viernes, 24 de junio de 2011
CUIDADO CON LO QUE DESEAS
Ana no había vuelto a aquel merendero desde que era una niña pero aún recordaba el pozo medio cubierto de vegetación con el letrero Pide un deseo pintado en una roca. Al dejar caer la moneda se acercó lo suficiente para ver los resplandores circulares de algunas monedas allá en lo hondo.
Regresó a la mesa del merendero donde la aguardaba Mario, por su expresión supo que se avecinaban problemas.
-Vaya forma de tirar el dinero –dijo dejando caer con estruendo la mochila sobre la mesa-. ¿Qué has pedido?
-Si se dice, no se cumple el deseo –respondió Ana. Había deseado que Mario no discutiera más con ella.
Ana tiró de las correas de la mochila y empezó a sacar los recipientes con la comida. Entonces se dio cuenta de la peculiaridad de aquella mesa demasiado limpia para estar al aire libre. Parecía la mesa de un café más que la de un merendero.
-Tendremos que comer con los dedos –dijo Ana con un hilo de voz que pasó por su garganta reseca-. Olvidé los platos y los cubiertos.
-¡Maldita sea! ¿Cómo quieres que comamos la ensaladilla con los dedos?
-Estoy sorprendida… -dijo Ana. Ahora recordaba que Mario le había estado gritando por alguna nimiedad cuando llenaba la mochila y eso la alteró.
Mario iba a decir algo pero se detuvo al notar que alguien se aproximaba. Nunca discutía delante de extraños. Se acercaban dos hombres vestidos enteramente de negro que venían de la zona más espesa del bosque, donde estaba el pozo. Eran idénticos, pálidos y muy delgados. Uno de ellos llevaba platos y cubiertos. En silencio el otro abrió los contenedores de comida y sirvió los escalopes y la ensaladilla de remolacha en los platos. Ana advirtió que la vajilla era de porcelana.
-Debe ser algún tipo de promoción – opinó Mario.
Apareció un tercer camarero con una botella de vino ya descorchada. Llenó el vaso de Mario sin que nadie se lo indicase. Ana señaló el suyo con un índice.
-Sólo un par de dedos, por favor. He de conducir.
Ana probó el vino que era extrañamente áspero. Al volverse para escupirlo sobre la hierba advirtió que los camareros tenían los pies desnudos.
-Mira que eres vulgar –murmuró Mario apurando su vaso.
Lo que Ana estaba viendo ahora incrementaba su confusión: los pies de los camareros parecían ramas con hojas y tierra apretujada entre los largos nudillos de sus dedos. Se volvió hacia Mario que parecía estar observando absorto, como narcotizado, el dibujo rojizo que la ensaladilla de remolacha había dejado en el plato. Sus ojos se pusieron blancos mientras se dejaba caer desvanecido sobre la mesa que ahora se veía extrañamente desvencijada, como un montón de leña seca.
Los camareros, sonrientes, se situaron detrás de Mario. Ana, como respondiendo a alguna señal convenida, se dirigió hacia el camino forestal. Caminaba despacio pero pronto empezó a correr. Los árboles se separaban ante ella mientras se dirigía apresuradamente en dirección al coche.
Las delgadas figuras negras descubrieron sus fauces y unas garras rojas como metal fundido que se clavaron en la garganta de Mario.
Deseo cumplido. Ya no volverían a discutir jamás.
Muy bueno!!Y muy "Pata de Mono" style,también...
ResponderEliminarEl dibujo me recuerda DEMASIADO a un par de ojos que creí ver a los 5 años en un sótano.
besos!
Di que sí, todo tiene un límite hombre. Me ha gustado como siempre.
ResponderEliminarBesos
Hola, Fanny. Ya sabes: "Cuidado con lo que deseas que igual se cumple". Uf, vaya imagen más inquietante, dos ojos refulgentes en un sótano. Terror puro. Besos. Borgo.
ResponderEliminarHola, Isabel. Sí, yo también creo que esos hombres de negro hicieron justicia y además cumplieron muy bien como camareros. Besos y felices vacaciones. Borgo.
ResponderEliminarMe gusta ese punto de surrealista de la historia, sobretodo el momento camareros de negro que provienen del pozo. Es una imagen inquietante. Un abrazo.
ResponderEliminarBueeeno... Lo de que primero se comporten como camareros es curioso, sí.
ResponderEliminarGracias, David. La verdad es que me he basado un poco en esos camareros de los restaurantes-fashion de sushi. El otro día vi uno espectral, parecía el mayordomo de los Adams y me vino un poco la idea. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarHola, David. Hombre, es que hay que meter un poco de trama... sí nada más salir del Pozo de los Deseos ya se hubieran tirado a la graganta de Mario me quedaba una historia un poco sosa. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarje je...el vino era quizas un chateau del 98? con un ligero regusto a arsénico? bon apetit!
ResponderEliminarHola, Aris. Yo creo que el vino sería uno peleón como el Tres R (Repugnante, Repelente, Repulsivo) Saludos. Borgo.
ResponderEliminarEn mi huerto hay un pozo, profundo, oscuro, me causa pesadillas...no voy a poder verlo igual desde hoy, quizás no he sabido sacarle aún todo el partido que tiene.
ResponderEliminarCuando vuelva a ir, pediré un deseo y si se cumple te aviso.
(Yo creo que lo que estaba malo era la ensaladilla, ya sabe, en verano las carga el diablo).
Kissessssssssss.
Hola, Sincopada. Huy, los pozos, tan oscuros y lóbregos... Pero sigue pidiendo deseos, por pedir que no quede. Yo lo hago al soplar las velas de mis cumples y de momento nada. Un día tengo que escribir un relato sobre la malvada salmonella que se cierne sobre las ensaladillas veraniegas. Kisses. Borgo.
ResponderEliminarQué bueno. Pero, de terror, terror. O sea, que este fin de semana me voy a portar bien no sea que cierta persona se ponga a formular deseos...
ResponderEliminarSaludos.
A medio camino de lectura me imaginé que algo le iba a pasar a Mario, pero también pensé que Ana caería en el pozo, por eso me mantuve con curiosidad, por cierto que crueldad llamarlo con mi nombre, pero no es que tenga derechos reservados, muy buena historia de terror. Un abrazo.
ResponderEliminarMario.
Hola, Licantropunk. Pues eso, a portarse bien no sea que aparezcan unos camareros de negro en cualquier momento. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarHola, Mario. Vaya, es verdad, no había caído en lo del nombre hasta ahora. Me alegra que te gustase la historia, tenía ganas de escribir algo sobre un Pozo de esos, pueden dar mucho de sí. Abrazos. Borgo.
ResponderEliminarMuy bueno, Borgo (e inquietante...). Me gusta mucho la idea de los camareros, la vajilla de porcelana, el vino, todo muy decadente :-)). Y el deseo cumplido. Tengo la impresión de que el desenlace no estaba muy lejos de lo que ella realmente deseaba. Besos, Siena.
ResponderEliminarEsos deseos deberían tener un periodo de prueba, por si acaso...
ResponderEliminarMario se lo tenía merecido por dejarse agasajar por unos extraños. No rechazó un Don Simón de brick que le causó la muerte instantanea. La crisis también ha llegado a "los pozos de deseos"... Estupendo relato como siempre.
ResponderEliminar¡Qué miedo!.Por eso precisamente me ha encantado... es que me gusta pasar un poquito de miedo de vez en cuando.A muchos nos gustaría que existieran en realidad estos seres que imparten la justicia por su cuenta ; yo lo he pensado muchas veces... esas personas tiranas, dictadoras, pederastas y maltratadoras que existen por el mundo se tenían que topar con personajes así ¿No crees?. Un beso.
ResponderEliminar¿Qué tal, Siena? Sí, seguro que cuando Ana regresó con su coche estaba más que satisfecha y no descarto que vuelva a ese Pozo de los Deseos. Besos. Borgo.
ResponderEliminarHola, Cahiers. Los deseos son así, a veces cuando se hacen realidad no son como lo esperabas como aquel relato "La pata de mono" que recuerda Fanny. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarGracias, Alimaña. No hay nada más peligroso que unos sonrientes camareros impolutos y vestidos de negro que te ofrecen un Don Simon Reserva del 2007. Quién sabe cuando sacarán sus garras y colmillos. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarClaro que sí, SqSmaravillosa. El miedo estimula la adrenalina y las endorfinas y eso es bueno. Todos los que son como Mario tendrían que ir a comer junto a un pozo y encontrarse con esos camareros de negro riguroso. Que se cumplan todos tus deseos. Besos. Borgo.
ResponderEliminarA mí un pozo me puede resultar algo misterioso, pero no tiene por qué ser malo, también otorgarán estos en concreto alguna vez buenos deseos, ¿no?. En ese dibujo de tu entrada yo me imagino a un gato, pero no sé qué hace ahí...
ResponderEliminarBuen relato, Miquel, besos.
Gracias, Clementine. En mi pueblo hay un pozo en mitad de un bosque y siempre me ha atraído con su oscuridad y su olor a húmedo. He pensado en un Pozo de los Deseos maléfico pero que de alguna u otra manera siempre cumple lo que le pides. Esos ojos podrían ser los de un gato, por ejemplo. Me encantan los gatos y los pongo allí donde puedo. Besos. Borgo.
ResponderEliminarSi es que hay que medir bien los deseos...
ResponderEliminarNo conocía a ese "hombre elefante" autóctono, usted siempre me sorprende.
¿Qué tal, Sr. Nocivo? El pozo ese es muy efectivo, otra cosa es el modo de conceder los deseos. Es curioso pero actualmente mucha gente de Tenerife cree que el llamado "Monstruo de Taganana" era un mito y yo recordaba habelo visto por TV. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarExcelente Borgo, breve, intenso y original...tienes mucha habilidad escribiendo y de verdad que no lo digo por cumplir. Enhorabuena!!!
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Worc. Me alegra de verdad que te haya gustado. Y ahora voy a pedir de deseo que se me ocurra otro relato que voy algo corto de inspiración últimamente. Borgo.
ResponderEliminarPues sí, hay que tener mucho cuidado. Pero creo que la pobre Ana tenía mucha mejor intención que todo eso. Un abrazo.
ResponderEliminarFamosa frase de Osacar Wilde, CUIDADO CON LO QUE DESEAS PUES, SE PUEDE CUMPLIR.
ResponderEliminarpETONS
Hola, Marcos. Es que esos pozos más o menos embrujados de los bosques son eso, nuestros alter ego oscuros y cumplen nuestros deseos de forma muy drástica. Abrazos. Borgo.
ResponderEliminarHola, Susan. Gracias por el dato, no conseguía recordar el autor de esa frase tan conocida. Oscar Wilde, nada menos. "No importa que hablen mal de ti, lo importante es que hablen", entre otras. Molts petons. Borgo.
ResponderEliminarMuy bueno amigo Miguel!! me han encantado los camareros con patas de árbol, yo pensaba más bien que Ana se iría con ellos, que se adentraría entre los árboles y desaparecería, dejando atrás a Mario que le entraría salmonela con la ensaladilla, jaja. También pobre Mario, por una discursión de nada, vaya deseos que tenía la tal Anita!! que tía!! cualquiera discute con ella! en cuanto te descuidas, va y te manda unos matones, jajaja!!
ResponderEliminarBesotes
Hola, Lala. Pues tu versión no está nada mal. Ana perdiéndose en la espesura con los hombres de negro mientras Mario se escagarrina con la ensaladilla. Ya sabes, procura no enemistarte con nadie que te lleve a un Pozo de los Deseos. Besos. Borgo.
ResponderEliminarjajaja!! no me suelo enemistar con nadie, me cuesta enfadarme bastante a no ser que me toquen las...aunque si es para perderme por un pozo de deseos unos días.. me lo pienso :)
ResponderEliminarHola, Lala. Bueno, está bien que tengas un caracter dulce y tranquilo. Yo quiero buscarme un día un buen Pozo de los Deseos, además por pedir algo... que no quede. Besos. Borgo.
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