En
Barcelona ya sólo quedan siete cabinas telefónicas con cubículo. El Ayuntamiento
piensa reconvertirlas en instalaciones para recargar smartphones.
Su
emisión desencadenó un temor colectivo en España. Recuerdo haber visto algunos
usuarios de cabinas que, mientras hablaban, sujetaban la puerta con el pie para
evitar quedarse encerrados. La cabina tuvo una demanda por plagio: el entonces
desconocido Paul Verhoeven acusó a Garci de tomar la idea de un corto que dirigió para la
TV holandesa en el que a un ciudadano se le queda atrapada una mano al
introducir una carta en un buzón de correos. Curioso, un buzón, otro mobiliario
urbano destinado a desaparecer.
La
interesante película Phone Booth (Última llamada, 2002) tiene como único
escenario una cabina telefónica donde Colin Farrell está atrapado a merced de
un francotirador (Kiefer Sutherland) El autor del guión es Larry Cohen,
conocido por sus películas de terror serie B, quien le ofreció en los años
setenta el guión a Alfred Hitchcock al que le gustó la idea: un hombre que
durante toda la película no puede salir de una cabina telefónica pero Cohen no
sabía cómo hacer que ese planteamiento diera de si durante todo el metraje. La
solución le llegó en los noventa: Un francotirador, pero ahora el problema era
el siguiente: ¿quién se metería en una
cabina en plena era de los teléfonos móviles? Cohen decidió que cuando el
protagonista pasa ante una cabina el teléfono suena y éste coge el
auricular en un gesto instintivo.
Steven
Spielberg y Mel Gibson se mostraron interesados en adaptar el guión pero
finalmente Joel Schumacher (Un día de furia, Batman Forever…) aceptó dirigirlo.
Colin Farrell fue el protagonista elegido después de que Jim Carrey rechazase
el papel.
El año
pasado intenté llamar –no funcionaba- desde la cabina de Balmes-Diputación; uno
de los siete últimos cubículos que quedan en Barcelona. Al entrar me sentí como
transportado en el tiempo y me dio la idea para este relato; algo es algo:
EL DÍA
QUE TIRARON LA BOMBA
Cuando
tiraron la bomba Berto estaba buscando un vino adecuado.
A
Berto le gusta Berta. Pero a Berta no le gusta Berto del mismo modo. Berta le
propuso que fueran amigos y Berto aceptó esa amistad de sala de espera
confiando secretamente en que el tiempo cambiaría la situación.
Berta
le había invitado a cenar. No sabía cuál era el plato pues era una cena
sorpresa; a ella le gustaban esos pequeños juegos. Convinieron en que él
traería el vino. Berto se detuvo indeciso frente a la licorería ¿Qué vino sería
el adecuado, blanco o tinto? Era una cena sorpresa, no podía saberlo. Resolvió
llamar a Berta para consultarle que vino acompañaría mejor lo que fuera que
había preparado. No le quedaba saldo en el móvil pero había una cabina
telefónica en la esquina. Cuando entró en el cubículo experimentó una curiosa
sensación de salto temporal, hacía años que no telefoneaba desde una cabina
callejera. Puso tres monedas de veinte céntimos. Al otro lado descolgaron el
auricular y Berto volvió a oír aquel olvidado ruido metálico de monedas
deslizándose hacia el interior. Aún llegó a escuchar la voz de Berta “¿Diga?”
cuando se oyó una pavorosa explosión, luego la línea se cortó.
Berto
miró por entre los anuncios pegados a los cristales de la cabina. Vio un
resplandor lejano en otro barrio, a quilómetros de allí. A su alrededor miles
de objetos eran arrojados por todas direcciones como en el interior de un
huracán. El aplastante ruido se había convertido en un sordo rumor quizás
porque ya no cabía en nuestros cerebros. Aquella monstruosa ola de luz blanca
que mascaba millones de grados de calor se acercaba babeando, hinchada de
electricidad.
Y
encima, la cabina se había tragado las monedas.
El relato me recuerda esa escena de "Teléfono rojo", de Kubrick, en que un militar tiene que llamar al presidente de los Estados Unidos desde un teléfono público para impedir que estalle la Tercera Guerra Mundial y se queda sin monedas.
ResponderEliminar"Berto aceptó esa amistad de sala de espera" Me ha encantado esta frase. Los ingleses tiene más suerte que nosotros. No creo que ellos dejen de tener cabinas, nunca, aunque sea de exposición-. Sí y yo también recuerod a esas personas aguantando la puerta de la cabina con el pie.
ResponderEliminarYo era muy pequeña cuando las cabinas estaban dando sus últimos coletazos, así que no llegué a usar ninguna, aunque en mi barrio quedaba una (la quitaron hace poco) en la que ya sólo entraba la gente a hacer pis.
ResponderEliminarMuchas veces en casa suena el teléfono y no lo cojo, como para cogerlo en una cabina.
Curioso el relato :)
Berto y Berta :-) Bueno, Miquel, me voy a repetir una vez más pero es que no me queda más remedio, me encantan estas entradas ¿poti-poti era? en las que enlazas unas cosas con otras volviendo entre medias a las primeras y quedándote al final un post de lo más chulo. Me ha chiflado éste. Y el relato (y su dibujo) ni te cuento. Ay, esas cabinas y ese sonido de modedas al caer, qué recuerdos... Besos, Borgo.
ResponderEliminarHola Miquel! Yo soy de las que he utilizado muchas veces estas cabinas, ya que en mi casa el teléfono tardó algún tiempo en llegar porque nuestra economía era más bien escasa.
ResponderEliminarRecuerdo que a las cuatro de la tarde me bajaba hasta la plaza de una glorieta, que era donde estaba situada, y así me comunicaba con mis amistades adolescentes.
Recuerdo perfectamente la primera vez que vi la peli de Mercero, y es cierto que desde ese momento, cuando iba a salir de la cabina en cuestión mi pulso se aceleraba, pues tenía miedo de que estuviese atrancada o algo por el estilo.Por cierto una vez quedé encerrada en el ascensor casi una hora, y ahora tengo los mismos síntomas que tenía con las cabinas.
La película "Ultima llamada" está muy bien, por cierto la estaban pasando esta tarde en un canal de ono.
Un beso Borgo!
Muy interesante artículo! Me hiciste recordar la cinta de Colin Farrell! Gran película! Aquí en Argentina llegó con el título de "Enlace Mortal", y la verdad es que me fascinó. La actuación de Farrell es soberbia, de las mejores que le vi en su carrera.
ResponderEliminarAcabo de descubri tu blog. Vengo desde el blog de Belknap y ya mismo estoy haciéndote un link desde el mío.
Puedes pasarte cuando quieras por www.cinenovedades.blogspot.com.ar
Yo estaré visitándote asiduamente.
Saludos, Jorge!
ResponderEliminarExcelente post, amigo Borgo. ¡Lo de Verhoeven me ha dejado flasheado! ¿Donde encontraste tan valiosísima referencia? ¡Tu info siempre me deja maravillado!
Mira que, además, "La Cabina" se parecía también mucho al episodio "El Asfalto" de la que podríamos denominar nuestra "Dimensión Desconocida": La inolvidable "Historias para no dormir". Si en Mercero era una cabina y en Verhoeven un buzón, en Ibañez Serrador era un agujero de cemento. Entendiendo que la idea del corto de Verhoeven mostraría lo mismo que los otros dos (un hombre atrapado y la gente siguiendo sus vidas pasando a su lado sin conmoverse demasiado), la pregunta sigue siendo: ¿Tuvieron todos la misma idea a la vez o hubo "inspiraciones"?
Un saludo!!
rosado. la respuesta es rosado que acompaña con todo.
ResponderEliminaren cuanto a la cabina, no sabia que era de josr luis garci, penssba que era de chicho ibañez serrador!
Hola, Ricard. Ah, sí, me parece recordar que ese militar era Kennan Wynn. Desde luego es un mal momento para quedarse sin monedas.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Hola, Marcos. Es que hay relaciones así, ya sabes, cuando uno espera que las cosas cambien.
ResponderEliminarLas cabinas inglesas son una maravilla. Me hice una foto con una de ellas pero en la puerta, dentro habían hecho pis. Londres está haciendo negocio vendiendo algunas a coleccionistas por 3.000 euros.
Saludos. Borgo.
Hola, Doctora. Mi última experiencia fue desagradable, habían arrancado parte del auricular y cuando me lo acerqué al oido por poco me perforo el tímpano con un cable que salía.
ResponderEliminarEspero que te haya gustado el cuento.
Saludos. Borgo.
Hola, Clementine. Muchas gracias. Sí, es uno de esas entradas poti-poti que me voy de una cosa a otra, como me pasa en la vida misma.
ResponderEliminarMe vinieron muchos recuerdos al entrar en la cabina. La película de Mercero, el disco rodante, el sonido de las monedas al caer, el Tiiit al dar la línea... todo eso desaparece como lagrimas en la lluvia. Una cita cinéfila.
Besos. Borgo.
Hola, SqS. Yo también pasé buena parte de mi adolescencia en esas cabinas, qué fácil que lo tienen ahora...
ResponderEliminarYo también me quedé un buen rato atrapado en un ascensor. Una experiencia inolvidable. Hay una película sobre el tema "El ascensor" del director Dick Mass.
"Ultima llamada" me gusta mucho. Creo que es la mejor de Schumacher, un director muy irregular.
Besos! Borgo.
Hola, Jorge. Muy bienvenido a Borgo. Me gusta tener un visitante argentino, yo viví algo más de un año en el barrio de Caballito en Buenos Aires, cerca de la plaza Rivadavia donde compraba números del cómic Fierro en el mercadillo.
ResponderEliminarLuego me pasdo por tu blog.
Chau. Borgo.
Hola, Wolfville. Aquí he usado mi memoria (algo maltrecha ya) recordando un artículo de Fotogramas en el que se hablaba del tema e incluía una foto de ese corto del que no he encontrado nada en internet. Había una foto de un actor con la mano atrapada en el buzón. Tengo en casa el guión de "El asfalto" de la efímera publicación "Historias para no dormir" de Ediciones Peri y desde luego hay alguna relación entre esas historias.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Hola, Aris. Claro, rosado o también quedas bien con cava que es lo que yo traje en una de esas cenas.
ResponderEliminarSí que recuerda a "El asfalto" de Ibáñez Serrador pero no habría desentonado en "La dimensión desconocida" y protagonizada por Burgess Meredith.
Saludos. Borgo.
pues ojalá encuentren la manera de conservar las cabinas telefónicas, ya forman parte de la identidad de las ciudades y con el tiempo se podrían convertir incluso en su símbolo, como las londinenses
ResponderEliminarbesos,
Mr. Borgo, las cabinas tienen un no sé qué. Saludos.
ResponderEliminarMr. Borgo, las cabinas tienen un no sé qué. Saludos.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola, Maslama. Yo también lo espero. De momento algunos ciudadanos las usan como punto para intercambiar libros, me parece muy buena idea. Hoy he leído que en Barcelona quedan solo unos veinte buzones amarillos.
ResponderEliminarBesos. Borgo.
Hola, Mr. Belknap. Parece que su ordenador tiene el día dificil.
ResponderEliminarLas cabainas están muy arraigadas en nuestro imaginario. Este verano me di el gusto de llamar desde una cabina londinense, me sentía como un personaje de Agatha Christie.
Saludos. Borgo.
El recuerdo que tengo de las cabinas no es muy grato porque siempre que las necesitaba me las encontraba con los auriculares destrozados, aparte de que eran peores que un tragaperras (hubo una temporada en que algunos utilizaban el truco de atar con un hilo las monedas de 25 pesetas por el agujerillo). Pero sí es cierto que se echan de menos en el mobiliario urbano, en fin... ¿dónde va a cambiarse de ropa Superman?
ResponderEliminar"La cabina" inolvidable, "Última llamada" la recuerdo al menos entretenida que ya es bastante y tu relato estupendo. Un abrazo.
No conocía la pataleta de Verhoeven. De todas formas, en el 1966 los creadores patrios ya hicieron algo parecido con El Asfalto, no?.
ResponderEliminarÚltima llamada es de lo mejorcito de Schumacher.
Si desaparecen las cabinas de telefóno, desaparecerán también con ellas toda esa fauna de maltratadores de teléfonos que fingen (mal, en general) que el teléfono se les ha tragado las monedas y los golpean con la esperanza de obtener algún botín. Son muy pintorescos.
Hola, Nury. Más de una vez estuve a punto de desgraciarme el timpano con un auricular arrancado del que sobresalían cables puntiagudos... y aquella frustante sensación de las monedas que se tragaban sin darte línea. Es verdad ¿Dónde se cambiará ahora Superman? ¿En un locutorio pakistaní?
ResponderEliminarMe alegra mucho que te guste el relato. Abrazos. Borgo.
Sí, Mr. Lombreeze, lo de "El asfalto" fue muy parecido pero fue Mercero el que acusó de plagio a Retevision por un anuncio en el cual la puerta de la cabina se abría y López Vázquez podía salir al exterior. Esto simbolizaba el final del monopolio de Telefónica.
ResponderEliminarEs verdad, en las Ranblas se les suele ver aporreando el aparato con el auricular a ver si cae algo. Especies en vias de extinción.
Saludos. Borgo.
Buen relato, me recordó uno de Ray Bradbury. En cuanto a las cabinas en extinción, ¿qué será de Superman? ¿Lo echarán de malos modos de un bar de la zona turista por intentar entrar al baño a cambiarse sin consumir?
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Licantropunk. En mi barrio Superman lo tendría fácil, se cambiaría en un locutorio pakistaní al módico precio de 25 céntimos la media hora.
ResponderEliminarLo que siempre me pregunto es como nadie afanaba la ropa y la cartera de Superman en la cabina.
Saludos. Borgo.
Hola Mr. Borgo,
ResponderEliminarNo se me ocurre a nadie mejor que ati para hablar de la cabina (bueno, quizas a Ciudadano Noodles, pero su enfoque hubiera sido más técnico ;->).
Recuerdo haber disfrutado mucho con esta película. Realmente no podía creer que se hubiera hecho aquí, mantiene la intriga en toda la duración, y además, en algún momento hay una melodia tétrica que da muy mal rollo.
Que todvia allan cabinas telefónicas es o realmente inquietante.
Pobre Berto. Otro hombre que se preocupa demasiado por una mujer que no le hace caso. No habría que malgastar tanta energia en personas que no quieren lo mismo.
El sonido inconfundible de las monedas cayendo por la ranura, por un momento me he transportado aun pasado no tan lejano. Como evoluciona todo, por suerte...
Buena la entrada. Obtiene 8 Borgos.
jajaja
Un abrazo Miquel.
¿Qué tal, UTLA? "La cabina" fue una producción poco usual en la TV de la época seguramente facilitada por el éxito de "Historias para no dormir". Esa melodia tétrica es "El triunfo de Afrodita" de Karl Orff y sí que es muy inquietante. Sobre todo en las escenas finales.
ResponderEliminarLo de Berto es triste, un amor platónico segado por un holocausto nuclear pero ¿cuántas tonterías hemos hecho por las mujeres? Yo, la tira y con vino blanco o tinto.
Muchas gracias, UTLA y un abrazo.
Borgo.
Hola, Muñekita. Ya lo he hecho. Estás afiliada a mi lista de blogs.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Pues si, y es que ahora las cabinas o medio cabinas no devuelven el cambio, se han vuelto algo deshonestas. Dicen que la historia de "La cabina" estaba inspirada en un capítulo de "Historias para no dormir", en las que un pobre incauto queda atrapado en el asfalto.
ResponderEliminarMuy buen relato apocalíptico Borgo. Me encanta "La cabina" de Mercero. Es una pequeña obra maestra. Lo que no sabía es que mi amado Verhoeven la había tratado de plagio... Tendré que indagar sobre ello.
ResponderEliminarSaludos
Hola, Cahiers. Cuando viví en Buenos Aires había dos compañías de teléfonos públicos: Telefónica (española) y Telecom (francesa) Todos buscaban los de Telecom pues devolvía el cambio, no como los modelos españoles.
ResponderEliminarSí, "El asfalto" es parecido. Tengo el guión de ese capítulo y creo que lo publicaré en el blog para poder comparar.
Saludos. Borgo.
Hola, León. Es un gran corto que sin embargo no fue apreciado en su momento por el público. Lo de Verhoeven lo supe por un artículo de Fotogramas en el 2002 en que comentaba la aparición del DVD de "La cabina" en su 30º aniversario. Se veía una foto de ese corto (un hombre que forcejeaba intentando sacar su mano de un buzón) pero no he hallado más información. Suerte.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
"La cabina" es una obra maestra, pese al paso del tiempo sigue siendo muy angustiosa y en parte es gracias a la inspiradísima interpretación de José Luis López Vázquez.
ResponderEliminarAhora no puedo evitar preguntarme como hubiera sido "Ultima llamada" de haberla llevado a la gran pantalla Hitchcock.
Me ha gustado el relato, aunque eso sí, es una jodienda que encima que te quedas como "amigo-pagafantas", la cabina se trague las monedas cuando cae la bomba. El mundo es cruel.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola, Chechu. López Vázquez consigue aquí una de sus mejores interpretaciones. Es una pena que Garci no siguiera por ese camino. A mí también me habría gustado saber que habría hecho Hitchcock con ese material, seguramente en una cabina de las londinenses.
ResponderEliminarOstras "Pagafantas", habría sido un buen título pero creo que hay una película que se llama así.
Saludos. Borgo.
Un post muy jugoso... tiene de todo Miquel.:-)
ResponderEliminarLas cabinas esos cubículos que a veces eran un refugio para la lluvia o para el cachondeo con los amigos o la desesperación si querias llamar y no funcionaban. Pasaron a la historia como casí todo pero me son simpáticas, al menos las inglesas de las que tengo un imán en el frigo, ya ves ahora es un souvenirs.
La cabina es una buena película, inquietante, y Ultima llamada está muy bien resuelta.
Tu relato, inquietante tambien, como siempre nos dejas "flasheados"
Saludos, Borgo
Gracias, Abril. Me gusta poner en los post un poco de esto y de lo otro... como un bufet. Las cabinas están destinadas a desparecer pero al menos nos han dejado dos películas muy interesantes. En su momento "La cabina" causó sensación. No se parecía a nada de la TV de entonces.
ResponderEliminarA mí también me encantan esas cabinas londineses, hasta pregunté allí por su precio a una empresa que te las traían desmontadas como en IKEA pero el precio me echó para atrás: 5.000 euros en libras.
Me alegra que te guste el relato.
Saludos. Borgo.
Brillante, Borgo. Se siente la sensación en tus letras de que aún lo pero no sucedió, pero que para eso falta una milésima de segundo. El final con lo de las monedas me sacó una sonrisa, je.
ResponderEliminarMe encantó.
¡Saludos!
Gracias, Juan Esteban. Es mejor afrontar un apocalipsis nuclear con una sonrisa, aunque sin monedas, total ya no harán mucha falta.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Arrrgg... genial. Miquel.
ResponderEliminar"El triunfo de Afrodita", ya sabia yo que me darias más información. Una mente cultivada es incalculable.
Gracias por la info, a buscarla.
Un abrazo Mr. Borgo.
Un placer, UTLA. Yo cultivo mi mente con mucho abono y Nitrato de Chile aunque luego me sale caro tanto desodorante.
ResponderEliminarPor cierto que Mercero no pidió permiso al copositor. Orff lo demandó pero al final se resolvió el asunto amistosamente.
Saludos. Borgo.