sábado, 29 de diciembre de 2012

MAURICE, EL SHREK DE CARNE Y HUESO

 Se llamaba Maurice Tillet (1903-1954) No se dejen engañar por su aspecto tosco. Hablaba catorce  idiomas, era poeta, actor y un consumado ajedrecista aunque se hizo famoso como luchador de pressing catch llegando a ser nombrado campeón mundial de pesos pesados.
A los veintee años desarrolló la enfermedad de la pituitaria conocida como acromegalia -como Rondo Hatton, el actor de la Universal- que desfigura las facciones dándoles una apariencia simiésca por lo que decide interrumpir sus estudios de derecho y emigra desde Francia a los Estados Unidos buscando una profesión más acorde con su físico.  Allí se convirte en luchador profesional con el nombre de El ángel francés aunque también se le conoce como El ogro del cuadrilátero. Pronto llega a reunir una considerable legión de admiradores pues con su especialidad -el abrazo de oso- parece no tener rival en la lona. En agosto de 1944 derrota a Trituradora Casey consiguiendo el título de campeón mundial por la American Wrestling Association. También se enfrentó en varias ocasiones a El ángel sueco Tor Johnson al que siempre derrotó
. Después de los combates a Tillet le encantaba relajarse en su casa de Hollywood y jugar al ajedrez con amigos, algunos tan conocidos como el escritor Francis Scott Fitzgerald y el actor Charles Laughton.
Y llegamos a la película Shrek estrenada cuarenta y seis años después del fallecimiento de Tillet. La productora Dream Works nunca lo ha reconocido pero resulta evidente que se inspiraron en el físico del luchador francés para conseguir la imagen de "Un ogro de aspecto amigable que recordara a una persona sencilla" Así fue como Dave Sheridan -dibujante del equipo de Shrek- definió a su personaje.
Tillet se quedó sin sus copyrights pero al menos Pixar está preparando una película de animación basada en su vida. Viggo Mortensen pone la voz del protagonista. Por ahora es sólo un proyecto. Tillet se lo merece, ya es hora de que sea debidamente recordado.

¡FELIZ AÑO NUEVO!!!
 



lunes, 24 de diciembre de 2012

CUENTO ZOMBI DE NAVIDAD (CON RECETA)

 Petit Goave, Haiti. Aquel año se esperaba una excelente cosecha de caña de azúcar. El viejo jefe del poblado, Ti Joseph, se presentó con un grupo de nueve trabajadores. Nueve hombres andrajosos, mudos y ausentes. Joseph explicó a Croyance, su mujer, que procedían de una remota aldea montañosa y no hablaban criollo ni francés. También le dijo que eran tímidos y asustadizos por lo que trabajarían lejos de los demás grupos de la plantación. La verdad es que Ti Joseph -un brujo bokó- temía que algún pariente los reconociera pues esos trabajadores eran zombis.
Trabajaban diligentemente durante el día y sólo paraban al atardecer para comer un potaje de miso sin sal. Es sabido que si un zombi ingiere sal el encantamiento se esfuma y se vuelve consciente de su verdadera situación. El día de Navidad Joseph dejó a Croyance al cuidado de los zombis durante el resto de la jornada. Croyance, que sentía lástima de aquellos harapientos que trabajaban sin descanso, decidió llevarlos a una feria. En un puesto callejero la mujer compró cacahuetes salados que ofreció a los zombis. Al instante los zombis se agitaron convulsivamente exclamando sonidos guturales. Iniciaron una improvisada asamblea en la que los zombis decidieron denunciar a Ti Joseph por explotación laboral en condiciones insalubres y práctica del vudú sin licencia. Hasta fundaron un sindicato:
 
MANGOS HAITIANOS
Pelar y cortar en dados los mangos. Saltear en una cazuela metálica con mantequilla y añadir ron -aconsejo el Ron Negrita especial para quemar- cuando el ron se caliente tomar una parte con un cucharón, prender con un mechero y verter el ron en llamas sobre los mangos. Dejar flambear un minuto y apagar el fuego con zumo de naranja. Servir inmediatamente con rodajas de piña cortadas a taquitos.
¡FELIZ NAVIDAD!
Ya sé que la jirafa no es un animal muy navideño pero me pareció que los renos ya están muy trillados.


viernes, 21 de diciembre de 2012

Y EL CUERVO DIJO...

Muchísimas gracias a todas y todos los que me han deseado suerte para el concurso de la revista Nevermore. Bueno, no me han dado el premio pero lo importante es que hoy, día 21, el Mundo sigue girando -al menos mientras estoy escribiendo esto- y además se ha hecho justicia pues la ganadora, la neoyorquina Reba Adler, es mucho mejor dibujante que yo.
Me encanta el nombre de este grupo: Edgar Alan and the Po´Boys. Su tema Panic Button no desentonaría en La teta enroscada, el garito de la tarantiniana Abierto hasta el amanecer.

En cambio lo que sí he recibido es la multa. No me digan que no acojona, cuando uno encuentra en el buzón un sobre con la mitad en negro sólo puede traer malas noticias; como las velas negras del barco de Ulises.
Porqué será que me ha venido a la memoria esta portada que hice de El quimérico inquilino del genial Topor. Espero que mi vecino quisquilloso no pretenda hacerme acabar como el pobre Trelkovsky cuyo papel en el cine lo encarnó Polansky con mucho acierto.

lunes, 17 de diciembre de 2012

MI PRIMERA MULTA

 A mis años y me llega mi primera multa. Se ha hecho esperar por aquello de que no conduzco y es que a los daltónicos no se nos permite conducir por aquello de no saber con certeza si el disco de delante está en rojo o verde. En el documento se puede leer: Cants i/o crits domicil.liaris (Cánticos y-o gritos domésticos)
El pasado viernes se me ocurrió celebrar una fiesta en mi piso por lo de mis portadas nonminadas y al parecer tengo un vecino tiquis miquis pues alrededor de las doce y media oigo que alguien aporrea la puerta -¿porqué la policía no suele usar el timbre? ¿Creerán que así impresionan más?- y cuando abro me veo frente a un municipal recibido con gran alborozo por parte de dos amigas mías que creen que he contratado un stripper  pues además el agente tiene un ligero parecido a Andrés Velencoso. La cosa está clara: se acaba el party y todos con la música a otra parte y es que algunas fiestas no suelen acabar bien:
Aunque parezca increible esta tira se basa en una anécdota real que me contaron hace años:
Pero lo de la fiesta me lo apunto y pienso ahora decirle cuatro palabritas al vecino aficionado a darle a la Black&Decker los domingos por la mañana. En cuanto sepa quien es, por supuesto.
Esta es la última portada que hago en lo que queda de año. La revuelta del cabo Asch está editada aquí por Planeta y es una excelente sátira sobre lo irracional de la disciplina cuartelera:






viernes, 14 de diciembre de 2012

¡A VER SI TENGO SUERTE!

La revista estadounidense Nevermore que me concedió el único premio que he conseguido en mi vida, un cuervo de peluche (a la izquierda estoy yo muy ufano con el pajarraco) me ha nominado por el conjunto de mis portadas de Edgar Allan Poe, autor del que he hecho seis portadas contando El escarabajo de oro, la única que publiqué aquí.
El fallo del premio se conocerá nada menos que el próximo viernes 21, una fecha célebre. Tendría guasa que por una vez que me dan un premio ese día se acabara el mundo. ¿Y qué me darán esta vez, un buitre de trapo? Bueno, sea lo que sea me hará ilusión. ¡Deséenme suerte! Estas son las otras portadas:


DOBLE ASESINATO EN LA CALLE MORGUE
LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA
CORAZÓN DELATOR
EL CUERVO
EL GATO NEGRO



lunes, 10 de diciembre de 2012

LA MÁS INQUIETANTE ESCENA DE LYNCH

Carretera perdida (Lost Hyghway, 1997) Fred Madison (Bill Pullman) se encuentra en una fiesta cuando se le acerca un inquietante hombrecillo (Robert Blake) Él asegura que se conocieron anteriormente. Ante el escéptico Pullman, Blake afirma que se conocieron en casa del primero.
 -No lo recuerdo ¿En mi casa, dice?
 -Claro. De hecho estoy allí en este momento.
Blake entrega su móvil a Pullman y le pide que llame a su propia casa. No estoy seguro pero creo que Pullman marca tres veces la tecla "seis".

 Robert Blake fue quien sugirió a Lynch la caracterización de su personaje: cejas depiladas y un extraño maquillaje blanco que le daba la apariencia de un payaso siniestro. El caprichoso destino estableció una curiosa relación entre el personaje de Pullman -que en la película es acusado de la muerte de su mujer (Patricia Arquette)- y la vida real de Blake que cuatro años más tarde sería juzgado por el asesinato de su esposa Bonnie Lee Bakley.
Blake se había casado con Bonnie, una mujer de la que se aseguraba que llevaba diez matrimonios a sus espaldas, la mayoría con ancianos adinerados. Tuvieron una hija, Rose, aunque Blake sospechaba que el verdadero padre era Christian Brando, el conflictivo hijo mayor de Marlon. En noviembre del 2001 Bonnie fue hallada muerta en su coche con un disparo en la cabeza. Blake fue finalmente absuelto a pesar de las numerosas pruebas en su contra.
Esta escena del teléfono era la primera que David Lynch tenía en mente al preparar el guión de Carretera perdida y se basa en un curioso incidente real. Un vecino de Lynch, un tal Grimes, denunció al director acusándole de introducirse en su casa cuando él estaba ausente. Según Grimes Lynch le llamaba por el teléfono fijo a su móvil siempre dándole el mismo mensaje: "Dick ha muerto". Las investigaciones concluyeron que todo estaba en la alucinada mente de Grimes que padecía esquizofrenia aguda.


lunes, 3 de diciembre de 2012

¿QUIERE PASAR MIEDO? (RELATO)

Índigo empujó la puerta y entró. En un rápido vistazo consideró la absurda decoración por la mezcla de objetos exóticos y austero mobiliario de oficina. Sentado en una mesa le observaba un hombre de cabello y bigote grises con una extraña expresión de sosiego, como si la cara no encajara bien en los huesos.
 -Buenos días. Venía por el anuncio -dijo Índigo mostrando un recorte de periódico: "¿Quiere pasar realmente miedo? Calle Muntaner, 28. Puerta 16".
 -¡Adelante! -dijo el hombre gris con una meliflua sonrisa. Le indicó una butaca y como seguía con la mano extendida Índigo supuso que tenía que estrecharla lo que hizo sin asomo de cordialidad-. Me llamo Timor. He reconocido en usted a alguien que busca emociones fuertes: un hombre de mandíbula firme, pensamientos rojos y dientes blancos.
 -¿Me asegura que pasaré miedo? -preguntó Índigo tomando asiento.
 -¡Garantizado! -afirmó Timor- cuando salga de esta oficina lo hará presa del pánico a cambio de una simple transacción.
 -Algo me dice que hablamos de dinero -dijo Índigo con una sonrisa amortigüadora.
 -No. A cambio de diez años de su vida.
"Está loco" -pensó Índigo. Pero había algo en Timor que inspiraba seguridad, quizás aquel bigote recortado como un cepillo de dientes. "De todas formas no me va a costar nada. Entraré en el juego o lo que sea". Timor aguardaba con la mirada del que espera una rápida respuesta.
 -De acuerdo.
 Timor le tendió solemnemente un impreso de aspecto rutinario y una pluma. Le señaló una línea punteada:
 -Firme aquí, por favor.
 -Pensé que tendría que firmar con sangre -dijo Índigo mientras firmaba. Timor correspondió al comentario con una sonrisa cortés. En cuanto Índigo separó la pluma del papel Timor le arrebató el documento enrollándolo como un pergamino.
 -Bueno, señor Timor ¿Y cuándo empezará ese miedo?
 -¡Desde ahora mismo! -a Timor le centelleaban los ojos. Todo parecía irreal y desenfocado -¡Ya puede empezar a horrorizarse!
Aquellas inesperadas palabras provocaron una punzada en el estómago de índigo. Timor se levantó y salió rápidamente por una puerta a sus espaldas.
Índigo decidió seguirle. Rodeó el escritorio y abrió la puerta. Daba acceso a una sala grande y muy descuidada. Una mortecina bombilla iluminaba las telarañas que colgaban del techo como jirones putrefactos. Al fondo había otra puerta a considerable distancia, tendría que haber visto a Timor salir por allí. El suelo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo ¿y dónde estaban las pisadas?
Índigo se precipitó hacia la calle. Echó a andar sorteando a los transeuntes que ahora le parecían sombras que le asustaban en las esquinas produciéndole pánico.
"Diez años de mi vida... ya no soy tan joven ¿Y si estaba destinado a morir mañana en un accidente absurdo?".
Tragó saliva. Índigo estaba demasiado aturdido para advertir que estaba cruzando la Diagonal con el semáforo en rojo. Un estruendoso bocinazo le hizo volverse. Lo último que vio fue un rótulo brillante: 78. Drassanes - Les Corts. Cuando el autobús dejó atrás el desmadejado cuerpo de Índigo ya no sentía ningún miedo. Ni sentía ni padecía, como suele decirse.
Timor dejó el impreso firmado por Índigo sobre un cenicero y le prendió fuego. Las llamas expulsaron un globo luminoso que ascendió lentamente.
 -Qué cosa tan fascinante es el alma -murmuró Timor.
La puerta se abrió.
 -Buenas tardes, venía por el anuncio.

MIEDOS NOCTURNOS