El
autocar plateado corre por una carretera calcinada. Los ocupantes son un grupo
de estudiantes en viaje de fin de curso que esperan pasar un verano inolvidable
antes de entrar en la universidad. Los jóvenes cantan un tema de Melendi, otros
miran el paisaje a través de la ventanilla y el profesor echa una cabezada.
Ya hace horas que circulan por una carretera de tercer orden llena de desniveles y curvas.sinuosas. El chófer se detiene al llegar a un cruce y desciende del autobús esperando encontrara algún rótulo que le indique por donde debe dirigirse.
Despliegan un mapa que no aclara nada pues no figuran ni el pueblo de donde partieron ni la ciudad a la que se dirigen; referencias inevitables para deducir donde se encuentran.
-En resumen -dice una estudiante con shorts y camiseta a rayas -, nos hemos perdido.
-Eso es imposible -replica el profesor en tono didáctico-, mientras no nos salgamos de la carretera por fuerza ha de ir a algún lugar.
-Yo iría hacia la izquierda -opina el chófer-. La carretera allí parece en mejores condiciones y eso suele indicar que hay una ciudad próxima.
Todo el pasaje está de acuerdo. El autobús se pone en marcha. El bosque bajo se convierte en una espesa maleza que devora la carretera. El chófer vuelve a detenerse al ver el impracticable camino de cabras que tiene delante.
-Parece que no es la ruta correcta -se disculpa-. Habrá que retroceder.
Anochece y el chófer enciende los faros. Hay algo siniestro en la forma suave en que parecen flotar en la oscuridad con el ronroneo de los neumáticos sobre el camino. Ya entonces están sorprendidos de no encontrar ningún pueblo ni ningún campesino. El chófer detiene el vehículo con ostentoso chirrido de llantas.
-Parece que hemos llegado al final -dice lacónico.
Espesos matorrales ocultan el camino.
"Debimos contratar un guía" murmura el profesor.
Conferenciando atropelladamente, acuerdan dormir en el coche a la espera de la luz diurna.
Los estudiantes forman cola ante los servicios del autocar. Algunos chicos se alivian detrás de unos olivos, las chicas entre la maleza.
Al día siguiente están hambrientos pues se han terminado los pocos bocadillos que llevaban. Unos kilómetros más adelante, aún rodeados de espesura, la gasolina se termina. Al quedar el motor en silencio todos perciben mejor la tensión en el ambiente. Dedican el resto del día a organizar breves excursiones destinadas a localizar aunque fuera un cazador furtivo. Nadie sabe como pero un estudiante consigue cazar una liebre. Por la noche encienden una hoguera y la asan. Llegan entonces unos compañeros extenuados y declaran no haber conseguido ver ningún camino por no hablar de seres humanos. Algunos jóvenes no contienen las lágrimas.
El profesor, ya investido como cabecilla del grupo, acuerda formar a la mañana siguiente una patrulla de seis muchachos que retrocederán por la carretera intentando encontrar de nuevo el cruce. Los seis expedicionarios, vigorosos miembros del equipo de baloncesto, inician la marcha equipados con mochilas, cantimploras y machetes. Una semana después los exploradores aún no han regresado y todos empiezan a preocuparse, quince días más tarde ya nadie confía en volver a verlos y al cabo de un mes ya lo han olvidado.
Pero uno de los muchachos vuelve a las seis semanas. Dice que sus compañeros murieron de hambre - aunque no aclara porque él sí consiguió sobrevivir- e informa que durante ese tiempo no vieron ni un alma.
Pero aquello ya apenas les afecta. Durante aquellas semanas de forzosa espera no había perdido el tiempo. Bajo la dirección del impetuoso profesor habían empezado la fundación de un pueblo.
-Y todas las chicas han quedado embarazadas.
Esto último lo anuncia el profesor con un timbre de orgullo en su voz.
Me gusta: Un cuento apocalíptico con final feliz. Saludos.
ResponderEliminarHola Mr Borgo,
ResponderEliminar¿ Es tuyo el relato ? Ostras, es que me recuerda mucho a un relato que leí hace mucho mucho tiempo. Pero no recuerdo si en ese morian al final o sobrevivian con algo parecido a lo que comentas.
Que mal rollo de relato. Es como el triangulo de las bermudas. Te metes pero ya no puedes salir.
Aunque bueno, siempre se puede fundar una colonia. Ja ja ja Menudo listo el profesor.
Un abrazo Miquel.
Un realto excelente... y terrorífico. Creo que no me volveré a separar de mi brújula. ;)
ResponderEliminarQue disfrutes de la semana (que empieza en un ratillo).
Hola, Ricard. Bueno, un cuento con puntillo kafkiano. Me alegra mucho saber que te ha gustado.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Hola, UTLA. Yo me he orientado por un episodio de "La dimensión desconocida" en el que unos viajeros se encontraban en medio de la nada pero el final era muy distinto. Siempre me han gustado este tipo de situaciones como un corto en el que un grupo no conseguía salir de un ascensor. Desde luego el profesor sabía sacar partido del asunto.
ResponderEliminarAbrazos. Borgo.
Muy bienvenido a Borgo, Tarambana. Gracias, luego me paso por tu blog y te deseo lo mejor para esta semana.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Hola Miquel, un buen relato que mantiene la intriga hasta el final y más allá, ¿están todos los del autocar muertos y por eso no encuentran a nadie?.
ResponderEliminarPor cierto si vienes a Badalona, un buen restaurante puede ser Can Marius, en la C/ Industria.
Un saludo.
Vaya con el profesor. Seguro que urdió toda esta historia como una trama para procrear... Muy buen relato Miquel. Abrazos.
ResponderEliminarA ver si va a ser una pedanía de Sanabria, donde sus habitantes son altos y rubios porque unos alemanes se instalaron allí hace mucho tiempo... jajaja buen relato.
ResponderEliminarSaludos Miquel
Gracias, Lost Boy. Pues ese hubiera sido un final alternativo a lo "Perdidos" bastante interesante. Me gusta. Me apunto lo del Can Marius, siempre está bien conocer sitios nuevos.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Hola, Marcos. Pues sí, el profesor debió pensar "Creo que aquí hay plan" y sacó lo que pudo de la situación.
ResponderEliminarGracias y lamento lo del Real Zaragoza. Borgo.
¿Qué tal, Alimaña? Esas historias me interesan mucho como en ese pueblo de Brasil -Cândido Godoi- donde nace el mayor número de gemelos del mundo, casi todos rubios y de ojos azules. Mucha gente cree que Mengele recaló allí experimentando sobre los clones.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Mola. Para cuando la película? Si esto lo pilla Stephen King te saca un tocho de 1000 páginas XD
ResponderEliminarUn saludo!
Hola Borgo! Casi una nueva civilización la que construyó el avispado profesor, como si el mundo se hubiese llegado a su fin y la humanidad volviese a empezar de cero.
ResponderEliminarPlan establecido o fruto de los acontecimientos?
Me ha gustado mucho tu relato, te mantiene en vilo hasta el desenlace, y desde luego cuando llegas a él te sorprende gratamente. Un besazo Miquel! Ya sabes como me gustan estos relatos.
Hola, Charly. Bueno, para una película no hay suficiente material aunque Stephen King sí que lo "inflaría" como hizo con "It" y alguna obra más. Supongo que cobra por palabras, como los autores de folletines.
ResponderEliminarSaludos, Charly. Borgo.
Hola, SqS! Quien sabe... supongo que a ese pueblo tendrían que haberlo llamado "Nowhere" de haber sido ingleses.
ResponderEliminarDe verdad que me pone muy contento saber que te ha gustado alguno de esos relatos. Muchos besos y que tengas una buena semana. Borgo.
Ayyy, me temí el fin de David Monteagudo en FIN (Anatilado, 2009), pero quedó en embarazo múltiple (no perdió la clase practica el profe) y en repoblación in extremis en vez de desaparición total del género humano, allí quedaron los perros ¿habrá dodotis en la nueva colonia?. Besito lunero, y no me des sustos en lunes mudo que enmudezco.
ResponderEliminar¿Qué tal, Natàlia? Pues yo creo que un susto hace más llevadero el lunes-lunero (Uy, qué pareado me ha salido)
ResponderEliminarTengo pendiente leer "FIN", lo que está claro es que el profesor llevó las clases de educación sexual a la práctica y es de suponer que encontrarán la manera de hacer dodotis que ese profe vale para todo.
Besitos luneros. Borgo.
Así se fundó mi barrio. Mi abuelo era el conductor del autobús ;P
ResponderEliminarBuen relato. Una especie de "El señor de las moscas" en versión carretera perdida. Me resulta muy familiar, pues tengo una facilidad pasmosa para perderme, incluso en mi propia ciudad. Conduciendo tengo un sentido pésimo de la orientación, y mi mujer me acusa de no tener lectura comprensiva de los diversos carteles que adornan las carreteras. Un desastre.
ResponderEliminarMuy interesante, Doctora. Supongo que al menos habrán tenido el detalle de poner su nombre a una plaza o un parque.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
¿Qué tal, Cahiers? Yo, conduciendo, es que soy pésimo y punto. Para mí los indicadores de las autopistas son un enigma indescifrable. En Mexico era increible pues en los mapas habían caminos que sencillamente no existían.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Excelente relato, miquel. Uff, acojona, crea una inquietud que atenaza; súper bien escrito. Tiene un algo de La Cabina (López Vázquez) en lo inexplicable, en lo poco razonable de la situación; de terror surrealista, o suspense surrealista, podríamos estar hablando. Pero también parece haber una vuelta magnífica al Arthur Gordon Pyn en lo dramático y en ese aspecto legendario que tiene el relato.
ResponderEliminarUn saludo
jeje pues cuando descubran que en realidad están a 500 metros del pueblo más cercano, los padres van a estar encantados con el embarazo de las chavalas..
ResponderEliminarun relato emocionante por cierto, esperaba algo así como un final terrorífico, de esos que salpican por todas partes
besos,
Gracias, Javier, pero uf... no lo compares a Gordon Pym. Aquí el presupuesto no me daba para caníbales ni naufragios. Esto es mucho más modesto pero me alegra muchísimo que te guste. Es más bien una representación del miedo que tenemos a perdernos en un lugar desconocido, o algo así.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
¿Qué tal, Maslama? Oye, pues no habría sido un mal giro de la historia. Por ejemplo, que se disipara una espesa niebla y vieran que la ciudad estaba a cuatro paso después de dejar embarazadas a las féminas.
ResponderEliminarNo, hoy no tenía un día de finales gore. Se nota que ha llegado el buen tiempo.
Besos. Borgo.
Inquietante relato, me ha gustado mucho la atmósfera que has conseguido crear.
ResponderEliminarHola, Nocivo. Muchas gracias. En realidad es muy simple ¿A quién no le da miedo perderse y la oscuridad? Y eso de montar un pueblo de la nada ha de tener su aquel.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Me gustó mucho, es uno de esos relatos que tienen un clima que atrapa y que uno no quiere que se termine o (paradoja) que se sepa el final ya.
ResponderEliminarEl final deja una sensación de "¿y ahora qué?" que permite que vuele nuestra imaginación.
Un fuerte abrazo.
HD
¿Qué tal, Humberto? Me alegra mucho que te guste. Sí, mi intención era terminar con un final más o menos abierto aunque con el brío de ese profesor seguro que terminan colonizando un país entero.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Un relato misteriosos que termina con un toque mordaz y divertido.
ResponderEliminarDesde mi humilde punto de vista, ¡vas por buen camino! Jejejeee...
Un abrazo, Anna Genovés
¡Muchas gracias, Anna! Me alegra mucho saberlo pues voy más bien a ciegas,sin mapa ni GPS.
ResponderEliminarAbrazos. Borgo.
Buenisimo y escalofriante, muy bien tocados los temas de la supervivencia y la relatividad moral en momentos extremos.
ResponderEliminarSaludos.
¿Qué tal, Shimulo? Tengo un sentido de la orientación fatal y el cuento me ha servido como una terapia para el miedo a extraviarme. El profesor desde luego se las apaña en momentos extremos.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Sorprendente vuelta de tuerca sobre el final.
ResponderEliminarMe gustó, Miquel.
¡Saludos!
¡Muchas gracias, Juan! Encantado de verte por aquí.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.