lunes, 28 de noviembre de 2011
ESA BOTELLA DE AHÍ ARRIBA, POR FAVOR.
Siempre es un placer que te encarguen una portada, sobre todo si es para un libro que me encanta como La leyenda del Santo Bebedor. Nada más terminarla bajé a tomar algo al bar de la esquina y me entretuve mirando esas botellas que siempre están en la estanteria más alta porque no las pide casi nadie, pócimas que forman parte de nuestra historia:.
CYNAR: hace años que no fabrican ese aperitivo a base de alcachofa y por eso suele ser la botella más cochambrosa de todas, con una buena capa de polvo y mosquitos aplastados. A juzgar por su sabor siempre he creído que el Cynar estaba hecho con los excedentes de jarabe para la tos de algún farmacéutico desaprensivo.
PONCHE CABALLERO: bastante más agradable. Fácil de localizar por su inconfundible botella plateada. Los amigos blogueros Cahiers y Tirador son muy aficionados a este licor. Me gusta con hielo para rebajar su característico sabor dulzón.
AROMAS DE MONTSERRAT: siempre que veo esa botella me imagino una escena como sacada de El Nombre de la Rosa con unos frailes rodeados de enormes alambiques en donde destilan este licor verdoso con sabor a hierbas. Encuentro su sabor sospechosamente parecido al licor de lagarto que sirven en los restaurantes chinos.
RICARD: ojo que engancha. Confieso que después de un viaje por Francia me convertí en adicto a esta bebida a base de regaliz, ajenjo y un fuerte aroma anisado. Celine contaba en su libro Larga jornada hacia la noche que los soldados franceses de la guerra del 14 combatían las diarreas por la mala comida de las trincheras a base de lingotazos de Ricard.
GRAN LICOR BONET: pomposo nombre para el antes conocido como Estomacal Bonet hasta que una ley obligó a quitar de las etiquetas de bebidas alcohólicas aquellos nombres que sugerían efectos medicinales. Típico licor con el que se dopan las viejecitas durante sus partidas de cinquillo.
ABSENTA: Fuente de inspiración para Verlaine. Temible bebida a la que atribuyen efectos alucinógenos y por eso se la conoce también como Diablo Verde; eso nos lo decía Gary Oldman en una escena del Drácula de Coppola. En Francia está prohibida su producción masiva desde que en 1906 un campesino bajo los efectos de la absenta la emprendió a hachazos con su familia como el Jack Torrance de El resplandor. A mí me gusta sobre todo por su parafernalia: sobre el borde de un vaso con dos dedos de absenta se coloca un tenedor con un terrón de azúcar y se echa agua hasta que el terrón se deshace y queda disuelto en el licor.
LICOR DE PLÁTANO: de la marca Sorel, distribuidores también del conocido licor de menta y su no menos acreditada lima. Los más viejos del lugar recuerdan cuando algún cliente pedía esa bebida al ver aquella botella tan kitsch que imitaba un racimo de plátanos (seguro que John Waters mataría por conseguir una de esas botellas) pero desde que cambiaron su diseño por uno más convencional el licor de plátano languidece en la estantería de arriba del todo.
Y UN CONSEJO DE JOHN CARRADINE:
"Todos los días tomo un vaso de vodka antes de cenar y no sé lo que es la resaca porque nunca le pongo hielo. No se debe adulterar las bebidas. Como me dijo Errol Flynn en el rodaje de El hijo de la furia: El hielo para los pingüinos".
(Famous Monsters, mayo 1979)
miércoles, 23 de noviembre de 2011
LOS NAZIS TAMBIÉN RODARON "TITANIC"
Titanic (1943) fue una película concebida como medio para glorificar el nazismo, un intento de desacreditar a británicos y estadounidenses y su sistema capitalista aunque irónicamente terminó siendo prohibida por el ministro de propaganda Joseph Goebbels. La protagonizó la actriz más popular del Tercer Reich: Sybille Schmitz que se había destacado en la mítica Vampyr de Dreyer. Titanic fue la producción más cara hasta el momento del cine alemán y una película maldita como pocas.
Su director inicial, Herbert Selpin, hizo durante el rodaje comentarios nada halagadores sobre los miembros de la Kriegsmarine que parecían más interesados en abusar sexualmente del elenco femenino (la mayoría prisioneras prestadas para la filmación como en la película La niña de tus ojos) que en cumplir con su trabajo en la película como asesores navales. Tuvo la mala suerte de ser escuchado por Walter Zelnett –autor del guión y hasta entonces su mejor amigo- que lo denunció a la Gestapo. Selpin fue detenido e interrogado y veinticuatro horas después se ahorcó en su celda usando sus pantalones. El director Werner Klinger se encargó de finalizar la película.
Titanic tenía que ser estrenada a principios de 1943 pero la noche antes del evento un bombardeo destruyó el cine que albergó la primera copia. Finalmente la película conoció un deslucido estreno en la Navidad de 1943 en el París aún ocupado. Poco después Goebbels, que había sido uno de los máximos impulsores del proyecto, decidió prohibir la película pretextando que los alemanes sufrían frecuentes bombardeos y no se encontraban muy dispuestos a ver una producción que retrataba el pánico y la muerte masiva.
La maldición que parecía cebarse en esta película también se reveló en el barco que emulaba el Titánic, el Casquillo Arcona, un lujoso crucero que antes de la guerra hacía la ruta Hamburgo- Nueva York. Sólo tres semanas antes del fin del conflicto, el 16 de abril de 1945, fue hundido por la aviación británica al confundirlo con un navío de guerra pero en realidad transportaba heridos y prisioneros de los campos nazis. Murieron cinco mil personas, una cifra muy superior a las víctimas del Titánic.
La actriz Sybille Schmitz tuvo que enfrentarse al rechazo de la industria cinematográfica alemana posterior a la guerra. Inició una espiral de alcohol y drogas que finalizó con su suicidio con somníferos a los cuarenta y cinco años. Cayó en el olvido hasta ser recuperada por Fassbinder que se basó en Schmitz para la protagonista de La ansiedad de Veronika Voss (1982)
El Titánic de Selpin-Klinger fue rescatado a finales de los noventa en DVD y se pueden apreciar unos excepcionales efectos especiales para su época. Es obvio que James Cameron conocía esta película pues muchos ángulos de cámara y composiciones de escena son prácticamente iguales a la versión de 1943.
lunes, 21 de noviembre de 2011
PORTADA A LA ITALIANA
Antes de que lo digan ya lo hago yo, no me gusta esa portada o al menos yo la habría hecho de otra manera pero es la que eligieron los de Random House Italia. Es mi primera portada para este país y la cuarta para un libro de Stephen King. Las otras tres fueron: Misery, El resplandor, y Cementerio de animales.
-Quieren algo original –me dijo Jaume, mi agente-, no el típico payaso con garras y colmillos. Algo minimalista, esquemático y con un toque naif.
-O sea: que no saben muy bien lo que quieren.
-Eso me temo, pero si les gusta nos firmarán un pedido por cinco portadas más y entonces te llevaré al mejor restaurante de Barcelona, uno de esos con manteles a cuadros y velas en botellas de Chianti.
-Vale, pero te advierto que no beso con lengua en mi primera cita.
-Muy gracioso. Venga, agarra el lápiz que quieren ver dos o tres bocetos mañana por la mañana.
Les habíamos mostrado algunos de mis trabajos anteriores y se decidieron por una portada fragmentada en viñetas como la de la imagen izquierda. Bueno, lo de las cinco portadas (entre ellas Gomorra de Roberto Saviano) había que celebrarlo y he decidido preparar hoy un plato italiano muy de esta temporada: macarrones a la boscaiola.
Un cocinero milanés me dijo que boscaiola significa leñador y que al probar este plato “te parece caminar por un bosque en otoño”.
Mientras cuece el agua salada para los macarrones poner guisantes (los congelados sirven perfectamente) a cocer durante 10 minutos en otra cazuela con agua. Escaldar un paquete de setas secas y reservar un poco del agua en la que han hervido.
Sofreír un diente de ajo picado en una sartén con aceite a fuego mediano y cuando el ajo tome color echar dos cucharadas soperas de perejil picado. Y saltear bacon cortado en tiras pequeñas. Remover y añadir las setas escaldadas y escurridas con un poco del agua de su cocción.
Agregar crema de leche, sazonar con sal y pimienta, añadir los guisantes y después de unas vueltas retirar la sartén del fuego.
Cuando los macarrones ya estén cocidos escurrir y mezclar con la salsa y abundante queso rallado.
Tremendo el personaje del payaso Pennywise en IT. La actuación más célebre de Tim Curry junto a su doctor Frankfurter de Rocky Horror Picture Show. Confieso que de niño tenía courofobia, es decir, miedo a los payasos. Hacer tiras como esta me sirve un poco de terapia.
sábado, 19 de noviembre de 2011
DESCONÉCTAME, CARIÑO (RELATO)
Lo reconozco, soy un depresivo aguafiestas sin remedio, aunque Ona lo expresa de otra manera:
-Tú lo que eres es un pelmazo hipocondríaco que está siempre escuchándose a si mismo.
-Ya...
Además suelo tener unos irreprimibles accesos de melancolía que sacan de quicio a Ona como ahora, por ejemplo, que estamos sentados en la mesa de la cocina tomando whisky una lluviosa tarde de domingo en la que me da por hablar sobre la muerte.
-Nunca me dejes vivir en estado vegetativo -le digo a Ona-, no soportaría depender de máquinas y del líquido de una botella. Si me ves en ese estado desenchufa los artefactos que me mantienen vivo. Preferiría morir.
Ella se levanta con una sincera pincelada de admiración en sus ojos y desenchufa la televisión.
Luego desenchufa el ordenador, el ipod, el smart mail, la play station y por último me quita el vaso de whisky.
Me invade una -hasta ahora desconocida- sensación de paz y abandono. A mi alrededor todo se vuelve más y más oscuro...
Disculpen pero allá al fondo veo una potentísima luz anaranjada. Algo me dice que he de ir hacia esa luz.
Adiós.
jueves, 17 de noviembre de 2011
EL DOBLAJE PUEDE SER DIVERTIDO
Dedicado a Raúl. El simpático y muy cinéfilo dependiente del video club Tibidabo.
Ésta es una historia real. El Tibidabo es mi video club preferido en Barcelona (calle Balmes, 403) Es propiedad de Manga Films y hasta disponen de un pequeño museo con el taparrabos de Johnny Weissmuller y el uniforme de marine que llevó Tom Hanks en Forrest Gump; todo con su correspondiente certificado de autenticidad.
Hablando un día con Raúl se me acercó una mujer y me dijo:
-Tu voz me suena ¿Has hecho doblaje? ¿No? Soy la directora de doblaje de Manga Films y necesitamos gente para doblar al catalán personajes secundarios. ¿Te interesaría presentarte a una prueba?
-¡Claro que me interesa! Me encanta el cine y eso suena muy bien.
Una semana después me citaron en los Estudios Fargo. Tenía que doblar a Martin Short en aquella escena de Mars Attack en la que lleva a Lisa Marie a visitar la Casa Blanca y ella le arranca un dedo de un mordisco. Me enseñaron cómo funcionan los fragmentos que llaman takes para facilitar la sincronización de las voces y después de un breve ensayo empecé con la prueba. El grito final no me quedó muy convincente por lo que no me hice muchas ilusiones pero la semana siguiente llegó una agradable sorpresa: tenía un papelito para la versión en catalán del DVD de Erin Brocovich. Puse la voz a Scott, el salido encargado de los registros que interpreta el actor Jamie Harrold.
Poco después recibí una llamada de los Estudios Wide a los que Manga Films había pasado mis datos. Esta vez se trataba de doblar al castellano un protagonista masculino… aunque en una película de sólo diez minutos y clasificada X.
Más o menos una versión porno de Los dientes del diablo, ésta es la trama: un explorador ártico llega a un iglú donde viven una pareja de esquimales. Es sabido que allí es costumbre ofrecer la esposa al forastero como muestra de hospitalidad. El esquimal les dice que se va a cazar una foca para la cena pero el muy pillín se queda espiándoles por una rendija del iglú de porexpán y se inicia una orgía a la que no tarda en apuntarse el esquimal. La película lleva el ingenioso título de La puta del iceberg.
El día siguiente fue el acordado para la grabación. Me sentí intimidado al ver que mi compañera de doblaje era Ana Salcedo, una estupenda actriz que suele doblar a Julianne Moore.
-Podéis improvisar –nos dijo el director cuando nos pusimos frente al atril-, siempre que cuadre con la escena.
El técnico de sonido nos dio la señal para empezar. No había mucho diálogo, lo importante era saber gemir. Ana y yo empezamos a soltar toda clase de cochinadas, del guión y de cosecha propia. “Si mi hijo me viera ahora” –pensé. Me lo imaginaba con cara de reproche diciéndome: “Muy bonito, papá… y luego tú me riñes cuando digo esas cosas”.
Lo más divertido era cuando improvisábamos. En una escena en la que la esquimal está practicándole sexo oral al explorador en lugar del “Ay, cómo me pones, nena” del guión yo dije: “Y yo que creía que aquí sólo se frotaban las narices”. Detuvieron la grabación pues a Ana le dio un ataque de risa.
Claro que el sexo y la risa puede ser una buena combinación:
lunes, 14 de noviembre de 2011
EL TARZÁN PROHIBIDO POR FRANCO
Durante la Segunda Guerra Mundial el régimen franquista tomó decididamente partido por el Eje impidiendo el estreno en España de películas con mensaje propagandístico aliado. Algunas se estrenaron mutiladas, es el caso de Casablanca, con gran retraso como le ocurrió a Ser o no ser y otras tuvieron que esperar a la muerte de Francor: La Sra. Miniver, El gran dictador… pero sorprende que a estos títulos considerados clásicos intocables hay que añadir una película como El triunfo de Tarzán (1943) protagonizada por Johnny Weissmuller y con Frances Guifford como la princesa de la ciudad perdida de Palandrya en un papel que recuerda mucho a Jane y es que Mauren O´Sullivan no pudo incorporarse al rodaje a causa de su embarazo.
Tarzán y su hijo Boy viven en la selva después del regreso de Jane a Inglaterra. Mientras tanto un comando de paracaidistas alemanes se apodera de la ciudad de Palandrya como base de la futura conquista del África subsahariana. Tarzán ignora las peticiones de ayuda de la princesa hasta que los alemanes secuestran a Boy y entonces decide combatir a las fuerzas del Reich con un machete y un elefante al grito de “Tarzán hacer la guerra” ; menudo es él. Esta producción fue en su momento la más taquillera del Tarzán de Weissmuller e incluye en su reparto a Sig Ruman, el inolvidable coronel Ehardt de Ser o no ser de Lubistch.
Aún recuerdo su estreno en el cine Capitol de Barcelona en agosto de 1978. Por entonces el Capitol celebraba las proyecciones de la serie Tarzán decorando su vestíbulo con un imponente atrezzo a base de plantas tropicales, lianas, cacofonías de la selva y hasta una pequeña cascada. La Vanguardia anunció así su estreno: "¡Por fin! Después de 35 años… ¡Tarzán combatiendo junto a los aliados!"
Observen el cachondeo que se traían con el Führer en la escena final con Chita:
jueves, 10 de noviembre de 2011
EL TAXISTA HITCH
Últimamente he viajado a menudo en taxi a causa de una sencilla operación de menisco que me ha obligado a llevar muleta. Las conversaciones –más bien monólogos- de los taxistas no se apartaban de estos temas: la crisis, Zapatero y Mourinho. Acabo de enterarme que Frederick Hitch (1856-1913) al licenciarse del ejército trabajó mucho tiempo como taxista en Londres ¡Cómo me hubiera gustado subir con él, la de historias que contaría! Hitch fue uno de los soldados condecorados por la defensa de Rorke´s Drift, una de mis batallitas preferidas, llevada al cine en la magnífica Zulú (1964) con Michael Caine y Stanley Baker.
El 22 de enero de 1879 unos1300 soldados británicos y coloniales fueron masacrados por los zulúes en la Batalla de Isandlwana, la mayor derrota de un ejército imperial a manos de fuerzas nativas. También tuvo su película: Amanecer Zulú (1979)
Horas más tarde un jinete de los Voluntarios de Natal llega a la cercana misión de Rorke´s Drift para informarles del desastre y de que tres Impis (regimientos zulés) con cerca de 4000 guerreros se dirigen hacia allí. Al oír esa noticia los soldados nativos salen por piernas dejando la guarnición con la mitad de sus efectivos: 140 soldados, 30 de ellos enfermos.
Los tenientes Chard y Bromhead (Caine y Baker respectivamente en el film) deciden que no pueden hacer frente a un enemigo tan numeroso en campo abierto y fortifican el perímetro con carros, cajas y sacos de provisiones. Mientras tanto se oye desde las colinas un inquietante ruido parecido a un tren en marcha, son los zulúes que se acercan golpeando sus escudos con los iklwa que es como llaman a sus lanzas por el sonido que hacen al extraerlas de un cuerpo.
El soldado Hitch que estaba de vigía fue el primero en verlos y gritó esta frase: “¡Ahí vienen, densos como la hierba y negros como el trueno!”
Los zulúes se disponen a atacar usando su clásica formación del Impondo Zankomo (cuernos de búfalo) Una gran masa de guerreros avanza por el centro mientras que los hombres más jóvenes situados en los cuernos izquierdo y derecho rodean al enemigo impidiéndole toda posibilidad de escapar, entonces vuelven a la carga los soldados del centro rematando a los defensores. Los soldados abren fuego y rechazan la primera oleada pero los zulúes no se dan por vencidos. Durante 10 horas y sin descanso se suceden los asaltos y los combates cuerpo a cuerpo que los ingleses rechazan a punta de bayoneta.
Cuando al amanecer del día siguiente llegan los refuerzos 17 hombres habían muerto en el lado británico y casi 600 entre los zulúes. Como se ve en el grabado los cadáveres amontonados llegaban a la altura de las barricadas.
Un dato curioso: en 1906 el capitán médico Edward Foster inició una serie de investigaciones al descubrir que diez de los defensores de Rorke´s Drift se habían suicidado. Sus trabajos son el origen de lo que se llamó al principio fatiga de combate y después neurosis de guerra.
lunes, 7 de noviembre de 2011
LA VISITA DEL CALAMAR (RELATO)
Dedicado a Isabel del blog PELICUARIO. Nació en Montgat y le gustan los bocadillos de calamares.
Gregorio Halibut se estaba deshaciendo de un sueño con bellos y dulces fantasmas como quien se deshace de una piel de serpiente recién mudada. Se removió para colocarse en una posición más cómoda y entonces percibió ese olor a marea baja propio de la actividad sexual. Nada de eso había ocurrido en la cama de Halibut desde hacía mucho tiempo y se estremeció ligeramente cuando su mano tropezó con algo húmedo y cartilaginoso. Apartó las sabanas de un tirón y descubrió un calamar.
Aquello era tan insólito que Halibut se sintió más desconcertado que inquieto. Como si hubiera entrado una ventolera repentina abriendo las puertas de par en par. Sosteniendo uno de los tentáculos entre dos dedos fue hacia el lavabo y arrojó el cefalópodo al inodoro.
Por la mañana Halibut tomaba café observando distraído el juego de los rayos del sol filtrándose por las rendijas de la persiana. Frunció los ojos y unos globos acuosos y distantes le devolvieron la mirada. Un calamar estaba recostado sobre la jarrita de leche con sus tentáculos colgando indolentes en un ángulo de la mesa. Mientras Halibut observaba el calamar siendo tragado por el inodoro decidió pedir hora al doctor Fletán, su médico de cabecera.
El médico lo miraba ceñudo y con embarazosa expresión profesional cuando le pidió a Halibut que le hablara de su infancia. Escogiendo con cuidado sus palabras Halibut relató su niñez solitaria, con un padre distante que prefería dejarlo al cuidado del tío Lucio –el rarito de la familia- que le colmaba de atenciones y regalos. Fue entonces cuando el doctor le preguntó:
-¿Cuál era el trabajo de su tío Lucio? –y cuando Halibut respondió que tenía una pescadería en el mercado la voz del doctor adoptó un tono autoritario y profesional: -Ahí está el quid. Su estado emocional, necesitado de afecto, quiere emular la presencia y los regalos de su tío Lucio, el pescadero. Esos mensajes que le lanza el subconsciente como una bengala de socorro los representa ese calamar que usted imagina ver…
-No son imaginaciones, doctor – le interrumpió Halibut-. Percibo incluso el olor a pescado rancio de ese bicho.
-¿Cómo?! –el médico perdió su semblante imperturbable-. Eso es alarmante, las alucinaciones olfativas suelen ser síntoma de lesión cerebral – escribió una dirección en un papel y se lo entregó a Halibut-: Se dirigirá lo antes posible a este centro donde le harán unas pruebas, tendrá que permanecer allí una semana. Es un sitio agradable, como un balneario.
Este lugar estaba en la costa, en Montgat. Halibut se dispuso a preparar su equipaje. Al abrir la maleta apareció un calamar que parecía saludarle con un tentáculo alzado y recostado sobre una hebilla.
Halibut conducía por la curvilínea carretera de la costa. Desde su ventanilla veía las playas blancas y las olas chocando imponentes. Seguía conduciendo paralelo al mar cuando un túnel lo ingirió. La radio se animó súbitamente al sonar un viejo tema de Flash and the Pan: Squid Dance. Halibut movió apresuradamente el dial convirtiendo la melodía en una sucesión de medias palabras atropelladas. Cuando descubrió que había dejado atrás el túnel y que se dirigía hacia un abismo intentó girar con un chirrido atroz de los neumáticos. Perdió el control del vehículo, se precipitó al vacío y en perfecta parábola aterrizó en un mar que lo saludó con siniestra calma.
El coche se hundía con rapidez. Halibut abrió la ventanilla para poder salir cuando el coche se llenara de agua y se posara sobre el fondo pero cometió el fatal error de no desabrochar antes el cinturón de seguridad. Forcejeó inútilmente con el cierre hasta que dejó escapar su vida con un estertor burbujeante.
Minutos después una sombra blanca, pequeña y fantasmal penetró por la ventanilla. Un calamar se acercó al inerte cuerpo y le rodeó afectuoso el cuello con sus tentáculos. Permaneció en esta posición dejándose mecer por la corriente, agitando perezosamente las branquias y con la cabeza recostada sobre la mejilla de Halibut.
Lo cierto es que el calamar parecía feliz.
Gregorio Halibut se estaba deshaciendo de un sueño con bellos y dulces fantasmas como quien se deshace de una piel de serpiente recién mudada. Se removió para colocarse en una posición más cómoda y entonces percibió ese olor a marea baja propio de la actividad sexual. Nada de eso había ocurrido en la cama de Halibut desde hacía mucho tiempo y se estremeció ligeramente cuando su mano tropezó con algo húmedo y cartilaginoso. Apartó las sabanas de un tirón y descubrió un calamar.
Aquello era tan insólito que Halibut se sintió más desconcertado que inquieto. Como si hubiera entrado una ventolera repentina abriendo las puertas de par en par. Sosteniendo uno de los tentáculos entre dos dedos fue hacia el lavabo y arrojó el cefalópodo al inodoro.
Por la mañana Halibut tomaba café observando distraído el juego de los rayos del sol filtrándose por las rendijas de la persiana. Frunció los ojos y unos globos acuosos y distantes le devolvieron la mirada. Un calamar estaba recostado sobre la jarrita de leche con sus tentáculos colgando indolentes en un ángulo de la mesa. Mientras Halibut observaba el calamar siendo tragado por el inodoro decidió pedir hora al doctor Fletán, su médico de cabecera.
El médico lo miraba ceñudo y con embarazosa expresión profesional cuando le pidió a Halibut que le hablara de su infancia. Escogiendo con cuidado sus palabras Halibut relató su niñez solitaria, con un padre distante que prefería dejarlo al cuidado del tío Lucio –el rarito de la familia- que le colmaba de atenciones y regalos. Fue entonces cuando el doctor le preguntó:
-¿Cuál era el trabajo de su tío Lucio? –y cuando Halibut respondió que tenía una pescadería en el mercado la voz del doctor adoptó un tono autoritario y profesional: -Ahí está el quid. Su estado emocional, necesitado de afecto, quiere emular la presencia y los regalos de su tío Lucio, el pescadero. Esos mensajes que le lanza el subconsciente como una bengala de socorro los representa ese calamar que usted imagina ver…
-No son imaginaciones, doctor – le interrumpió Halibut-. Percibo incluso el olor a pescado rancio de ese bicho.
-¿Cómo?! –el médico perdió su semblante imperturbable-. Eso es alarmante, las alucinaciones olfativas suelen ser síntoma de lesión cerebral – escribió una dirección en un papel y se lo entregó a Halibut-: Se dirigirá lo antes posible a este centro donde le harán unas pruebas, tendrá que permanecer allí una semana. Es un sitio agradable, como un balneario.
Este lugar estaba en la costa, en Montgat. Halibut se dispuso a preparar su equipaje. Al abrir la maleta apareció un calamar que parecía saludarle con un tentáculo alzado y recostado sobre una hebilla.
Halibut conducía por la curvilínea carretera de la costa. Desde su ventanilla veía las playas blancas y las olas chocando imponentes. Seguía conduciendo paralelo al mar cuando un túnel lo ingirió. La radio se animó súbitamente al sonar un viejo tema de Flash and the Pan: Squid Dance. Halibut movió apresuradamente el dial convirtiendo la melodía en una sucesión de medias palabras atropelladas. Cuando descubrió que había dejado atrás el túnel y que se dirigía hacia un abismo intentó girar con un chirrido atroz de los neumáticos. Perdió el control del vehículo, se precipitó al vacío y en perfecta parábola aterrizó en un mar que lo saludó con siniestra calma.
El coche se hundía con rapidez. Halibut abrió la ventanilla para poder salir cuando el coche se llenara de agua y se posara sobre el fondo pero cometió el fatal error de no desabrochar antes el cinturón de seguridad. Forcejeó inútilmente con el cierre hasta que dejó escapar su vida con un estertor burbujeante.
Minutos después una sombra blanca, pequeña y fantasmal penetró por la ventanilla. Un calamar se acercó al inerte cuerpo y le rodeó afectuoso el cuello con sus tentáculos. Permaneció en esta posición dejándose mecer por la corriente, agitando perezosamente las branquias y con la cabeza recostada sobre la mejilla de Halibut.
Lo cierto es que el calamar parecía feliz.
viernes, 4 de noviembre de 2011
APUNTES DE CABO VERDE
EL HOTEL
Andreu y yo nos alojamos en el Hotel À Flor do Mar en Praia, la capital de Cabo Verde. Es un edificio color vinagre rodeado de esos enmarañados amasijos de cables que se ven en muchas calles de la ciudad. Me encanta dibujarlos aunque no sé porqué. También dibujo su terraza; la sombra es para darle un poco de intensidad dramática.
El recepcionista, Aurelio Da Paz, nos informa del original sistema para avisar a los clientes de la necesidad de evacuar el hotel en caso de incendio:
-Se me ocurrió viendo un documental sobre la Guerra del Vietnam. El día antes de que el Vietcong llegara a la capital todas las emisoras de Saigon pusieron White Christmas; era la señal convenida para que los periodistas abandonaran el país. Aquí ponemos un disco en la megafonía, claro que vienen huéspedes de muchas nacionalidades y había que buscar una canción muy conocida y me decidí por Close to Me de los Carpenters. Ya lo saben: si oyen esa canción salgan del hotel por piernas.
-No hay problema –aseguró Andreu-. Siempre me vienen ganas de salir huyendo cuando oigo Close to Me.
EL PASTOR DE CABRAS
En Cabo Verde se consume la cerveza Estelha que no se la recomiendo al amigo NatsnoC pues con ella se pasa de estar sereno a tener resaca sin el intermedio de la borrachera. También se fuma Muti Muti –una especie de marihuana local- en cachimbas como las del kifi marroquí.
Saboreamos Muti Muti admirando el paisaje de la costa de Sao Vicente. A nuestras espaldas un pastor vigila sus cabras apoyado en un árbol aquí llamado maddié. Parece sacado de una novela de Conrad: alto, piel muy negra y reluciente, lleva un collar de semillas sobre una vistosa túnica color azafrán con lagartos estampados y un largo bastón con una cabeza tallada en el puño. Andreu me acerca la cachimba y señala el horizonte:
-Veus aquella línia fosca? Això és la costa del Senegal. (¿Ves aquella línea oscura? Eso es la costa de Senegal) – y me acerca la humeante cachimba.
El pastor balancea un huesudo índice en nuestra dirección:
-Nois, aquí no hi trobareu pa amb tomàquet ni butifarra amb seques. (Chicos, aquí no encontraréis pan con tomate ni butifarra con judías.)
-Andreu… ¿Has oído lo mismo que yo o son los efectos de esa hierba?
Al ver nuestra bobalicona expresión de sorpresa el pastor se ríe divertido pero sin malicia. Se presenta: “Llamadme Ze” y nos cuenta en un catalán perfecto que vivió ocho años en el Maresme trabajando en la recogida del clavel y regresó con una importante suma de dinero, mucho para Cabo Verde, con el que compró treinta y ocho cabras y la dote de tres mujeres. “Por este orden –indica Ze-. Desde entonces vivo como un rey”.
miércoles, 2 de noviembre de 2011
EL ORGASMETRÓN
Isaac Merrill, un ingeniero electrónico de Seattle, asegura que ha creado el prototipo de un artilugio capaz de producir orgasmos. Ha mostrado algunos diseños y tiene el aspecto de uno casco similar al de los motoristas con el añadido de algunos cables y accesorios. Merrill dice que su artefacto emite unos estímulos ultrasónicos que se propagan por vía ósea hacia el área septal del cerebro, frente al tálamo, donde están las neuronas que son centros del orgasmo, una para los hombres y cuatro para las mujeres (curioso ¿no?) para producir el consiguiente gustirrinín.
Merrill ya ha conseguido quien le financie la máquina –un empresario de telefonía móvil que guarda celosamente su anonimato- y asegura que va a presentarla en el Congreso de Tecnología de Houston, el más importante de su género en Estados Unidos, el próximo abril. Han pedido voluntarios para comprobar los efectos del artilugio de Merrill, no les faltarán ya que el primer día recibieron unas 4000 peticiones.
¿Veremos esa maquinita por la próxima Féria de Muestras en Barcelona?