domingo, 13 de marzo de 2011

DESDE UN CUADRO, DESDE UN LIBRO


La salita de fumadores del hotel es tan diminuta que se presta a la confidencia. El hombre que se ha presentado como restaurador ha bebido mucho vino durante la cena y, aparentemente, tiene muchas ganas de hablar.
-Yo me he metido varias veces en el interior de un cuadro –dice mientras enciende un puro que ilumina su cara surcada por arrugas-. Sí, literalmente. Cuando veía un cuadro que me gustaba de manera particular me ponía frente a él y me concentraba como un equilibrista que se dispone a caminar sobre una cuerda.
La primera vez que lo conseguí fue en un cuadro de la Escuela Holandesa. Ya sabe, ese cuadro con un sendero en zigzag como una serpiente blanca. Me sumergí en aquella pintura y fue una sensación incomparable… yo me convertía en un personaje de carne y hueso en el interior de aquel lienzo y todo cobraba vida: las siluetas de los campesinos empezaban a moverse y decían algo en lengua flamenca hablando entre sí. De repente noté como si me estuviera fundiendo entre una capa de óleo. Así que me impulsé con todas mis fuerzas y salté afuera del cuadro antes de quedar retenido para siempre como un personaje más del lienzo.
El restaurador se acomoda haciendo crujir la silla. Su cuello se tensa y la cabeza calva me hace pensar en una tortuga asomando por el caparazón.
Hubo problemas –continua el restaurador-. Una copa de absenta muy fuerte servida por una robusta modelo de Rubens me dejó indispuesto durante semanas y otra vez cogí una pulmonía en la nebulosa pista de patinaje pintada por Degas.
El restaurador se pone en pie. Hasta ahora no me había dado cuenta de que era muy bajo. Lo justo para no ser considerado enano.
-Bueno, joven. Me he dejado llevar y he hablado mucho… ¡Buenas noches!
A solas en mi habitación no dejo de darle vueltas a la historia del restaurador y se me hace muy difícil conciliar el sueño. Abro mi bolsa de viaje y saco uno de los libros que siempre llevo conmigo: La torre del homenaje de Lampedusa. Abro una página al azar y me invade una brisa ligera como el movimiento de una capa de seda. Es la escena del banquete del rey Dagoberto en un valle rodeado de pinos. Mis dientes se hunden ávidamente en la carcasa del cordero asado fundiéndose en mi boca y goteando por la barbilla. El rey Dagoberto, que aprecia a los que disfrutan con la buena mesa, sonríe y ordena personalmente que me sirvan más vino. Es un borgoña con destellos rubíes, vigoroso, aunque algo áspero para mi gusto.

16 comentarios:

Clementine dijo...

Genial, Miquel. La verdad es que algo parecido a esto debemos sentir cuando una pintura o un libro en concreto te llega de tal modo que te sientes de alguna manera partícipe.
Y a mí me pasa con muchas películas, me identifico de tal forma con algunos personajes o situaciones que cuando termina el film me quedo un rato en "esa nube" hasta que me salgo del todo.
Y es una buena sensación, no te digo yo que no.
Saludos.

miquel zueras dijo...

Muchas gracias, Clementine. En una entrada pienso contar cuando estaba viendo "Sospecha" de Hitchcock en el cine de mi cuartel en la mili. Viendo una película en blanco y negro rodeado de gente vestida de caqui casi me hizo sentir "transportado" a una película de la Segunda Guerra Mundial. Saludos. Borgo.

Pepe Cahiers dijo...

Esa idea estaba plasmada en "La historia interminable" y, de hecho, yo también me he sentado en esa diminuta sala de fumadores escuchando al restaurador... y eso que no fumo.

miquel zueras dijo...

Hola, Cahiers. Reconozco que no pude pasar de la página 100 de "La historia..." Leí en la revista "Qué leer" que es uno de los libros más "caídos de las manos", de esos que más gente empieza pero no todos terminan. Espero que disfrutaras de las confidencias del restaurador y que no te molestase el humo. Saludos. Borgo.

Mario Salazar dijo...

Totalmente de acuerdo, cuando uno mira una pintura se deja llevar por la imagen, te seduce, te aborda, te invade, sucumbes a su encanto pero cuando es una obra magna o de la que te sientes compenetrado, igual con un libro, ya lo han dicho muchos autores, la ficción te transporta a ese mundo fictio y te atrapa, vives ese paisaje, compartes con esas vidas. Excelente pequeño relato, te puedes imaginar al hombre contándote lo que siente por el arte. Un abrazo.

Mario.

miquel zueras dijo...

Bienvenido a Borgo, Mario. Me alegra mucho que te gustase, la idea me vino con el libro "El castillo de los destinos cruzados" de Italo Calvino que incluía unas magníficas litografías. Juntar cuadros y libros es estupendo. Saludos. Borgo.

Sr Nocivo dijo...

Eso mismo que relata el protagonista de tu relato lo he sentido yo con muchos libros, pinturas, obras de teatro o películas. Ahora mismo sin ir más lejos lo vivo con "Cuerpos descosidos", de Javier Quevedo.

Sobre tu anterior entrada recuerdo que de pequeño Jimenez del Oso me daba miedo. Si vosotros adoptáis al chupacabras me pido a Nessy en la albufera XD
Por cierto, en el capítulo sobre el chupacabras de Expediente X, los protagonistas se ven involucrados porque dicho ser asesina (supuestamente) a una joven llamada Maria, por lo que Scully tararea un par de veces a lo largo del capítulo la canción de West Side Story dedicada a ese personaje.

miquel zueras dijo...

Hola, Sr. Nocivo. Sigo el interesante blog de Javier Quevedo y tengo en lista su "Cuerpos descosidos" para Semana Santa. Muy bueno su microrrelato "La tregua".
Desde luego del Oso imponía con su presencia, a muchos niños les daba miedo. Quedaría bien Nessie en la Albufera, donde mi abuelo hacía sus paellas con los amigos y su anguila al "all i pebre".
Y gracias por esos interesantes datos sobre Expediente X, voy a revisar ese capítulo. Borgo.

RAFA V dijo...

Buen relato. Dicho con todo el cariño, pienso que el título lo destripa un poco. Yo sí me terminé La Historia Interminable, aunque si no lo hubiera hecho, tampoco hubiera pasado nada. Un abrazo

miquel zueras dijo...

Muchas gracias, RAFA V. Sí que es verdad -ahora me doy cuenta- lo del título, tendría que haber puesto el primero que se me ocurrió: "Óleo sobre tela".
Bueno, pues ya veo que en mi vida no habría un antes y un después si llego a leer "La historia interminable" enterita. Abrazos. Borgo.

Cristina dijo...

A mi no em passa amb la pintura, però sí amb la novel·la i amb la poesia. M'oblido de l'entorn i em fonc amb les paraules.

miquel zueras dijo...

Hola, Belén. A mi també em passa amb alguns llibres. Cal anar en comte per no tornar-te tinta com el senyor del relat. Petons. Borgo.

Camino Pescador Yebra dijo...

Muy bueno, Borgo, tanto el relato como la ilustración. Me gusta el juego de espejos: resulta fácil "perderse" dentro del relato que cuenta cómo alguien a su vez se sumerje en lo que otra imagen le evoca. Supongo que a cada uno llegamos ahí por un camino diferente (¡por suerte!): la pintura, la literatura, la fotografía, el cine, o simplemente dejando volar la imaginación...). Abrz, Siena

miquel zueras dijo...

Gracias, Siena, me encanta tu comentario porque era lo que yo intentaba comunicar. Todos nos podemos dejar llevar por un cuadro, un libro, una película... simplemente hay que dejarse llevar. Abrazos. Borgo.

viagra online dijo...

Esto me hace sentir inspirado, en especial lo del cuadro por eso: mis ojos van al cuadro, algo se ha iluminado, y en su ineterior las figuras danzan me miran fijamante y se agrandan.

miquel zueras dijo...

Hola, viagra. Sin duda es apasionante contemplar un cuadro, yo a veces he sentido esa sensación, como si te atarapara. Saludos. Borgo.