lunes, 28 de febrero de 2011
UN VAMPIRO LLAMADO BOGART
La única aparición del mítico Humphrey Bogart en una película del género fantástico se debe a El retorno del Doctor X (1939) recordada sobre todo por la curiosa caracterización de Bogart: pelo negro en el que se destaca un mechón blanco, gafas y andares encorvados.
En 1932 tuvo un gran éxito Doctor X, protagonizada por Lionel Atwill –el más inquietante de los mad doctors- y Fay Wray, la rubia objeto del deseo de King Kong. Esta pretendida secuela sólo guarda relación con su predecesora en la reaparición de su protagonista, el doctor Maurice Xavier.
Está claro que Boggie no suelta su sempiterno cigarrillo ni cuando se maquilla. En El retorno del Doctor X dirigida por Vincent Sherman (conocido también por sus amoríos con Joan Crawford, Bette Davis y Rita Hayworth) y con espléndida fotografía en blanco y negro de Sidney Hicox vemos a Bogart interpretar un resucitado doctor Xavier –había sido ejecutado en la silla eléctrica- al que un desaprensivo doctor Flegg ha devuelto a la vida y lo acoge como ayudante en sus experimentos. Sin embargo Xavier necesita para mantenerse vivo transfusiones de sangre sintética con lo que se nos presenta un curioso caso de zombie-vampiro. Una interesante vuelta de tuerca que la escasa duración de la película (62 minutos) impide sacarle mejor partido.
Bogart no guardaba un buen recuerdo de esta película, declaró que no le gustaba el género de terror y que aceptó el papel por su amistad con Sherman. Poco después George Raft rechazó protagonizar El halcón maltés pues no quería ser dirigido por un director novel como John Houston. Bogart encarnó al detective Sam Spade pasando a ser un ícono del naciente cine negro.
viernes, 25 de febrero de 2011
UN PLATO DE PESADILLA
Por fin, después de bastante tiempo, he publicado una portada para una editoria local. Ya me gustaría hacerlo más a menudo pero aquí la cosa está muy difícil: “No usamos ilustradores” “Ya tenemos el tema cubierto”...son las respuestas que oigo con mayor frecuencia.
La crida de Cthulhu (La llamada de Cthulhu, Editorial Laertes) disponible de momento en catalán es mi tercera portada para un libro de Lovecraft. Vale, ya sé que el personaje recuerda a Zoidberg de Futurama –me lo ha dicho más de uno- pero fue inconsciente, palabra.
Pero ahora preferiría hablar de otro curioso libro recientemente aparecido de esta interesante editorial: Pesadillas de cenas indigestas, una recopilación de cómics del genial Winsor McCay con un nexo común: delirantes escenas oníricas causadas por la ingestión de Welsh Rarebit (fondue galesa) un plato que arrastra la leyenda de que suele provocar pesadillas si se come por la noche.
La verdad es que el Welsh Rarebit (que en algunos libros he visto traducido erróneamente como “conejo a la galesa”) es un entrante delicioso y fácil de hacer. Así es como yo lo preparo aunque por si acaso nunca lo tomo para cenar…
Derretir una cucharada de mantequilla en una cazuela al fuego. Añadir 200gr. De queso Cheddar (o bien otro cremoso y de sabor suave) rallado o en trozos pequeños, salpimentar y remover bien. Rociar con un botellín de cerveza negra y seguir removiendo hasta que el queso se derrita completamente. Extender la mezcla sobre unas rebanadas grandes de pan, gratinarlas unos instantes en el horno y servir.
Recomiendo este plato y el libro. McCay es conocido sobre todo por su personaje Little Nemo y a él le dedicó este maravilloso corto de 1910, el primer cortometraje animado en color. McCay tuvo la santa paciencia de colorearlo a mano fotograma por fotograma.
jueves, 24 de febrero de 2011
LOS RAMONES ERAN UNOS PUPAS
Dedicado al Sr. Nocivo y sus espléndidas Bandas Sonoras.
Joey Ramone (1951-2001) pasó mucho tiempo internado a causa de sus transtornos obsesivo-compulsivos, además padecía el Síndrome de Marfan (como Javier Botet, el actor que interpreta a la Niña de Medeiros en REC) que alarga desmesuradamente los brazos y las piernas. Dee Dee Ramone (1952-2002) tenía trastorno bipolar y Johnny Ramone (1951-2004) sentía fascinación por Hitler. Sí, ya sé que ser nazi no se considera una enfermedad y que no hay vacuna para eso pero no se puede negar que Johnny era un cabroncete; durante los ensayos provocaba al izquierdista Joey con comentarios antisemitas y luego le birló la novia. No es extraño que Johnny y Joey estuvieran años sin hablarse.
Sin duda el más famoso fan de los Ramones es Stephen King que asegura haber escrito Carrie y El Resplandor con música de este grupo sonando a todo trapo. En su novela Pet Sematary (El cementerio de animales) todos los capítulos se inician con citas de las letras de Los Ramones y en la película (Cementerio viviente, 1989) un camionero escucha por la radio su canción Jenna is a Punk Roker durante la escena en la que atropella a Cage, el hijo del protagonista, un papel pensado inicialmente para Bruce Campbell,el actor de la serie Evil Dead.
A la izquierda la portada que hice para una edición de bolsillo de El cementerio de animales. Vale, ha quedado algo pillado por los pelos pero es que tenía ganas de enseñarla (la portada)
Los Ramones decidieron devolver el cumplido a King componiendo el tema Pet Sematary. Aquí está el vídeo que por cierto es uno de los preferidos de Marilyn Manson como ha declarado en más de una ocasión.
Joey Ramone (1951-2001) pasó mucho tiempo internado a causa de sus transtornos obsesivo-compulsivos, además padecía el Síndrome de Marfan (como Javier Botet, el actor que interpreta a la Niña de Medeiros en REC) que alarga desmesuradamente los brazos y las piernas. Dee Dee Ramone (1952-2002) tenía trastorno bipolar y Johnny Ramone (1951-2004) sentía fascinación por Hitler. Sí, ya sé que ser nazi no se considera una enfermedad y que no hay vacuna para eso pero no se puede negar que Johnny era un cabroncete; durante los ensayos provocaba al izquierdista Joey con comentarios antisemitas y luego le birló la novia. No es extraño que Johnny y Joey estuvieran años sin hablarse.
Sin duda el más famoso fan de los Ramones es Stephen King que asegura haber escrito Carrie y El Resplandor con música de este grupo sonando a todo trapo. En su novela Pet Sematary (El cementerio de animales) todos los capítulos se inician con citas de las letras de Los Ramones y en la película (Cementerio viviente, 1989) un camionero escucha por la radio su canción Jenna is a Punk Roker durante la escena en la que atropella a Cage, el hijo del protagonista, un papel pensado inicialmente para Bruce Campbell,el actor de la serie Evil Dead.
A la izquierda la portada que hice para una edición de bolsillo de El cementerio de animales. Vale, ha quedado algo pillado por los pelos pero es que tenía ganas de enseñarla (la portada)
Los Ramones decidieron devolver el cumplido a King componiendo el tema Pet Sematary. Aquí está el vídeo que por cierto es uno de los preferidos de Marilyn Manson como ha declarado en más de una ocasión.
lunes, 21 de febrero de 2011
BARBERÍA BROSSET, 1944
Durante cuatro años todos los jueves entraba en mi barbería el mayor Stuermer, jefe de las fuerzas de ocupación de la zona, para recortarse el cabello. Ocho centímetros reglamentarios en la parte frontal y rasurado en las sienes y nuca. Una mañana de junio me indicó que se lo dejara más corto que de costumbre pues se iba con su unidad a Normandía. Le esperaba una larga temporada llevando casco de acero y el calor apretaba. Apliqué mi rigor profesional para disimular la incipiente alopecia de su coronilla. Desde ese día nunca más volví a ver a Stuermer.
Un día de finales de julio a la hora de comer –cuando no suele haber nadie en la barbería- entró Bouvet muy nervioso y cargado con dos maletas. Bouvet era un colaboracionista que hasta se había dejado crecer un bigotillo igual al de Hitler. Me pidió que se lo afeitara. Cuando terminé me pagó con un paquete de cigarrillos –ya casi no circulaban los Reichmarks- y se fue apresuradamente. Tampoco he vuelto a ver a Bouvet desde entonces.
Una bochornosa tarde de mediados de agosto se presentaron tres hombres armados con mausers y portando brazaletes con la Cruz de Lorena.
-Coge tus instrumentos –me dijo uno que, pese al calor, llevaba chaqueta de cuero- .Te esperan cuatro señoritas.
-No trabajo con mujeres –respondí-, esto es una barbería para caballeros…
Se rieron de buena gana y me dijeron que no importaba, que cogiera lo que necesitara y que les acompañara a la plaza mayor.
En un banco del centro de la plaza había cuatro jóvenes sentadas con las cabezas gachas. Una multitud a su alrededor las increpaba.
-Colaboracionismo horizontal -me dijo el hombre de la chaqueta de cuero-. Se han acostado con boches.
Dadas las circunstancias no realicé un mal trabajo. Primero las tijeras, luego la maquinilla. En plena tarea, un corresponsal americano me hizo una foto. Me fijé en el nombre que llevaba sobre el bolsillo derecho de su guerrera: Robert Capa. Después juntaron todos los cabellos en un montón como quien barre hojas secas y les prendieron fuego. Un olor acre se extendió por el pueblo.
Por la noche me serví un rebosante vaso de calvados y me senté frente al gran espejo del comedor. Miré hacia mi reflejo y dije: “El Tribunal de Responsabilidades declara abierta la sesión”. Un juicio en el que yo era fiscal y defensor. Todo era confuso. Acababa de prestar mi único servicio a la Resistencia rapando a cuatro muchachas pero antes me había pasado cuatro años cortando con esmero el pelo a Stuermer y había ayudado a escapar a un colaboracionista. Pronto dictaminé el fallo: era un caso de capilaridad consecuente.
A la mañana siguiente, cuando abrí la barbería, soplaba un fuerte mistral. El cabello se arremolinaba sobre el lado izquierdo de mi frente. La parte derecha de mi cabeza –y la zona correspondiente al bigote- estaba completamente afeitada.
viernes, 18 de febrero de 2011
LA FRASE DE LA SEMANA
"¡Aquí está Jack!"
(Jack Nicholson en El Resplandor.Stanley Kubrick le hizo repetir esta escena 157 veces.)
¿Les suenan estas niñas? Son las hijas de la fotógrafa Diane Arbus, muy amiga de Kubrick. Es evidente que el director les dedicó un guiño-homenaje.
“Odio el cine de terror” fue la respuesta que dio Kubrick cuando le ofrecieron dirigir El Exorcista, pero cambió de idea al ver Cabeza borradora de Lynch, que se convirtió en una de sus películas preferidas.
Desde el principio Kubrich quería a Nicholson de protagonista (estuvo a punto de rodar con él Napoleón, un proyecto frustrado) Esto no gustó a Stephen King que hizo todo lo posible para que su amigo Martin Sheen se hiciera con el papel de Jack Torrance.
Para el papel de Halloraan,el cocinero, Kubrick pensó en Slim Pickens (el cowboy de la bomba en ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú) Pero Pickens no quería volver a soportar la agobiante meticulosidad de Kubrick y recomendó a su amigo Scatman Crothers que ya había trabajado con Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco. Quizás Crothers se arrepintió de ello cuando Kubrick le hizo repetir 80 veces la escena en que Halloraan recibe el mensaje de auxilio de Danny en un hotel de Florida.
Kubrick tenía pensado un final en que todos los protagonistas mueren y vuelven al hotel como fantasmas pero Stephen King se lo impidió.
El perfeccionismo de Kubrick le llevó a solicitar fotos de los cines en los que se iba a proyectar la película, quería que su arquitectura se pareciera el máximo posible a la del Hotel Overlook. En Barcelona la sala elegida fue el Tívoli, cuyo estilo recuerda vagamente a la sala de baile del hotel.
También revisó personalmente los doblajes. Kubrick quedó satisfecho con las voces españolas de Joaquín Hinojosa (Nicholson) y Verónica Forqué (Duvall) a pesar de que el doblaje castellano, dirigido por Carlos Saura, no se vio libre de polémica.
La famosa frase que Torrance escribe una y otra vez en la máquina es: “All work and no plays makes Jack a dullboy” En la versión española: “No por mucho madrugar amanece más temprano”. Curioso.
Esta es una de las más famosas escenas de la película. Se dice que cuando el rio de sangre sale del ascensor se puede ver una silueta humana que parece caer accidentalmente junto a las puertas. De momento no he conseguido verla, a ver si tienen más suerte.
Y recuerden, no entren en la habitación 237
miércoles, 16 de febrero de 2011
HELGA LINE LES TIRA LOS TEJOS A CUSHING Y A LEE
Pánico en el Transiberiano (1972) Helga Line es una refugiada que viaja en el Transiberiano sin billete pues necesita desesperadamente huir de Shangai. Peter Cushing le ofrece caballerosamente compartir su cabina de dos literas pero entra Christopher Lee reclamando la otra litera. Se inicia una breve discusión que Helga Line finaliza con estas palabras:
“Creo que entre los tres nos vamos a acoplar muy bien”… Genio y figura, Helga.
Poco antes de iniciarse el rodaje de Pánico en el Transiberiano se convocó una reunión entre Peter Cushing, Christopher Lee y el director Eugenio Martín en un hotel de Madrid. Cushing –que por entonces sufría una fuerte depresión por la reciente muerte de su esposa- confesó al director que no se sentía con fuerzas para trabajar. Lee se encerró en una habitación del hotel con su amigo Cushing y tres horas más tarde ya le había convencido para hacer la película.
Pánico en el Transiberiano (arropada por Telly Savalas, Víctor Israel y el argentino Alberto De Mendoza en el papel de un monje Rasputinesco) es sin duda la producción de mejor factura del fantaterror español de los 70. Recaudó 25 millones logrando ser la película española más taquillera de 1972. También conoció un notable éxito en el extranjero con el título Horror Express.
KENNETH MARS
Mientras escribía este post me he enterado del fallecimiento de Kenneth Mars, actor de larga trayectoria pero al que siempre recordaré por su personaje del inspector Kemp en El Jovencito Frankenstein donde parodiaba el jefe de policía con brazo ortopédico interpretado por Lionel Atwill en El hijo de Frankenstein. Gracias por hacerme reir tanto en esa película, Mars.
.
lunes, 14 de febrero de 2011
H.G.WELLS VIAJA POR EL TIEMPO
Herbert George Wells, recostado cómodamente en un sillón, termina de leer el periódico y decide dar un corto paseo. Es una bochornosa tarde de finales de verano. Al pasar por delante de la casa de su vecino Alosius Hetz -un brillante científico de origen checo- ve la puerta de su taller-laboratorio abierta, seguramente para mitigar el calor. En ese momento Hetz, que conoce a Wells y también su obra, se asoma e indica al escritor que se acerque con gestos que denotan gran excitación. Wells tiene que bajar dos escalones que crujen y entonces descubre un extraño artefacto.
-¡He creado la máquina del tiempo! -anuncia Hetz con voz entrecortada por la emoción.
-¿Y cómo funciona? -pregunta Weels vivamente interesado.
-Hay que poner aquí la fecha a la que se quiere viajar y tirar de esa palanca -responde Hetz-. Hay que poner aquí la fecha a la que se quiere viajar y tirar de esa palanca -responde Hetz.
-¿Y cómo funciona? -pregunta Wells vivamente interesado.
-¡He creado la máquina del tiempo! -anuncia Hetz con voz entrecortada por la emoción.
Wells tiene que bajar dos escalones que crujen.
El escritor y el científico están sentados uno frente al otro enfrascados en una partida de ajedrez que no jugarán hasta dentro de tres meses. Es un frío día invernal y los troncos arden en la chimenea bajo los adornos de Navidad. Hetz avanza su torre y sonríe:
-Pero, claro, ahora tengo que hacerle unos ajustes para una mayor precisión -dice.
-¿Y cómo funciona? -pregunta Wells vivamente interesado.
viernes, 11 de febrero de 2011
MAQUILLANDO A PAUL NASCHY
Durante el rodaje de El retorno de Walpurgis (1973) Paul Naschy sufrió un serio ataque de ansiedad al tener que soportar una claustrofóbica sesión de maquillaje encerrado en un molde de escayola para evitar que el pelo de licántropo (aplicado uno por uno) se le cayera al moverse. La revista Terror Fantastic publicó en agosto de 1973 esta interesante entrevista con el maquillador Fernando Florido, por sus manos pasaron Charlton Heston, Sofía Loren, Peter Cushing y Christopher Lee:
T.F: -¿Le llevó mucho tiempo la caracterización de Naschy en El retorno de Walpurgis?
Florido: - Casi un mes de trabajo diario. Sólo para la nariz hice más de cincuenta piezas. Aplicar el maquillaje me llevaba cuatro horas diarias de intenso trabajo, un tormento para Naschy. Acabábamos los dos agotados.
T.F:- ¿Qué es lo más complicado de todo el proceso?
Florido: - Las transformaciones. Para lograr total inmovilidad y que al efectuar el montaje no hubiera vibraciones encerramos a Naschy en un molde de escayola que contiene todo su cuerpo, luego yo iba colocándole pelo en cada toma de la cámara que permanecía fija sobre un soporte. Esto duró un día entero. Fue muy duro para todo el equipo y sobre todo para Naschy al que tuvieron que suministrar tranquilizantes.
T.F:- ¿Cree que cualquier actor está capacitado para el papel de licántropo?
Florido:- No. Es muy difícil soportar durante horas la tortura del maquillaje y eso puede llevar al histerismo. Naschy, a pesar de su aguante, estuvo al borde de ello. Además pocas pieles resisten el mástic, látex y los pegamentos sin sufrir graves alergias.
TF:- ¿Qué coste supone tan complicado maquillaje?
Florido: - Prescindiendo del proceso creativo… alrededor de cien mil pesetas.
Tras esa dura experiencia Naschy declaró que nunca más volvería a interpretar al hombre lobo pero dos años más tarde volvería a su cita con la luna llena en La maldición de la bestia, repitió en El retorno del hombre lobo (1980), dirigida por él mismo, y pondría punto final a la saga de Valdemar Daninsky en la tardía Licántropo: el asesino de la luna llena (1996).
Por cierto que ya se está preparando el estreno de la obra póstuma teatral de Naschy: Sherlock Vs. Jack, con vestuario de la oscarizada Yvonne Blake (Superman, Farenheit 451) y escenografía de Luis Vallés, el mismo de La herencia Valdemar.
miércoles, 9 de febrero de 2011
POP, POP, POP...
Acabo de hacer esta portada para un libro del autor de novelas para adolescentes Daniel Zbel. Tiene un divertido argumento con unos jóvenes viajeros que encuentran un hermoso hotel neoclásico sorprendentemente barato pero no tardan en descubrir el motivo: está infestado de cucarachas. Me ha recordado a una breve temporada en la que trabajé en un restaurante de la costa regentado por Alexei, un bielorruso.
Cuando llegaba por la tarde allí estaba Manel, del turno del mediodía, que me ayudaba a poner en orden la cocina antes de irse. Lo primero que debíamos hacer era encender el horno. Un horno profesional, grande, que tardaba mucho en calentarse. Al cabo de un rato empezábamos a oír un ruido sordo –pop, pop, pop- como de palomitas en un microondas.
-Son las cucarachas que corretean por el horno –me informó Manel-. El calor las hace explotar.
Suena un ¡plouff! Más fuerte que los demás. Manel suspira:
-Esa debía ser de las gordas. Tío, yo no comería aquí por nada en el mundo.
Alexei hacía oídos sordos a nuestros ruegos de que fumigara mientras procurábamos que las cucarachas más intrépidas no se aventurasen por el comedor. Nos convertimos en improvisados exterminadores usando el palo de la fregona. Raja, el pinche hindú, no nos era de gran ayuda pues su religión le prohibía matar animales.
La clientela escaseaba, el humor de Alexei se agriaba y el jefe de cocina se entregaba al alcoholismo. A menudo hundía el cucharón en una cazuela y simulaba probar un caldo pero en realidad era ginebra lo que había en esa cazuela.
Una noche el jefe de cocina arrancó imprudentemente un mohoso panel de linóleo del techo y una lluvia de cucarachas aterrizó sobre su cabeza. Un par de ellas cayeron sobre el Steak Tártaro que estaba preparando. Frenéticamente se sacudía los bichos con ambas manos mientras corría hacia el lavabo. Entre dos arcadas le oímos gritar: “Yo me largo de este nido de cochambres”.
Una tarde en la cocina, cuando empezábamos a oír el crepitante pop- pop procedente del horno, Manel me dijo:
-Esta mañana ha venido un inspector y ha reprendido a Alexei.
-¿Por la plaga de cucarachas?
-Por las tapas del mostrador –respondió Manel-. Le dijo que no las podía tener así, sin protección, y que pusiera una mampara. Yo ya se lo había comentado pero ya sabes cómo es….
Alexei instaló la mampara para evitar la multa pero opinaba que las tapas se veían muy deslucidas, se acercaba Navidad y a ese cabeza hueca se le ocurrió poner encima de las tapas unas bombillitas de colores a pesar de las advertencias de Manel. El calor de las bombillitas causó estragos en la mayonesa y la salsa rosa de los platos.
Se presentaron en el restaurante el equipo local de fútbol para celebrar una victoria que les colocaba líderes de su grupo de Segunda-B. Pidieron tapas. Al día siguiente el jugador que no tenía salmonella estaba de baja por gastroenteritis. El presidente del club telefoneó furioso desde el hospital a su hermano, el alcalde del pueblo.
-Hoy no hará falta que te mates –me dijo Manel cuando me vio entrar-, mañana precintan el local y Alexei se ha ido por piernas a saber dónde.
Se oía sisear los tubos fluorescentes, reinaba un extraño silencio en la cocina.
-¿Y las cucarachas? –pregunté a Manel señalando el horno.
-¡Se habrán intoxicado! –contestó riendo y me invitó a sentarme en un rincón frente a una botella helada de Pertsovka.
Tuve que reconocer que Alexei tenía buen gusto para el vodka de pimienta roja.
Ah, y el Steak Tártaro lo preparo así: mezclar la carne picada cruda con una cebolla rallada, una yema de huevo, una cucharada de mostaza, un chorrito de coñac, un puñado de alcaparras y unas gotas de tabasco, añadir sal y pimienta y removerlo todo con las manos como hacen los buenos cocineros. Presentarlo en forma de torta plana rodeado de champiñones crudos cortados en láminas.
Cuando llegaba por la tarde allí estaba Manel, del turno del mediodía, que me ayudaba a poner en orden la cocina antes de irse. Lo primero que debíamos hacer era encender el horno. Un horno profesional, grande, que tardaba mucho en calentarse. Al cabo de un rato empezábamos a oír un ruido sordo –pop, pop, pop- como de palomitas en un microondas.
-Son las cucarachas que corretean por el horno –me informó Manel-. El calor las hace explotar.
Suena un ¡plouff! Más fuerte que los demás. Manel suspira:
-Esa debía ser de las gordas. Tío, yo no comería aquí por nada en el mundo.
Alexei hacía oídos sordos a nuestros ruegos de que fumigara mientras procurábamos que las cucarachas más intrépidas no se aventurasen por el comedor. Nos convertimos en improvisados exterminadores usando el palo de la fregona. Raja, el pinche hindú, no nos era de gran ayuda pues su religión le prohibía matar animales.
La clientela escaseaba, el humor de Alexei se agriaba y el jefe de cocina se entregaba al alcoholismo. A menudo hundía el cucharón en una cazuela y simulaba probar un caldo pero en realidad era ginebra lo que había en esa cazuela.
Una noche el jefe de cocina arrancó imprudentemente un mohoso panel de linóleo del techo y una lluvia de cucarachas aterrizó sobre su cabeza. Un par de ellas cayeron sobre el Steak Tártaro que estaba preparando. Frenéticamente se sacudía los bichos con ambas manos mientras corría hacia el lavabo. Entre dos arcadas le oímos gritar: “Yo me largo de este nido de cochambres”.
Una tarde en la cocina, cuando empezábamos a oír el crepitante pop- pop procedente del horno, Manel me dijo:
-Esta mañana ha venido un inspector y ha reprendido a Alexei.
-¿Por la plaga de cucarachas?
-Por las tapas del mostrador –respondió Manel-. Le dijo que no las podía tener así, sin protección, y que pusiera una mampara. Yo ya se lo había comentado pero ya sabes cómo es….
Alexei instaló la mampara para evitar la multa pero opinaba que las tapas se veían muy deslucidas, se acercaba Navidad y a ese cabeza hueca se le ocurrió poner encima de las tapas unas bombillitas de colores a pesar de las advertencias de Manel. El calor de las bombillitas causó estragos en la mayonesa y la salsa rosa de los platos.
Se presentaron en el restaurante el equipo local de fútbol para celebrar una victoria que les colocaba líderes de su grupo de Segunda-B. Pidieron tapas. Al día siguiente el jugador que no tenía salmonella estaba de baja por gastroenteritis. El presidente del club telefoneó furioso desde el hospital a su hermano, el alcalde del pueblo.
-Hoy no hará falta que te mates –me dijo Manel cuando me vio entrar-, mañana precintan el local y Alexei se ha ido por piernas a saber dónde.
Se oía sisear los tubos fluorescentes, reinaba un extraño silencio en la cocina.
-¿Y las cucarachas? –pregunté a Manel señalando el horno.
-¡Se habrán intoxicado! –contestó riendo y me invitó a sentarme en un rincón frente a una botella helada de Pertsovka.
Tuve que reconocer que Alexei tenía buen gusto para el vodka de pimienta roja.
Ah, y el Steak Tártaro lo preparo así: mezclar la carne picada cruda con una cebolla rallada, una yema de huevo, una cucharada de mostaza, un chorrito de coñac, un puñado de alcaparras y unas gotas de tabasco, añadir sal y pimienta y removerlo todo con las manos como hacen los buenos cocineros. Presentarlo en forma de torta plana rodeado de champiñones crudos cortados en láminas.
lunes, 7 de febrero de 2011
UN CICERONE LLAMADO HITCHCOCK
A Alfred Hitchcock se le ocurrió una idea ciertamente original para promocionar su obra maestra Psicosis (1960): un trailer en el que a modo de cicerone nos proponía un recorrido por las instalaciones del Motel Bates sin olvidar -faltaría más- el lavabo con ducha incluida de la habitación número 1. Este trailer ha sido recientemente rescatado para la edición en DVD Psicosis 50 años que apareció el pasado septiembre.
viernes, 4 de febrero de 2011
EL GRITO MÁS FAMOSO
No, no voy a hablar del cuadro El grito de Munch ni del grito de Tarzán, poca gente conoce la curiosa historia del Grito de Wilhelm aunque todos lo hemos oído cientos de veces en el cine.
Ese grito fue grabado por primera vez por el actor y cantante Sheb Wooley (si llega a pedir derechos de autor se hubiera forrado) para la película Tambores lejanos (1951) en la escena en que Wooley es atrapado por un caimán.
El grito volvió a usarse en La carga de los jinetes indios (1953) y lo emitió un personaje secundario, el soldado Wilhelm. Un técnico de sonido de la Warner decidió bautizarlo con ese nombre y desde entonces se ha oído en infinidad de películas: Tierra de faraones, Grupo salvaje, Poltergeist, Reservoir Dogs, El quinto elemento... George Lucas y Steven Spielberg han adoptado este grito como un fetiche y por eso aparece en todas sus películas.
También se oye a menudo por televisión, como en el episodio de Los Simpson en el que Homer se inscribe en la Asociación Nacional del Rifle y enciende la TV disparando a los botones.
A mí me parece un grito algo ridículo. Me suena más al alalarido de alguien que se ha pillado los dedos con un martillo que de uno que recibe una bala o que cae por un foso. Si quieren comprobarlo por sí mismos aquí están algunas de las apariciones estelares del grito de Wilhelm.
miércoles, 2 de febrero de 2011
MICRORRELATOS DE CINE
. Dedicado al blog El sueño eterno
El beso (Ed. Cardeñoso) es un delicioso libro que te hace lamentar haberlo terminado en tan poco tiempo pero es que aquí todo es breve: microrrelatos con el cine como nexo común. Muchos de ellos magníficos, como el titulado "Última sesión" de Marcos Callau, autor del imprescindible blog El sueño eterno. Yo también voy a probar eso de los microrrelatos sobre el cine a ver que tal:
EL VOCEADOR
Plácido trabaja en el verano de 1929 como voceador en el cine Alhambra. Describe la trama que se proyecta en la pantalla y recita los textos al público iletrado. El negocio va bien y recientemente se ha incorporado un pianista.
Una tarde durante una sesión Placido vocea que el sheriff acaba de cargarse a cuatro forajidos cuando éste justo acaba de entrar en el saloon. El pianista le mira desconcertado y el público murmura mientras en la pantalla el sheriff se prepara para desenfundar.
Plácido carraspea y prosigue pero cuando anuncia la boda del sheriff con la maestra de escuela al menos quince minutos antes de que eso ocurra el público estalla en abucheos y Plácido huye perseguido de una lluvia de caramelos y peladillas.
-Tendría que verte un médico –le dice Márquez, el propietario del local.
Acuerdan para el día siguiente una proyección privada con Plácido, Márquez y el doctor como únicos espectadores.
-¡Proyector! –grita Márquez.
Aparecen en pantalla los créditos de Intolerancia y Plácido empieza a vocear los acontecimientos de la película. Plácido describe la caída de Babilonia cuando aún falta bastante metraje para que ocurra este episodio, entonces el médico se sitúa a su espalda y le propina un coscorrón en la cabeza.
-Prosiga –dice el doctor.
Ahora Plácido narra la película de forma ordenada e impecable. El médico ordena encender las luces y mientras garabatea en un papel dice:
-Nada serio, un ligero problema de desincronización. Tome una de esas pastillas tres veces al día y nada de café, tabaco ni alcohol mientras siga el tratamiento.
Plácido se dirige a la farmacia con la receta en la mano. A medio camino se detiene a contemplar a unos obreros que están colocando un gran cartel donde se anuncia el estreno de El cantor de jazz, el primer largometraje sonoro.
Plácido arroja la receta a una papelera y decide tomarse un carajillo mientras hojea las ofertas de trabajo del periódico.