

Sí, pocas bromas porque no todos los directores españoles pueden decir que han rodado con Peter Cushing, Terence Stamp, Cameron Mitchell y Pocholo Martínez-Bordiú. El valenciano Piquer (1935-2011) fue a contracorriente haciendo el cine que quería hacer, el fantástico, en un país y una época nada propicios. Quizá su película más recordada es
Supersonic Man (1979) Vean como este superhéroe –con cierto parecido a Ned Flanders- se lanza desde el edificio Cuzco IV en Madrid y un segundo después sobrevuela Nueva York; no me digan que no tiene merito.

Realizó tres películas basadas –muy libremente- en relatos de Julio Verne. “¿Qué porqué? Pues porque a mí no me conoce nadie y a Verne todo el mundo. Ya lo aclaró Cecil B. de Mille cuando le preguntaron porque hacía películas bíblicas: ya vienen con doscientos años de publicidad” (2000 Maníacos nº 17). Entre 1977 y 1982 Piquer rodó
Viaje al centro de la Tierra, Misterio en la isla de los monstruos y
Los diablos del mar con un variopinto reparto: Peter Cushing, Kenneth More, Terence Stamp, Paul Naschy, Ana Obregón… Estos son los dos actores que más le impresionaron: “Cameron Mitchell era un gandulazo, siempre tenía que engatusarle con berberechos. Después del rodaje se ponía morado de berberechos y decía que aquello sí tenía
taste, que en los USA la comida no sabía a nada. Peter Cushing era absolutamente maravilloso, estuvo ensayando como servir una copa de jerez sin derramar una gota y me quedé embobado mirándole pues eran gestos complicados que hacía con una facilidad pasmosa”.

En 1982 consigue un taquillazo con la película gore
Mil gritos tiene la noche –mi preferida de Piquer por su atmósfera opresiva- que en Estados Unidos fue un taquillazo (se estrenó en 97 cines sólo en Nueva York) mientras que en España, como siempre, es saldada con una discreta carrera comercial. Cuatro años más tarde le reclaman los americanos para rodar
Slugs, muerte viscosa, una película con babosas asesinas y unos FX muy apañados para la época protagonizada por el televisivo Jack Scalia.

Le seguiría
La grieta, otro producto hollywoodiense, esta vez de aventuras submarinas aprovechando el éxito de
Abyss. Una trama con cueva subterránea repleta de monstruos provocados por experimentos genéticos. Repite Jack Scalia acompañado de Ray Wise, de la serie
Twin Peaks y R. Lee Ermy, el brutal instructor de
La chaqueta metálica. El inquieto Salvador Sainz, guionista y escritor especializado en prensa cinematográfica, nos cuenta su colaboración en la película: “Yo me encargaba del atrezzo, me pateaba el Rastro en busca de toda clase de objetos. Los sillones del submarino los encontré en una barbería. El decorador los camufló haciéndolos pasar por sofisticados asientos de un batiscafo nuclear. Piquer me encargó unos guantes blancos de plástico para buzos que usarían en la escena de la cueva pero ya no los fabricaban, así que cogí unos guantes de cocina, les di la vuelta ¡y nadie lo notó!”

Después vendría una muy libre –como es habitual en este director- adaptación del mundo de Lovecraft:
La mansión de Cthulhu; una de terror a la antigua, sin alardes de FX, protagonizada por el británico Frank Finlay pues Vincent Price rechazó el papel a causa de su delicado estado de salud. Tuvo un notable éxito en el extranjero pero en España se vio perjudicada por innumerables problemas de distribución.
Manao, la ciudad del oro (1999) pone punto final a su filmografía, una película prácticamente invisible a causa de su deficiente distribución. Supongo que Piquer preferiría olvidar su colaboración en
Bracula Condemor -2 (1997) con Chiquito de la Calzada.
J. Piquer Simon falleció en enero del 2011 sin lograr llevar a cabo su proyecto de llevar al cine El guerrero del antifaz por problemas de presupuesto. Incomprendido en su propio país hasta el final.