Aaay, qué tiempos aquellos cuando en nuestros cines mostraban anuncios como este. Entonces los bares de las salas cinematográficas eran como bares de verdad donde uno se podía tomar su carajillo de Soberano, su sol y sombra o un gin tónic. También se ha perdido la simpática costumbre de anunciar con un timbrazo cuando faltaba cinco minutos para iniciar la proyección –dos timbrazos, un minuto- como en la ópera. Ahora, con el arrollador avance de las multisalas y la condenada globalización todos los abrevaderos de los cines son iguales: con su tufo a palomitas y sus enormes vasos de Coca Cola aguada.
Me decidí a hablar sobre el tema cuando ayer llevé a mi hijo al cine donde solemos ver esos Madagascares y Toy Storys que tanto le gustan. En el puesto de chuches que llaman eufemísticamente bar han instalado ese repugnante artilugio que había visto en las películas americanas: un dispensador que vierte mantequilla derretida sobre las palomitas. ¡Puajjj!
Y es que hoy en día ir al cine ya no resulta la experiencia de antes:
Ya no quedan bares en los cines que no sean de verano, y estos a su vez están en peligro de extinción, cada vez quedan menos en los pueblos. Una lástima.
ResponderEliminar¿Has comprobado lo dificil que resulta ahora coger a la vez la cocacola de 1 litro, su pajita, el barreño de palomitas hasta los topes, el toblerone, las chuches del niño y las entradas al tiempo?
Tras aguantar la cola pareces Pulgarcito, pero por el rastro que vas dejando hasta que consigues llegar a tu sala 17 fila 9 asiento 5... ¡Que stress por Dios!
Saludos
En Barcelona había un cine, el Maryland, con un bar precioso donde servían unos rebujitos en verano que estaban de muerte. Qué tiempos... yo es que me tengo que acercar al puesto de palomitas tapándome las narices porque no soporto el olor y esa Coca Cola atiborrada de hielo me parece un timo ¡y los precios! No, si hay que ir al cine con carretilla para cargar todo eso. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarQué heavy es la tira cómica de hoy... Pues sí, Miquel, qué tiempos, yo echo mucho de menos toda esa magia que rodeaba antes el hecho de ir a ver una película en pantalla grande, ahora es todo demasiado frío y excesivamente caro.
ResponderEliminarEl Maryland... ése sale en "Los fantasmas del Roxy" de Serrat. Besos, Borgo.
Ejem, yo tengo el cine en casa, jajaja.
ResponderEliminarUn poco burro esta vez, ¿no Miquel?
Para mas coña abren las salas 10 minutos antes de las exhibiciones. Lo que te da el tiempo justo para correr hasta el pseudo-bar y empujar al prójimo para que no se te cuele nadie.
ResponderEliminarEntrada 8 eurazos tu, y 6 el niño. Menú GuarriBiggg: palomitas grasientas con mantequilla + cocacola aguada 9,95... (Retahila de cuescos antes y después de la peli) Menu GuarriKiddd: bolsa de gominolas pringosas que se agarran al plástico y a la ropa como Spiderman + mini zumo pascual tropical de sabor a determinar... ahí van otros 7 euros...
Resumiendo que debes preparar 50 euros del ala para incluir tambien el transporte. Ya en casa pregúntate como ha volado ese billete de un plumazo...
Hola, Clementine. Y que lo digas, mucha de esa magia se ha perdido. El Maryland era uno de mis cines preferidos. En esa bonita canción se nombran cines de Barcelona que ya no existen, algunos los he conocido como el Kursaal o el Selecto que frecuentaba Juan Marsé, autor de la letra. Besos. Borgo.
ResponderEliminarHola, Isabel. No, que va. Je, je, haces muy bien de tener el cine en casita. La última vez me tuve que tragar un anuncio anti piratería ¡En el cine! porque si vas al cime es que no pirateas ¿no? Cualquier día me pongo un parche en el oo y empiezo a piratear también. Besos. Borgo.
ResponderEliminar¡Cuánta verdad! Echo de menos aquellos bares de los cines. Me horrorizan las máquinas expendedoras de bebidas aguadas.
ResponderEliminarJo demano, la cocaloca sense gel si us plau, que estic afònica, gràcies. Funciona! i amb dues canyetes en bevem dos per u.
ResponderEliminarCrispetes ni una, quina pesta. Molta gent les porta de casa, d'aquestes del microones. No ens en lliurem ni amb la crisi.
"Visite el ambigú", decían en los cines de mi ciudad (supongo que debido a que la palabra queda más chic). El cine ya no tiene nada que ver con la experiencia de antes y ciertamente ya son todos iguales (recuerdo que cada uno tenía su olor y los había desde lo más cutre del mundo hasta verdaderos "palacios" con lámparas de araña. El único consuelo es que aún existen, porque al ritmo que cambia el mundo, la industria, la sociedad y los gustos de la gente, lo raro es que se mantengan abiertos. Un saludo cinéfilo.
ResponderEliminarJo..estamos mayores o es que ésto va muy deprisa..
ResponderEliminar¡Odio los multicines y su inmensas palomitas !
¿Dónde quedan esos cines coquetos con su bar y su sala de estar ?
No nos queda otra que recurrir al cine de casa con pantalla semi-grande y bocata de calamares..:-)
Saludos
Vaya, no sabía que entraba gratis lo de las palomitas!!! Desde luego, se pierden todas las buenas costumbres, Miquel. Un abrazo.
ResponderEliminarTú lo has dicho, Alimaña: pseudo-bar, un nombre muy apropiado. Lo que ahorrábamos en mis tiempos trayéndonos el bocadillo de casa y hasta los cacahuetes. Yo pienso llevarme una petaca con bourbon que me ayude a soportar los bodrios infantiles de Adam Sandler. Saludos. Borgo.
ResponderEliminar¿Qué tal, Octopus? Los bares de los cines de antes sí que eran bares y no tenderetes palomiteros. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarOstres, Kalamar, doncs és bona idea això de demanar-la sense gel. M´ho apunto. Jo el que mémporto de casa és l´entrepà de fuet. Salut. Borgo.
ResponderEliminarHola, Pablo. El ambigú, una palabra que ha caído en desuso como los bares al viejo estilo de los cines. La globalización ha uniformado las salas y tengo nostalgia de cines como el Capitol en Barcelona que decoraba el vestibulo como una selva cuando estrenaban una de Tarzan. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarHola, abril. En mi barrio había cines muy bonitos como el Galerías Condal con su araña de cristal en el vestíbulo y decoración un punto decadente. Como en casa en ningún sitio, sobretodo con los cines actuales. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarHola, Marcos. Sí, estas tarjetas tienen un montón de descuentos y cosas así, lo de la taquillera ya entra en el terreno de la ficción... de momento. Abrazos. Borgo.
ResponderEliminarLa verdad es que no. Las tecnologías avanzan para lo bueno pero también para lo no tan bueno, se pierde un poco la esencia de las cosas de antes.
ResponderEliminarUn abrazo.
A mí nunca me ha gustado lo de las palomitas y la coca-cola en el cine.
ResponderEliminarPero debo reconocer que ya casi no recuerdo lo de los cines con bares (aunque los vi, que tengo ya unos añitos).
Un saludo.
Era todo mucho más personal, más cálido, como en las tiendas de antes que te atendían de otro modo. Lo de salir al bar a coger algo en los anuncios tenía mucho encanto y no era para tanto porque solía ser sólo un corte por peli, creo recordar (eso comenzó a desaparecer cuando tenía muy corta edad :-) ). Mi recuerdo era agradable, como los que se solían tener de la infancia en casos como este.
ResponderEliminarBuenas viñetas. La de la felación es heavy :-D Un saludo, miquel.
Miquel, que recuerdos aquellos. Recuerdo hasta la última vez que estuve en un bar de cine. Fue viendo Joe contra el volcán, y a media película nos salimos al bar bar a tomarnos unas cerves (así de buena era la película). Como todavía era sesión continua, nos volvimos a entrar a mitad de pelicula del siguiente pase, y ya no nos pareció tan mala, o tal vez nos pasasemos con las cervezas, jejeje.
ResponderEliminarUn saludo
Por cierto, que se me olvidó comentartelo, ya te envié un email con lo de illarión.
ResponderEliminarUn saludo
Exacto, Signum. Siempre se pierde un cierto encanto que va ligado a nuestros recuerdos, como la magia de las primeras proyecciones. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarPues yo sí que los recuerdo, David. Cosas de la edad. Recuerdo a mi padre tomándose un poleo menta después de ver conmigo una de Paul Naschy y diciéndome que como "Zombie blanco" de Bela Lugosi no había ninguna de terror comparable. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarHola, Javier. Yo recuerdo la sensación de coger los programas de mano y hasta cines como el Spring en Barcelona que además de un bar-bar tenían una pequeña librería dedicada al cine. Una gozada. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarOstras, Gárgola, "Joe contra el volcán" necesita unas cervezas para ser digerida y en este caso hasta se permiten las palomitas. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarAhora lo he visto, Gárgola, con fecha del día 13. Te lo agradezco muchísimo pero es que estos días no he estado muy pendiente del correo. En cuanto pase el ferragosto les envío unas ilustraciones. Gracias de nuevo. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarMiquel, si vas al meu bloc veuràs quines casualitats té la vida: Visite nuestro bar: http://enarchenhologos.blogspot.com.es/2012/08/visite-nuestro-bar.html
ResponderEliminarHola, Enric. Ara m´en vaig amb molt de gust a veure el teu bloc. Salut. Borgo.
ResponderEliminarUn amigo me contó que en el cine de su pueblo incluso hacían un corte de cinco minutos en todas las películas para que la gente saliese a fumar y a comprar más bebidas y palomitas.
ResponderEliminarAquí las chicas de las palomitas ya se han convertido aparte de eso en taquilleras, en cortadoras de entrada, en acomodadoras y no estoy seguro si en limpiadoras...
Saludos.
Hola, Charly. Eso del corte para las palomitas parece una versión poco discreta de las imágenes subliminales como los fotogramas de bebidas frías en "Lawrence de Arábia". En todo caso los cines se han americanizado para bien o para mal. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarEn los cines de verano, podías ver la película desde la barra del bar, con una buena cerveza y unas aceitunas.
ResponderEliminarEn mi vida hay especialmente dos cines con bar: el Maragall y el Texas. En el Maragall, aparte de servir bebidas, había algunos viejetes verdes que pellizcaban el culo de las chicas que se apretujaban para pedir una coca-cola. Como yo era niño no lo pude cmprobar nunca, pero si invitabas a la novieta siempre volvía contando lo mismo.
ResponderEliminarHola, Cahiers. Aquellos cines de verano... ahora en vías de extinción si no han desaparecido ya. Lo de ver la película con la cervecita y unas olivas podría ser una alternativa para que la gente no se quede en casa descargando cine. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarHola, Lluís. Recuerdo el Maragall y aquellos vejetes que eran como aquel par del Muppet Show y sobre todo recuerdo el Texas, el último cine de programa doble que subsistió en Barcelona. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarPues sí, eran otros tiempos donde ir al cine era toda una experiencia. Los avances tecnológicos han hecho que el cine vaya a nuestra casa ahora, pero no es lo mismo. Desde que desaparecieron los cines tradicionales en mi ciudad ya apenas he vuelto a una sala. Es triste, pero ya no es lo mismo. Y ahora con la subida del IVA. No sé a dónde irá a parar esto...
ResponderEliminarJoder Borgo, que yo estuve 5 años trabajando de palomitera en un cine y lo único que nos faltaba era haber tenido que poner también carajillos, con la de gente que venía...
ResponderEliminar1besico!
ja ja, que bueno el comic! Pero mi experiencia es al reves, las taquilleras no me dan na'! Lo último fue una oferta que compre en el letbonus, que se habían olvidado noseque sello y tuve que acabar pagando la entrada como todo quisqui. En mi caso es al reves, ya me veo haciendo la manicura a la taquillera
ResponderEliminarHola, Quimérico. A mí me pasaba lo mismo desde que los cines de barrio desaparecieron en los ochenta pero ahora no me queda más remedio que llevar al niño a esos dispensadores de palomitas. Antes todos tenían su estilo pero todos los locales son iguales, como las multisalas. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarHola, Fiona. Pues sí que es duro lo de palomitera aunque suelen llevar unos uniformes bastante sexys. Besicos. Borgo.
ResponderEliminarHola, Aris. Yo es que jamás me fío de las ofertas de esos cines palomiteros. Mucho prometer y luego nada de nada. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarEste año, de forma sorprendente, he ido a dos bares con cine: uno organizaba un festival de cortos y otro, hace apenas dos semanas, un taller de cine con Jean Epstein y las vanguardias de los años 20 como protagonistas: estas alegrías que de vez en cuando te da la vida: ver cine y, de soslayo, interceptar la mirada del camarero para, en silencio (¡todo el mundo en silencio o hablando en voz baja de forma que no molesta!) pedirle otra cerveza. Ay, estos bares con cine. Fantásticos. Ojalá cunda.
ResponderEliminarSaludos.
Has dado en el clavo, Licantropunk: eso es, reclamar en voz baja la atención del camarero y pedirle una cervecita mientras ves cómodamente la proyección. Eso eran los bares de los cines veraniegos, un disfrute que se ha llevado el tiempo. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarYo no entiendo por qué dejan entrar a la gente a la sala de cine una vez que la proyección ha empezado. El que llegue tarde, que se j**a.
ResponderEliminarEso, Mr. Lombreeze. ¿Y los que ocupan los asientos a su alrededor de abrigos, cascos de moto y bolsos? Y luego te ponen mala cara cuando les pides que te dejen sitio. A galeras los enviaba yo. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarY yo casi sin aparecer por estas salas,jajaja,lo que me estoy perdiendo,jajaja.
ResponderEliminarMuy buena tira Borgo
Gracias, Atticus y muy bienvenido de nuevo. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarPues yo, por llevar un poco la contraria, me declaro fan de las palomitas y los refrescos gigantes (aunque me niego a probar las dulces o echarles mantequilla por encima). La tira me ha hecho recordar que, por pereza, nunca relleno los datos para tener mi tarjeta; la prestación de la taquillera sería un buen reclamo aunque las colas serían más largas, y no pretendo hacer ningún juego de palabras. Un saludo.
ResponderEliminarJa, ja. Sí, Ricard, sin duda las colas serían más largas. La verdad es que nunca me he puesto a rellenar esas ofertas de los cines pero voy a probar a ver lo que me dan. Saludos. Borgo.
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