sábado, 25 de septiembre de 2010
EL ÚLTIMO JAPONÉS EN RENDIRSE
Mi última portada (Hotel Rangoon, ambientada durante la ocupación japonesa en Malasia) me ha traído recuerdos de cuando era niño. Entonces había un goteo constante de noticias en los periódicos sobre el hallazgo en alguna de las 11.000 islas del frente del Pacífico de un soldado japonés aislado desde la Segunda Guerra Mundial. No sabían que el conflicto había terminado o se mostraban escépticos del desenlace.
El último caso fue el del teniente Hiro Onoda oculto en la isla de Lubang (Filipinas) desde diciembre de 1944 y localizado en 1974. Su comandante había ordenado a Onoda y sus tres compañeros no rendirse ni suicidarse bajo ninguna circunstancia.
En diciembre de 1945 los americanos arrojan octavillas sobre la isla anunciando el fin de la guerra. Onoda y sus hombres deciden que se trata de un montaje. Tampoco se convencen cuando años más tarde un avión les arroja un paquete con fotos de sus familiares.
La patrulla de Onoda prosigue con sus actividades de guerrilla y hostigamiento. Uno de los soldados muere en un tiroteo con el ejército filipino cuando incendiaba un granero. Los otros compañeros de Onoda cayeron en sucesivas escaramuzas. En 1972 Onoda se había quedado solo y sin olvidar la prohibición de rendirse o suicidarse. Permanecía oculto en la jungla con una dieta a base de mangos, cangrejos, camarones y ratas. Sentía predilección por estas últimas, sobre todo el hígado.
El 20 de febrero de 1974 Onoda se encuentra con un aventurero de Osaka, Norio Suzuki, que se había propuesto encontrar antes de fin de año al yeti y a un soldado japonés perdido en una isla del Pacífico. Suzuki le aconseja entregarse pero Onoda responde tajante: “Solo obedeceré a mi comandante”. A su regreso al Japón Suzuki localiza al ex comandante de Onoda –ahora trabajando de librero- que se desplaza en avión a Lubang donde se encuentra con Onoda y le ordena oficialmente rendirse. El teniente lloró al entregar su sable, rifle, unas 500 balas y un par de bombas de mano.
Esta imagen es de cuando Onoda descendió del avión que le trajo de vuelta al Japón.Sus primeras declaraciones fueron: “Siento vergüenza por estar vivo”.
Pedazo de historia de la Historia y pedazo de fanático.
ResponderEliminarLa portada es muy buena.
Gracias, Mr. Lombreeze. Es increible el fanatismo de los soldados del ejército imperial. Ya se ve en películas como "El puente sobre el río Kwai". Despreciaban a los prisioneros ingleses pues creían que no hay mayor deshonor que ser hecho prisionero. Borgo.
ResponderEliminarConocía el caso, y casuálmente (realmente me he asombrado por la casualidad) esta semana he vuelto a leer sobre ello, porque hace poco ví 'Cartas desde Iwo Jima', de Clint Eastwood, una buena película sobre la batalla de Iwo Jima, que completa 'Banderas de nuestros padres'. Ambas son acosnsejables. Los japoneses tenían un sentido del honor tajante que supongo que estaba influido de lejos por los viejos códigos del bushido. Una historia triste la japonesa, una sociedad neurótica en la posguerra, modenizándose a la fuerza y mirando a los Estados Unido. Godzilla fue el monstruo que personalizó todos los miedos a la guerra y la energía atómica, a la par que reflejó el profundo choque cultural de Occidente invadiendo Oriente. Por eso hoy puede chocar encontrar en el Japón un templo sintoista al lado de un enorme rascacielos de oficinas.
ResponderEliminarUn momento... ¿esa portada la has hecho tú? ¿es una novela? Eres ilustrador aparte de dibujante de cómics, ¿no?
ResponderEliminarHola, Raúl: el contraste entre la cultura japonesa y la occidental que se vió claramente en la guerra del 45 ha dado pie a muchas películas como "Feliz Navidad, Mr. Lawrence" o "El imperio del sol". Ya había leído antes algo sobre el paralelismo con Godzlla que comentas.
ResponderEliminarY, sí, esta portada y otras que he ido poniendo en el blog las dibujé yo. En realidad soy más que nada ilustrador pues no he tenido mucha suerte con el cómic. En mi entrada del 10 de mayo "Juan Eclipse y espaguetis al pesto" hablo del álbum que hice con Alfredo Pons. Borgo.
Te sigo. Gracias por el post! ;D
ResponderEliminarBienvenido a Borgo. Cinemagníficus y gracias a tí. Interesante tu reseña sobre "Centurión". Creo que iré a verla, me gusta el peplum. Borgo.
ResponderEliminarPero, y aquel tipo ¿encontró al Yeti?
ResponderEliminarLa verdad, Cahiers, es que no consta en ninguna parte que se encontrara con el yeti pero al menos sí consiguió su soldado japonés. Uno de dos no está mal ¿verdad? Saludos. Borgo.
ResponderEliminarUn dibujo fascinante y una no menos fascinante historia. Son increíbles en su fanatismo.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias, Crowley. La verdad es que el sentido de la jerarquía y disciplina japoneses le debe mucho al código del bushido como apuntaba Raúl. Cuando los americanos llegaron a territorio japonés -Okinawa- comprobaron que estaban dispuestos a todo antes que rendirse. Borgo.
ResponderEliminarCuriosa historia miquel.
ResponderEliminarLa férrea disciplina, el sentido del honor, y los extrictos valores tradicionales sumados al código del bushido, son los pilares que han forjado la cultura japonesa. Siempre me fascinó aquello de que sus aviadores militares en las guerras no disponian de suficiente combustible para volver a su patria, por ello en Pearl Harbor cuando agotaban sus municiones estrellaban sus aviones contra objetivos estratégicos. Ello representaba para ellos la muerte mas digna posible.
A cabezones y "bien mandaos" no les gana nadie. Un saludo
Hola, Alimaña. Eso es cierto: los aviones volaban a veces sin suficiente combustible para volver y ellos mismos se convertían en bombas volantes. También hay la historia del teniente Miyamoto, quería ser kamizake pero tenían que ser solteros. Su mujer al saberlo se suicidó, mató a su hijo y le dejó una carta: "Ahora puedes ser el viento divino". Escalofriante. Borgo.
ResponderEliminarEn el caso japones hubo una combinacion de tradición, religión, creencia en la divinidad imperial y patriotismo exacerbado.
ResponderEliminarLa voz del emperador fue escuchada publicamente por primera vez cuando radio la rendición, era un ser divino. Por aquellos años gobernaba en Japón tenía un gobierno militarista y nacionalista, parecido a tantas dictaduras europeas de corte fascista.
Conductas como la de los soldados japoneses están llenas en la historia, basta mirar en la actualidad.
Hola, Joan: sí, los japoneses consideraban a su emperador un ser divino. Creo que fue Hiro Hito el primero que permitió que un médico tocara su cuerpo. Eso sí: como los americanos temían la expansión del comunismo en Asia el emperador japonés tuvo un destino mejor que sus aliados del Eje. Saludos. Borgo.
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