como en Bajo el volcán, así que he pensado acompañar la entrada con la portada que hice para el libro de Lowry.
Haghenbeck inicia cada capítulo con la receta de un cóctel y una canción para acompañarlo. No podía faltar el cóctel Margarita en la escena en que Pascal cruza la frontera:
Margarita: 1 medida de tequila blanco, 2 medidas de Cointreau, zumo de tres limones, sal para escarchar, hielo.
Mezclar las bebidas con el hielo en el vaso mezclador. Servir en copa ancha con los bordes escarchados con sal. Paladearlo con la canción Tequila de los Champs.
Mi maleta era patética: dos botellas de gin, una de Lolly Pratt, una gastada edición de On the road de Kerouac, guayaberas y mi Colt.
Bajé hasta la frontera cruzando por Tijuana. Un guardia mexicano me preguntó si portaba armas. No contesté, simplemente deslicé un billete a su mano.
Cuando llegué a Mazatlan tuve que dejar mi Packard en el taller. Para pasar el rato entré en un viejo bar cerca del malecón. Sólo había un turista americano bebiendo. Pedí un margarita. El cantinero lo preparó con la gracia de un malabarista del circo Atayde. Afuera las palmeras se doblaban por el intenso chaparrón.
-Mal día para volar, soldier –me dijo en mal español el turista perdido.
El viejo se sentó a mi lado. Pude examinarlo mejor. Hablaba un mal español, mezclado con inglés duro, como puta de frontera. Pidió otra bebida. El cantinero le sirvió de una botella que sacó de un gabinete. El resto lo llenó con agua de Jamaica.
-Vodka ruso, el mejor. Patricio venderlo. De Cuba, you know.
-Le acaba de dar en la madre con la Jamaica. Pero cada cual escoge su veneno.
El viejo soltó una carcajada. Por su barba blanca me recordó a un Santa Claus burlándose de un niño que pide algo caro. Pinche Santa.
-Tú no eres turista. ¿Eh, soldier?
-Soy niñera de estrellas. Evito que se hagan en los calzones y tengan mala publicidad.
-Buen viaje, soldier. Mal día para volar –dijo el viejo cargando su caja con vodka que le había preparado Patricio.
Acabé mi margarita. Me quedé inquieto con la conversación. Era como cuando uno sale de viaje y trata de recordar si no dejó abierta la llave del gas. Ese viejo gringo olía a gas.

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